Monthly Archives: May 2023

27.05.23 — Diario

Una visita rápida a Worsthorne

Estuve en el Reino Unido hace apenas tres semanas para celebrar mi cumpleaños en familia y para ponerme al tanto con amigos, por lo cual nunca me imaginaba que estaría de vuelta por tierras británicas después de San Isidro. Acabé pillando un vuelo a la patria por una razón algo sombría. Volví para asistir al funeral de mi vecina de toda la vida, Audrey. Quería estar para honrarla ya que ha sido una presencia importante en mi vida, desde mi infancia jugando en su jardín hasta nuestras charlas de cotilleo como adultos.

A pesar de eso, el tiempo lucía muy optimista al aterrizar en Mánchester, dónde había más sol y más calor que en Madrid. Mis padres vinieron a recogerme y volvimos a su casa, parando para un helado por el camino para así aprovechar del tiempo veraniego que hacía.

Una vez en casa, echamos la tarde en el jardín, jugando partido tras partido de Uno y hablando mientras nos calentaba el sol. Fue la manera perfecta de pasar una tarde dominguera.

Al empezar a ponerse el sol, aún había ningún plan guay para la cena hasta que a mí se me ocurrió una cosa. Dije que deberíamos pillar picoteo de la tienda del pueblo y subirnos al Singing Ringing Tree («el árbol cantante y resonante»). Este punto de interés local toma su nombre raro de su forma de árbol hecho de una serie de tubos metálicos que supuestamente ‘cantan’ y ‘resuenan’ al viento. ¡Yo lo veo más como un gemido demoniaco!

Llegamos al pico al principio del atardecer largo. Traíamos una manta de picnic para echarnos al suelo y comer el picoteo, pero al llegar nos estaba esperando una mesita con tres asientos – ¡perfecto! Montamos la mesa, sacamos la comida y vimos la puesta del sol desde el Singing Ringing Tree.

El día siguiente me tocó volver a trabajar desde casa, pero me motivaba el plan para la tarde que tenía con Danni. Vino a la casa de mis padres a cenar comida china y pasamos un buen rato organizando un viaje que realizaremos juntos al final del año… ¡qué emoción!

Hacía sol en la última tarde que pasaría en Inglaterra – fue una visita rápida de tan solo tres días – así que lié a mis padres a que me acompañaran a dar un paseo por el pueblo. Esta vuelta nos llevó por los prados detrás de su casa y al centro del pueblo. Allí nos encontramos con unos gatos monísimos y compramos unas patas fritas locales que estuvieron buenísimas.

A este gato mimoso y guapísimo le encantaba posar para la cámara.

La mañanas siguiente tuve que madrugar a las 3am para coger mi vuelo a las 6am y así aterrizar en España temprano para estar sentado en mi escritorio a las 10am para empezar a currar. Fue un día horriblemente cansado, pero he de darles las gracias a mis padres por levantarse a esa hora conmigo para dejarme en el aeropuerto en Mánchester. ¡Son un amor!

Ahora me encuentro en casa en Madrid y con la esperanza de no tener que volver a coger ningún vuelo más a horas indecentes…

25.05.23 — Diario

San Isidro

Después de un par de fines de semana pasados en Inglaterra para celebrar mi cumpleaños, fue imposible que el siguiente finde fuera más castizo: ¡tocaban las fiestas de San Isidro!

No he celebrado el evento en condiciones desde el 2019, cuando Bogar y yo nos acercamos a la pradera para tomar cerveza, comernos kebabs y disfrutar de la música en vivo. Este año y ahora que Bogar se ha mudado a Gijón, ¡tocaba hacer algo distinto!

Sara, Rocío y yo nos reunimos en Malasaña para arrancar el finde con una comida. Echamos unas cuantas horas comiendo rico y riéndonos mientras tocábamos todo tipo de temas. Desde allí bajamos a Las Vistillas, un parque donde estaban exponiendo el chotis. Durante los actos aprendí que la palabra «chotis» viene del inglés “Scottish” (“escocés”) ya que los orígenes del baile son celtas. No me enteré del todo, ¡pero fue interesante aprender esto!

Como bien se ve, todos andábamos con clavel gracias a una visita a la tienda a por unas latas durante la cual encontré estos claveles rojos para que pudiéramos sacar la chulapa que llevamos dentro. Un año me compraré y me pondré el traje entero y así seré un chulapo de verdad.

Tras admirar el baile y cantar unos refranes de «¡Viva Madrid!», bajamos al sur de la ciudad. Esto nos llevó por un sitio con vistas estupendas sobre algunos barrios de la capital y en el cual nos paramos a tomar algo de sol y ver las flores. De allí, por fin nos acercamos a la terraza de uno de nuestros bares favoritos por el barrio de Pirámides.

Después de cenar, Rocío tuvo que irse, pero Sara y yo seguíamos de tardeo al cruzar el Puente de Toledo y ver el atardecer. También echamos un rato bailando a la musica de uno de los músicos callejeros.

Desde allí bajamos al Matadero, un centro cultural cerca de mi casa que esa noche exponía una serie de conciertos para celebrar San Isidro. Bailamos un rato mientras tocaba una banda de Londres, pero enseguida nos cansamos y nos subimos al bar de al lado de mi casa para tomarnos la última y hablar un rato, poniendo así fin a un día muy completo.

Fue un día estupendo y supuso la manera perfecta de celebrar estas fiestas tan de aquí, de Madrid. Esta ciudad se te puede superar entre su amplitud y su calor, pero la primavera, el ambiente en las calles y las innumerables canciones de amor a Madrid me hizo volverme a enamorar de la capital por enésima vez.

¡Viva Madrid!

13.05.23 — Diario

Mi cumpleaños en Inglaterra

Hace un par de semanas fue el sábado 29 de abril, el día antes de mi cumpleaños. Hacía una tarde calurosa aquí en Madrid, así que Sara y yo habíamos quedado para comer en una terraza cerca de mi casa antes de que me fuera a celebrar mi cumple en un lugar bastante más lejano. Me lo pasé muy bien y vino bien una última hora echado al sol antes de irme al Reino Unido una semana.

Al concluir la comida, el camarero se presentó con un par de trozos de tarta decorada con velas y una placa de “Feliz Cumpleaños”, un detalle que había organizado Sara antes de quedar. También me dio un regalo, y así me fui con dos sorpresas bonitas a la estación de Cercanías para coger el tren al aeropuerto.

Acabé llegando bastante temprano, pero eso solo hizo que tuviera tiempo para disfrutar un helado entre los colores vívidos y la arquitectura bonita del edificio. El vuelo luego fue tan fácil como siempre y llegué a la casa de mis padres antes de la medianoche para que pudiéramos hablar un rato antes de acostarnos.

El día siguiente fue mi cumpleaños de verdad. Esto implicó un viaje a Mánchester, en dónde nos encontramos con mi hermana Ellie y su pareja Johann. Echamos un rato de compras, Johann tocó una pieza bonita en piano ambulatorio y nos aceramos a un restaurante italiano para comer juntos en familia.

Puede que esta sea la primera foto en la que mi hermana y yo nos parecemos.

La comida llegó a su fin con otro postre de sorpresa. Esta vez fue un tiramisu que el personal del restaurante me regaló al ver la chapa fea que me había regalado mi hermana y que me había obligado que llevara puesta. ¡Al final supongo que me vino bien!

Desde el restaurante subimos al Northern Quarter (el barrio norte) y nos instalamos en una cafetería mona para tomarnos un café y un postre (para los que no habían sido presentados con un tiramisu inesperado). Fue la manera perfecta de ponerle fin a un día ocupado por las calles de Mánchester. No es una ciudad muy bonita, pero me encanta lo caótica que es.

Mánchester es bastante feo, pero para mí eso es el encanto que tiene.

Esta es una foto robada que saqué mientras se estaba compartiendo un cotilleo.

Al irnos de Mánchester, no me subí al coche de mis padres sino al de Johann y Ellie. Esto fue porque habíamos quedado en que yo pasara la noche en Sheffield con ellos, cosa que supuso la primera visita desde que visité a Ellie mientras estaba estudiando su grado hace cinco años ya.

Pasamos por su piso para que pudiera dejar mis cosas, fuimos a Tesco (un supermercado típico de allí) a pillar comida para la cena y luego acabamos en un pub local para tomarnos algo en su jardín y así aprovechar del tiempo. Hacía un tiempo muy poco británico: sin lluvia y sin hacer demasiado frío (decir que hacía calor sería exagerarme).

Tras una cerveza en el pub, donde me había envuelto en una manta enorme, llegó el frío de verdad por lo cual nos volvimos al piso de Ellie. Allí preparamos un aperitivo a modo de cena y nos echamos al sofá para pasar la noche hablando, picando y bebiendo Appletiser en flautas champaneras.

El día siguiente tocó que Ellie y yo pasaremos un tiempo de calidad entre hermanos. Ella había reservado una mesa en Tamper Coffee, cosa que fue graciosa ya que fue el sitio que fuimos la última vez que le vi hace cinco años pero que solo nos dimos cuenta del hecho al ver yo la anterior entrada de blog (disponible únicamente en inglés). No habíamos caído ya que han cambiado de identidad visual y de local desde la última vez que fuimos.

Puedo confirmar que la comida fue igual de buena que la última vez, a pesar de que pedí algo distinto en vez de su famoso pan de plátano. Disfruté un plato de huevos escalfados con ternera mechada salada y Ellie optó por un desayuno dulce en la forma de una especie de torrija enorme con un mogollón de movidas.

Otra selfie de hermanos ya que no solemos tener la oportunidad de sacarlas.

De allí volvimos al piso, donde descansamos un rato breve antes de coger el coche al Distrito de los Picos. Esta zona de belleza natural excepcional se encuentra a tan solo veinte minutos en coche de la casa de mi hermana, un verdadero lujo para alguien que vive en pleno centro de una ciudad. Sheffield es la leche.

Después de pasar un buen rato buscando dónde aparcar – parecía que la ciudad entera había tenido la misma idea que nosotros – por fin aparcamos y salimos a dar una vuelta. Esto nos llevó por el puente de una presa y así nos ofreció unas vistas chulas sobre el agua.

Estos desagües siempre me han inquietado a pesar de lo que molan.

Desde allí volvimos a Sheffield para una comida algo tare en mi pizzería favorita del país entero y otro sitio que Ellie y yo visitamos la primera vez que fui a su ciudad: Proove. La pizza estuvo tan rica como siempre pero sí que me durmió mientras me llevaron a Leeds después de comer.

En Leeds me despedí de Ellie y Johann antes de cogerme el tren de vuelta a Burnley para volver a estar con mis padres. El día siguiente también fue festivo aquí en Madrid, así que mi madre y yo habíamos quedado en pasar la tarde de compras y de picoteo por el Trafford Centre, un centro comercial enorme que solíamos visitar cuando yo era joven.

Esto lo hicimos en condiciones, parando para comernos unos sándwiches, tomarnos unos cócteles y luego cenar una pizza entre los ratos que pasamos en las distintas tiendas. Fue un día estupendo y una oportunidad bonita para ponerme al tanto con mi madre.

El día siguiente me tocó volver al trabajo, pero pude desconectarme a mi hora y así dar una vuelta con mi padre para también ponerme al tanto con él. Paseamos por el campo del pueblo y nos topamos con todo tipo de curiosidades: corderos jóvenes, los restos de una casa abandonada y un pequeño edificio dentro de un muro de piedras en forma de círculo.

Para cenar después del paseo me acerqué a un restaurante indio con Abi y Danni. Allí nos echamos unas cuántas risas mientras hablábamos, abría mis regalos y ideábamos unos fututos planes y un proyecto personal en el que ya estamos trabajando juntos. Cuando nos juntamos los tres siempre somos unos pesados: echamos toda la tarde llorando de la risa y luego montando un caos en el parking…

Como acto último para poner fin a mi viaje a Inglaterra, el viernes después del trabajo Amber me recogió de casa y me llevó a la suya en Rawtenstall. No había tiempo que perder, sin embargo, ya que enseguida se acercó Jess para que los tres nos acercáramos a Mánchester a pasar la noche en el teatro.

Cenamos rico y nos reíamos mucho antes de enterar en la sala de actos, con mucho cotilleo y cocteles sin alcohol para mantener nuestro nivel de energía. La obra que luego vimos fue tan maravillosa como fue devastadora, tocando temas como la demencia y la atención sanitaria al final de la vida. Creo que no había un ojo seco en todo el público.

Después y para animarnos pusimos música de nuestra infancia a todo volumen en el coche. Al llegar en Rawtenstall, pasamos por el McDonalds a por unos helados y luego Jess nos dejó para volver a casa. Esa noche dormí en la casa maravillosamente acogedora de Amber.

La mañana siguiente los dos hablamos un buen rato en nuestro pijama, hice la mochila y luego bajamos a la cafetería turca debajo de su casa para desayunar. Al volver a su casa me duché, recogí mis cositas y Amber se despidió de mí cuando me subí al autobús a Mánchester.

Allí eché una tarde tranquila en un Mánchester gris y lluvioso (ninguna novedad allí). Curioseé por algunas tiendas (a pesar de tener la mochila al punto de petar), comí en una pequeña cafetería italiana y al final acabé en la estación de Picadillo para coger un tren al aeropuerto.

Espero que a través de tantas historias y fotos graciosas haya quedado claro que me lo pasé fenomenal por mis tierras. Me encantó pasar mi cumpleaños en familia y con amigos de manera que aprovechó al máximo el puente de cuatro días.

El año pasado pasé mi cumple en Gijón, este año en Mánchester y ahora solo queda descubrir dónde lo pasaré el año que viene…

06.05.23 — Diario

La primavera en Madrid

Tras un finde nublado en el norte de España para celebrar el cumpleaños de Cami, volví al sol de Madrid que había estado presente desde que me vino a visitar Amber durante la Semana Santa. Yo había comprado nueva ropa veraniega y ya habían llegado las tardes largas y soleadas, así que por fin ha vuelto la época en la que vuelvo a casa en pie todos los días.

Estos paseos no solo suponen una manera maravillosa de descansar después de un día ajetreado en la oficina, también son la oportunidad perfecta de explorar calles nuevas y toparme con novedades que o se han abierto recientemente o que simplemente nunca las había visto. Me llevan por el centro turístico, el barrio curioso de Lavapiés y luego a la tranquilidad de Arganzuela.

Entre tanto caminar, también pasé un finde tranquilo por la ciudad con unos amigos. Lo arranqué con una visita al precioso Círculo de Bellas Artes, donde me habían invitado a asistir a un evento de danza organizado por la Compañía Nacional de Danza Contemporánea de Corea. La danza no es algo que solería ir a ver, pero siempre me apunto a experimentar cosas nuevas, así que me uní a Luis y sus amigos para pasar la tarde allí.

La arquitectura en el Círculo de Bellas Artes me era una joya desconocida.

La noche se había organizado por el Centro Cultural Coreano y fue una verdadera pasada. Empezó con el lugar ostentoso en el que nos encontramos. Antes solo había visitado el Círculo para subirme a su azotea y disfrutar de las vistas panorámicas sobre Madrid, pero esta vez estábamos en el interior y debajo del domo ornamentado de su teatro.

Luego hubo las dos obras en sí, las dos cuales eran espectaculares por distintas razones. La primera, Mechanism de Lee Jaeyoung, fue una locura de sincronización perfecta y un final frenético y energético. La segunda, Everything Falls Dramatic de Her Sungim, fue guapísima gracias a lo pensativos y melancólicos que eran los movimientos. Salimos todos emocionados por el talento y la emoción que se veía durante todo.

El final de ‘Everything Falls Dramatic’ fue delicado y conmovedor.

Después de una función así de guay, andábamos con ganas de seguir de rumbo, así que acabamos tomándonos unas cervezas en una terraza antes de aterrizar en un restaurante. Compartimos una tonelada métrica de comida, nos tomamos unas cañas más y me eché unas cuántas risas mientras conocía a los demás.

Al acabar la noche, Luis y yo volvimos a nuestro barrio andando. Esto fue en parte porque no nos daba la gana descifrar el horario de los búhos y en parte porque queríamos alcanzar nuestro objetivo de pasos diarios antes de que llegaran la medianoche. Fue una oportunidad guay de ponernos al tanto y un final maravilloso a una tarde maravillosa.

El día siguiente quedé con Sara y su amiga Andrea que estaba visitando Madrid durante un finde. Nos reunimos en el Templo de Debod, el lugar perfecto para ver el atardecer sobre la sierra. Desde allí, nos acercamos a une terraza a tomar algo y luego nos sentamos en un restaurante italiano que a Sara y a mí nos encanta.

Los tres nos lo pasamos genial cenando pizza y quedamos en volvernos a ver el día siguiente para montar un picnic en Retiro, el parque más emblemático de Madrid. Por eso pasé la mañana elaborando humus, ensalada y acabando una tarta de zanahoria que había horneado el día anterior para que celebráramos bien el cumple de Sara.

La maratón de Madrid luego me fastidió un poco el plan al intentar subirme al autobús hacia el parque. Debido a la ruta de la maratón, el bus simplemente nunca vino. Como acto seguido todos los que estábamos esperando en la marquesina nos pusimos a quejar de la falta de aviso de la cancelación del servicio, pero a mí no me quedaba otra que coger un taxi y gastarme más de 20€ en llegar al parque.

Una vez sentado allí, pasamos una tarde maravillosa. También se apuntó Irene y entre los cuatro habíamos traído demasiado comida (un clásico) así que echamos una hora y pico en comernos todo lo que podíamos. Luego echamos un rato jugando al Uno, nos echamos al sol y escuchamos algo de musica mientras la tarde se convirtió en noche. Fue la manera perfecta de poner fin a un finde de tranquilidad total.

Enseñé a todos a hacer cadenas de margaritas, algo que solía hacer en Inglaterra.

Así concluyo mi fin de semana de aprovechar del tiempo de primavera por Madrid. Este finde sería el último que pasaría por la ciudad durante un par de semanas, pero eso lo explicaré mejor en mi siguiente entrada de blog…