Monthly Archives: March 2019

20.03.19 — Diario

El verano comienza y Emily me visita

Tras mostraros mi nuevo piso en mi última entrada de blog, pensé que debería explorar un poco de lo que ha ocurrido fuera de dicho piso en esta entrada. Os aviso, sin embargo, que la mayoría de lo ocurrido consiste en sentarme en terrazas, tomar cañas y disfrutar las temperaturas crecientes…

The Puerta de Alcalá in Madrid by night

Hace un par de semanas, Napo me visitó para ponernos al día, y eventualmente salimos de mi piso y fuimos al río para aprovechar del sol dominguero. A solo 10 minutos de mi piso se encuentra Madrid Río, un parque lineal construido en las orillas del río Manzanares. Después de pasar entre familias y gente sacando a su perro – y esquivar a gente yendo a toda leche en patines – nos sentamos para tomarnos unas cañas en una terraza por ahí.

Trees against a blue sky.
I look to the left.

Después de una puesta del sol magnifica, volví a mi piso y empezó la semana laboral. Resultó ser una semana fría y lluviosa, pero eso no me molestó, ¡y no enfrió los espíritus de los que atendieron la manifestación del día internacional de la mujer!

A baroque building lit by the orange sun is reflected in a puddle on a grey pavement.
A blue sky above a graffiti-covered stairwell lit by the setting sun.

Me alegró ver que la manifestación fue un éxito total – me puse muy feliz al ver a mujeres de todas las edades en la calles y unidas contra la desigualdad. Me hubiese encantado poder unirme a ellas, pero en fin la devolución de unos productos en IKEA tardó mucho más que pensaba. La única parte que vi fue el caos en la estación de Atocha cuando intenté hacer un transbordo para llevar mis nuevas sabanas a casa. ¡No hace falta explicar el por qué en fin fui caminando!

A train station full of people.

El finde siguiente volví a bajar al río, esta vez para echar un vistazo a los puestos y comer un poco de comida callejera en el mercado de diseño del Matadero. Allí quedé con Bogar, Filip y Napo, y nos pusimos al día con unos nachos y unas cañas en la mano.

Otra semana laboral pasó, y el viernes que había esperado durante semanas y semanas por fin llegó: ¡el día de la visita de Emily! Tras el aterrizaje de su vuelo de Londres, le dije que viniese al centro, y en breve nos reunimos después de (lo que acabo de calcular por ver mis entradas de blog) 10 meses. La última vez que nos vimos fue durante una visita a Londres que realicé en mayo del año pasado. ¡Cómo vuela el tiempo!

Nos coincidimos en Plaza de España, y luego fuimos a la oficina de Erretres para echar un vistazo al espacio, conocer el equipo y para que Emily pudiese dejar su mochila. Luego volví a trabajar y ella se fue a explorar el palacio real y sus alrededores, pero en breve nos volvimos a reunir ya que salgo a las tres los viernes.

Después de un menú delicioso en un restaurante cerca de la oficina, subimos a un tren a mi piso para que dejase sus cosas y para usar el sofa cama por la primera vez…

Como podéis ver en la cara de la Bella Durmiente arriba, la cama se montó fácilmente y era bastante cómodo, ¡pero había más cosas que explorar antes de acostarnos!

Tras ver los techos de la ciudad desde una azotea, nos pusimos a vagar por el centro, parando para tomar churros, visitar el Mercado de San Miguel, pasar por la Plaza Mayor, tomarnos un buen jerez y cenar comida venezolana en uno de mis restaurantes favoritos. Una vez en casa, nos sentamos a charlar aún más con una caña en la mano – la cantidad de cosas que teníamos que compartir era inmensa – y luego en fin nos fuimos a dormir.

La mañana siguiente empezó por una visita al Matadero para explorar el centro de exposiciones y pasear por el río. Al abrir el apetito durante nuestro camino por las orillas (y tras parar para unas cañas, naturalmente) nos fuimos al norte y a Casa Dani, uno de mis sitios favoritos para comer.

Este neón rosa era uno de mis cosas favoritas. Quiero uno.

Una vez habíamos disfrutado una buena comida madrileña, empezamos a caminar hacía el sur otra vez y por las calles bonitas de Chueca y Malasaña. Cuando el sol alcanzó su cima durante la tarde, paramos para un vermut y unas copas de tinto de verano en la terraza del Mercado de San Antón, ¡aprovechando al máximo la oportunidad de quitarnos los abrigos!

Después de comprar unas tonterías y tomar unas copas más en el camino, acabamos nuestras aventuras en el Templo de Debod, dónde vimos la puesta del sol sobre el oeste de la ciudad. Luego pasamos a un lugar de tacos super guay pero el cual en fin estaba súper concurrido, así que hicimos unos planes alternativos espontáneos y bajamos por Lavapiés para tomar unas raciones en un restaurante por ahí.

La semana siguiente era el último día de su visita, pero aún así había hecho unos planes domingueros para mantenernos ocupados. Después de desayunar en casa, fuimos a coger unas bicis, y pasamos lo que quedaba de la mañana explorando el Parque del Retiro en bici.

Tomé esta foto sin caerme de la bici – ¡estoy mejorando!


Tras devolver las bicis comimos bao en uno de mis sitios favoritos, y luego tomamos un helado como postre. Bajando hacía Atocha, pasamos por sus jardines tropicales, y luego subimos al tren de vuelta a casa para recoger la mochila.

Llegamos al aeropuerto sin tardar – y menos mal que sí, porque el proceso de check-in que tuvo que completar Emily al llegar no era nada fácil. Una vez cogida la tarjeta de embarque, le dio un abrazo de despedida y me fui a casa.

No hace falta decir que lo pasé fenomenal con Emily en la ciudad, y las semanas pasadas de un clima cada vez mejor me han animado bastante. Lo tengo que decir – ¡estoy súper contento estar en Madrid de nuevo!

Bueno, ya estaría en cuanto a novedades – ¡volveré con más historias de esta ciudad polvorienta en cuanto tenga el tiempo!

12.03.19 — Diario

Casa Briggs

Después de la entrada de blog que nos llevó a Asturias para explorar una fábrica abandonada, ahora volvemos al punto en el que acabó la entrada anterior: mi misión para decorar mi piso antes de la visita de mi amiga Emily. ¡Ya solo faltan tres días!

Afortunadamente, ya tengo instalado todo lo esencial, y estoy preparado para recibir a visitantes como la maruja que secretamente soy. Ha sido un proceso bastante largo, sin embargo, y he tenido que dar muchas vueltas a IKEA, y luego más cuando me di cuenta que había comprado la cosa equivocada en dos ocasiones distintas. Dicen que IKEA es una prueba para las parejas, pero yo he logrado discutirme conmigo mismo más que una vez. ¿Un talento? Sí.

Bueno, ya que no tengo mucho más que compartir esta semana, he sacado unas fotos del piso para mostraros lo que he hecho con el poco dinero que tengo.

Empezamos en el salón/cocina, donde he mantenido el amarillo de una de las paredes, añadiendo un sofá cama gris y toques de blanco y negro. Soy muy estricto con los colores, pero he dejado que entre un toque de verde al poner unas plantas que le dan un poco de vida al espacio.

La única cosa que echo en falta aquí serían unos cojines más y una mesa de centro en que dejar bebidas. También me gustaría comprarme una almohada en algún momento, pero resulta que son mucho más caras que me imaginaba, así que eso tendrá que esperar un poco…

Ahora damos la vuelta y estamos de cara a la cocina. Estoy intentando mantenerla lo más ordenada posible, y está resultando ser muy fácil porque soy una persona sola y hay mucho espacio en que esconder todo lo que no estoy usando. Aquí solo me falta un horno, pero ya he visto un horno pequeño de sobremesa que compraré el mes que viene: ¡hay pasteles por venir!

Ésta es una de mis plantas favoritas. Se llama Leah.

Pasando por la puerta y por el pasillo hay un cuarto de baño y un espacio en que hacer la limpieza, pero no os voy a aburrir con eso: pasemos directamente al otro espacio principal, mi habitación. El piso ya disponía de la cabecera de madera y una lampara de techo negra, así que he mantenido los colores existentes otra vez. Puse unas sábanas blancas en la cama y compré una mesilla de noche negra en la que he puesto a Beatrice el Bambú.

Alineado con el look de texturas de madera, plantas y colores neutros, tuve un momento de inspiración al pasar por la frutería hace unas noches. Vi que el tío estaba apilando unas cajas de madera para que se recojan como basura, así que fui a por un par de ellas y las subí a mi piso. Usando ellas he hecho una mesilla gratuita y sostenible.

Encima de dicha mesilla he colocado a Alice el Aloe Vera, y luego otra vela, ¡y ahora diría que se ha convertido en mi detalle favorito del piso entero! Es un poco molesto que la cosa más bonita es la más barata, pero me alegra haber podido decorar un rincón vacío.

Ahora llegamos al final de las fotos de mi nueva casa, y al final de esta entrada de blog, pero la semana que viene volveré para compartir las novedades después de este finde de aventuras con Emily. Espero que este preparada para mucho terraceo y comida rica…

03.03.19 — Diario

La fábrica abandonada

El verano pasado fui de vacaciones con mi amigo Kevin, y en mi blog inglés hablé de un viaje a una fábrica abandonada en un pueblo asturiano, y por fin me he sentado para editar las fotos y escribir esta entrada de blog para contaros lo que pasó.

Llegamos en coche y luego pasamos por unos árboles para entrar, encontrándonos al lado del edificio principal. La fábrica no se vio nada extraordinario desde afuera, era un edificio industrial grande con las ventanas rotas y pintado en un tono de turquesa bastante feo.

Una vez dentro, las cosas se volvieron más interesantes. El techo falso se había caído, y sus paneles tapaban el suelo entre rocas, material de aislamiento, papeles, y una variedad de lo que reveló el uso anterior de la fábrica: cerámica.

The interior of an abandoned factory.

Giramos a la izquierda y entramos en el espacio cuyas paredes interiores fueron las últimas en quedarse sin derrumbarse. Parecía haberse renovado justo antes del cierre de la fábrica – si no fuera por el daño causado cuando se habían caído elementos del techo superior, se podría pensar que este espacio fuera nuevo. Pasamos por un contenedor enorme que, aunque roto, aún contenía bastante polvo blanco. No quise correr el riesgo de tocar el polvo no identificado, así que seguimos explorando.

A broken container full of white powder sits in an abandoned factory.

No me apetecía desordenar el polvo blanco y misterioso.

En el espacio siguiente tenía un aspecto mucho más industrial, y una vuelta por dos estructuras grandes en el centro de dicho espacio reveló que eran un par de hornos. En un rincón había un montón de cerámica media hecha, pero el aislamiento esponjoso de los hornos me asustaba: puede que sea el asbesto. Por eso seguimos al próximo espacio sin explorar mucho.

Furnaces in an abandoned factory.
A pile of unfinished ceramics sit in the corner of an abandoned factory.

La puerta nos llevó al espacio mayor de la fábrica, y imagino que una vez era un almacén. El espacio extenso contenía una colección variada de escombros, incluyendo cerámica rota, piezas de electrodomésticos y los restos mojados de unas carpetas que detallaban los pedidos y las facturas de los años pasados. Era bastante surrealista pensar que unos detalles tan íntimos pueden haberse dejado a podrirse en un espacio tan público.

An abandoned factory warehouse, with bricks in the foreground and decaying walls covered in graffiti.

Más al fondo del almacén, encontramos unas cajas llenas de cerámica media acabada y una pirámide que se había formado con platos en el suelo. Pienso que se hizo por alguien después del cierre de la fábrica: no veo utilidad ninguna en apilar un producto así.

An abandoned factory warehouse littered with debris.

Saliendo del almacén, nos encontramos de repente expuestos a los elementos al pasar por un espacio cuyo techo se había derrumbado totalmente. No queriendo quedarnos bajo la estructura precaria, saqué unas fotos de los escombros más interesantes y luego volvimos al almacén para explorar más.

The structural failure of the room in an abandoned factory. The roof has totally collapsed, allowing shrubbery to grow in the ruins.
Greenery is seen through a collapsed doorway.
An almost complete ceramic teapot sits on a rotting crate in front of some shrubbery.

Pasando por el espacio, llegamos al otro lado de la fábrica, y entramos en una área llena de oficinas. Pasamos por un café/zona de recreación y llegamos en un espacio que contenía unos generadores alrededor de una escalera central. Decidí que los escalones de concreta nos podían soportar, pero mi duda fue que si la planta de arriba nos soportaría – especialmente tras ver la falla estructural del otro lado de la fábrica.

A broken ceramic teapot sita atop a wooden palette.

En fin subimos a un ático usado para almacenamiento. Este espacio era uno de los más interesantes de la fábrica por la cantidad de moldes que se habían guardado en las vigas. Unas barras de metal se veían entre los moldes volcados, y así deduje que una vez los moldes se guardaban en estantes, aprovechando el espacio compacto.

A roofing panel collapses, allowing light in to reveal an abandoned factory room full of ceramic moulds.

Luego continuamos más por el laberinto de espacios más pequeños. Pasamos por unas bolsas de polvos no identificados, talleres destrozados y una cabina que contenía un calendario mostrando los primeros meses del 2003.

A wall shows a decaying calendar dated 2003.
A doorway through an abandoned factory leading to a room full of graffiti.
An abandoned workshop with shattered windows.

Pronto nos encontramos explorando la colección de edificios más pequeños en el fondo de la fábrica. Estos espacios eran más pequeños, más oscuros y más escalofriantes que la fábrica principal, y la inquietud que me provocaron hizo que se me olvidó sacar fotos. Tendrás que usar tu imaginación para visualizar los rincones oscuros de los vestuarios abandonados…

Por la inquietud y el hambre que sentíamos, decidimos poner fin a las exploraciones. Volviendo al coche, me recuerdo como hablábamos de lo que nos gusta pasar las vacaciones haciendo cosas así en vez de las actividades típicas que se hacen durante el verano. ¡Siempre me apunto a las experiencias alternativas!