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16.12.20 — Diario

Puente de diciembre

Concluí la última entrada de blog diciendo que esperaba traeros otra antes de irme de España para pasar las navidades, así que aquí estoy solo cinco días antes de volar a Inglaterra. Naturalmente he pasado este último mes del 2020 descansando y disfrutando los festivos aquí en Madrid (preparaos para ver bastantes fotos de los árboles de navidad de LED que salpican Madrid) y preparándome para despedirme de este año – uno que, seamos francos, ¡no ha sido el mejor!

Arranqué el mes como el resto del mundo: saliendo de compras navideñas. Después de unas cuentas visitas al centro y unas colas largas en Correos, ya tenía casi todo comprado y organizado, así que ya tocaba salir a ver las luces de navidad que se han colgado por todo Madrid.

Un finde Napo y yo quedamos para ponernos al día, y ya que llevábamos un buen rato sin vernos, decidimos que habría que hacer de la quedada una celebración. Nos vimos en el centro para dar un paseo que nos llevó a Goiko Grill, una de mis hamburgueserías favoritas. Allí por fin probé su hamburguesa más grande y rica: ¡una hamburguesa con carne de costillas!

La hamburguesa estuvo riquísima, y los dos pasamos muy buena noche, una que acabé montándome en bici para volver a casa – una decisión que, en retrospectiva, igual fue errónea. Andaba tan hinchado tras la hamburguesa enorme y un poster muy dulce que tuve que pararme un rato a medio viaje para descansar y bajar la comida…

Hablando de descansar, Jhosef y yo fuimos el día suficiente a pasar una tarde relajante en los baños árabes de Hammam Al Ándalus. La última vez que fui era el finde justo antes del comienzo de la cuarentena en Madrid, así que me hacía mucha ilusión volver a disfrutar de sus baños y un mensaje relajante.

Pasadas dos horas de zen total, a los dos nos apetecía seguir con el rollo tranquilo, así que nos sentamos en la Plaza Mayor para comer unos bocadillos de calamares y una ración de morcilla.

El día después se arrancó otra semana en la oficina, pero entre mis ratos en la oficina tuve también que realizar unos recados por el centro, cosa que me llevó por unas calles por las cuales no solería pasar. Una de ellas fue la zona recién renovada al este de la Puerta del Sol que se había decorado de manera muy bonita.

También pasé por la Gran Vía y unas de las calles pequeñas perpendiculares que nunca había visto. Esta diversión me llevó a encontrar unas joyas de tiendas, cosa que me animó tanto que decidí seguir pasando por el centro para ver qué tal las decoraciones en algunas de las plazas y zonas más icónicas.

Madrid sigue sorprendiéndome de vez en cuando.

Hay un árbol cónico de colores variados en cada plaza que cruzas.

Esa misma tarde Sara y yo fuimos a un sitio que había marcado en mi mapa hace un rato, un restaurante asturiano que se encuentra a tan solo diez minutos andando desde mi casa. Cenamos un cachopo delicioso y una ración de chopitos – todo acompañado, por supuesto, por unas botellas de sidra asturiana.

Esta cena señaló el inicio del puente de diciembre, que consistió en dos días festivos, días que aprovechamos al máximo. Jhosef y yo, después de una noche viendo películas en casa, visitamos otro restaurante de barrio que me parecía interesante, un local italiano con unas pintas bastante modernas.

Allí comimos como reyes, empezando con un plato de fritos italianos y luego pizza y pasta, todo lo que venía recomendado por la camarera maja que nos explicó la mitad de la carta. Subestimamos sin embargo el tamaño de las raciones, así que al final tuve que pedir una caja para llevar la mitad de mi pizza a casa.

El finde pasado volví a salir con Sara, que me llevó a tomar unas copas y picar algo por Lavapiés. Allí la cosa se nos fue algo de las manos, pero la culpa no la teníamos nosotros, es que el camarero me ponía a mí unos de los gin tonics más cargados que he tomado jamás. Nos encontramos con Jhosef, su hermana y el novio de ella, que pasaban a saludarse, y luego Sara y yo pasamos a una terraza a tomarnos una última copa antes de volvernos a casa.

Después de pasar una mañana recuperando de la resaca, bajé a la zona alrededor del río para pillar los últimos regalos. Hacía bueno pero fresco, así que me detuve un rato para probar las distintas lentes de mi nuevo móvil.

A pesar de tener que desviarme para evitar los olores fuertes que venían de un puesto de queso en un mercadillo navideño dentro del centro comercial, conseguí recoger las cosillas que me faltaban. Esto me llevó a esta semana, la última que voy a trabajar antes de la Navidad, que me emociona tanto como me agobia: ¡se ve la luz al final del túnel pero queda mucho por cerrar antes de irnos de vacaciones!

Pongo fin a esta entrada de blog con una noticia tonta pero que me ha hecho mucha ilusión: después de unos tres años y medio de vivir en España, por fin he conseguido sacar un documento de residencia en funciones en la forma de una nueva tarjeta, una TIE (Tarjeta de Identidad de Extranjero). Fui justo ayer a recoger la tarjeta, y luego celebré la ocasión con un desayuno bastante castizo: una tostada con tomate y jamón ibérico.

Pero bueno, por ahora os deseo unas felices fiestas hasta la próxima vez que paso por aquí, que ahora seguro que será desde la cuarentena obligatoria que voy a pasar en Inglaterra. Hasta entonces: ¡Feliz Navidad!