13.05.23 — Diario

Mi cumpleaños en Inglaterra

Hace un par de semanas fue el sábado 29 de abril, el día antes de mi cumpleaños. Hacía una tarde calurosa aquí en Madrid, así que Sara y yo habíamos quedado para comer en una terraza cerca de mi casa antes de que me fuera a celebrar mi cumple en un lugar bastante más lejano. Me lo pasé muy bien y vino bien una última hora echado al sol antes de irme al Reino Unido una semana.

Al concluir la comida, el camarero se presentó con un par de trozos de tarta decorada con velas y una placa de “Feliz Cumpleaños”, un detalle que había organizado Sara antes de quedar. También me dio un regalo, y así me fui con dos sorpresas bonitas a la estación de Cercanías para coger el tren al aeropuerto.

Acabé llegando bastante temprano, pero eso solo hizo que tuviera tiempo para disfrutar un helado entre los colores vívidos y la arquitectura bonita del edificio. El vuelo luego fue tan fácil como siempre y llegué a la casa de mis padres antes de la medianoche para que pudiéramos hablar un rato antes de acostarnos.

El día siguiente fue mi cumpleaños de verdad. Esto implicó un viaje a Mánchester, en dónde nos encontramos con mi hermana Ellie y su pareja Johann. Echamos un rato de compras, Johann tocó una pieza bonita en piano ambulatorio y nos aceramos a un restaurante italiano para comer juntos en familia.

Puede que esta sea la primera foto en la que mi hermana y yo nos parecemos.

La comida llegó a su fin con otro postre de sorpresa. Esta vez fue un tiramisu que el personal del restaurante me regaló al ver la chapa fea que me había regalado mi hermana y que me había obligado que llevara puesta. ¡Al final supongo que me vino bien!

Desde el restaurante subimos al Northern Quarter (el barrio norte) y nos instalamos en una cafetería mona para tomarnos un café y un postre (para los que no habían sido presentados con un tiramisu inesperado). Fue la manera perfecta de ponerle fin a un día ocupado por las calles de Mánchester. No es una ciudad muy bonita, pero me encanta lo caótica que es.

Mánchester es bastante feo, pero para mí eso es el encanto que tiene.

Esta es una foto robada que saqué mientras se estaba compartiendo un cotilleo.

Al irnos de Mánchester, no me subí al coche de mis padres sino al de Johann y Ellie. Esto fue porque habíamos quedado en que yo pasara la noche en Sheffield con ellos, cosa que supuso la primera visita desde que visité a Ellie mientras estaba estudiando su grado hace cinco años ya.

Pasamos por su piso para que pudiera dejar mis cosas, fuimos a Tesco (un supermercado típico de allí) a pillar comida para la cena y luego acabamos en un pub local para tomarnos algo en su jardín y así aprovechar del tiempo. Hacía un tiempo muy poco británico: sin lluvia y sin hacer demasiado frío (decir que hacía calor sería exagerarme).

Tras una cerveza en el pub, donde me había envuelto en una manta enorme, llegó el frío de verdad por lo cual nos volvimos al piso de Ellie. Allí preparamos un aperitivo a modo de cena y nos echamos al sofá para pasar la noche hablando, picando y bebiendo Appletiser en flautas champaneras.

El día siguiente tocó que Ellie y yo pasaremos un tiempo de calidad entre hermanos. Ella había reservado una mesa en Tamper Coffee, cosa que fue graciosa ya que fue el sitio que fuimos la última vez que le vi hace cinco años pero que solo nos dimos cuenta del hecho al ver yo la anterior entrada de blog (disponible únicamente en inglés). No habíamos caído ya que han cambiado de identidad visual y de local desde la última vez que fuimos.

Puedo confirmar que la comida fue igual de buena que la última vez, a pesar de que pedí algo distinto en vez de su famoso pan de plátano. Disfruté un plato de huevos escalfados con ternera mechada salada y Ellie optó por un desayuno dulce en la forma de una especie de torrija enorme con un mogollón de movidas.

Otra selfie de hermanos ya que no solemos tener la oportunidad de sacarlas.

De allí volvimos al piso, donde descansamos un rato breve antes de coger el coche al Distrito de los Picos. Esta zona de belleza natural excepcional se encuentra a tan solo veinte minutos en coche de la casa de mi hermana, un verdadero lujo para alguien que vive en pleno centro de una ciudad. Sheffield es la leche.

Después de pasar un buen rato buscando dónde aparcar – parecía que la ciudad entera había tenido la misma idea que nosotros – por fin aparcamos y salimos a dar una vuelta. Esto nos llevó por el puente de una presa y así nos ofreció unas vistas chulas sobre el agua.

Estos desagües siempre me han inquietado a pesar de lo que molan.

Desde allí volvimos a Sheffield para una comida algo tare en mi pizzería favorita del país entero y otro sitio que Ellie y yo visitamos la primera vez que fui a su ciudad: Proove. La pizza estuvo tan rica como siempre pero sí que me durmió mientras me llevaron a Leeds después de comer.

En Leeds me despedí de Ellie y Johann antes de cogerme el tren de vuelta a Burnley para volver a estar con mis padres. El día siguiente también fue festivo aquí en Madrid, así que mi madre y yo habíamos quedado en pasar la tarde de compras y de picoteo por el Trafford Centre, un centro comercial enorme que solíamos visitar cuando yo era joven.

Esto lo hicimos en condiciones, parando para comernos unos sándwiches, tomarnos unos cócteles y luego cenar una pizza entre los ratos que pasamos en las distintas tiendas. Fue un día estupendo y una oportunidad bonita para ponerme al tanto con mi madre.

El día siguiente me tocó volver al trabajo, pero pude desconectarme a mi hora y así dar una vuelta con mi padre para también ponerme al tanto con él. Paseamos por el campo del pueblo y nos topamos con todo tipo de curiosidades: corderos jóvenes, los restos de una casa abandonada y un pequeño edificio dentro de un muro de piedras en forma de círculo.

Para cenar después del paseo me acerqué a un restaurante indio con Abi y Danni. Allí nos echamos unas cuántas risas mientras hablábamos, abría mis regalos y ideábamos unos fututos planes y un proyecto personal en el que ya estamos trabajando juntos. Cuando nos juntamos los tres siempre somos unos pesados: echamos toda la tarde llorando de la risa y luego montando un caos en el parking…

Como acto último para poner fin a mi viaje a Inglaterra, el viernes después del trabajo Amber me recogió de casa y me llevó a la suya en Rawtenstall. No había tiempo que perder, sin embargo, ya que enseguida se acercó Jess para que los tres nos acercáramos a Mánchester a pasar la noche en el teatro.

Cenamos rico y nos reíamos mucho antes de enterar en la sala de actos, con mucho cotilleo y cocteles sin alcohol para mantener nuestro nivel de energía. La obra que luego vimos fue tan maravillosa como fue devastadora, tocando temas como la demencia y la atención sanitaria al final de la vida. Creo que no había un ojo seco en todo el público.

Después y para animarnos pusimos música de nuestra infancia a todo volumen en el coche. Al llegar en Rawtenstall, pasamos por el McDonalds a por unos helados y luego Jess nos dejó para volver a casa. Esa noche dormí en la casa maravillosamente acogedora de Amber.

La mañana siguiente los dos hablamos un buen rato en nuestro pijama, hice la mochila y luego bajamos a la cafetería turca debajo de su casa para desayunar. Al volver a su casa me duché, recogí mis cositas y Amber se despidió de mí cuando me subí al autobús a Mánchester.

Allí eché una tarde tranquila en un Mánchester gris y lluvioso (ninguna novedad allí). Curioseé por algunas tiendas (a pesar de tener la mochila al punto de petar), comí en una pequeña cafetería italiana y al final acabé en la estación de Picadillo para coger un tren al aeropuerto.

Espero que a través de tantas historias y fotos graciosas haya quedado claro que me lo pasé fenomenal por mis tierras. Me encantó pasar mi cumpleaños en familia y con amigos de manera que aprovechó al máximo el puente de cuatro días.

El año pasado pasé mi cumple en Gijón, este año en Mánchester y ahora solo queda descubrir dónde lo pasaré el año que viene…