Según mencioné mil veces en mi última entrada de blog, uno de los mejores momentos de mi viaje a Valencia fue la segunda noche que pasé con mi amigo Roberto, ¡durante la cual instalamos y jugamos con muchas guirnaldas! Montamos el espectáculo en el patio de la casa de sus abuelos, y me aseguré de sacar muchas fotos – ¡preparaos para una entrada bastante visual!
Previamente hablé de que a Roberto también le fascina la iluminación desde pequeño, por lo cual él también ha reunido una collection inmensa de luces con el paso de los años. A pesar de la semejanza entre su pasión y la mía, los dos tenemos un enfoque un poco distinto: siempre me ha intrigado el acto de diseñar el ‘espectáculo’, y por eso he coleccionado un rango de luces de teatro/disco, mientras que a Roberto le interesa más las guirnaldas navideñas y el lado técnico de todo.
Eso significa que, para empezar las actividades de la noche, me esperó algo muy emocionante: ¡cajas y cajas de bombillas! Algunas eran muy antiguas y sin duda muy raras, y casi no pude contener mi emoción al asumir el trabajo de abrir las cajas, probar las bombillas y organizarlas para ser usadas.
Mientas pasé el rato alegremente probando las bombillas en un rincón, Roberto montó los últimos alambres que luego usaríamos para colgar las guirnaldas, y luego nos pusimos a instalar el sistema que había creado. Esto consistía en un par de guirnaldas que eran muy estándares a primera vista, pero había un diferencia: un atenuador de luz en medio de cada una.
Me encantaría explorar los detalles técnicos de cómo funcionaba la cosa, pero en esta entrada de blog voy a resumir diciendo que pudimos controlar cada cuarta bombilla. Eso nos dejaba utilizar cuatro colores de bombilla y controlar cada color individualmente en la guirnalda, algo que hicimos a través de un sistema de DMX.
Una vez montadas las luces y conectado todo, freímos un poco de chorizo y patata que habíamos comprado, inventándonos el plato en el acto. Cenamos mientras esperamos que el cielo se oscureciese, disfrutando de unas canciones y una copa de vino mientras se puso el sol.
La noche se volvió interesante una vez llegada la oscuridad total, con tan solo la luz de la luna que iluminó parte del patio cuando se apagaron todas las luces. Fue en ese momento que pudimos apreciar los frutos de la esfuerza que habíamos hecho – bueno, después de un problema con los transformadores que usamos para alimentar las bombillas estadounidenses de 110 voltios (en Europa usamos 240 voltios).
Los que me conocéis bien sabréis, después de ver las fotos presentadas hasta ahora, que yo estuve en mi elemento. Los que no me conozcáis tan personalmente, creedme cuando digo que sueño en hacer esto durante todos los días del resto de mi vida, ¡da igual lo extraño y nicho que sea!
Quedan muchas fotos más por ver, sin embargo, así que continuemos. Verás en la foto de abajo que también instalamos un par de focos de LED en el sistema, los cuales están ubicados en frente del hueco negro que es la puerta de acceso al desván que exploré en mi última entrada de blog.
Al seguir adelante la noche, Roberto fue a ducharse, así que tuve media hora para jugar con las luces a solos. Me senté detrás de la mesa de control, puse unas canciones atmosféricas y empece mi actividad favorita: el diseño de iluminación. Esto consistió en mezclar colores para crear ambientes, hacer que las bombillas ‘bailasen’ con la música y tonterías como hacer que todas las luces parpadeasen todo a la vez. Fue maravilloso.
No puedo enfatizar suficientemente lo bonito que fue estar con buena compañía, desconectado del mundo y rodeado por luces. La noche, junto con las otras tonterías que hicimos durante mi estancia corta en Valencia y Caudete de las Fuentes, crearon unas vacaciones perfectas para contemplar y relajarse.
Una vez más, entonces, tengo que dar las gracias a Roberto y su familia por ser tan generosos como para dejar que me quedase en su piso y casa familiar. Habíamos hablado de reunirnos en Valencia para hacer esto durante mucho tiempo, pero realmente estar en la mitad de la nada y volver a conectar con una pasión de mi infancia hizo que los cuatro días fuesen más divertidos que lo que me podía imaginar.
Dicho eso, espero que os hayan gustado las fotos, y tengo ganas de volver pronto para poneros al días con más noticias de otro verano loco de mi vida ocupada – ¡hasta luego!
Al concluir mi última entrada de blog, mencioné que tenía pensado ir a algún sitio para pasar el puente, pero también dije que no había concretado los planes aún. Al final, sin embargo, logré organizar un BlaBlaCar y hice el viaje a mi destinación: ¡Valencia!
Visité la ciudad solo el año pasado, pero esta vez me recibió mi amigo Roberto, que está viviendo en su ciudad natal hasta que vuelve a Madrid el mes que viene para empezar un nuevo trabajo. Por eso me podía acoger en el piso de su familia durante un par de noches, y luego en su casa de campo, porque habíamos decidido pasar unos días en el campo también.
Los primeros dos días que pasamos en Valencia se pueden describir muy fácilmente: ¡no hicimos nada! Menos una excursión a la farmacia, un paseo por el centro para coger un regalo y un intento de encontrar el horario del autobús al pueblo, pasamos los primeros 48 horas cocinando, vagueando por el barrio y quedando con unos amigos que nos visitaron en casa.
Después de mucho drama al intentar encontrar la hora de salida del autobús al pueblo, eventualmente (es decir, después de casi correr por la humedad horrorosa valenciana) subimos al bus que nos llevó al pueblo en el cual pasamos los dos días siguientes: Caudete de las Fuentes. Nos quedamos en la casa antigua de los abuelos de Roberto, la cual ahora se utiliza a veces por su familia para escapar un rato de la ciudad.
Llegando al pueblo pequeño, nuestra preocupación principal era comprar un poco de comida para hacer la cena, así que vagamos por las calles estrechas y a la tienda en la plaza central. Nos preocupada porque si salieras caminando de Caudete de las Fuentes, ¡no encontrarías a nada durante unas horas! Me recordaba bastante de mi pueblo natal…
Al volver a casa – la cual era preciosa – sacamos unas altavoces, nos servimos un vaso de vino y pasamos la tarde escuchando música en el patio. Fue una noche muy agradable y relajada porque había decidido dejar el modo avión activado en mi móvil para que no me molestasen nada.
Mientras pasaba la tarde, la naturaleza del clima veraniego valenciano empezó a notarse, y el calor del día se volvió en un frío desagradable. Afortunadamente, estos extremos no afectaban el interior de la casa, ¡ya que sus paredes de piedra miden casi un metro de anchura! Eso significaba que pudimos terminar tranquilamente las bebidas dentro, después del que los dos nos fuimos a dormir.
Para día siguiente habíamos quedado en hacer dos actividades: explorar unas casas abandonadas en las afueras del pueblo y montar un sistema de luces en el patio. Esa última actividad me interesaba mucho – los que me conocéis sabréis que llevo toda mi vida obsesionado con las luces y la iluminación.
Durante los últimos años, sin embargo, no he podido explorar dicho amor por la iluminación por causa de mis estudios y trabajo. Entonces ya podéis imaginaros la ilusión que me hacía al descubrir que ¡Roberto también lleva toda su vida experimentando con las luces!
Voy a dejar el tema del espectáculo de luces que montamos para otra entrada de blog – ¡creedme si os digo que hay suficientes fotos para justificarlo! Por ahora, no obstante, sigo contando lo que hicimos durante el día…
Para preparar por el espectáculo nocturno de luces, subimos al desván donde guarda Roberto todas sus cosas para colgar las luces. No íbamos a sacar ninguna cosa del desván hasta la tarde, pero era un sitio increíble en qué estar, y pasé un buen rato explorando entre las cajas y cajas de bombillas, componentes eléctricos y una plétora de herramientas antiguas.
Una vez que saqué muchas fotos (existen muchas más que sólo las que he dejado aquí), volvimos a la planta baja y hicimos unos bocadillos para la comida. Después volvimos a salir de la casa, y fuimos a explorar un barrio entero de casas abandonadas.
Roberto me explicó que las casas empezaron a construirse en los años 2000, y que era una urbanización creada con la esperanza que los ingleses comprarían las casas. Me explicó que su construcción empezó en los años justo antes de la crisis del 2008, una época en la cual cualquier propiedad construida se compraba dentro de muy poco.
Desafortunadamente, ninguna de las propiedades se finalizó nunca, y las obras quedaron abandonadas cuando España sufrió el choque de la crisis. También comentábamos que la idea de construir una urbanización tan extensiva y lujosa en un pueblo tan pequeño nos parecía bastante extraña y quizás estúpida.
Mientras caminábamos por una de las fases de la urbanización, un grafiti nos llamó la atención, el de la foto de arriba. Nos pareció interesante que el artista había respetado la ortografía española mientras pintaba la pared de un edificio abandonado.
Desde allí, bajamos una colina y llegamos a la segunda parte del barrio abandonado, la cual consistía en un grupo de viviendas mucho más expansivas y completas. Muchas de ellas casi se habían completado, y pensamos que algunas hubieran estado completas si no fuera por los vándalos que habían robado cualquier objeto de valor.
La parte más pertubadora se encontraba entra las filas de viviendas, donde una calle daba acceso al garajes subterráneos de las casas individuales. La calle ya servía como un vertedero enorme, salpicado con colchones abandonados y los restos de cerámicos que se habían lanzado de las casas arriba.
Cuando el calor del día empezó a molestarnos, volvimos a la casa, en donde nos esperó una tarde de colgar y conectar el sistema de luces. Tuvimos que esperar un rato más, sin embargo, porque nos dimos cuenta de que tuvimos que ir a la tienda a por comida: ¡no queríamos quedar sin provisiones durante la noche y el día siguiente! (Era un sábado, y resulta que en los pueblos nada se abre los domingos).
Como dije antes, voy a dejar el cuento de las aventuras de las luces para otra entrada de blog (no os preocupéis, será la próxima), y una vez hecho eso, dejaré el enlace aquí…
Ya que hemos saltado el sábado por la noche, retomamos la historia el domingo por la mañana, y el drama de cómo volvíamos a Valencia para que cogiera mi BlaBlaCar de vuelta a Madrid. Habíamos organizado con un amigo de Roberto para que nos recogiera de la casa para dejarnos en la ciudad, pero andábamos muy justos de tiempo y yo tenía miedo de perder el coche a las 5pm ¡ya que volvía al trabajo el día siguiente a las 8am!
Por suerte, sin embargo, resultó que el conductor del BlaBlaCar iba a recoger a otra pasajera de un pueblo de al lado (a 15 minutos en coche, pero sobre una hora en pie). Con un suspiro de alivio, quedé con el conducir para que me recogiese de allí, y luego Roberto y yo salimos para dar una vuelta final por el pueblo. Lo más interesante que encontré fue este ejemplo de tipografía – ¡ya sabréis que me encanta la tipografía hecha a mano!
Una vez que volvimos a casa, el amigo de Roberto llegó preparado para dejarme en la gasolinera en la cual el conductor del BlaBlaCar iba a recogerme. Los tres subimos a su coche, nos despedimos de Caudete de las Fuente y nos enfrentamos con el segundo drama del día: ¿cómo entrar en la gasolinera?
No lo has leído mal, lo complicado no fue encontrar la gasolinera – seguíamos las direcciones de Google Maps sin ningún problema – lo difícil fue entrar en el sitio. Llegamos a la gasolinera vía una calle rural y vimos que el complejo entero era vallado con dos vallas bastante altas. Sin problema, pensamos, solo había que explorar hasta encontrar la entrada.
Bueno, resulta que estas gasolineras que se encuentran al lado de la autopista no quieren que entrase cualquier persona que no haya entrado directamente desde la autopista – no existía ninguna manera de entrar desde la calle de al lado. ¡Genial!
Sin embargo, habíamos logrado entrar en el espacio entre las dos valles, y por lo tanto sólo quedaba una barrera entre yo y mi destinación. ¿Qué hace uno entonces? ¡Saltar la valla, por supuesto!
El intento que veis arriba, a pesar de ser gracioso, no resultó ser exitoso, y eventualmente encontramos otra sección de la valla donde se había bajado el alambre un poco y donde podía saltarla.
Una vez que entré exitosamente en el perímetro de la gasolinera, me despedí de Roberto y di muchas gracias a su amigo Pablo por conducir su coche sobre la tierra peligrosa y por dejarme subirme encima del capó de su coche – ¡le debo mucho!
Concluyendo mi viaje, entré en el restaurante del gasolinera esperando que nadie me hubiese visto tropezando por la broza al lado de la vía de acceso para llegar hasta allí. Me senté en el bar, pedí una cerveza bien merecida y desactivé el modo avión en mi móvil para volver a conectarme con el mundo y contar a todo el mundo las horas finales dramáticas en Valencia.
Para concluir – y en contraste con el viaje de vuelta a Madrid – disfruté mucho de unos días desconectando y relajando en Valencia y Caudete de las Fuentes, y tengo que darles las gracias a Pablo, Roberto y su familia. ¡Espero volver pronto!
Desde mi vuelta de Alemania hace casi un mes ya, he pasado por unas semanas muy ocupadas en el curro. Entre la salida de mis compañeros para las vacaciones y las últimas entregas de cosas ya que que los clientes se van para el verano, hemos estado todos trabajando mucho, y por eso no he tenido un momento para sentarme y actualizar mi blog.
Estos días de mucho trabajo me han obligado a salir tarde de la oficina, pero eso sí que ha tenido sus beneficios. Los alrededores de mi oficina son un sitio bonito en el cual ver la puesta del sol, podía ir con mi compañero a casa en su coche y estar en la oficina tarde me inspiró…
Al terminarse una de las semanas más ocupadas, se me ocurrió invitar a mi amigo Bogar que vengase a la oficina para pasar el viernes por la tarde relajándonos en la piscina. Así podíamos ponernos al día y sentir como sí fuésemos de vacaciones después de una semana dura.
Después de despedirme de mis compañeros, acabar unas cositas y apagar mi iMac, llego Bogar a la oficina, y abrimos unas cervezas y aperitivos que había comprado más temprano en el día. Le dio el tour de la oficina, incluyendo de las salas subterráneas que quedan sin usar aún, y luego volvimos al jardín para pasar unas horas comiendo, cotilleando y nadando.
La fiesta en la piscina supuso una manera muy buena de relajarnos y darle la bienvenida al finde, pero después de coger el autobús de vuelta al centro, ya era la hora de pasar dicho finde a solos en casa. Una cosa que me encanta hacer para relajarme es cocinar, y por curiosidad tenía una caja de champiñones en casa y muchas ganas de comerme un risotto. Quedó muy claro lo que hubo que hacer, y me puse a preparar el primer risotto que había hecho jamás.
Tengo que decir que estaba muy orgulloso del resultado, aún más porque fue la primera vez que había preparado el plato. No soy muy fan del arroz, y no es un plato que usualmente consideraría, pero salió bien y me gustó mucho.
El día siguiente, decidí salir de mi casa, y me reuní con mi amigo Leo en el centro para tomar algo. Enfrentándonos al calor madrileño veraniego, nos pusimos al día en una terraza bonita, después de lo cual me invitó a cenar unas hamburguesas deliciosas en un sitio de al lado. Es tan majo, ¡y siempre sabe en dónde mejor se come!
El finde pasado ha sido igual de tranquilo, durante el cual cociné, charlé con amigos y di un paseo por el lago de la Casa de Campo para relajarme aún más. Ese plan tranquilo refleja bien lo que va a pasar durante esta semana laboral, ya que solo voy a trabajar tres días por haber cogido el puente.
Claro que intentaré aprovechar al máximo los cinco días libres, pero no tengo los planes 100% confirmados aún, así que no comparto nada aquí el día de hoy. Tranquilos, sin embargo, porque por supuesto que volveré para poneros al día sobre lo que sea que acabo haciendo…
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