Monthly Archives: August 2020

27.08.20 — Diario

De Madrid al cielo

Hace ya casi dos semanas que volví de vacaciones en Tenerife y Murcia, así que decidí que ya tocaba pasar por aquí y actualizaros sobre lo que he hecho desde entonces. Aparte del trabajo que sigo realizando desde mi piso, he aprovechado de las noches más frescas de este mes para visitar unos sitios interesantes por la cuidad y sacar unas fotos.

Una noche, Jhosef y sus amigos me invitaron a subir a la sierra para escapar de las luces de la cuidad, ver la lluvia de asteroides y sacar unas fotos de larga exposición del cielo nocturno. Decidí que era una oportunidad que no surgiría todos los días, así que me subí al coche y cruzamos la cuidad. Más que nada, yo esperaba ver mi primera estrella fugaz.

A group of friends lying on a rock in the dark.

Tras un viaje largo y bastante agitado por un camino de barro, llegamos en el centro de la nada a medianoche, y buscamos una roca donde echar unas mantas y sentarnos. Pasamos un rato picoteando y hablando, y luego unos decidimos tumbarnos mientras los demás sacaban fotos.

No me llevé la cámara, cosa que puede que fuese una mala decisión ahora que lo pienso, pero ya había sufriendo unas excursiones por la sierra en el pasado y no quería volver a tener que llevar la cámara pesada por sendas empinadas. Jhosef y sus amigos sacaron unas fotos preciosas del cielo, sin embargo, y hasta conseguí ver la forma de la Vía Láctea y conté un gran total de seis estrellas fugaces. ¡Era mágico!

I stand on a rock in the darkness.

No creo que haya visto nunca un fondo tan oscuro.

Después de llegar a casa sobre las cuatro de la mañana, luego tuve que pasar el resto del finde intentando reajustar mi reloj interno. Entre semana, sin embargo, descansé después de trabajar con unos viajes al Centro Cultural Matadero, sentándome en un banco en la sombra y escribiendo un poco de mi blog al aire libre.

The water tower at the Matadero, seen in the sunset.

Una noche cogí un bici y subí hasta el centro de la cuidad, donde me senté en una terraza en plena Madrid de los Austrias, el casco viejo de la capital. Después de escribir un poco más y tomarme una caña, decidí volver a casa andando ya que es todo cuesta abajo, y porque a esa hora la luz del atardecer ilumina todo espectacularmente.

The facade of a red brick building in the evening light.
A street in the ancient part of Madrid, lit in the warm sun of an evening.

Una vez que vi el cielo precioso sobre la cuidad, resolví que volvería a salir para sacar más fotos de los atardeceres madrileños tan maravillosos. Para eso, volví a bajar al Parque de las Delicias, un parque local que descubrí durante la desescalada.

Abandoned trains in an abandoned station, with a cat in the foreground.
A tree in the foreground with the Madrid skyline in the background.

Pasé por la estación de tren abandonada en la punta norteña del parque, que queda tapada por una red negra para que la gente no vea que lleva dentro, pero que no consigue frenarme a mí. Después de hacer que la gente me mirase raro por insertar mi móvil en cualquier hueco que encontraba en dicha red, bajé hacia el sur del parque, sacando más fotos al pasar sobre un puente ferroviario en el camino.

A sunset with orange clouds behind a large concrete structure over Madrid.

Este puente me dejó en un camino que sigue hasta el centro del parque, pero me puse curioso al ver que unas personas habían escalado las escaleras del planetario que se encuentra justo al lado del puente. Me acerqué para investigar si las plataformas de concreto de la estructura brutalista se podían subir por el público en general, y al final resulta que sí.

The concrete levels of the planetarium in Madrid.
A blue, pink and orange sunset behind concrete columns.
An evening sky with pink clouds over a black silhouette of trees.

Una vez encima del planetario, saqué estas fotos de la puesta de sol magnífica, y luego me perdí al buscar una bici pública para volverme a casa. Al final tuve que rendirme y pillar un bus de vuelta a casa, pero ya se hacía tarde y iba a trabajar el día siguiente, así que al final creo que fue buena idea.

The sunset over the south of Madrid, with a canopy of trees below in the foreground.
A pink sunset behind the dome of the planetarium in Madrid.

El finde pasado hacía bastante calor y tenía algunas tareas que quisiera hacer y unas cositas que quería comprarme, así que decidí que lo mejor sería aprovechar del aire acondicionado gratis de un centro comercial. En vez de bajar a los de siempre como Parquesur o La Gavia, elegí subir a uno en el norte que llevo queriendo visitar desde hace ya bastante tiempo.

El viaje a dicho sitio me acabó llevando mucho más que lo pensado, porque me perdí cada conexión sea tren o bus en todo el camino. Luego me perdí por completo en una urbanización enorme, pero al final logré encontrar el centro comercial.

A baseball court in between blocks of flats.

Otra actividad que nunca falla es un viajecito en bici por el parque del Río Manzanares al lado de mi casa, así que he pasado un par de noches esta semana haciendo justo eso. Los numerosos puentes que se encuentran por el camino son los sitios perfectos desde los que sacar unas fotos del cielo de Madrid, ¡y los atardeceres de esta semana no han decepcionado nada!

A pink sunset over the Madrid River.
A vivid orange sunset reflected in the water of the Madrid river.

También llevo un rato poniéndome al día con unos amigos desde mi vuelta de vacaciones. Esto ha incluido una noche de peli en casa, una cena rica de hamburguesas veganas con un amigo que llevaba tiempo sin verle y luego una noche de picnic en Retiro con Bogar y Hugo. Los tres, junto con el novio de Hugo, nos vimos en el parque emblemático y nos tomamos unas birras y algo de picoteo mientras que el sol se ponía a nuestro alrededor.

A blue and orange sunset behind the silhouette of trees in Retiro park, Madrid.
A blue sky between the canopies of trees in Retiro park, Madrid.

Y así concluyo este repaso de los eventos de las últimas pasadas, con todas las fotos de los atardeceres de esta cuidad que ya es mi hogar. El coronavirus sigue liando nuestros planes y sueños de viajar en este año terrible que es el 2020, pero cuando ya volvamos a tener la libertad para viajar, insisto que visitéis todos Madrid para ver el por qué los madrileños siempre dicen que “de Madrid al clielo”….

20.08.20 — Diario

En Murcia otra vez

Mi última entrada de blog acabó cuando cogí un avión después de unos días en Tenerife, pero tal avión no me llevó a Madrid, sino a Alicante. No iba a pasar mis días en Valencia como el año pasado, sin embargo, porque me recogieron mis tíos y me llevaron a Murcia para pasar le segunda semana de mis vacaciones en su casa.

Al llegar hacía mucho mejor tiempo que la última vez que visité, pero el sol ya se ponía cuando llegamos a su piso. No íbamos a desaprovechar de la noche, no obstante, porque mi tía había organizado una quedada con sus amigos en un restaurante local.

Después de comerme unas croquetas de bacalao y aprovechar de los descuentos en las bebidas antes de las diez, volvimos a casa para seguir conversando y descansar para el día siguiente.

A pool surrounded by palm trees.

Ya que había quedado en hacer una tarta de zanahoria para mi tía como regalo de cumpleaños, y porque quería coger unas cosas del supermercado, empezamos el día siguiente con una visita al Mercadona. También pasamos por el supermercado británico para comprar cordial (una bebida de Inglaterra que se mezcla con agua), y luego pasamos el resto del día bañándonos en la piscina.

En la tarde, bajamos a un pueblo costero y un restaurante que habían recomendado mis tíos, donde cenamos rico mientras vimos el atardecer sobre l mar. Después de un caos relacionado con la configuración de la mesa y la confusión de mis tíos al ver que había pedido un entrante de gulas, disfruté un plato delicioso de solomillo y luego un postre casero.

Madrugamos (más o menos) el día siguiente porque teníamos planeado un viaje a un convento en las montañas. Mis tíos habían hablado bastante de este sitio en el pasado, pero nunca había llegado a subir, así que tenía ganas de ver de que tanto hablaban.

An arch with a view over the city of Murcia in the background, flanked by trees.

Resulta que el conjunto de edificios en las montañas es absolutamente pintoresco, contando con vistas panorámicas sobre la cuidad de Murcia. Estas vistas se nos revelaron al pasar por el callejón entre dos edificios y por debajo de un arco, pero me habían hablado de una parroquia bonita que valía la pena visitar antes de explorar más. El interior del sitio está pintado de oro y con frescos, pero nos despidió el apagado de las luces ya que la misa iba a empezar.

A heavily gold-gilded church interior.

Luego paramos en la cafetería del convento para tomar unas cervezas y probar sus empanadas caseras, lo cual nos dejó con suficiente energía para escalar unas de las sendas que nos trajeron a las vistas sobre el convento, las montañas y los barrios de la cuidad debajo.

A view over the covenant on a green hillside.
An old lamppost in between a bunch of pink flowers.
An old house atop a hill.
A bush with pink flowers on the side of an old building.

Las vistas desde el convento eran tanto variadas como espectaculares.

Una vez cansados del calor, volvimos a subirnos al coche y nos pusimos a buscar un restaurante recomendado por los amigos de mis tíos. Nos dijeron que era un sitio modesto, al lado de una gasolinera, pero al entrar se hizo evidente que era muy popular entre los locales. Vi que un plato de cordero en la carta había ganado un premio, así que opté por él a pesar de no ser gran fan del cordero, pero menos mal que lo hice – ¡era delicioso!

El día siguiente decidimos pasar el rato relajando en el apartamento y la piscina, y decidí preparar dicha tarta de zanahoria ya que había mi tía invitado a sus amigos que pasasen a tomar algo con nosotros. Al final hice una tarta de dos capas, cosa no suelo hacer, pero quedó bastante rica al final.

A carrot cake with candles.

Pasamos la noche en un bar local tranquilo, donde compartimos una selección de raciones en la terraza, hablando de muchas cosas mientras el sol se ponía a nuestro alrededor. Dentro de nada ya había llegado mi tercer noche en Murcia, pero aún no había decidido cuál día iba a volver a Madrid, ya que aún estas esperando saber de mi hermana y si al final tuvo que cancelar su visita por la situación del coronavirus.

Caminar por las calles tranquilas de la España rural siempre supone una experience relajante.

The pale yellow walls of a house in rural Spain.

La mañana siguiente mi tía y yo nos subimos al coche juntos y bajamos a un restaurante en la cosa que solemos visitar. Cantamos unas canciones en el coche de camino, y luego disfrutamos un desayuno típico español y después un par de cañas con vistas sobre el Mar Menor.

A woman looking at the notice board of a church.
A selfie of me.

Después de esto vino otro día de relax por la piscina, y al final me avisó mi hermana que por desgracia no podría viajar a Madrid a visitarme, así que pillé el tren para el jueves para descansar unos días en mi piso antes de volver a trabajar.

Ahora que supimos exactamente cuanto tiempo me quedaba, hicimos un plan para el día siguiente, que consistió en coger un tren de un pueblo local a Cartagena. Esta fue otra experiencia de la que habían hablado mucho más tíos, pero que no había experimentado yo, así que me subí al vagón único del pequeño tren con ganas.

An old hand-painted sign.
Animated image of a car heading down a road.
A cliff with a house behind it.

Al llegar en Cartagena, andamos un rato por la muralla y hacia el centro, donde paramos para tomarnos una bebida y escapar del bochorno veraniego. Después de esto pegamos una visita a un bar local, donde volví a ponerme a hablar cone el dueño Ramón y disfrutamos una especialidad local, el café asiático.

Para comer, buscamos un restaurante que conocen mis tíos, y nos sentamos en una terraza para lo que no supimos que sería una experiencia loca de dos horas. Después de pedir nos dejaron una ración de bravas como “regalo por el retraso” y por eso empezamos a pensar que algo iba mal detrás de las escenas, ¡y resulto que acertamos!

Los entrantes salían a intervalos, y pronto se hizo evidente que un caos exponencial se había creado por el sistema de numeración de las mesas, que se había liado al meter más mesas en la terraza sin saber qué números tenían. Llegada la hora de pedir el postre, el camarero evidentemente estaba hasta las narices, y optó ponerse entre todas las mesas y gritar el listado de postres disponibles, pidiendo que la gente levantase la mano. ¡Que risa!

Una vez finalizada la comida, volvimos al puerto, pasando por el paseo marítimo y de vuelta a la estación de tren. Después de nuestra excursión, pasé la noche descansando en la piscina yo solo, llamando a mis amigos por todo el mundo y viendo el atardecer.

A panorama of the see seen from Cartagena, Murcia, Spain.
A sunset seen from a pool.

Demasiado pronto había llegado mi último día en Murcia, y después de una mañana en la piscina, mi tía y yo fuimos a vomer en un bar local mientras mi tío salía con sus amigos. El tío del bar nos puso una selección de platos locales que estuvieron todos muy ricos y luego volvimos a la piscina para descansar un rato más.

Quedaba una cosa que quisiera hacer antes de irme, sin embargo, así que aprovechamos de la última noche para hacerlo antes de mi vuelta a Madrid. Esto fue una visita a los baños de lodo de Lo Pagán, cosa que he hecho varias veces en el pasado pero que mi tía nunca ha experimentado. Consta en bañarse en una piscina poco honda, cubrirse del lodo muy sulfúrico, dejando que se seque al sol y luego volver a bañarse para quitárselo.

Palm trees line a pier in Lo Pagán.
A selfie of me at the mud baths.
The mud baths.
A streetlight and palm trees.
A first-aid building jutting out into the sea.
A bicycle tied to a wooden pier in the mud baths.
The sun set over the sea.

Después de ver la puesta del sol y cenar un kebab (me resulta muy difícil encontrar un buen kebab en Madrid, así que tuve que aprovechar), volvimos a casa y tomamos una última ronda de cervezas. La mañana siguiente se pasó por la piscina, antes de salir a comer en un restaurante que solemos visitar justo antes de coger yo el tren de vuelta a Madrid.

Esta vez, sin embargo, hubo un bus de sustitución para la primera media hora del viaje, así que tuvimos que despedir de mis tíos en el parking antes de un viaje algo aburrido de vuelta a la gran cuidad. A pesar de estar triste por tener que dejar a mis tíos y resignado al hecho que mis vacaciones veraniegas ya llegaban a su final, dio gusto volver a mi piso y encontrar mis plantas en buen estado gracias a un amigo que había pasado para regarlas durante mi ausencia.

Tal y como con Cami, Sam y familia, tengo que dar las gracias a mis tíos por recibirme en su casa y aguantarme durante una semana entera, que se alargó de cinco días a siete por la cancelación de la visita de mi hermana. Creo que tener la oportunidad de viajar ahora mismo supone un gran lujo, así que estoy muy agredecido por haber podido visitar Tenerife y Murcia.

Por ahora me toca volver a trabajar, pero bien sé que Ellie (mi hermana) y Johann (su novio) ¡estarán de vuelta a Madrid en cuanto puedan!

18.08.20 — Diario

Una escapada a Tenerife

Como revelé al final de una de mis últimas entradas de blog, ¡arranqué mis vacaciones veraniegas con un viaje a Tenerife! Después de pasarlo fenomenal la última vez que visité a mis amigos Cami y Sam el año pasado, y al decidir quedarme en España este año por el caos del coronavirus, pillé un vuelo a la isla con muchas ganas.

Una vez más me quedé con Cami, Sam y la familia de Cami, cosa que me apetecía mucho ya que el año pasado fueron los mejores anfitriones. Lo extraño de este año sería la experiencia de viajar bajo las nuevas restricciones y medidas implementadas por el coronavirus, ya que este vuelo representó la primera vez que había viajado después de la cuarentena.

El viaje empezó como la mayoría de mis vacaciones, con una vuelta frenética por el piso para asegurar que había regado las plantas, que estaba apagado todo y que las ventanas estaban cerradas. Luego subí al aeropuerto en un tren vacío, llegando al T4 con mucho tiempo extra por si había que esperar más por movidas con la distancia de seguridad. Aparte de una abundancia de gel hidroalcohólico y señales de distancia – de los que ya estamos acostumbrados – la experiencia fue más o menos normal. Pasé por el control de seguridad como siempre, me acerqué a la puerta y me puse a buscar algo de comer antes de mi vuelo a las 3pm.

En este momento logré cagarlo todo. Había visto que la oferta típica de restauración y tiendas estaba cerrada, y por eso había ido a la puerta con la esperanza de encontrar un puesto que me vendiese un sándwich. Resulta que esto implicaba coger un metro, porque el T4 está partido en el edificio principal y un “terminal satélite”.

Bueno, al llegar en dicho “terminal satélite” se me hizo evidente que no había ningún tipo de establecimiento así. No me preocupaba, sin embargo, ya que tenía bastante tiempo antes del comienzo del embarque, así que simplemente volvería al terminal principal para buscar otro sitio allí: estaba convencido que por lo menos podría encontrar un McDonalds. Por eso volví a subirme al metro de vuelta y llegó en el otro edificio para que me parasen dos guardias de seguridad.

Estas dos guardias empezaron a preguntarme de donde había volado, y respondí que solo había vuelto al terminal principal del otro edifico para buscar algo de comer. Eran muy comprensivos, pero me dijeron que tenía que volver a pasar por el control de seguridad que usualmente solo se utiliza para conexiones. Eso hice, pero al llegar al otro lado del control me encontré con dos guardias de seguridad más.

Estos dos me preguntaron de dónde había volado, así que les expliqué que no había volado de ningún lado, que era de aquí, de Madrid, y que todavía me quedaba pisar un avión. Mi historia se recibió con unas miradas sospechosas y un termómetro enfocado en mi frente, y una de las guardias me preguntaba sin parar si había volado de Marraquech. Les conté la historia de cómo había acabado atrapado en la zona de conexiones del aeropuerto solo porque quería un puñetero sándwich, y eventualmente me dejaron pasar, cuando decidí que nunca volvería a dar la vuelta en el aeropuerto nunca jamás.

Me quedé atrapado en una parte equivocada del aeropuerto solo por querer un sándwich.

Esta historia tiene final feliz, sin embargo, porque eventualmente encontré un quiosco y fui a la puerta. Allí me confundí con el nuevo proceso de embarque, que ahora se realiza fila por fila para mantener la distancia de seguridad. El sonido metálico del altavoz del aeropuerto me dejó entre la gente perdida que no sabía qué pasaba…

Bueno, corriendo el riesgo de transformar este blog en un cuento de mis desventuras en el aeropuerto, salto a la parte cuando llego en Tenerife, salgo del aeropuerto para tomar algo de sol, me encuentro con un viento frío inaguantable e intento volver a entrar en el terminal para que me dijesen que no podía entrar sin una tarjeta de embarque válida.

En breves me salvaron de este caos Cami y Sam, que llegaron en su coche para un reencuentro de abrazos y el viaje de media hora al sur de la isla. Después de enseñarme la habitación donde me iba a quedar (con baño propio y una azotea, ni tan mal), los tres salimos a pillar picoteo de la tienda británica y luego para cenar en un mercado de comida. Cenamos una mezcla de platos españoles, árabes y chinos – ¡todo muy rico!

El día siguiente me desperté a la notica que los padres de Cami iban a preparar una barbacoa, cosa que me emocionó bastante después de mi experiencia deliciosa la última vez que visité. Antes de comer, sin embargo, sus padres me llevaron a un mercado de segunda mano mientras Cami y Sam sacaban a sus perros, Luke y Nas.

Si lo que andabas buscando no se encontró en este mercado, simplemente no existe.

A selection of goods on the floor of a car boot sale.

Después de explorar los puestos infinitos de chismes, volvimos a casa y nos pusimos a preparar la barbacoa. Una vez más me llevé mi cámara de carrete, así que saqué muchas fotos con ella que tendré que esperar a ver dentro de unas semanas, ¡pero andaba demasiado ocupado en comer las carnes ricas y la ensalada fresca con salsas caseras como para detenerme y sacar ninguna foto de la comida!

A table is set and a BBQ is lit.

Una vez llenos de comida deliciosa y vino chileno, nos quedamos en casa para dejar que pasase el calor de la tarde, antes de volver a agruparnos y bajar a una playa al lado de La Montaña Roja, una roca interesante cuyo nombre viene de su matiz rojo. Nos bañamos un rato ene l mar antes de pasar por la arena para secarnos, pero luego nos volvimos a meter en el agua para experimentar la fuera de unas de las olas más grandes que he visto jamás.

The red mountain in Tenerife, a rock formation.

La Montaña Roja no es una montaña ni es tan roja.

Una ola en particular me dejó con la boca llena de agua y mis gafas de sol tiradas por la marea, así que lo tomé como señal de que debería volver a la tierra firme. Al volver a casa, los tres acabamos el día con unas copas y un juego de Scrabble en la casa de Cami y Sam – ¡todos andabamos demasiados llenos como para cenar!

A lifeguard's car and flags on a beach with fog in the background.

Los planes del día siguiente incluían un viaje a unas piscinas naturales, pero los planes tuvieron que cambiar por las olas enormes que obligaron que se cerrasen las piscinas. Menos mal que Cami conocía otro sitio, así que nos fuimos a otra piscina natural un poco más al sur.

A white wall, with leafy plants behind and mountains in the background.

No sabía que esperarme cuando me dijeron que íbamos a visitar unas piscinas naturales, pero al final el sitio consistió en una depresión en la base de un acantilado que se había llenado por el agua del mar por las olas. Dejamos nuestras cosas en una roca y bajamos a la piscina, descansando un rato en sus aguas tranquilas antes de acercarnos al borde donde chocaban las olas. Aquí podíamos sentarnos tranquilamente unos minutos hasta que una ola ocasional chocaba con la fuerza suficiente como para generar una columna enorme de agua que nos echaba de vuelta a la piscina.

A natural pool blends into the sea in Tenerife.

Las rocas negras volcanicas de Tenerife hace crean un contraste bonito con el mar azul.

The sea breaks over black volcanic rocks in Tenerife.

Una vez cansados de bañarnos en la piscina y después de quemarme el hombro (cosa que descubrí después), subimos a una pizzería donde Cami y Sam insistían que probase una pizza que llevaba patata. Estuve dudoso, pero después de probar la pizza de patata, salchicha, mozzarella y romero, digo con confianza que ¡es una receta ganadora! Estoy sentado ahora mismo aquí en Madrid escribiendo esto, y al pensar en aquella pizza, me está entrando bastante hambre.

Bueno, en estos momentos se hacía tarde, así que decidimos pasar otra noche tranquila en la casa de Sam y Cami, donde Cami preparó unos nuggets de pollo caseros y los tres llamamos a nuestro amigo Kevin en los EEUU. Fue Kevin que me presentó a Cami y Sam cuando los tres vivían en Asturias, y nos echamos unas cuentas risas en FaceTime, hablando de viejos tiempos y riéndonos de Kevin que había comprado un cobertizo para herramientas pensando que era un armario.

El día siguiente los tres, junto con la madre de Cami y un amigo de la familia, fuimos al norte de la isla. Visitamos uno de los pueblos más antiguos, La Orotrava, donde naturalmente pasé el rato sacándole fotos a todo.

A pink house in front of a manicured garden.
Two old wooden windows on a yellow plaster wall.
The spire of a church behind an old townhouse.
The sea and clouds between two old houses with wooden balconies.
Black and white photo of a house on wooden supports with the sea in the background.
Multiple layers of old houses with a church spire in the background, Tenerife.
A plant pot with red flowers in the foreground, with houses, the sea and sky in the background.

Una vez cansados de andar por las calles empinadas fuimos a un sitio especial para comer. En Tenerife, tienen una cultura de restaurantes independientes llamados “guachinches” qué son especiales porque nacen de una persona que vende comida y vinos caseros desde su casa. Si la comida está buena, y la gente habla bien del sitio, empiezan a expandir su operación, metiendo más mesas en garajes, jardines, sótanos y donde quepan.

El guachinche en el que comimos parecía una casa cualquiera desde fuera, pero una vez que nos dirigieron a nuestra mesa, el tamaño del sitio se hizo evidente. Dejé a Cami y su familia que eligiesen qué pedir, y en breves me encontré compartiendo raciones de champiñones al ajo, pulpo frito, carnes y un postre delicioso que llevaba meringue.

Una vez más estuve demasiado metido en conversación como para sacarle fotos a la comida, pero la cámara sí que la volví a sacar cuando fuimos a la segunda cuidad del día, La Laguna. Allí pasamos por las calles pintorescas del casco histórico, deteniéndonos para tomarnos una caña y recuperar de un día largo.

A blue house next to a white church.
A plant grows out of the crack in a yellow plaster wall.
Palm trees seen from below against a blue sky.
Brightly coloured facades line the street of La Laguna, Tenerife.

Después de volver a casa y recuperarnos de las aventuras del día, decidimos cenar en una hamburguesería local, donde me sirvieron una hamburguesa enorme y una montaña de patatas – ¡todo después de una comida enorme en el guachinche! No sé cómo pero logré acabar la cosa, y luego volvimos a casa a descansar antes de mi último día entero en la isla. ¡Como vuela el tiempo!

El último día se pasó de vagueo. Subí al piso de Cami y Sam para desayunar y luego bajamos todos a una piscina a la que tienen acceso en una urbanización cerca de su casa. Hubiéramos entrado en la piscina de su casa pero me dijeron que ésta sería mucho más tranquila, y se acertaron. Durante la mayoría de la tarde compartíamos la piscina solo con otra pareja, que no se les veía interesados en bañarse, así que nos sentimos que teníamos el sitio entero para nosotros solo.

A swimming pool with apartments in the background.

Después de nadar un rato, volvimos a subir a casa, donde paramos un rato para comer. Pasé un par de horas preparando una tarta de zanahoria para los padres de Cami como regalo de gracias, después de lo que nos preparamos para escalar La Montaña Roja que habíamos visto unos días antes.

The view over colourful facades and a tower, with an evening sky in the background.

Sam aparcó el coche cerca de la base de la “montaña” y empezamos a andar junto con Luke y Nas, sus dos perros. Una vez empezó la subida a ponerse difícil y me empecé a cansar (la cuarentena me ha dejado muy fuera de forma), Sam me dijo que cogiese la correa de Nas, el perro más grande, ¡que tenía suficiente fuerza como para tirarme por la cuesta!

The Montaña Roja (red mountain) in Tenerife.
Cami and Sam walk towards the Montaña Rusa in Tenerife.

Mientras escalábamos la roca el sol se ponía y las colinas y el volcán en el fondo se convirtieron en una silueta oscura. En el punto intermedio paramos un rato para recuperarnos, disfrutando las vistas y viendo un avión despegar del aeropuerto Tenerife Sur, que está al lado de la roca.

A panorama of Tenerife in the dark as seen from the top of the Montaña Roja.

Una vez ya recuperados hicimos el último esfuerzo para llegar a la cima de la “montaña”, donde descubrimos una jaula misteriosa cubierta por unas luces rojas que contenía nada más que un panel solar para alimentar dichas luces rojas. Pensé que sería algún tipo de faro, pero las luces eran demasiado apagadas como para servir para eso, pero nosotros nos centramos en aprovechar de la iluminación interesante y el sitio único para sacar unas fotos.

Cami is illuminated in red atop the red mountain in Tenerife.

La luz roja me queda bien porque oculta mucho del detalle horroroso.

A selfie taken with Tenerife by night in the background. I am illuminated in red.

Por supuesto no podía pasar de la oportunidad de subir hasta el punto más alto de la roca, así que dejé mi cámara con Cami y Sam mientras subía encima de la base de hormigón de un palo de metal que marca la cima absoluta. Agarrando para mi vida en el viento nocturno, me quedé impresionado por las vistas panorámicas del mar y la isla, y también por la sensación de estar completamente expuesto a los elementos en la oscuridad.

I stand atop the peak of the red mountain in Tenerife.

Tras sacar mis últimas fotos del viaje encima de la montaña, los tres bajamos al nivel del mar, casi cayéndonos al pisar las rocas sueltas de la cuesta y perdiéndonos en la oscuridad. Llegamos vivos a casa, sin embargo, y nos pusimos a descansar con unas cervezas antes de mi última mañana en Tenerife.

Dicha última mañana no consistió en mucho al final, porque me levanté de la cama bastante tarde, lo que me dejó con poco tiempo para hacer nada que no fuera hacer mi mochila, desayunar algo rápido y despedirme y dar las gracias a los padres de Cami que habían vuelto a ser los anfintriones más fantásticos. Luego bajé a la casa de Cami y Sam, donde me despedí de sus perros no nos subimos al coche para ir al aeropuerto.

En el camino nos dio tiempo parar una última vez en un bar bien conocido entre los vecinos por vender los mejores bocadillos. Cogí dos, uno para comer y otro por si me entrase hambre en el vuelo, y seguimos al aeropuerto.

Despedirse de alguien en el aeropuerto nunca supone una experiencia alegre, pero la despedida con Cami y Sam se hizo algo más fácil por el saber que mis vacaciones no terminaban allí, porque mi vuelo no tenía como destino Madrid sino Alicante. Allí me iban a recoger mis tíos para que pasase unos días más en la costa de Murcia, pero eso ya es otra historia para otro día…

Puedo decir con toda confianza que una ves más me la pase fenomenal en Tenerife con Cami, Sam y familia, que encontraron el equilibrio perfecto entre el descanso que tanto necesitaba y unos viajes a sitios interesantes que sabían que me gustarían. No puedo darles suficientes gracias por recibirme en casa, conducirme por la isla y generalmente hacerme sentir como miembro de su familia durante los días que estaba allí. Si tuviera que quejarme de algo, sería que el viaje era demasiado corto – ¡la próxima visita tendrá que ser de una semana como mínimo!

¡Hasta la próxima, Tenerife!

16.08.20 — Diario

El irlandés: un nuevo viaje

Entre mis entradas de blog típicas que cuentan mis viajes y aventuras cotidianas, a veces subo otras historias y observaciones. Estas entradas pueden incluir una exploración el proceso de diseño de mi nueva web o incluso unos cuentos tontos de experiencias que he vivido. Esta entrada habla de algo mucho menos visual, pero algo que espero que os sea interesante: un nuevo viaje en aprender un idioma.

Mi relación con idiomas que no sean el inglés (a pesar de mi fuerte acento nativo que cuesta entenderse, pero eso es otro cuento para otro momento) empezó hace mucho, cuando empecé a aprender algo de vocabulario francés a los 10 años antes de entrar en la secundaria. Esto fue como una especia de iniciativa que había implementado mi escuela, en la que una profesora externa nos visitaba una vez a la semana para enseñarnos unas palabras como ananas (piña), chat (gato), and garçon (chico).

Quizás hayas notado por mi tono apático que no me convencían estas clases, y no recuerdo que me acordase ninguna palabra ni frase al pasar de la primaria a la secundaria y las clases bisemanales de francés que tuve que aguantar: y digo “aguantar” por dos razones principales:

En primer lugar, realmente no creo que la manera en la que nos introdujeron al aprendizaje de idiomas fuera la mejor, con sus pruebas semanales de vocabulario y los casetes de una francesa monótona que repetía una serie de frases inútiles que ni nos obligaron a repetirlas.

En segundo lugar, y me tendréis que perdonar los francófonos, pero es que no me interesaba ni Francia ni el idioma francés. Hoy en día ya le tiene aprecio al idioma y sus facetas, pero mi manera de pensar a mis once años fue así: si nos van a obligar a aprender un idioma, y si mi familia y yo siempre vamos de vacaciones a España, ¿por qué no podemos aprender español? Por lo menos sería de alguna utilidad*.

* Fueron muchos años después que descubrí que el idioma principal de Mallorca, donde solíamos ir, es el catalán/mallorquín. Ups.

Durante un rato hasta me apunté a unas clases extracurriculares para aprender algo de alemán los jueves por la tarde, pero dentro de nada ya las dejé. La pronunciación me parecía dificilísima, la estructura una pesadilla y los tres géneros gramáticos un coñazo como una catedral. No estuve nada celoso de la mitad de mi escuela que tuvo que aprender alemán en vez de francés.

Una vez llegada la hora de hacer mis GCSEs (que son como el ESO), y después de estafar a mi profesora de francés durante muchas de las pruebas de vocabulario (mi amiga aprendía las palabras 1 a 10 y yo las 11 a 20, y luego nos copiábamos), por fin revelaron que iban a empezar a ofrecer el español como una asignatura siempre que hubiese una cantidad suficiente de estudiantes interesados. Supongo que la mayoría de la gente pensaba igual que yo, y que después de ser presionados a seguir estudiando un idioma, que decidieron que por lo menos fuera un idioma útil a la hora de pedir copas durante sus vacaciones.

Y así empezó mi experiencia de aprender el español. Después de dos años de aprender frases hechas y construir oraciones súper básicas en la secundario vinieron dos años de colegio en los que aprendimos la estructura y la fonología del idioma. Empecé a utilizar este conocimiento en 2016 al empezar trabajando en prácticas en Erretres, que consistió de seis meses de ser constantemente corregido todos los días, cosa que al final mejoró mucho mi fluidez y confianza. Desde graduarme y volver a España, he avanzado mi conocimiento más aún, hasta el día de hoy en el que ya creo que hablo el idioma con bastante fluidez. Por supuesto que se me nota el acento y el error puntual, pero ya no me cuesta entender de hacerme entender.

Durante estos años de vivir entre España e Inglaterra, también he pasado un par de veces por la cuidad preciosa de Lisboa. También fui de vacaciones un par de veces a un pueblo que se llama Lagos en el sur de Portugal con mi familia, pero fue en Lisboa y Madrid donde conocí a mucha gente de Brasil, y así empezó otra aventura en aprender un idioma: el portugués.

El portugués es parecido a idiomas como el español, rumano, italiano y francés (entre muchos otros más) en que forma parte de las lenguas romance, derivadas del latín vulgar, el idioma que se habló en el imperio romano. Por eso, estos idiomas comparten muchos elementos comunes y mucho vocabulario parecido, y naturalmente el español y el portugués son muy parecidos por la proximidad geográfica de los dos países. Con la ayuda de Duolingo y consejos de mis amigos lusofónos, aprendí rápidamente un nivel suficiente como para conversar, construyendo frases sobre una base de español y aplicando unas reglas generales y el vocabulario más importante (se dice que los dos idiomas comparten un 90% de su vocabulario, así que solo me toco aprender el otro 10%).

Todo esto me lleva a mi última aventura en el aprendizaje de idiomas, con un idioma que muchos no saben que existe: el irlandés.

Bueno, si yo pensaba que el alemán era una pesadilla con sus géneros y estructuras y orden léxico raro, es facilísimo comparado con el irlandés. Esta lengua anciana tiene la forma más extraña de expresar los conceptos más básicos (“tengo una bebida” se dice como “hay una bebida hacia mí”), su falta total de las palabras “sí” y “no” y su manera complejísima de escribir las palabras que incluso me da miedo (“beochaoineadh” suena “bei-o-kin-yu”). Luego hay las “mutaciones” que pueden afectar tanto el principio como el final de las palabras, y cambian completamente su pronunciación y significado. A veces las palabras se mutan solo para que suene mejor, (“pláta” se convierte en “bpláta”, que suena “blatə”), a veces cambian la relación entre una palabra y otro (se llaman “casos” pero es otro tema muy complejo que no voy a explorar ahora mismo) y a veces se mutan para conjugar los verbos (pero eso también pasa mucho en español así que eso lo aguanto).

Acabo de llevar un párrafo entero quejándome del idioma, así que puede que os estéis preguntando el por qué estoy dedicando mis ratos libres a aprenderlo.

Para empezar, hay la razón más básica, que es que me gusta un proyecto personal en el que mojarme en mi ocio. No creo que exista nada en este mundo que sea tan complejo ni interesante e como un idioma entero (incluyo los lenguajes de programación) y sé que siempre habrá más que aprender y mejorar con el paso de tiempo. También, como bien he explicado, ¡la complejidad del irlandés supone un reto bastante grande!

Luego existe la razón más personal, que son mis raíces irlandesas. Mi abuela nació y creció en un pueblo muy pequeño en Irlanda donde se enseña el irlandés en las escuelas, y ella me enseño unas frases cuando era pequeño. Siempre me ha interesado saber más del sitio, y creo que una de las mejores maneras de descubrir una cultura es a través de su idioma.

Por eso aquí estoy arrancando mi viaje en aprender la lengua irlandesa, utilizando Duolingo todos los días para empezar a construir una base. En mis ratos libres también estoy investigando las cosas que no entiendo, explorando las estructuras complejas y la gramática extraña, y también a veces me pongo a escuchar las noticias o algo de música en irlandés. Esto va a ser un viaje bastante largo y bien sé que no voy a estar ni cerca de dominar el idioma durante mucho tiempo, probablemente hasta estar en Irlanda e inmerso en él, pero creo que es un reto que vale la pena. Ya me tiene preguntando sobre como son las distintas maneras en las que funcionan los idiomas, y como es que existen tantas maneras de expresarnos – el irlandés es de los idiomas vivos más antiguos ¡y se nota mucho!

Mientras sigo en mi viaje, estoy esperando lanzar mi nueva web con la opción de leer todo en irlandés cuando ya la tenga más o menos diseñada (mi web actual solo está s disponible en español, inglés y portugués), pero hasta entonces os dejo con una canción irlandesa super bonita que he encontrado.

Slán!

01.08.20 — Diario

Noches de descanso

Antes de las vacaciones veraniegas de agosto, el mes de julio siempre se vuelve algo complicado. Todas las empresas quieren ir cerrando proyectos antes de irse de vacaciones, así que llevamos un rato trabajando a tope para poder descansar tranquilamente durante el verano.

Eso ha implicado muchos días largos de trabajo, que hace que uno busque aprovechar al máximo los ratos que tenga libre aunque sea muy poco tiempo. Con el fin de descansar y desconectar un rato, hace dos semanas Hugo, Jhosef y yo subimos a mi oficina ¡para aprovechar de la piscina en el calor cada vez más insoportable!

The swimming pool of my office with trees in the background.

Se estaba muy a gusto en los espacios bonitos de la oficina.

Jhosef sits on a chair in my office.

Los tres nos subimos a un bus en el centro, llevándonos unas bolsas llenas de picoteo y bebidas para la noche. Llegando en la oficina en Pozuelo, dimos una vuelta por la oficina y luego nos pusimos los bañadores y así empezó una noche de picar, nadar y compartir cuentos y chismes.

A pesar de estar más interesado en los gintonics y las patatas, es verdad que me gusta bastante nadar, así que dije a Hugo que me sacase unas fotos mientras me bañaba. De eso se produjo un accidente feliz, porque dio al botón en el momento exacto en el que subía emergiendo del agua y la tensión superficial del mismo no había cedido. Es una foto horrorosa de mí, ¡pero la veo muy graciosa e interesante!

Surface tension of the water above my head.
An up-close shot of vegetation.
The sun shines through an ivy covered tree and house.

Una vez empezó a ponerse el sol, el aire se enfrió y decidimos pasar el resto de la noche en la terraza de la planta superior. Allí nos tomamos las últimas cervezas, vimos el atardecer y compartimos una tarrina enorme de helado. Los tres somos inmigrantes de distintos países, así que era interesante escuchar otras perspectivas y comparar experiencias compartidas.

Una vez de vuelta a casa, me quedó otra semana ocupada, así que dediqué mis horas libres a echar la siesta, cocinar y montar mi propio spa allí en casa. Estas noches de spa consisten en encender las nuevas luces de color, tomar un vasito de vino, ponerme una mascarilla y tumbarme en el sofá escuchando música relajante. A veces me hace sentir que he llegado a una crisis de la edad madura, ¡pero es un mimo que me permito para descansar después de un día atareado!

My house is illuminated in blue.
My house is illuminated in blue.
My house is illuminated in blue.

Fuera del piso, sigue muy en vigor mi obsesión de las bicicletas de la ciudad (las Bicimad, si eres de aquí), y he estado explorando más rincones del parque de Madrid Río que pasa por mi barrio. Hace unas noches salí a explorar sobre las 10pm, cuando el calor ya ha bajado a un nivel algo soportable, y descubrí unas escenas bonitas en el camino, entre ellas la estación de Príncipe Pío y unos árboles que lucían iluminados por unos focos de color.

A tree lit in a purple and yellow light.
The arch next to a train station in Madrid lit up at night.

EL finde pasado, Jhosef y yo quedamos en el centro, ya que él tenía ganas de sacar unas fotos de exposición prolongada de la Catedral de la Almudena y las carreteras al lado de las cuatro torres. Tal y como siempre, subí a la catedral en bici, y mientras estábamos allí saqué unas fotos casuales en mi móvil.

A skyscraper is seen illuminated by the evening sun, with the Royal Palace and a line of trees in the foreground.
Madrid's cathedral is seen in the evening light of the sunset.

Tuvimos la suerte de ver un atardecer naranja espectacular sobre el palacio y la catedral.

A panorama of a sunset over the royal palace and cathedral of Madrid.

Mientras el sol se ponía, Jhosef sacó muchas fotos bonitas (echad un vistazo a su Instagram), pero yo me fijaba más en las vistas y la bolsa de algas crujientes que llevaba. Habíamos subido a una calle encima de una cuesta pequeña al lado del palacio, un sitio que ofrece unas vistas fantásticas (como bien veis en las fotos) sobre la catedral. Todo esto me recordaba de la primera vez que visité Madrid hace cinco años, y es flipante pensar que ahora vivo a unos diez minutos del monumento en bici.

I look over the sunset by the royal palace.
Madrid Cathedral lit up in the latter stages of a sunset.

Una vez se puso el sol, subimos al norte de la ciudad, pero en el camino decidimos espontáneamente pasar por el restaurante peruano para cenar corazón de vaca – lo cual, después de mis dudas iniciales, estuvo muy rico. Por coincidencia, aquel día fue el 28 de julio, que son las fiestas patrias del Perú, así que deseo a todos los peruanos ¡unas felices fiestas patrias!

El viaje que pegamos al norte para sacar las fotos de exposición prolongada al final no sirvió para nada, llegamos muy tarde y a esas horas ya no circulaban muchos coches. Aprovechamos de la noche, sin embargo, y caminamos por el centro de vuelta a casa después de encontrarnos con un grupo de conspiracionistas en el metro. Andaban proclamando a todo el mundo que el coronavirus ha sido una idea del gobierno y se negaban a ponerse la mascarilla. Mirad, podéis creer en cualquiera teoría como te dé la gana, pero por dios ponte la mascarilla. No es tan difícil.

Podéis divagar sobre las conspiraciones como os salga de las narices, solo que os pongáis una mascarilla mientras lo hacéis

Ahora que he soltado esa frustración, llegamos a la semana actual y ¡mis últimos días en Madrid antes de pasar una semana en Tenerife y Murcia! Hace unas noches bajé al parque para tomar unas cervezas y despedirme de mis amigos, y por supuesto una cerveza se volvió en tres, y por eso llegué a casa algo contento y con hambre. Al llegar a mi piso eché unas tostadas al horno, y me quedé contento y admirando los calentadores que brillaban en la oscuridad…

The sunset over the park in Madrid.
The red-hot heating elements of my oven in the dark.

Como ya he mencionado, ya toca que deje esta entrada de blog, que cierre mi portátil y que me desconecto lo más posible durante esta próxima semana mientras visito a mis amigos Cami y Sam en el sur de Tenerife. Naturalmente me llevo la cámara, así que habrá muchas fotos y historias que contar a la vuelta. ¡Solo espero que sobreviva el calor!

¡Felices vacaciones a todos!