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22.07.20 — Diario

Un verano despacio

Hace ya más que dos semanas que publiqué mi última entrada de blog, pero sigo intentando salir de mi piso lo más posible. O sea para recoger más luces coloridas de IKEA o para quedar con amigos a comer, poco a poco he ido reclamando las calles mientras llegamos a las alturas del verano español.

Como te puedes imaginar, sin embargo, este calor a veces se vuelve insoportable, así que he pasado la mayoría de mis tardes en mi casa durmiendo la siesta, preparando comida o limpiando en el confort del aire acondicionado. Parece que mis vecinos están haciendo lo mismo durante el finde, ya que un sábado me desperté para encontrar mi piso bañado en el resplandor de una luz cálida reflejada de una toalla rosa que habían colgado en el patio.

My kitchen is bathed in a pink glow.

Hasta la planta que había dejado fuera creaba un resplandor rosa y verde.

A pink glow and a green light from a leaf are shown through the frosted glass of my bathroom window.

Ese mismo finde quedé con mi amigo Jhosef y su hermana para visitar IKEA, porque los tres necesitábamos pillar unas cosillas que habíamos echado en falta durante la larga cuarentena. Yo principalmente quise ir por las albondigas ricas, pero también decidí que iba a darme el gusto de comprarme unas nuevas luces ya que se pasa mucho tiempo en casa hoy en esta nueva normalidad.

Después de un viaje agotador en el metro al centro comercial, nos guiaron por los pasos de preparación para entrar en las tiendas: lecturas de temperatura corporal, gel hidroalcohólico y un aviso que no debíamos ni sentarnos en los bancos ni acercarnos a los demás. Aparte de las zonas restringidas, las colas para entrar en unas tiendas y la vuelta enorme que tuvimos que dar en el color inaguantable del exterior para entrar en el IKEA, todo me parecía bastante normal.

Me outside of the IKEA sign.

Se puede sentir el calor en esta foto que sacó Jhosef de mi en el parking.

La compra en IKEA fue bastante normal, excepto el sistema de única vía que habían implementado junto con las señales que nos pedían que solo tocásemos lo que íbamos a comprar. Por el otro lado, la experiencia en la cafetería fue muy extraña, ya que tuvimos que esperar a ser sentados, que nos sirviera las bebidas el personal y ni nos pudieron facilitar servilletas.

Tras llegar en casa muy tarde esa noche, pegajoso y exhausto después de tanto viajar en el calor del día, estuve bastante molesto al descubrir que una de las bombillas que había pillado era el modelo equivocado. No sabía que hacer, pero al final decidí volver a hacer el viaje de una hora el día siguiente para que me la sustituyeran – yo me conozco, y sé que si no hago algo al instante, ¡lo más probable es que nunca se haga!

Ese domingo por la noche se dedicó a la instalación de estas nuevas luces que me había comprado junto con otras que llevaban un rato en mi armario sin utilizarse. Jhosef pasó por mi casa esa misma tarde para echar un vistazo a lo que había creado con todas las luces que me vio comprar y sacamos unas fotos por la casa. Más luego realizaré otro shooting nocturno en el piso para compartiros como se ve (como hice al mudarme a este piso), pero por ahora os dejo con un par de fotos iniciales…

A plant is bathed in the glow of both a red and blue light.
Jhosef stands in a doorway, bathed in the glow of both a red and blue light.

Algo que he estado trabajando (y algo que casi nunca dejo de trabajar) es el diseño de mi nueva web. Siempre tengo cuidado con mencionar el tema, ya que me conocen por cambiar el diseño mil veces antes de lanzar, pero creo que no hará daño compartir una vista previa…

My laptop screen shows my new website design.

Como bien digo, sin embargo, tómate esto con precaución, ya que la última vez que compartí el diseño de mi nueva web (la que estás usando ahora, de hecho) escribí una entrada de blog para compartirlo – y luego acabé cambiando la tipografía, la composición y muchos otros detalles antes de lanzar la cosa. ¡No mienten mis amigos al decir que mi web es un proyecto eterno!

En fin, cuando no estoy en casa, he intentando visitar las zonas más verdes de la cuidad, ya que suelo echar de menos el campo y la naturaleza en la que crecí. Tales sitios incluyen el río al lado de mi casa, otra zona verde donde los ferrocarriles de Delicias y hasta un viaje al oeste de la ciudad y el Templo de Debod.

Pasé por allí con Jhosef después de que me sacó a comer una comida peruana en un sitio autentico, donde comimos pollo asado, ceviche, papa rellena y mejillones (que ahora me matará porque me explicó que estos platos tienen nombre distinto en Perú, pero se me han olvidado los nombres). Todo esto lo tomamos con chicha, una bebida deliciosa hecha a base de maíz moreno y especias. Era todo riquísimo, ¡y la verdad es que hacía falta el paseo por el templo y el parque para bajar la comida!

Stairs lead up through a blanket of trees at the Parque del Oeste in Madrid, Spain.
The "Building of Spain" hotel seen through one of the arches of the Debod Temple in Madrid, Spain.

La falta de gente por allí me permitió sacar esta foto de lo antiguo y lo nuevo.

Otra tarde me fui un poco menos lejos de casa, eligiendo bajar al río un par de horas para llamar a unos amigos de Inglaterra. Se sentó bastante bien esta pequeña excursión, y pasé unas horas viendo el mundo pasar y descansando en la sombra de unos árboles.

A canopy of trees seen from below.
A selfie of me in the evening sunlight.

Un problema que siempre se me presenta en este mundo de la nueva normalidad es la lucha mental de desear escapar e irme lo más lejos del piso que sea posible contrastado con la aversión de usar el transporte público menos que sea absolutamente necesario. Creo que ya tengo la solución, que consiste en alquilar una bicicleta de BiciMad e irme lo más lejos posible antes de tener que dar la vuelta para volver a casa.

A view over the centre of Madrid, with the royal palace and cathedral on the skyline, illuminated by the evening sun.

Esta aventura me llevó a la zona de Moncloa, que llegué alcanzar al cruzar un puente antes de llegar al fin del parque de Madrid Río. Este desvío me dejó en una serie de calles estrechas y tranquilas que luego me llevaran por una urbanización donde vivía un rato durante mis prácticas en Erretres hace más de cuatro años.

A red railway overpass is lit in the warm glow of the evening sun in Madrid, Spain.

Después de una noche bonita montada en bici, el finde siguiente salimos Jhosef y yo para celebrar el fin de su curso universitario. Subimos a Chueca, donde nos tomamos unos cócteles en la azotea de un mercado, antes de bajar a un restaurante local donde acabamos saliendo rodando después de unas raciones enromes de croquetas y calamares. Fue una noche preciosa, ¡y los cócteles sentaron muy bien después de muchas semanas de trabajo duro!

The streets of Chueca in Madrid, Spain.

Eso no lo es todo, sin embargo, pero hasta aquí he llegado con la organización de mis fotos para subirlas al blog. Jhosef, Hugo y yo pasamos unas horas este finde pasado de relax en la piscina de mi oficina, y por supuesto sacamos muchas fotos, ¡pero eso para la próxima!

Por ahora, puedo contar que he pillado unos vuelos para pasar unos días en Tenerife y luego Murcia durante mis vacaciones, así que crucemos los dedos que se mantenga bajo control la situación del coronavirus aquí en España para que pueda visitar mis amigos en la isla y mis tíos en el sur de la peninsula. Seguro que todo irá bien, y claro que luego volveré con muchas fotos más y unos cuentos graciosos. ¡Hasta entonces!

02.07.20 — Diario

La ciudad fantasma

Ahora que nos encontramos en esta época gloriosa de la nueva normalidad, he aprovechado de cada oportunidad de volver a las calles de la ciudad que me enamoró en mi primera visita hace ya casi cinco años. La llegada del verano también ha servido para sacarme de mi piso, aunque mi primera salida me dejó sudando al subir las temperaturas hasta unos 35°C durante el día.

Este primero viaje al centro se produjo por las ganas que tenía de pillarme unas cosas que me recuerdan a Inglaterra, porque ya llevo unos meses queriendo una bebida que se llama cordial (o squash a veces), que se mezcla con agua para crear una bebida de frutas instante. Esta búsqueda me llevó a Dealz, una tienda que ofrece un rango de productos importados del Reino Unido.

No me gusta hacer transbordo pero es un sitio bonito en el que hacerlo.

The roundabout at the Puerta de Toledo in Madrid, with a bus in the background between green trees and red flowers.

Con una selección de patatas fritas y chocolate británico en la mano, me volví a casa, que luego tardé unos días más en volver a salir a las calles soleadas de Madrid. En esta ocasión me alejé menos de mi casa y bajé al Matadero, un centro cultural que se encuentra a solo diez minutos de mi casa.

One of the buildings of the Matadero in Madrid in the evening sun.

Aquí es donde el titulo de esta entrada de blog empieza a coger sentido. El espacio exterior enorme, que suele encontrarse lleno de gente pasando el rato a estas horas de la noche, se encontraba más o menos vacío. Esta paz me venía bien, sin embargo, porque había quedado con llamar a Rhea, ¡que llevo sin verla desde mi último viaje a Inglaterra el año pasado!

One of the buildings of the Matadero in Madrid in the evening sun with a terrace in the foreground.
A multicoloured bar in a hut at the Matadero in Madrid.
The plaza in the centre of the Matadero in Madrid is empty whilst bathed in the evening sun.

Después de cruzar el complejo entero a las orillas del río que se encuentran al otro lado, busqué en vano un sitio en la sombra en el que sentarme mientas manteniendo el protocolo correcto de distancia interpersonal. Al final volví al Matadero y un rincón detrás de su cantina preciosa.

A redbrick building bearing the name "Cantina" (Canteen) at the Matadero cultural centre in the south of Madrid, Spain.

El finde siguiente subí al centro comercial de Madrid, la puerta del sol, para echar un vistazo a un nuevo portátil y subir al Club Gourmet de El Corte Inglés para realizar unas investigaciones informales para un nuevo proyecto laboral.

The puerta del sol in the centre of Madrid.

Allí me emocioné al encontrar un pastel de cabracho, algo que me encanta y que siempre me trae recuerdos de la primera vez que subí a visitar a Kevin en Oviedo. Me lo pillé aunque me costó 7€ – ¡nada de chollos en tal Club Gourmet!

De camino a casa me encontré con mi compañera y su familia y me detuve un rato para hablar con ellos antes de pasar por La Mallorquina para coger una napolitana de chocolate. Solía desayunar una antes de la cuarentena, así que fue un bonito recuerdo de la antigua normalidad.

Energizado por el azúcar, decidí caminar por la Plaza Mayor y por el barrio bonito de La Latina, donde alquilé una bici y dejé que el viento me refrescase al bajar sin pedalear por las cuestas del sur de la ciudad.

La Latina se veía resplandeciente en la luz del atardecer.

El día siguiente volví a montarme en bici, pero esta vez me atreví a intentar subir la cuesta ascendiente a la zona del palacio real, donde había quedado con mi amigo Hugo para dar una vuelta y tomarnos un helado. Pensé que molaría grabar el viaje en mi móvil para compartir el viaje pintoresco con mi familia en Inglaterra, ¡pero resulta que las capacidades de estabilización de vídeo de mi móvil no sirven para nada al encontrarse frente las calles desniveladas madrileñas y la vibración furiosa de la bicicleta eléctrica!

Una vez encontré a Hugo, que andaba por el centro de compras, bajamos a la Plaza del Oriente al lado del palacio real. Esta plaza, y sus jardines verdes y terrazas bonitas, suele verse inundada de gente, pero nos encontramos casi solos al dar una vuelta en el calor del mediodía. El nombre de esta entrada de blog, de hecho, viene de un mensaje que le envié a Hugo al esperarle por Ópera.

The east facade of the royal palace in Madrid with no people around at all.

Nunca he visto esta son con tan poca gente dando vueltas.

The royal palace of Madrid is visible through the trees of the Plaza del Oriente.

Los dos pillamos un helado de Zúccaru, una heladería siciliana que ofrece sabores caseros deliciosos, y nos sentamos en la sombra de unos árboles para ponernos al día con los eventos de la semana anterior. Después de caminar por la zona un rato más (durante el cual me quemé los brazos, algo de que solo me di cuenta al llegar a casa), acabamos en la plaza entre el palacio y la Catedral de la Almudena. En un domingo así, usualmente estaría petada de gente, pero ya veréis que no se ve ni un alma en la foto.

Así concluimos mis aventuras recientes, que han sido intercaladas por unos días intensivos ahora que cambiamos a la jornada intensiva. Esto, junto con el arranque de unos nuevos proyectos grandes y emocionantes, me deja con poco tiempo para salir entre semana, pero aprovecharé para escapar de mi piso este finde y ¡os contaré que tal!