Monthly Archives: October 2021

30.10.21 — Diario

De verano a otoño

Si sigues mi blog, sabrás que recientemente he acogido a bastantes visitantes: amigos, mis padres y luego mi hermana. Esto no supuso el fin de las visitas, ya que me quedaba una más para esta época otoñal: ¡la visita de mis tíos!

Tras la salida de Ellie el jueves, los dos llegaron en Madrid ese mismo viernes, quedándose un par de noches en Madrid como suelen hacer en su camino de Inglaterra a Murcia. Me reuní con ellos después del trabajo al encontrarlos sentados en un bar al lado de mi casa.

Fuimos a cenar en el Matadero esa primera noche. El día siguiente fue el sábado y era hora de salir para aprovechar de su único día entero en la capital. Nos acercamos al centro, pasando por muchos de los sitios más emblemáticos, acabando en la Catedral de la Almudena. Justo fue el Día de la Hispanidad, así que estas vueltas fueron acompañadas por el barullo del desfile aéreo y mucha gente en las calles.

El techo de un diseño muy colorido siempre pide ser fotografiado.

Después de esto subimos al barrio de Malasaña, donde quería que probaran un pincho de tortilla de uno de mis bares favoritos. Al llegar nos encontramos con una cola bien larga, así que al final fuimos a otro sitio a comer antes de volver a casa para descansar un rato.

Esa tarde, los dos volvimos a salir para cenar en un restaurante local, llegando a casa después relativamente temprano para pasar su última noche conmigo en casa. El día siguiente no nos dio tiempo hacer mucha cosa, desayunamos y luego bajamos al apartamento para que cogieran el coche para la vuelta a Murcia.

Me alegró volver a verlos a los dos otra vez aquí en Madrid, aunque fuera una visita muy rápida. Tras su salida el domingo me esperó otra semana ocupada en el trabajo, pero aproveché de las tardes relajadas para recuperar de tanta actividad y movimiento estas últimas semanas.

La hora dorada vista desde el parque al lado de mi oficina me ofrece una vuelta a casa muy bonita.

El finde después de la visita de mis tíos supuso unos días de relajación semiforzadas, ya que el viernes – y tras pasar el coronavirus dos veces – ¡por fin pude vacunarme! Mis felicitaciones a la sanidad madrileña porque el proceso entero fluyó más fácilmente que la compra de pescado en la pescadería, aunque sí que me dejó con algo de fiebre durante los dos días siguientes.

¡Por fin estoy vacunado y preparado para intentar volver a algún tipo de normalidad!

Una tarde sí que decidí rebelar contra mi estado general de malestar al salir a cenar y tomar un vino con Sara. Bajamos a un restaurante gallego cerca de mi casa, en donde justo conseguimos comer tres raciones enormes de mariscos y carnes. Fue todo delicioso, pero me dejó con más fiebre aún. ¡Nunca aprenderé!

El lunes ya me encontré mejor para la vuelta a la oficina, en donde me esperaba otra semana ocupada pero bien gratificante. Me animaba también con quedadas y llamadas con amigos y vueltas por el parque – aunque el frío ya está empezando a molestar.

No hay mejor sitio para llamar a mis amigos y familiares en el RU y por todo el mundo.

Y así queda actualizado al día mi blog. Este finde tengo varios planes para salir con amigos e ir al teatro mañana, así que este puente debería suponer tres días de relajación bien necesarios – a pesar de la lluvia que ha llegado a Madrid y que no tiene pinta de irse hasta la semana que viene.

Cruzo los dedos para que se vaya antes del viernes – tengo pendiente otra visita, pero eso será un secreto hasta más adelante. ¡Hasta entonces!

26.10.21 — Diario

Un reencuentro con mi hermana

Una mera semana después de la visita de mis padres, y más de dos años desde la última vez que pudo visitarme, una vez más fui acompañado por mi hermana aquí en Madrid. Tras un día en la oficina, salí del trabajo y me acerqué corriendo al aeropuerto ya que habíamos quedado en reunirnos allí para que pudiera llevarla a mi piso y así arrancar su semana aquí en España.

Nuestra primera tarde juntos se pasó tomando algo: no tenía yo prisa ya que había pillado el día siguiente de vacaciones. Hablamos de lo que podríamos hacer durante los siguientes días y formamos algunos planes preliminares antes de irnos a dormir.

El día siguiente nos acercamos a un restaurante en la Gran Vía que había visitado con mis padres. Esto fue ya que mi madre había hablado tanto de su torrija quemada que decidí que valdría la pena volver. Comimos allí una selección de platos y raciones pequeñas, todo acompañado por un litro de sangría que mi hermana quería. Una vez devorados los postres, ¡empezamos a darnos cuenta de que la sangría era un poco más potente de lo que imaginamos!

No hay nada más peligroso que una sangría que te da una falsa sensación de seguridad…

Luego tiramos hacia el centro de la ciudad, tomándonos un zumo en otra terraza antes de bajar al río. Allí, mi hermana se pilló un helado y descansamos un rato, tumbándonos entre el barullo de los loros en los árboles. Luego volvimos a la ciudad, cogiendo un tren de vuelta a casa.

Esa noche salimos a cenar en mi restaurante italiano favorito que queda al lado de mi casa. Al pedirnos una porción enrome de tarta de chocolate como postre, se estaba haciendo tarde, así que acabamos la última copa de vino y tiramos de vuelta a casa.

Al despertarnos el día siguiente ya nos encontramos en el tercer día de la visita de mi hermana, por lo cual salimos relativamente temprano para aprovechar de un domingo soleado. Tras desayunar cerca de mi piso, bajamos al Matadero y nos tomamos una cerveza mientras esperábamos la apertura de una exhibición en el Central de Diseño.

Tenía muchas ganas de visitar la Exposición Madridgrafía porque algunos proyectos en los que he trabajado en Erretres se vieron incluidos entre esta mirada al diseño gráfico hecho en Madrid. Me alegró ver las marcas que hicimos para Buendía Estudios y Seedtag entre otras grandes obras. ¡Me sentí honrado por tener mi trabajo expuesto en un sitio que llevo años visitando!

Después de sacarme las fotos obligatorias con mi trabajo (las cuales no voy a publicar aquí), continuamos hasta el invernadero público que siempre le gusta a mi hermana ya que es bióloga. La verdad que fue una experiencia mucho más agradable que la última vez – a pesar de las mascarillas – ya que no hacía tanto calor ni humedad.

Cuando habíamos visto todas las plantas y sacado todas las fotos estéticas, volvimos a casa para prepara algo de comer, porque habíamos quedado en montar un picnic en Retiro. Hicimos esto la última vez que Ellie visitó con su novio Johann en 2018 y nos gustó mucho, así que nos acercamos al lago para repetir la experiencia.

Después de comernos nuestra creación original de pan con alioli, tomate y albahaca, salimos del parque para coger unas bicis para luego dar una vuelta por el parque entero. Una vez cansados nos acercamos al Templo de Debod, desde donde pudimos observar un atardecer bonito para acabar otro día de exploraciones.

Uno de los pocos selfies que nos llegamos a sacar durante el viaje…

El día siguiente decidimos aprovechar al máximo las bicis públicas que habíamos contratado, así que bajamos al río para dar una vuelta antes de salir a comer. Ellie tenía ganas de volver a NAP Pizza, mi pizzería madrileña preferida, y fue justo allí donde hicimos el hallazgo del viaje – un entrante delicioso que consiste en láminas de berenjena horneadas con queso y tomate. ¡Una verdadera pasada!

Tras comer, acabamos montados en bici otra vez, pasando por el Anillo Verde hacia el norte de la ciudad. Esta vuelta nos llevó por el lago otra vez, pero no nos quedamos por allí ya que teníamos que estar en otro sitio…

Una vez acabada esta mini exploración de las vías ciclistas de Madrid, ya era hora de coger el metro hacia al sur para hacer algo que no he hecho desde la última vez que vino Ellie – ver la puesta del sol desde un parque por Vallecas. Este punto panorámico supuso el lugar perfecto para pasar un atardecer dominguero.

Cuando ya se hizo de noche, volvimos al centro y empezamos una noche de tapeo por el barrio de las letras. Ellie no paraba de comer tapas de patatas bravas, pero también visitamos un bar de pintxos que tanto había gustado a mis padres cuando vinieron. Acabamos la noche en La Esperanza, uno de mis bares preferidos para tomar algo y picar unas raciones antes de volver a casa.

No hay nada más castizo que un gintonic, un vermú y un poco de picoteo.

Arrancamos el día siguiente en Ojalá, un lugar que nunca falla cuando andes con hambre en búsqueda de un desayuno completo. Desde allí bajamos al Parque de Atracciones, en donde había estado yo por primera vez unas pocas semanas antes. Pasamos el resto del día allí, subiéndonoslas a todo tipo de atracciones antes de volver a casa a cenar en un bar local.

El día siguiente supuso nuestro último día completo juntos en la ciudad y habíamos quedado con Luis para tomar algo. Nos encontramos en el Matadero, desde donde subimos de vuelta a la pizzería que tanto le había gustado a Ellie. Eventualmente acabamos en Citynizer Plaza para tomarnos unas copas después de yo comprarme espontáneamente un nuevo iPad. Ups…

Los Aperol Spritz quizá fluyeran con demasiada facilidad – los helados que compramos después casi acabaron en el suelo.

Acabamos este último día entero con unas copas por el río y el día siguiente me tocó volver a la oficina – ¡pero no fui solo! Ellie me acompañó unas horas por la mañana para echarme una mano con la preparación para un workshop. Tras eso, comimos juntos en un bar a dos manzanas de la oficina y luego la solté a la ciudad para que hiciera algunas compras.

Esa tarde la pasamos en casa, cenando arepas que pedimos y tomando una última copa mientras Ellie se hacía la maleta y se alistaba para volver a Inglaterra la siguiente mañana. Tras madrugar algo el día siguiente, la dejé en un taxi con destino al aeropuerto y me fui tirando hacia la oficina y de vuelta al curro.

Igual que las últimas dos veces que Ellie me visitó en la gran capital, los dos nos lo pasmaos fenomenal. Me quedo con la esperanza de que pueda volver y visitarme con más frecuencia ya que estamos todos vacunados y las cosas ya van más controladas. Ha sido una época bastante ocupada entre una visita familiar y otra – con la visita de mis padres la semana anterior y luego la de mis tíos el día siguiente – pero esa historia me la guardo para la siguiente entrada de blog…

17.10.21 — Diario

Vuelven mis padres

Tras ser acogido por Loredana y David en Viena, me tocó a mí ser el anfitrión para una visita importante: ¡venían mis padres a Madrid! Dado que no los había visto desde enero – y la verdad que no fue un viaje muy grato – me emocionaba saber que los iba a volver a ver y compartir con ellos mis sitios favoritos por la ciudad.

Su visita empezó con un momento de drama en el aeropuerto al ir a recogerlos. Llegué en el metro pro luego no podía entrar a la terminal porque no tenía tarjeta de embarque, así que tuve que salir por un parking que me dejó en una vía de salida abandonada que daba a una carretera enorme. Allí tuve que saltar una valla metálica y arriesgarme la vida para cruzar al otro lado, donde me esperaba más gimnasia y cruces peligrosos antes de llegar a las llegadas de la T1. Y lo que es más, ni podía contactar con ellos para decirles que estaba fuera porque su itinerancia de datos no funcionaba…

Gracias a mera suerte al final pude reunirme con mis padres cuando salieron de la terminal y me vieron sentado donde estaba esperando todo el mundo a recibir a gente. Pillamos un taxi a mi piso, en donde sacaron las cosas de sus maletas y cenamos algo de picoteo antes de irnos a dormir – ya se había hecho bastante tarde.

Empezamos el día siguiente desayunando en un bar que se encuentra a dos manzanas de mi casa, luego bajamos al río a tomarnos algo en el Matadero. De allí nos acercamos al barrio de Lavapiés para comer en una de mis pizzerías favoritas.

Luego continuó la tarde a toda leche. Después de comer tomamos un café y postre en Citynizer, y luego cogimos el metro al lago para sentarnos al sol y tomar una ronda más de sangría. Entonces volvimos al barrio de La Latina, en donde tomamos unas tapas y otra copa en una plaza pequeña lejos del centro turístico.

A mi madre siempre le gusta una copa de sangría por el lago.

Arrancamos el día siguiente con un desayuno en ese mismo bar – en nada se había vuelto el sitio preferido de mis padres, que no se podían creer lo barato que era. Desde allí cogimos luego un autobús al Parque del Retiro para montarnos en bicicletas ya que a mi madre le interesaba experimento. Evitamos luego un catástrofe cuando un tótem de una estación de bicis se negaba a devolver la tarjeta de crédito de mis padres, así que tuve que entrar en un bar cercano para pedir unas pinzas con las que eventualmente logré liberar la tarjeta.

El desastre evitado, eventualmente pudimos sacar unas bicis y así comenzamos nuestra vuelta por los jardines preciosos de este parque enorme, pasando por todos los sitios de interés en el camino. Una vez cansados y con hambre, bajamos a comer en un sitio de tapas catalán, en donde los platos variados y los postres gustaron mucho.

Os juro que cada persona que me viene a visitar se saca una foto en este mismo sitio.

Tras un descanso muy necesitado después de comer, salimos a cenar en un italiano local que me gusta mucho. Mientras escribo esto me estoy empezando a dar cuenta de que parece que lo único que hicimos fue caminar, comer, beber y hablar – y más o menos fue exactamente así. Si no estás haciendo eso, ¡no estás viviendo bien la vida madrileña!

El día siguiente volvimos al centro de la ciudad para ir un rato de compras, después del cual paramos a comer algo antes de volvernos a subir a unas bicis. Tras pasar por el lado del palacio real nos encontramos con un baile callejero, y eventualmente pasamos por el mercado de San Miguel para tomar algo.

Esa tarde acabamos por el Templo de Debod, uno de mis lugares favoritas para observar el atardecer. El cielo montó todo un espectáculo, pero ya andábamos con hambre y con ganas de celebrar la última noche de mis padres en Madrid – ¡el viaje entero se nos había pasado volando!

Los tres bajamos luego al Barrio del las letras para pasar la tarde y para buscar un bar que llevo un rato queriendo visitar. En el camino, sin embargo, vi otro bar que me habían hablado maravillas de él y que tenía una mesa libre para los tres. ¡Perfecto!

Allí disfrutamos de una selección de pintxos deliciosos y me enamoré de un hojaldre con salmón y queso fresco. Mientras cenamos, mi hermana Ellie nos llamó y pasé un rato hablando con ella para preparar su visita a tan solo una semana después.

Con la cuenta pagada y las mochilas de mis padres ya preparadas, tomamos una copa más en casa antes de irnos a dormir. La mañana siguiente pillamos un taxi para dejarme en el trabajo y para llevarles a ellos al aeropuerto para su vuelo a Inglaterra.

Como bien se ve, los tres días que tuve la compañía de mis padres en Madrid se pasaron volando. Me lo pase muy bien, ya que hicimos bastante sin andas con demasiada prisa y aprovechamos la oportunidad de ponernos al día tras casi un año sin podernos ver.

Bueno, creo que ya he desvelado el asunto que trataré en mi siguiente entrada de blog: estaré contando las aventuras que pasamos mi hermana y yo durante su visita a la capital española. Ando con algo de retraso en publicar estas entradas de blog gracias a la cantidad de visitas que he estado recibiendo, pero valdrá la espera. Hasta entonces…