17.10.21 — Diario

Vuelven mis padres

Tras ser acogido por Loredana y David en Viena, me tocó a mí ser el anfitrión para una visita importante: ¡venían mis padres a Madrid! Dado que no los había visto desde enero – y la verdad que no fue un viaje muy grato – me emocionaba saber que los iba a volver a ver y compartir con ellos mis sitios favoritos por la ciudad.

Su visita empezó con un momento de drama en el aeropuerto al ir a recogerlos. Llegué en el metro pro luego no podía entrar a la terminal porque no tenía tarjeta de embarque, así que tuve que salir por un parking que me dejó en una vía de salida abandonada que daba a una carretera enorme. Allí tuve que saltar una valla metálica y arriesgarme la vida para cruzar al otro lado, donde me esperaba más gimnasia y cruces peligrosos antes de llegar a las llegadas de la T1. Y lo que es más, ni podía contactar con ellos para decirles que estaba fuera porque su itinerancia de datos no funcionaba…

Gracias a mera suerte al final pude reunirme con mis padres cuando salieron de la terminal y me vieron sentado donde estaba esperando todo el mundo a recibir a gente. Pillamos un taxi a mi piso, en donde sacaron las cosas de sus maletas y cenamos algo de picoteo antes de irnos a dormir – ya se había hecho bastante tarde.

Empezamos el día siguiente desayunando en un bar que se encuentra a dos manzanas de mi casa, luego bajamos al río a tomarnos algo en el Matadero. De allí nos acercamos al barrio de Lavapiés para comer en una de mis pizzerías favoritas.

Luego continuó la tarde a toda leche. Después de comer tomamos un café y postre en Citynizer, y luego cogimos el metro al lago para sentarnos al sol y tomar una ronda más de sangría. Entonces volvimos al barrio de La Latina, en donde tomamos unas tapas y otra copa en una plaza pequeña lejos del centro turístico.

A mi madre siempre le gusta una copa de sangría por el lago.

Arrancamos el día siguiente con un desayuno en ese mismo bar – en nada se había vuelto el sitio preferido de mis padres, que no se podían creer lo barato que era. Desde allí cogimos luego un autobús al Parque del Retiro para montarnos en bicicletas ya que a mi madre le interesaba experimento. Evitamos luego un catástrofe cuando un tótem de una estación de bicis se negaba a devolver la tarjeta de crédito de mis padres, así que tuve que entrar en un bar cercano para pedir unas pinzas con las que eventualmente logré liberar la tarjeta.

El desastre evitado, eventualmente pudimos sacar unas bicis y así comenzamos nuestra vuelta por los jardines preciosos de este parque enorme, pasando por todos los sitios de interés en el camino. Una vez cansados y con hambre, bajamos a comer en un sitio de tapas catalán, en donde los platos variados y los postres gustaron mucho.

Os juro que cada persona que me viene a visitar se saca una foto en este mismo sitio.

Tras un descanso muy necesitado después de comer, salimos a cenar en un italiano local que me gusta mucho. Mientras escribo esto me estoy empezando a dar cuenta de que parece que lo único que hicimos fue caminar, comer, beber y hablar – y más o menos fue exactamente así. Si no estás haciendo eso, ¡no estás viviendo bien la vida madrileña!

El día siguiente volvimos al centro de la ciudad para ir un rato de compras, después del cual paramos a comer algo antes de volvernos a subir a unas bicis. Tras pasar por el lado del palacio real nos encontramos con un baile callejero, y eventualmente pasamos por el mercado de San Miguel para tomar algo.

Esa tarde acabamos por el Templo de Debod, uno de mis lugares favoritas para observar el atardecer. El cielo montó todo un espectáculo, pero ya andábamos con hambre y con ganas de celebrar la última noche de mis padres en Madrid – ¡el viaje entero se nos había pasado volando!

Los tres bajamos luego al Barrio del las letras para pasar la tarde y para buscar un bar que llevo un rato queriendo visitar. En el camino, sin embargo, vi otro bar que me habían hablado maravillas de él y que tenía una mesa libre para los tres. ¡Perfecto!

Allí disfrutamos de una selección de pintxos deliciosos y me enamoré de un hojaldre con salmón y queso fresco. Mientras cenamos, mi hermana Ellie nos llamó y pasé un rato hablando con ella para preparar su visita a tan solo una semana después.

Con la cuenta pagada y las mochilas de mis padres ya preparadas, tomamos una copa más en casa antes de irnos a dormir. La mañana siguiente pillamos un taxi para dejarme en el trabajo y para llevarles a ellos al aeropuerto para su vuelo a Inglaterra.

Como bien se ve, los tres días que tuve la compañía de mis padres en Madrid se pasaron volando. Me lo pase muy bien, ya que hicimos bastante sin andas con demasiada prisa y aprovechamos la oportunidad de ponernos al día tras casi un año sin podernos ver.

Bueno, creo que ya he desvelado el asunto que trataré en mi siguiente entrada de blog: estaré contando las aventuras que pasamos mi hermana y yo durante su visita a la capital española. Ando con algo de retraso en publicar estas entradas de blog gracias a la cantidad de visitas que he estado recibiendo, pero valdrá la espera. Hasta entonces…