Monthly Archives: October 2022

28.10.22 — Diario

La visita de Ellie

Después de la visita de mis padres hace unas pocas semanas, volvió a tocar que diera la bienvenida a otra familiar. Esta vez fue el turno de mi hermana, Ellie, que me vino a visitar. Igual que mis padres, ha visitado Madrid unas cuantas veces ya, la última vez hace un año más o menos, pero siempre da gusto que venga a pasar un rato para que hagamos cosas chulas y relajadas juntos por la ciudad.

Llegó por la tarde y se acercó a mi oficina, donde tuve que acabar un día ajetreado en el trabajo. Después salimos juntos y volvimos a mi piso, donde teníamos un plan relajado por casa. Vino Pedro, abrimos una botella de vino y los tres acabamos conversando tanto que ¡casi se nos olvidó meter los canelones caseros al horno!

Pasamos una noche de muchas risas y mis canelones de espinacas y ricotta estuvieron bastante ricos, aunque lo diga yo. Supuso un milagro que se hicieran, ya que la noche anterior me encontré dando vueltas por Madrid visitando seis supermercados distintos al ver que se había gastado la ricotta en Mercadona. ¡Una pesadilla

El día siguiente empezó con una vuelta por el río tras quedarnos dormidos algo tarde. Volvimos a casa para comer, donde preparamos una ensalada caprese, humus casero y alguna cosa más. Descansamos por casa para recuperar fuerzas para nuestro plan después que nos llevaría fuera del centro de la ciudad.

Los colores otoñales están brotando y todo se ve muy bonito.

Una de las actividades que nos gusta hacer a Ellie y a mí es visitar un parque al sur de Madrid para ver el atardecer. Echamos unas latas y algo de picoteo a una bolsa y nos subimos al bus, donde se unieron Luis y una amiga suya que se habían apuntado al plan.

Nos lo pasamos fenomenal en el parque. Cuando Ellie se comió una pipa entera (es decir, con su cáscara), Luis se encargó de enseñarle cómo se hace aquí en España. Compartimos unas bebidas y vimos cómo se puso el sol sobre la silueta de la ciudad. Luego empezó a hacer algo de fresco así que nos acercamos al metro y de allí al centro.

Para tomar algo y luego cenar fuimos a dos de mis sitios favoritos por Antón Martín. El primero es un bar que cuenta con un interior de los años sesenta, un ambiente muy agradable y unos cócteles muy buenos. Desde allí, pasamos a un bar vasco para tomarnos unos pinchos y acabar nuestra noche de risas y cotilleo.

El día siguiente Ellie y yo fuimos al centro de Madrid para echar un ojo a las tiendas y mimarnos un rato. Luego subimos a la azotea de El Corte Inglés en Callao, pero el sitio estaba algo pegado así que al final volvimos a bajar a la calle y seguimos con las compras hasta cansarnos y bajar al lago de la Casa de Campo.

Compartimos una jarra generosa de sangría por las orillas del lago ya que teníamos que hacer un poco de tiempo antes de nuestro último plan del día. Al llegar la hora, volvimos al centro en el metro para ver el atardecer desde un mirador al lado del palacio real y la catedral de la Almudena.

Ellie se quedó contenta al encontrar unos nuevos sabores de chocolatina.

El atardecer desde el sitio fue tan bonito como siempre. Vimos cómo cambió el cielo de azul a naranja brillante y luego cómo pasó a formarse de matices de morado y rosa al avanzar la tarde. Todo esto enmarcado por el palacio y la catedral – ¡una manera estupenda de ponerle lazo a otro día!

Me encantan estas fotos y los colores creados por la luz de la tarde.

El día siguiente habíamos quedado en hacer unas tortitas caseras, así que pasamos la mañana friéndolas, rellenándolas con fruta y luego empapándolas con una cantidad generosa de sirope de arce de Vermont que me había regalado la madre de Megan cuando fui a visitarles en los Estados Unidos.

Tras nuestro desayuno pesado, Ellie y yo preparamos la comida para nuestro picnic y fuimos a coger el autobús hasta el Parque del Retiro. Buscamos un hueco en nuestra zona preferida del parque que tiene vistas sobre el estanque y nos sentamos para pasar unas horas picando, leyendo y conversando.

Una vez llenos de comida y cansados por el sol, recogimos nuestras cosas y salimos del parque. Al final echamos el viaje de vuelta a casa entero en pie para poder pasar por y así ver otros sitios bonitos por el camino. Descansamos un buen rato en el piso antes de salir a cenar, ¡una cena a la cual se apuntó Luis otra vez!

Nuestra cena en el restaurante italiano local fue tan graciosa como fue deliciosa, con un par de botellas de vino (compartidas, por supuesto) obligándonos a intentar recrear unos vídeos que había visto Luis en Instagram. Estos consistían en un truco de magia en el cual Luis levantó una servilleta para luego bajarla a revelar que se había cambiado por mí. Esto nos salió algo mal: Luis acabó en el suelo ¡y yo casi me caí también de la risa que esto me provocó!

El día siguiente decidimos tomarnos las cosas con calma de nuevo y preparamos unos batidos de fruta en casa a modo de desayuno. Nuestro plan original había sido alquiler unas bicis, pero no nos apetecía al final así que optamos a dar una vuelta tranquila por el río en su lugar.

El viaje entero fue una experiencia bastante tranquila.

Acabamos tomando algo rápido antes de volver a casa, donde nos echamos la siesta antes del plan que teníamos para esa noche. Nos reunimos con Sara en un bar local para cenar algo y tomar unas rondas de copas, después del cual pillamos un taxi y nos acercamos a mi karaoke favorito. A pesar de que Ellie no entendiera la mayoría de las canciones, lo dio todo y hasta le liaron unos chicos para que cantara una canción en español. ¡Fue muy gracioso!

Los dos nos encontramos un poco regulares el día siguiente, así que pasamos la mayoría de él descansando por casa antes de eventualmente encontrar las fuerzas para salir a dar una vuelta por la ciudad. Pasamos por una tienda para que Ellie pudiera comprarse algo que había visto unos días antes y luego pasamos por el palacio real y el oeste del centro para ver el atardecer.

Esta vista desde el palacio real es una pasada con la sierra en el fondo.

Luego Ellie se fue el día siguiente por la madrugada y a mí me tocó volver a trabajar tras unos días de diversión tranquila. Me encantó volverla a coger en casa y ponerme al tanto con todo el cotilleo y noticias. Hoy en día se encuentra igual de liada que yo, siempre está viajando y haciendo de todo, así que nos suele tocar actualizarnos con todo lo pasado cuando por fin nos vemos.

A pesar de su salida, casi no pude descansar nada, ya que me tocó volver a prepara mi casa para recibir a otra visitante tan solo dos días después de que Ellie se fuera – ¡pero ya tocaré ese tema en la siguiente entrada de blog!

27.10.22 — Diario

Citas musicales y parques de atracciones

Al volver mis padres al Reino Unido, tenía una plenitud de otros planes entretenidos para mantenerme ocupado. Tras mi viaje a los Estados Unidos y Canadá, había decidido hacer más cosas y vivir más experiencias, ¡así que no dudé en apuntarme a un concierto de Arcade Fire con Carmen!

Quedamos una tarde en un bar ajetreado justo al lado del Wizink Centre, el auditorio principal de Madrid en el que había ido a ver a Queen con Danni en verano. Nos tomamos un par de cañas para animarnos un poco y luego salimos con el resto de la gente al acercarse la hora del concierto

Resultó que nuestras butacas se encontraban a lo alto de los vomitorios, pero me quedé contento ya que eso significaba que podía disfrutar del espectáculo de luces en su totalidad. Si me conoces sabrás que me encanta fijarme en la iluminación durante cualquier evento en vivo. Luego salió Arcade Fire al escenario y empezaron a tocar una serie de unas de sus canciones que más me gustan junto con unas joyas nuevas que descubrí en vivo.

Fue una experiencia brutal, desde el estilo único del grupo que mezcla todo tipo de estilos al espectáculo visual del escenario y la iluminación. Cambiaban entre el escenario principal y una plataforma más pequeña en medio de la pista, llegando hasta allí pasando directamente por el público. ¡Fue una verdadera pasada, Carmen y yo lo pasamos súper bien!

El siguiente finde tenía otro plan. Esto supuso un viaje con un amigo al Parque Warner, un parque de atracciones enorme en las afueras de Madrid que visitamos Danni y yo por primera vez el año pasado. Al final no podía venir mi amigo porque se encontraba malo, pero en un momento de espontaneidad e improvisación llamé a otro amigo que vive cerca de mí. ¡Apenas le dio tiempo para vestirse y bajar a coger el autobús conmigo y así acompañarme en esta excursión!

Le lié para que se subiera a esta conmigo, lo cual no le sentó muy bien.

La atracción de Superman fue nuestra favorita: ¡nos subimos cuatro veces!

Nos divertimos mucho en el parque. Entre los momentos graciosos se destaca la comida, durante la cual nos echamos a reír al ver a una familia en la terraza volverse loca y empezar a sacudir las manos y gritar mientras les atacaba una abeja bien persistente. No podíamos parar de reír mientras les veíamos entrar en pánico, cosa que igual debería hacernos sentirnos mal, pero bueno, podían haberse cambiado de mesa…

El resto de las atracciones también fueron una pasada, todas menos una de agua a la que Álvaro quería subirse. Esta nos empapó por completo. Tuve que controlarme bastante para no acabar soltando todo tipo de barbaridades a lo largo del viaje dolorosamente lento durante el cual nos rocían con agua los espectadores, los chorros de agua y otros instrumentos de la tortura.

Al acabar el día nos acercamos al espectáculo de la Loca Academia de Policía. Había visto este cuando visité con Danni, pero los trucos que hacen con los vehículos y la comedia mala eran igual de divertidos esta segunda vez.

El sol se puso durante el espectáculo, pero aún gozábamos de temperaturas de los finales de verano así que podíamos seguir disfrutando de la oferta del parque hasta su cierre. Dimos una última vuelta por el parque, subiéndonos a otra montaña rusa y luego perdiéndonos el desfile nocturno gracias a la app que ponía una hora que no era. ¡Vaya!

Saliendo del parque y su bonita iluminación nocturna, tuve que esperar apenas una semana para mi siguiente experiencia en un parque de atracciones. Para esta excursión, me acerqué al Parque de Atracciones (vaya nomenclatura más aburrida) en la Casa de Campo. Allí me reuní con mi compañera María y los dos echamos un día súper divertido. Nos subimos a todas las atracciones múltiples veces y gozamos al máximo las 10 horas de apertura.

Uno de los momentos más graciosos fue en la atracción en la que estoy sentado en la foto de arriba, una maquina que giraba por los cielos sobre Madrid y que ofrece algunas de las mejores vistas sobre la ciudad y la sierra. La experiencia se nos hizo muy graciosa ¡y estuvimos riendo de principio a fin!

Otro momento destacado tuvo lugar en los rápidos. Había convenido a María a que me acompañara en la atracción y luego conseguí liarla a que se quedara para dar otra vuelta ya que no había cola cuando volvimos a la estación. Grabé este segundo viaje en su totalidad, durante el cual María fue calada por una ola desgraciada. Incluiría el vídeo aquí, pero mejor que no lo haga por pena de muerte…

Bueno, con todo esto, pongo fin a otra entrada de blog y sigo poniéndoos al tanto con todo lo que he hecho últimamente. Estáte al loro para la siguiente, ¡espero no tardar mucho!

25.10.22 — Diario

Toledo con mis padres

Tras volver de la boda de Andrea y Andrei en Asturias, me quedaba una semana de trabajo antes de que comenzara mi próxima aventura: ¡esta vez con la compañía de mis padres! Habían volado desde el Reino Unido para pasar unos días conmigo en Madrid tras mi visita a Inglaterra en verano, ¡y teníamos unos planes interesantes en mente para el viaje!

Llegaron a la estación de Atocha al acabar yo el trabajo, así que me acerqué con prisa para reunirme con ellos en la sala de llegadas. Reunidos, los tres nos acercamos a mi piso y salimos a tomar algo y cenar, para lo cual conseguimos una mesa en una terraza popular en mi barrio local.

Nos lo pasamos muy bien poniéndonos al día y compartiendo unas raciones ricas, pero no nos quedamos hasta muy tarde ya que teníamos un plan intenso para el día siguiente. Este plan se puso en marcha con ganas al llegar nosotros a la estación de tren para coger un viaje a Toledo.

Habían pasado bastantes años desde la última vez que visité la antigua capital. Sería apenas la segunda vez que visitaba la ciudad, así que me aseguré de pedir unos consejos y recomendaciones a mis amigos y compañeros para averiguar los mejores sitios para visitar y comer.

La estación de Toledo luce muy bonita pero no es tan antigua como puede parecer.

Después de llegar a la estación de tren bonita, empezamos la subida en pie hasta la cima de la ciudad. Las vistas al cruzar el puente sobre el río eran bastante espectaculares, pero en nada nos tuvimos que enfrentar con la cuesta arriba hacia el caso histórico. ¡Menos mal que llevábamos abundante agua!

Una vez llegados a la cima, empezamos a explorar las calles medievales de Toledo. En nada ya andábamos un poco cansados y calientes así que optamos parar a tomar algo en una terraza pequeña que una compañera mía había recomendado. Desde allí partimos a explorar un poco más antes de llegar al restaurante que habíamos reservado para comer.

Comimos en una cervecería que también venía recomendada por mi compañera de trabajo. Probamos una selección de platos locales, desde una ensalada al perdiz. Todo fue delicioso y fue servido en un ambiente muy agradable en la antigua bodega. ¡Las cervezas artesanales también estaban bien ricas!

Tras la comida, continuamos con nuestra excursion por las calles inclinadas de la ciudad y al final acabamos en la entrada de la catedral enorme. Mi padre tenía ganas de explorar su interior, así que pillamos unas audioguías y nos metimos en el espacio cavernoso que solo había visto desde fuera la última vez que visité.

Como bien se ve en estas fotos, la catedral es absolutamente espectacular. Es un sitio bonito desde fuera, pero en su interior me quedé atontado al ver la variedad y el detalle de sus maravillas arquitectónicas y esculturales. Esta sensación de intriga y asombro creo que la experimenté por última vez cuando visité la mezquita en Córdoba.

Habíamos entrado queriendo ojear el sitio durante cinco minutos, pero al final acabamos pasando una hora y pico escuchando la guía y traveseando el espacio vasto. Fue una experiencia muy interesante y nutritiva a pesar de la voz de la audioguía que se me hacía un poco melodramática – ¡y eso que lo digo yo!

El espacio fue asombrador en su grandeza y ornamentación.

Después de cansarnos bien en la catedral, devolvimos las audioguías y volvimos a explorar las calles. Nos topamos con una tienda que vendía dulces y mazapanes tradicionales, así que compramos una bolsa de ellos de la monja que estaba trabajando allí, cosa que le hacía mucha gracia a mi madre.

El día se nos estaba pasando volando y andábamos un poco agotados, así que nos plantamos en otra cafetería por el camino para tomarnos una copa de vino y unas tapas mientras mirábamos el mundo pasar. Allí pedí un taxi para que nos llevara a otro sitio que me habían dicho que valdría la pena visitar.

A pesar de ver la catedral increíble, creo que esta foto es la mejor que saqué en Toledo.

Resulta que vale muchísimo el viaje y el precio del taxi. El mirador ofrece vistas panorámicas sobre la ciudad desde una colina que la avecina. Pasamos un buen rato empapándonos en las vistas y el ambiente mientras veíamos cómo el sol de la tarde bañaba los edificios con su luz dorada.

Lo único que nos impulsó a salirnos de allí que el miedo de perdernos el tren de vuelta a Madrid. Bajamos el camino hasta la estación en pie, una elección que nos permitió disfrutar de más vistas pintorescas sobre la ciudad desde el camino por las orillas del río.

La ciudad impresionante se ubica entre un paisaje igual de dramático.

Ya de vuelta a Madrid, nos acostamos temprano para poder disfrutar del domingo. El plan era hacer un picnic bajo el sol veraniego, así que pasé la mayoría de la mañana preparando la comida. Hice una ensaladilla casera con gambas según la receta de mi compañera y también una ensalada y varias otras cositas. Llevamos todo al Parque del Oeste y disfrutamos de nuestro pequeño bufé entre los colores otoñales del arbolado.

Disfrutamos la tarde en el parque antes de regresar a casa para pasar una noche tranquila allí. ¡Había sido un fin de semana ajetreado y las subidas y bajadas de las calles toledanas nos habían dejado cansados! Este descanso siguió hasta el lunes, cuando pasamos nuestra última tarde juntos en un bar local donde ya me conocen por ir tanto.

Me despedí de mis padres la mañana siguiente al dejarlos en un taxi a primerísima hora para que pudieran coger su vuelo de vuelta a Inglaterra. Fue un gusto volverlos a acoger en casa y ahora tenía ganas de seguir haciendo cosas en los días siguiente. No había descanso para mí ya que tenía muchos más planes que disfrutar con el avance de la semana – ¡pero todo eso y más os contaré en la próxima entrada de blog!

17.10.22 — Diario

La boda de Andrea y Andrei

Después de aterrizar en España y ponerme al tanto con mis amigos por Madrid, era hora de que fuera a vivir una de las primeras aventuras fuera de la ciudad. Esto me llevó a Gijón donde tenía que asistir a un evento muy importante: ¡la boda de Andrea y Andrei!

Me subí al coche tras trabajar el viernes y me pasé un viaje muy agradable con la conductora, Ana, con la que había viajado a Gijón cuando pasé mi cumpleaños por allí en Abril. Nos echamos unas buenas risas en el viaje hasta llegar a una gasolinera en Asturias. Cami me vino a buscar allí y nos acercamos a la ciudad.

Ya que había llegado relativamente temprano, teníamos tiempo para ir a la playa y cenar juntos por el centro de la ciudad. Eso hicimos y me gustó mucho poder ver el atardecer rosa sobre el mar gijonés antes de irnos a comer unos platos ricos de sushi.

También nos topamos con unas celebraciones callejeras gracias a las fiestas locales. Seguimos el sonido de una banda y unos tambores enormes hasta la plaza mayor de Gijón, en donde nos encontramos con una oportunidad de sacarnos una foto que no podíamos perder…

Es un secreto, pero Cami y yo realmente somos un par de niños asturianos de hace un siglo.

El día siguiente llegó y con él el gran evento. Pillamos un taxi con David, que había sido invitado a ser un padrino en la boda, hasta el hotel donde se estaban preparando los novios. Infiltré la habitación donde Andrea se estaba maquillando y me tomé una cerveza con las otras madrinas: ¡Cami también era una de ellas!

Cuando estaba todo el mundo preparado, cogimos otro taxi al sitio de la boda. Nos tomamos una copa de vino antes de sentarnos para asistir la ceremonia, que fue muy bonita y única, con lo cual encajó perfectamente con la pareja. Hubo unos momentos bien graciosos durante los discursos de los familiares y los amigos de los novios. Después de echarnos unas risas, salimos de debajo de la carpa y empezaron los canapés.

¡Cami lucía absolutamente resplandeciente como madrina!

Arrancamos la tarde con unas copas de vino y canapés en los jardines delegar. ¡Probé unos quesos, carnes y mariscos locales que estaban buenísimos! Luego nos sentamos a comer, que consistió en unos cinco platos deliciosos.

Después de la comida, nos unimos en la pista de baile para ver el primer baile de la pareja, después del cual se abrió la barra libre y el DJ empezó a pinchar. Bailamos un poco, salimos fuera a hablar y luego acabamos comiendo aún más al servirse una selección de canapés y platos a modo de cena.

La noche llegó a su fin en la madrugada con una rendición tradicional de ‘Asturias’, una canción que vive en los corazones de todo asturiano y asturiana. Nosotros queríamos seguir de rumbo, así que nos subimos a un coche ¡y nos acercamos al centro de Oviedo para que siguiera la fiesta!

Después de cantar y bailar en un club entre las fiestas que mencioné antes, nos costó bastante encontramos un taxi pero al final conseguimos conseguir un viaje a Gijón para descansar bien en casa. El plan nos salió bien, porque a pesar de los gin tonics ilimitados, me había controlado y había tomado bastante agua entre copas.

Esto significó que podíamos aprovechar del domingo, así que bajamos a la playa otra vez para dar una vuelta y comer. Acabamos mi viaje con un bol de ramen delicioso y una cerveza en otro restaurante japonés que conocía Cami. De allí, me acercó a la estación de tren y me fui de vuelta a Madrid.

El paseo marítimo de Gijón es el lugar perfecto para echar la tarde.

Fue un honor ser invitado a participar en la boda de Andrea y Andrei, así que he de darles las gracias a los dos por dejarme formar parte de sus celebraciones. También quería agradecerle a Cami por dejarme quedar en su piso bonito en Gijón – ¡es el sitio ideal para escapar de la locura que es la vida madrileña!

13.10.22 — Diario

La vuelta a España

Tras un viaje de un mes entero por los Estados Unidos y Canadá, por fin volví a Europa con mucha energía. Después de hacer tanta cosa por las Américas, tenía ganas de hacer todo tipo de planes y mantener el rumbo vacacional en mi ciudad de Madrid.

Lo primero era ponerme a tanto con todos mis amigos que llevaba un mes sin verlos, así que quedé unas cuantas tardes para tomar algo por la ciudad. ¡Si había echado de menos algo fue el concepto de las cañas!

El sol veraniego aún estaba tiñendo mi barrio de oro.

Otra tarde fui al Real Jardín Botánico con Sara. Llevaba diciendo que tenía que visitar este sitio desde la primera vez que visité Madrid pero no lo había hecho, así que quedamos allí ya que la entrada era gratis ese día.

Ojeamos bien las plantas y las exhibiciones, pero era una época algo regular para visitar. Las floraciones del verano ya habían pasado y aún no habían cambiado las plantas veraniegas con las de invierno. Sí que me gustó una exhibición fotográfica que tenían montada en uno de los edificios, así que anoté el nombre de unos fotógrafos que me habían molado.

Al salir del jardín, pasamos por las afueras del Museo del Prado que lo avecina y subimos al Barrio de las Letras para tomar algo y ponernos al tanto. Como siempre nos echamos un buen rato hablado de todo el cotilleo y nuestras aventuras en verano.

El Prado lucía resplandeciente en el sol de la tarde.

Otra tarde de esa misma semana me reuní con Hugo, Sergejs y unos amigos más para cenar fuera y celebrar el cumpleaños de Hugo. Fuimos a un restaurante en el norte que era una parrillada americana – algo que se me hizo irónico ya que había aterrizado de los Estados Unidos unos pocos días antes.

Nos lo pasamos pipa en el sitio, donde un amigo de Hugo conocía a una de las camareras por haber trabajado juntos en el pasado. Compartimos unos platos ricos de carne y unas cuantas copas, ¡durante las cuales nos regalaron unos postres a modo de regalo al cumpleañero!

Para seguir celebrando, quedamos en hacer un picnic ese finde. A pesar de los postres ricos del restaurante, yo pensaba que no sería un cumpleños sin tarta, así que hice un pastel tradicional británico para que lo probáramos todos en el río. También me corría prisa hornear una tarta ya que se me iba a caducar la harina especial que me compré en un supermercado británico en Murcia – ¡es una faena encontrarla aquí en España!

Me salió bien gracias a la harina británica especial.

En otro ejemplo de yo hacer algo que tenía que haber hecho hace ya tiempo, me compré un casco para usarlo mientras me subo en bici por la ciudad. Lo empecé a usar en mis vueltas a casa en bici, pero también eché unas tardes aprovechando el tiempo más tolerable para andar por la ciudad. Una de esos caminos me llevó al Campo del Moro, otro sitio icónico de Madrid que tampoco había visitado jamás.

El siguiente finde volví a salir con Sara, pero esta vez nos acompañaron su novio y unos amigos que estaban de visita desde Asturias. Quedamos por el centro para tomar algo pero al final acabamos cenando en un restaurante en el norte de la ciudad, en donde cené un salmón delicioso y unas copas.

Mi próxima aventura me llevó a Arganda del Rey, un pueblo en las afueras de Madrid. Luis es de allí y su familia sigue viviendo allí, así que cogí el coche con Carmen para reunirme con él y unos amigos más. Cenamos por Arganda y luego nos acercamos al evento principal: ¡las fiestas!

Llevaba desde julio sin ir a unas fiestas de pueblo, así que ya era hora de que volviera. Nos metimos dentro de la feria, donde pillamos unas cubatas y nos acercamos a la pista de baile para esperara a que saliera el amigo de Luis que iba a pinchar.

Nos pasamos una noche fenomenal en las fiestas, bailando y riéndonos hasta cansarnos y luego zampando unos bocadillos enormes de chorizo y morcilla. Como yo era la única persona del centro de Madrid en el grupo, acompañé a Luis a casa donde me dejó una habitación libre para que durmiera allí.

La mañana siguiente me desperté con algo de dolor de cabeza, pero la chica venezolana que cuida a los padres de Luis puso solución a esto con unos tequeños caseros recién fritos. Luis y yo echamos un buen rato en su jardín pintoresco comiéndonos estas delicias mientras nos tomamos un Colacao para aliviar un poco la resaca.

El jardín fue un lugar bonito con una sombra bienvenida creada por las viñas.

Después salimos al centro de Arganda del Rey, donde las calles estaban eléctricas gracias a las fiestas y las preparaciones para el encierro. Bueno, a mí me encantan muchas facetas de la cultura española, pero la tauromaquia no figura entre ellas. Aún así, es verdad que me fascinaba ver como existe una infraestructura permanente para poder montar las vallas y muros.

Mi finde en Arganda llegó a su fin con un helado y un viaje caluroso en coche con Luis de vuelta al centro de Madrid. Me dejó en el portal de mi casa y pasé lo que quedaba del día vagueando por allí y dándome pena gracias a la resaca que no se me quitaba.

Esto no supuso el fin de mis aventuras de verano en España, pero tendré que dejar la próxima historia para otra entrada de blog. ¡Hay mucho que contar tras escribir trece entradas acerca de mi viaje por las Américas!

10.10.22 — Diario

Los EEUU y Canadá

Si has estado al tanto de mi blog durante el último mes, sabrás que he estado publicando una serie de entradas contando mi viaje de un mes por los Estados Unidos y Canadá. Al final son trece entradas de blog, así que pensé que sería buena idea recopilarlas en un directorio aquí…


1Montreal

Aterrizo en Canadá tras un viaje largo desde Europa. Megan me recoge del aeropuerto y pasamos una noche juntos en la ciudad.

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2Williston

Cruzamos la frontera a los EEUU y par los primeros días con Megan y su familia en su casa en las afueras de la ciudad de Burlington en el estado de Vermont. Exploramos la naturaleza vermontesa y tengo la oportunidad de visitar un instituto americano.

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3Lago Champlain

Siguen mis aventuras por Williston con una serie de actividades en el bonito lago Champlain. Megan y yo vamos de piragüismo, Maureen me hace un tour de las islas y pasamos unas noches de diversión cenando en restaurantes y cantando en bares de karaoke.

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4Camping pijo

Megan, Breen, Aaron y yo pasamos un finde en el campo vermontés en un sitio de camping con vistas sobre el lago Champlain. Me como un corn dog, hago s’mores y hablamos alrededor de la hoguera hasta la madrugada.

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5Megan se muda

Megan moves into her new condo and I join here there for a week of remote work and busy afternoons. We head to the theatre, I join a softball game, and we eat plenty of tacos, pizza, and ice cream.

Megan se muda a su nueva casa y la acompaño allí para pasar una semana de teletrabajo con otros planes por las tardes. Vamos al teatro, me uno a un partido de beisbol y comemos muchos tacos, pizzas y helados.

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6El partido de béisbol

Me empapo en una experiencia estadounidense de verdad, un partido de béisbol. Comemos unos perritos calientes de 25¢, vemos un atardecer precioso y nos sacamos unas fotos con la mascota del equipo.

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7Un día intenso en Burlington

Megan y yo damos una vuelta de 32km en bici bajo el sol veraniego hasta el lago Champlain, después del cual nos pilla una tormenta de lluvia. Celebramos el día con una noche de copas y karaoke.

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8Bread & Puppet

Megan me lleva a vivir una experiencia alternativa en un teatro exterior en el campo vermontés. Fue una experiencia única que no soy capaz de resumir…

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9Nos despedimos de Vermont

Mis últimos días en el estado de Vermont. Salimos a desayunar en un sitio típico americano, escalamos la montaña más alta del estado, visitamos el hotel de la familia Von Trapp y pasamos por la fábrica de Ben & Jerry’s.

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10Nueva York con Megan

Megan y yo pasmos un rato fenomenal en Nueva York. Visitamos el puente de Brooklyn, comemos en Katz’s Deli, vemos una función de comedia, nos montamos en bici por Central Park, vemos un espectáculo en Broadway, visitamos el Museo Metropolitano y disfrutamos las vistas sobre Manhattan desde la azotea del hotel.

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11Solo por Nueva York

Me despido de Megan y estoy solo en la gran ciudad durante 24 horas. Me subo al parque del Highline, visito el memorial del 11S, me emociono al ver el atardecer sobre la siluetea famosa de Manhattan y luego me pierdo en el metro de salida de la ciudad.

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12Búfalo

Vuelo a Búfalo para pasar unos días con Kevin y James en su ciudad. Me enseñan lo más destacado de la ciudad y su comida y pasamos un día de hilaridad en la feria. Le pongo lazo a mi viaje con una borrachera con Kevin y vuelo de vuelta a Europa con una resaca importante.

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13Toronto

Mientras estaba con Kevin y James, Kevin y yo fuimos a Toronto un día de excursión. Paramos en las Cataratas de Niagara y luego exploramos la ciudad canadiense antes de volver a Búfalo.

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Si no quieres estar volviendo a esta página todo el rato, también puedes empezar con la primera entrada y luego hacer clic en “Siguiente entrada” en el pie de cada página para leerlas todas en orden.

Espero que te guste esta serie de entradas que documentan un mes loco por Canadá y el noreste de los Estados Unidos – ¡yo sí que me lo pasé pipa!

09.10.22 — Diario

Toronto

Como mencioné en mi entrada de blog acerca de los días que pasé en Búfalo, Kevin y yo también pasamos un día de excursión en Toronto. Este viaje nos sacó de Búfalo y de los Estados Unidos para Canadá, pero primero tuvimos que hacer una parada en la frontera entre los dos países.

He de admitir que tras tantas semanas en los EEUU y un rato bastante ajetreado en Nueva York, se me había olvidado por completo que Kevin y James viven cerca de una maravilla natural icónica: las Cataratas de Niagara. Tenía muchas ganas de ver las caídas famosas, así que aparcamos en el lado canadiense del Río Niagara y nos dirigimos hacia la columna inmensa de rocío.

Suena muy cliché, pero la verdad es que me emocioné incluso antes de ver las caídas en su totalidad. Tan solo estar cerca del agua y ver la inmensa cantidad que caía libremente desde lo alto de las cataratas me dejó muy impresionado. Luego tuve que reprimir una lágrima al ver la panorámica de las caídas en toda su gloria.

Las fotos que he incluido – igual que cualquier vídeo que he visto de las cataratas en el pasado – no hacen justicia al lugar. Nunca me había imaginado el tamaño monumental de todo. Fue realmente imponente.

Otro aspecto que no se aprecia en fotos es como te rocía la espuma generada por las cataratas: ¡nos empapamos! Hacía un día soleado y caluroso así que el frescor era bienvenida, menos mal.

También molaba mirar por el río hasta el lado estadounidense.

Tras una visita a la tienda de regalos y los servicios, nos volvimos a subir al coche y nos acercamos al centro de la ciudad. Kevin y yo montamos un buen karaoke por el camino, cantando unos clásicos españoles a toda voz por las carreteras canadienses.

Al llegar en la ciudad, Kevin traspasó por completo una acera en el coche a modo de atajo para entrar en el parking. ¡Incluyo esta anécdota porque fue un momento graciosísimo!

Nos pillamos unos abonos de transporte público y fuimos al barrio gay de Toronto, donde tomamos una copa e hicimos alguna que otra compra. Todo el rato fingíamos ser señoras españolas que sobrestimaban su nivel de inglés. ¡Qué gracia nos hacíamos!

Kevin luego hizo un plan de otras cosas que deberíamos hacer y ver en la ciudad. Pasamos por la plaza principal de Toronto, el antiguo ayuntamiento, un mercado famoso y luego el distrito de destilerías.

Las calles torontonianas son bonitas y enmarcan la silueta icónica de la ciudad.

Este distrito de destilerías fue justo eso, un barrio entero compuesto por antiguas cervecerías y destilerías que se habían convertido en una zona moderna de restauración. Encontramos un bar que tenía una mesa libre en su terraza y nos sentamos a tomar una pinta para ponerle lazo a nuestro día en Toronto.

El distrito de destilerías me gustó mucho, fue la guinda del pastel que fue Toronto.

Al pasar el día a ser la noche, volvimos al coche y empezamos nuestro viaje de vuelta a los EEUU y Búfalo. Kevin quería llevarme a cenar en un sitio cuyo nombre era un secreto, pero el tráfico al salir de torno nos detuvo un buen rato así que tuvimos que recorrer a una cena de pollo frito en Jim’s Stakeout. Esto supuso un presagio de la noche siguiente, ¡en la cual acabaríamos los dos en el mismo sitio en la madrugada y en un estado algo cuestionable!

Tras confundir las fechas y decir al agente de inmigración que había llegado a los Estados Unidos el día 24 de agosto – una fecha que aún no había pasado – por milagro me dejó entrar. ¡Creo que ni se dio cuenta de mi error monumental!

Me pasé un día estupendo en Toronto y en las Cataratas de Niagara (cuyo nombre llevo escribiendo mal toda la vida, ups). Kevin fue un guía turístico fabuloso y la mejor compañía posible para una excursión en una nueva ciudad.

Después de este viajecito volvimos a Búfalo, así que si llegaste en esta entrada desde aquella, ¡te toca volver!

02.10.22 — Diario

Búfalo

Tras unos días en Nueva York era hora de que fuera a la última ciudad de mi vuelta de un mes por Canadá y los Estados Unidos: ¡Búfalo! No es una ciudad típica que visitan los turistas, pero iba a ver a dos personas muy especiales: ¡Kevin y James! Conozco a Kevin desde hace tiempo ya y conocí a James cuando vino a Inglaterra y luego cuando pasó por España durante unos días, pero ahora tocaba ver a los dos en su propia casa.

El vuelo desde Nueva York fue rápido y en nada me vino a recoger Kevin del aeropuerto en Búfalo. Pasamos todo el viaje a su casa hablando y cotilleando. En casa, James había preparado una cena casera de pollo, macarrones con queso, verduras y pan de maíz. ¡Estuvo todo delicioso!

Tras cenar, deshice la maleta y me instalé en la habitación. Después fuimos al centro de Búfalo y a un bar para tomar unas copas. Kevin y yo nos pusimos contentos con cócteles de vodka y bailamos y cantamos un poco. Luego volvimos a casa, donde Kevin y yo pasamos el rato hablando hasta la madrugada.

El día siguiente nos despertamos un poco afectados tras tan solo dos cócteles, pero en nada estuvimos de pie y salimos a explorar un poco. Cogimos el coche al centro, donde entramos en el edificio alto y ornamentado del ayuntamiento. El interior supuso una sorpresa bonita gracias a su arquitectura y arte en el estilo Art Deco.

El ayuntamiento de Búfalo tiene mucha presencia en el centro de la ciudad.

Nos metimos en el ascensor y subimos hasta la última planta para ver otra sorpresa. Vimos unas vistas panorámicas sobre la ciudad y el lago Erie. Saqué unas fotos y James me enseñó unos de los sitios más importantes desde este mirador en las nubes.

Al salir del ayuntamiento, subimos una calle y a un hotel para pillar un café. James y yo cotilleamos unas de las salas enormes del hotel mientras Kevin fue a coger las bebidas. Luego reconvenimos en el coche para acercarnos a otro barrio de la ciudad.

Me gustaron mucho estas ilustraciones en la pared del hotel.

Paramos por el camino para ver un mural que James quería enseñarme, donde me sacaron una foto a modo de prueba de que había visitado Búfalo, Nueva York. Si esto te parece confuso, es porque la ciudad de Nueva York se ubica en el estado de Nueva York, en el cual también se encuentra Búfalo. No sé tú, pero a mí nunca me enseñaron la geografía de los Estados Unidos, por lo cual acabo de enterarme de todo esto en estos últimos años…

Para reiterar: ahora andaba en Búfalo en el estado de Nueva York.

Desde allí bajamos al puerto, donde vimos algunos puntos de interés. Echamos un ojo a unos barcos y submarinos militares retirados del servicio y me sacaron una foto con Shark Girl (“la chica / tiburón”), una escultura famosa a nivel local. No pondré aquí la foto ya que salgo horrible…

En nada el cielo se empezó a oscurecer gracias a unas nubes grises sospechosas que empezaron a formar, así que nos acercamos a la seguridad del coche mientras esperamos a que empezara a caer la lluvia. Fuimos a un supermercado que yo quería visitar, efectuando una parada en el camino para pillar unos bagels en Tim Horton’s (una cadena canadiense de cafeterías). ¡Seguía mi obsesión por los bagels tras los que había probado en Nueva York!

El supermercado en cuestión fue Trader Joe’s, en donde compré comida y picoteo para mi visita. Luego nos acercamos al supermercado que prefieren Kevin y James. Este sitio fue guay y tenía unas galletas fabulosas, pero se me hacía muy grande y estresante, como suele ser el caso con los supermercados estadounidenses. Me pillé una lata de root beer y descubrí que sabe a zarzaparrilla – ¡me encantó!

De camino a casa paramos en un centro comercial, donde quería comprarme unas nuevas zapatillas pero al final acabé comprando unos vaqueros. Me tuve que sacar una foto con la bolsa de Old Navy y enviarla a Megan y amigos en Vermont – ¡les flipa esa tienda!

Luego paramos a coger algo de cena: pizza y alitas de pollo. Búfalo se conoce por estas dos comidas ricas así que tenía ganas de probarlas. La pizza estuvo rica pero la estrella fueron las alitas. Tenían una sala ligeramente brava y venían acompañadas por una salsa de queso azul. ¡Riquísimo!

Ahora toca un intervalo mientras Kevin y yo nos acercamos a otro sitio un día…

El día siguiente Kevin y yo cruzamos la frontera con Canadá y fuimos a Toronto a pasar el día, pero eso lo quiero dejar para otra entrada de blog. ¡Dejaré aquí en enlace cuando esté subida!

Ya de vuelta a Búfalo el día siguiente, James y yo andábamos sin Kevin durante la mañana ya que había tenido que ir a trabajar. Los dos nos subimos al coche y dimos una vuelta por la ciudad para que James me pudiera enseñar unas de las joyas arquitectónicas y barrios icónicos de Búfalo. Fue una vuelta bien interesante y fue una pasada tener a un guía que sabe qué tipo de cosas me gustan.

Después fuimos al campus norte de la Universidad del estado de Nueva York en Búfalo (un nombre bien largo) para recoger a Kevin. Antes de irnos del campus dimos una vuelta para que yo cotilleara el sitio. Me interesaba ver una universidad estadounidense tras haber visto el instituto en Burlington. Era interesante pero teníamos sueño y hambre así que encontrarnos con el ganso agresivo del campus fue una señal suficiente para que nos fuéramos.

Comimos en un sitio que se llama Rachael’s, dónde pedí una comida ligera de una ensalada de pollo ya que mi cuerpo estaba pidiendo algo verde a gritos tras unos días de gula completa y absoluta en Búfalo, Toronto y Nueva York. También fue buena idea comer algo sano antes de ir a nuestra siguiente parada: ¡la feria!

Tras ver lo que para mí supuso la primera atracción de la feria, una discusión entre un asistente del parking y un hombre bien cabreado, pillamos las entradas y nos metimos dentro. Vimos unas vacas y otros animales, pero lo que más me llamaba era la gente de la feria. Empecé a entender la antropología – el estudio de las personas y el comportamiento humano.

James quería enseñarme una sección extraña de la feria, en donde se habían otorgado premios por todo tipo de curiosidades, entre ellas la presentación de verduras en vinagre y luego una serie de fotografías patrióticas. Una vez de vuelta al aire libre, me pillé una limonada fresca y nos acercamos a la parte de la feria que más me interesaba a mí: ¡las atracciones!

Me encanta esta foto con todos los colores y la energía de la feria.

No conseguí liar a Kevin y James para que se subieran al Ratón loco o los Coches de choque, así que tuve que conformarme con un viaje en la noria. Esto me supuso una sorpresa agradable ya que proveía unas vistas estupendas sobre la feria enorme desde lo alto.

Luego gasté los puntos que me quedaban en subirme a una monstruosidad que se llama Cero gravedad. Siempre había querido subirme a esta atracción que consiste en una estructura cilíndrica en la cual te quedas de pie mirando al centro con tu espalda pegada a la pared. Me instalé en la atracción con cuatro niños pequeños como compañía – mala señal.

La máquina empezó a girar cada vez más rápido, empujándome a la pared con las fuerzas que se generaban. Luego vino el momento más terrorífico de la experiencia cuando la máquina entera empezó a inclinarse hasta que estuviéramos dando vueltas boca abajo como si estuviéramos en una lavadora. ¡Todo esto mientras estuvimos atados con tan solo la fuerza centrífuga generada por los giros!

Esta fue la vista que tuve al subirme a esta cosa terrorífica.

La sensación de que se me estaban revolviendo los órganos durante todo el viaje no fue la más grata, pero me bajé con una sonrisa y me senté un miento mientras recuperara el aire y el equilibrio. Desde allí, fuimos a buscar “I Got It” (“Lo tengo”), el juego de feria preferido de James.

¡Este juego fue una pasada! Había que lanzar pequeñas pelotas de goma desde un banco a una caja con una retícula de 5 × 5 en su base. La pelota acabaría en uno de los 25 cuadrados y el objetivo fue igual que en el bingo, había que gritar “I got it!” si logramos hacer una línea de cinco pelotas.

No tengo las palabras para expresar lo adictivo que era este juego. Nos quedamos allí jugando hasta gastar todos los dólares físicos que llevábamos encima. No ganamos nada más allá de un juego gratis en un momento, pero valió la pasada ya que nos lo pasemos súper bien. Y oye, ¡en algún momento iba a tener que gastar esos billetes antes de irme del país!

Dinero gastado, entramos en una nave que me pareció un poco turbia gracias a los vendedores pesados, pero por lo menos disponía de aire acondicionado para que nos refrescáramos. Al salir nos topamos con un desfile de caballos y luego fuimos a buscar una comida típica de estas ferias: Oreo fritas. Estos dulces son justo eso: galletas Oreo que se fríen en una masa parecida a la de un donut. No me gustaron mucho, así que me pillé una bolsa de palomitas saladas y dulces – ¡eran frescas y deliciosas!

Luego echamos un ojo a unas autocaravanas, cosa que me horrorizó al fijarme en el exceso que es que la gente tenga una segunda casa vacía y aparcada en su jardín. Sí que me gustó la bebida que pedí después, que era como una zarzaparrilla pero más fuerte. ¡Sigo mosqueado conmigo mismo porque se me ha olvidado por completo cómo se llama!

Se estaba poniendo tarde y algo caliente, así que volvimos al coche y luego a casa. James tuvo que ir a trabajar, así que Kevin y yo andamos a la estación de metro más cercana y lo cogimos hasta el centro de la ciudad para pasar juntos mi última noche en las Américas.

El metro tenía unas pintas horribles pero esto ya no me sorprendía: los Estados Unidos es un país en el cual no se monta nada bien el transporte público. El tren llegó puntual y estaba limpio, así que no me puedo quejar. Nos dejó al lado del puerto que habíamos visitado unos días antes, desde donde nos acercamos a una bierhaus para disfrutar de comida y bebidas alemanas.

Pedimos unas jarras enormes de cerveza que se parecían a las que tomaba siempre en las festivales de cerveza en Herzogenaurach. A pesar de pedir también unas salchichas alemanas, la cerveza empezó a hacernos efecto y nos pusimos a charlar con la camarera y yo cantaba unas de las canciones alemanas que conocía gracias a Luisa y los viajes que he realizado a su pueblo en Alemania.

James eventualmente vino a recogernos y hizo bien en hacerlo ya que Kevin y yo estábamos bastante contentitos. James andaba reventado tras un día largo en el trabajo así que se fue a casa, dejando a Kevin y yo en un bar por el camino. Allí pedimos unos gin tonics y la cosa se nos fue de las manos: acabamos en un figón llamado Jim’s Stakeout donde pillamos unos bocadillos de pollo frito.

Tras coger un taxi de vuelta a casa, me desperté el día siguiente con una resaca monumental y el agobio de tener que hacer la maleta y salir de casa antes del mediodía para coger el vuelo de vuelta a Europa. No sé cómo pero de alguna manera conseguí hacerlo todo, aunque sí que empecé a morirme un poco durante el viaje en coche al aeropuerto.

Hubo una cola de coches importante en la frontera con Canadá, donde el sol empezó a brillar y calentar el coche mientras yo me arrepentía de haber bebido tan solo una gota de alcohol. Sobrevivimos la entrada a Canadá, y en nada tuve que despedirme de Kevin y James en el aeropuerto de Toronto en medio de una tormenta de lluvia que había brotado sobre la ciudad.

Desde allí tuve que aguantar la pesadilla que fue el vuelo de vuelta a Madrid, que incluyó un transbordo de cuatro horas en Lisboa. Andaba muy resacoso y con el estómago revuelto durante el vuelo sobre el Atlántico, cosa que no fue ayudad por el bebé llorón en la fila en frente de mí ni el hecho de estar atrapado en una butaca entre dos otras personas con espacio limitado para mis piernas. Y más, tuve que hacer el transbordo de manera manual en el aeropuerto de Lisboa. Es decir que tuve que pasar por inmigración, recoger mi maleta de la cinta y luego volverla a facturar. ¡Una pesadilla!

Pero no puedo dejar que este viaje poco grato de vuelta a mi continente nativo de Europa arruine los recuerdos excepcionales que hice en Búfalo con Kevin y James. De las exploraciones de la ciudad hasta momentos destacados como la feria y toda la comida deliciosa que comimos, doy las gracias a Kevin y James por acogerme en casa y enseñarme su ciudad. Fue una manera muy bonita de acabar mi viaje por las Américas, pero más que nada me encantó poder reunirme con los dos y pasar tanto tiempo juntos.

Ahora de vuelta a Madrid, casi me dormí en el taxi de vuelta a casa, donde llegué y descubrí que habían sobrevivido las dos plantas que había dejado en casa con un sistema automático de riego. Me fui directamente a la cama a echarme la siesta, después de la cual deshice la maleta y me tumbé para pasar una noche tranquila viendo Legalmente Rubia: El Musical.

¡Menudo viaje!