Monthly Archives: January 2021

23.01.21 — Diario

Borrasca Filomena

Ya llevamos tres semanas viviendo en 2021, y el año ya ha arrancado fuerte, desde el drama en los EEUU, la borrasca que ha pasado por Madrid y el fallecimiento de mi abuela. Llevo casi tres semanas de vuelta en España, ¡y mucho ha pasado en tan poco tiempo!

En el trabajo, el año ha empezado con bastantes cosas por hacer, con muchos proyectos y retos nuevos para abordar. Erretres nos ha dado mucha flexibilidad a la hora de decidir si trabajar desde casa o ir a la oficina, cosa que ha sido maravillosa, pero suelo optar por la opción de viajar todos los días a la oficina. Como mencioné al empezar la primera cuarentena, la separación mental entre mi lugar de trabajo y mi espacio de descanso me es bastante importante, y así estoy consiguiendo que mi piso se vuelva en un sitio cómodo y relajante para que pueda descansar.

Las tardes de relajación tienen que iluminarse por una paleta cromática así.

La gran noticia estas semanas, sin embargo, fue la borrasca que pasó por Madrid y que causó un desorden sin restricciones desde entonces. Me sorprendió aprender que dicha borrasca se había denominado “Filomena”, ya que mi difunta abuela se llama “Philomena” (la “ph” suena “f”). ¡Ya bien sabía que no se iba a ir de este mundo sin causar un buen caos!

Y bueno, fue un caos de verdad que causó. Empecé el finde sin ni saber que Madrid se estaba preparando para afrontarse con la borrasca, por lo caul casualmente bajé al IKEA en el sur de la cuidad para comprarme una nueva mesa tras sentarme encima de la anterior y romperla. Ya nevaba cuando salí de la casa, pero suponía que iban a caer unos diez copos que luego durarían en el suelo unos cinco minutos…

Bueno, llegué a la parada de Metro en el sur para encontrarme con una capita de nieva que sí que estaba cuajando, y tuve que avanzar por un viento cada vez más potente que estaba salpicando cada superficie con nieve. Luego llegué al centro comercial y me encontré con una extraña falta de gente y la mitad de las tiendas o ya cerradas o bajando frenéticamente sus cortinas, cosa que me parecía muy rara dado que eran las 7pm de un viernes.

Algunos entraron en pánico, otros pidieron tranquilamente un cono de churros recién fritos.

Continué caminando por el centro comercial y hasta IKEA situado en el otro lado, y que se encontraba también bastante vacío. Al principio suponía una experiencia bastante buena: ya que no había ni dios, pude probar todos los sofás y mesas que me diera la gana sin tener que preocuparme de la distancia social – ¡tal como en los viejos tiempos!

Más luego, alrededor de la zona de las cocinas, el ambiente cambió algo y me empecé a sentirme raro. Ya andaba por una exposición bastante vacía – al parecer hasta había desaparecido el personal. En breves sonó el anuncio inevitable: ya iban a cerrar la tienda por la situación meteorológica. Me acerqué a la salida, abandonando la búsqueda de la mesa y optando por unas plantas pequeñas que serían más fácil de llevar conmigo.

Fue entonces, al pisar el exterior, que la gravedad de la situación se me pegó. Solo había estado confinado dentro de la caja de acero que es IKEA durante una hora o así, pero las condiciones fuera habían empeorado dramáticamente. Una capa de nieve de unos 5cm ya cubría todo, y no había señal de que la tormenta polar se fuera a detener. El parking se encontraba casi vacío, los coches que quedaron iban resbalando hacia las salidas. Me fui hacia el Metro con bastante prisa, esperando que su naturaleza subterránea lo hubiera protegido de la nieve, pero tan solo llegar me era difícil por los vientos fuertes y la caída de nieve casi horizontal que insistía en pegarme directamente en la cara.

Luché contra los vientos fuertes y la caída de nieve casi horizontal que insistía en pegarme directamente en la cara.

Afortunadamente logré volver a mi parada de Metro local, Delicias, pero me esperaba una sorpresa al volver al nivel de la calle. Durante el viaje estaba preguntándome si solo la zona alrededor de IKEA se veía afectada desproporcionadamente por su ubicación fuera de la zona densa del centro. Mi teoría se tumbó, no obstante, el encontrarme con una calle que lucía igual que el parking de IKEA. Con cuidado me acerqué a casa, deteniéndome solo para pillar una pita de pollo de un bar libanés local. Una vez en casa encendí la calefacción, puse unas velas y me fui a la cama preguntándome cómo sería el día siguiente.

Ya que vivo en un interior, me desperté sin saber muy bien cómo sería la situación en las calles. La única pista que tenía fueron los ventisqueros que se habían acumulado en las ventanas de mis vecinos. Después de una mañana de vaguear (era un domingo), decidí salir a ver que tal el tema de la dichosa nevada.

Como bien ves, las escenas que se presentaron eran algo apocalípticas. Ramas enromes habían caído por el peso inmenso de la nieve y se encontraban tumbadas encima de coches y en plena carretera. Algunas familias habían salido a construir muñecos de nieve o lanzar pelotas de nieve, pero la mayoría de la gente en la calla andaba como yo: dando vueltas por su barrio para ver estas escenas tan extrañas.

Dentro de poco el frío se me hacía demasiado, y luego casi me caí por una depresión en el superficie que no se veía por estar tapada por medio metro de nieve. Esta caída me dejó con la bota mojada y de mal humor, así que volví a casa para secarme antes de salir al supermercado. Eso al final fue otra vuelta poco productiva, ya que se había cerrado antes el Mercadona por la nieva, así que regresé a casa y me apañé con una lata de crema de champiñones.

Estar mojado y con frío se arregla fácilmente en casa con unas velas encendidas.

Una vez acabado el finde tan nevado, pensé que la nieve tardaría poco en derretirse y que el caos se iba a relegar a un recuerdo, pero me equivocaba. El viaje a la oficina supuso un ejercicio en intentar no caerme patas arriba en la cuesta helada que era la calle de la oficina. Las condiciones se empeoraron con el paso de la semana, ya que se acumulaban bolsas de basura en las calles y caían trozos peligrosos de nieve e hielo desde las cornisas.

Más luego, y con una semana laboral ya acabada, tocó descansar y disfrutar un finde bien tranquilo. Arranqué todo el viernes, al salir a comer unas tapas catalanas con mi compañero Jesús. El día siguiente bajé a visitar el nuevo piso de mi excompañero Luis, donde andaba colocando sus plantas justo antes de la gran mudanza al barrio la semana siguiente.

Después de unas copas de vino y picar un poco de chosco de tineo (que cosa más rica, por favor) en una vinoteca local, dejé a Luis para quedar con Napo en Five Guys. Habíamos quedado en cenar una hamburguesa y ponernos al día después de vernos la última vez justo antes de mi viaja a Inglaterra para pasar la Navidad. El domingo salí a comer fuera una vez más, tomando unos pinchos y cañas con Sara en la azotea del El Corte Inglés de Callao.

Este finde bonito luego dio paso a una semana que ha resultado ser algo de una aventura, pero ya tendré que dejar esa historia para la siguiente entrada de blog. Con decir que ando en Inglaterra escribiendo esta, ¡creo que os da bastante pista con respeto a lo alterada que ha sido! Hasta entonces…

14.01.21 — Diario

Un Año Nuevo sombrío

Mi última entrada de blog, como mencioné al concluirla, era la primera de una serie de dos partes que habla de mi vuelta a Inglaterra para Navidad y el Año Nuevo. Dejamos la historia durante una Navidad muy movida, pero después del 25, nuestras actividades se volvían algo más tranquilas por causa de unas noticias que recibimos el día 26.

Nos contactaron ese día para avisarnos que mi abuela había dado positivo por la COVID-19. Mis padres fueron a visitarle, pero mi hermana y yo no podíamos por el estado de la situación del virus en el Reino Unido. Los siguientes días fueron bastantes apagados mientras mis padres seguían visitándole, y solo existía el camino diario por el prado para mantenernos la mente ocupada.

Aunque teníamos los ánimos muy bajos, debo decir que nunca he visto jamás escenas tan bonitas en el pueblo en el que crecí, Worsthorne. Nevó durante unos días y disfrutamos una serie de atardeceres de invierno gloriosos, dos factores que combinaban para ofrecer unas vistas impresionantes por el campo.

Ya que estos días antes del Año Nuevo se pasaron en familia, y porque saqué tantas fotos a estos momentos al aire libre, ahora compartiré estas fotos de manera ininterrumpida antes de hablar del Año Nuevo al final de esta entrada de blog.

Como bien se ve, tuvimos la suerte de ver unas vistas flipantes durante estos últimos días del año 2020. Todos los planes que pudiéramos haber tenido al final se tuvieron que dejar de lado, sin embargo, cuando nos avisaron que la salud de mi abuela había empeorado. Mis padres volvieron a visitarle, así que di la bienvenida al Año Nuevo viendo los fuegos artificiales de Londres en la tele antes de irme a dormir.

El día siguiente, el primero del 2021, me desperté a la noticia que mi abuela había fallecido.

En vez de hablar de los siguientes días de mi estancia en Inglaterra, me gustaría hablar un poco de mi Abuela Mena (se pronuncia “mina”). Pocos habréis tenido la suerte de conocerla, pero los que sí tendrán muchos buenos recuerdos y historias graciosas, así que esto lo mantengo breve. 

Puede que mi abuela fuera de las personas más influéncialas en mi vida. Desde una obsesión con las bombillas a un odio hacia las bananas, tuvo un papel enorme en determinar la persona que soy hoy — ¡pasé tanto tiempo con ella de pequeño que era imposible que no lo hiciera! 

Cuando era un bebé, mi abuela solía apagar y encender las luces de la sala, diciendo “light, light!” (“¡luz!”) mientras lo hacía. La primera palabra que dije entonces fue “light” en vez de lo típico de “mamá” o “papá”. A partir de estos comienzos tontos, desarrollé un aprecio y obsesión con todo lo relacionado a la iluminación – algo con lo que me he quedado hasta el día de hoy. Es el por qué uso una bombilla como logotipo personal — un logotipo que hoy en día tiene una presencia mínima en mi web, pero que voy a utilizar para firmar esta entrada de blog.

Debería también explicar la anécdota de la banana. Cuando no estaba intentando saltar los plomos de mi casa, mi abuela estaba volviéndole loca a mi madre con su insistencia que comiese yo una banana cada cinco minutos. Mi madre me dejaría con mi abuela durante cinco minutos, y al volver descubriría que tenía yo el delantal manchado con pulpa de banana. Luego mi made le cuestionaría si me había dado otra banana, y mi abuela respondería siempre con un “¡no!” incrédulo. 

Estas son dos anécdotas que creo que ilustran perfectamente lo que quiero compartir con el mundo de mi abuela: su gran influencia en mi en todos los mejores sentidos, y su personalidad cálida, cariñosa y traviesa.

Todo el mundo la conocía como una irlandesa tenaz que te ofrecería un mordisco de lo que estaba comiendo igual que se detendría por la calle para hablar con todo el mundo, fuera quien fuera. Cierto que se encontró con dificultades durante su vida, desde su inmigración a Inglaterra siendo sólo una niña a perder a su marido cuando solo tenia 46 años, y más luego la debilitación de su vista y luego su memoria. A pesar de todo esto, sin embargo, su sentido de humor y naturaleza cariñosa perseveró hasta el final, y estarán siempre presentes en los buenos recuerdos y las frases graciosas que nos regaló con el paso de los años. 

No soy una persona religiosa, así que creo que ya se ha ido de este mundo, pero me conforta mucho el saber que su legado perdurará por las generaciones. Como dije al principio – y siéndolo una obsesión con las bombillas o una aversión hacia las bananas – su impacto seguirá vivo a través de mí, y seguro que a través de muchos mass.

Quisiera concluir esta celebración breve de su vida en la manera en la que siempre firmó todo lo que me escribió:

God bless. (Que Dios te bendiga)

09.01.21 — Diario

Una Navidad a prueba del virus

En mi última entrada de blog antes de volar a Inglaterra a pasar las Navidades, dije que iba a tener que pasar el rato en el “Nivel 3” de la cuarentena británica. ¡No podía haber sido más equivocado!

Mientras me preparaba para irme de vacaciones, nunca podía imaginarme el chaos que estaba al punto de montarse, con las noticias sobre la nueva cepa del virus que se descubrió en Londres y, como secuencia, la introducción del nuevo “Nivel 4” de la cuarentena. El día que volé, intenté leer las noticias lo menos posible, ya que el listado de países que prohibían vuelos procedentes del Reino Unido iba creciendo mientras me acercaba al aeropuerto. Sabía que iba a poder volar a Inglaterra, pero la duda fue que si luego podría volver a España…

Os tengo que dejar en esta situación de suspenso, porque me he pasado: ¡primero tenemos que hablar de las festividades que disfruté en Madrid antes de irme!

La última semana del trabajo llegó, y con ella una cesta sorpresa de productos lujosos que nos regaló Erretres. Esta sorpresa feliz arrancó unos días de tomar y comer con amigos, empezando con unas cañas con Bogar y Hugo en un bar bonito de Malasaña.

La noche continuó con una cena de pizza con ex-compañera Helena, que sufrió un cambio de último momento al descubrir que la pizzería que habíamos elegido tenía el aforo completo. Al final acabamos en un bar castizo, donde por suerte me encontré con Sofía, otra ex-compañera que visitaba Madrid durante unos pocos días.

No hay nada como una buena cerveza después del último día de trabajo.

Llegó el día siguiente y no había descanso, ya que había quedado con Sara y Jhosef para montar una cena al estilo de un bufé en casa. Preparé una selección de sándwiches al estilo británico, junto con unas patatas, chuches y bolas de turrón. Con una copa de vermú en la mano, los tres luego pasamos la noche conversando, compartiendo luego un roscón con chocolate a la taza.

El despertador luego me obligó a madrugar el domingo, ya que tuve que estar listo para coger una llamada de mi hermana para asistir virtualmente una sorpresa que habían montado para la jubilación de mi madre. Una vez vista su salida del trabajo a un ramo de globos, tuve que levantarme porque tuve un montón que hacer ese mismo día.

Tras una mañana pasada lavando la ropa, secando las sábanas, haciendo las mochilas y limpiando el piso entero, me merecía una buena comida fuera. Luego hice justo eso, reuniéndome con Napo en NAP Pizza en Lavapiés, donde una espera para ser sentados resultó ser una bendición, ya que me permitió dar una vuelta a sacar unas fotos bonitas.

Una vez sentados, los dos disfrutamos la mejor y más auténtica pizza de Madrid mientras nos poníamos al día con el cotilleo durante unas horas. Pedí mi pizza blanca favorita (una pizza sin base de tomate), la especial de la casa, y luego me acerqué nerviosamente a casa para acabar el equipaje.

Una pizza con Napo fue una buena manera de acabar el último finde del 2020.

Como mencioné antes, nunca iba a encontrarme con problemas en llegar a Inglaterra, era la vuelta que me tenía preocupado. La ida era un vuelo “normal” (lo más normal posible dada la situación mundial actual), y ya que había cogido un par de vuelos en verano, no me sorprendió mucho la nueva normalidad en el aeropuerto y a bordo el avión.

Aterricé en el RU justo después de la medianoche, y fui recibido por mis padres y mi hermana. Sobra decir que no nos quedamos despiertos durante mucho tiempo, nos fuimos a dormir temprano para descansar ¡antes de las preparaciones para la Navidad!

El primer momento de espíritu navideño era un intercambio de regalos con medidas de distancia de seguridad que realicé con Abi y Danni. Nos vimos en las alturas ventosas de una aldea que se llama Hurstwood, y aproveché para sacar unas fotos del embalse durante la tarde nubosa…

El siguiente camino tomó lugar en mi pueblo en Nochebuena, y nos llevó por una carretera de barro que sube por la sierra detrás de mi casa. Aunque me quejaba de no estar lo suficiente en forma como para andar tanto, mi pueblo pequeño y los prados expansivos se veían resplandecientes en el sol bajo del invierno.

La iglesia de Worsthorne siempre supone una vista acogedora al llegar a casa.

Volvimos a casa con ganas de un pastel y tazas de té después del camino, y por suerte pudimos hacer justo eso, ya que mi madre había pillado una selección de magdalenas caseras de una pastelería local. Estuvieron riquísimas y nos vino bastante bien la energía, ¡porque el siguiente evento en nuestro calendario de Nochebuena era un concierto de villancicos en la plaza del pueblo!

Naturalmente llegamos tarde a dicho concierto, así que al llegar ya estuvo pasando Santa Claus por la plaza en su trineo (que se parecía sospechosamente a un remolque, pero Papá Noel sí que es mágico al fin y al cabo…). Nos quedamos para cantar una de las últimas canciones, pero la alegría vino principalmente del ver a tanta gente junta – aunque mantienendo la distancia de seguridad – para celebrar la Navidad.

Al volver a casa disfrutamos otro capricho de Nochebuena, que tomó la forma de una nueva costumbre familiar que ha montado mi madre de regalar unas cositas pequeñas en Nochebuena. Este año se superó, nos encontramos con unas bolsas de papel llenas de todo tipo de regalitos encima del mantel de papel rojo: una necesidad tomando en cuenta la otra costumbre de la familia Briggs en Nochebuena: ¡una cena india!

Las decoraciones junto con las bolsas navideñas crearon una escena muy festiva.

Después de abrir los regalitos y cenar distintos tipos de curry, tocaba irnos a dormir y esperar que nos trajese Papá Noel unos reglaos el día siguiente. Eso mismo hizo, y pasamos una hora o así abriendo los regalos y tragando las chocolatinas que se nos habían regalado: el desayuno típico en nuestra casa en Navidad.

Para comer hubo otra costumbre de las Navidades Briggs: una crema deliciosa de coliflor. Esta comida clave de nuestro menú navideño usualmente la prepara una amiga de la familia, pero este año se encontraba regular, así que le tocó a mi madre prepararla. Era todo un éxito, pero nos dejó algo hinchados, así que salimos a hacer algo de lo que en el pasado me hubiera quejado mucho: un paseo.

Resultó que este camino no suponía tanto caminar como suponía sacarle fotos al cielo, ya que el atardecer que apareció encima del embalse era espectacular. Pasé unos treinta minutos en las orillas del agua sacándoles fotos a los colores que salían en el cielo, que era suficiente tiempo para que mi hermana y madre caminasen el perímetro entero del embalse.

Estoy algo acostumbrado a ver colores bonitos en el cielo, pero nunca en un lugar tan abierto y pintoresco.

Una vez de vuelta a casa, tocó la cena de Navidad tradicional, completa con todos los clásicos británicos: pavo, verduras, patatas y salchichas enrolladas en beicon. El postre era uno de los mejores trifles (un bizcocho borracho con frutas, gelatina de fresa, crema y natillas) que había hecho mi madre jamás. ¡Este año le echamos bastante jerez!

Todo esto nos llevó al final de la Navidad y el final de la primera parte de mis crónicas de las dos semanas que pasé en el Reino Unido. Hay más fotos que compartir de las escenas nevadas que se montaron después del día 25, pero tendrán que esperar hasta la próxima…

02.01.21 — Diario

Carrete de bloopers: 2020

En un año que ha parecido un error gigante, aún he podido encontrar unas fotos tontas de los últimos doce meses, aunque ha habido pocos viajes y unos dos meses pasados en cuarentena. Pero venga, vamos a por ello con las fotos del primer mes…


Enero

Pirata Briggs

Meses antes de la época de taparnos la boca y la nariz, me regalaron un parche mientras estábamos todavía en nuestra oficina anterior.

El borracho del bingo

Mientras visitaba Murcia, publiqué un par de fotos de un evento de bingo que disfruté en el centro de mayores local. Lo que no mencioné fue que hubo un aperitivo en medio, durante el cual me pusieron un vasito de vino…

Abre

Ahora que vivo en España y tengo que ir a un dentista privado (en Inglaterra es todo público), nunca me habían tratado tanto los dientes. Esto supone el uso de un aparato extraño que nunca me habían colocado, así que naturalmente tuve que hacerme un selfie.


Febrero

Reina de los memes

Durante el discurso que di en el Prisma Design Fest, hablé de mi cuidad natal (Burnley) y enseñé algo de los últimos trabajos de Erretres, pero también presenté un par de memes…

Yin Yang

Un día en la oficina, mi compañera María y yo vimos que habíamos venido vestidos uno como el inverso del otro…

La emoción de Ámsterdam

En la entrada de blog de mi viaje a Ámsterdam con mi compañera Zoe, no salí en ninguna foto. Esto suele pasar en estas entradas ya que soy el que está tomando las fotos, pero Zoe luego me pasó algunas de las suyas. Al final no publiqué ni una ya que salgo algo picado en todas…


Marzo

Las locas

Una de las últimas quedadas antes de la llegada del virus fue para ver el espectáculo de La jaula de las locas con Bogar y Hugo…

Una pata coja

Justo antes de ser encerrados en nuestras casas por la pandemia, salí con Luis y sus amigos para celebrar su cumpleaños. Uno de sus amigos incluyó un pie falso en una caja de nuevas zapatillas, un pie que luego nos acompañó durante toda la noche…

No salga

Una vez encerrado en mi piso aquel jueves por la noche, pensé que vendría bien apoyar una silla contra la puerta y dejarme una nota que me recordase de no salir…


Abril

La vida en cuarentena

Abril, el mes de mi cumpleaños, también fue el mes que nos encontramos completamente encerrados. El cambio supuso el inicio del teletrabajo, así que muchas reuniones virtuales se pasaron comiendo en secreto…

Pantallazos guapísimos

Además del trabajo, tuvimos que hacer nuestra vida social online también, cosa que nos obligó a estar hablando constantemente por FaceTime/Zoom/Skype/Hangout. Sacamos unos pantallazos durante los meses, pero unos salieron más guapos que otros…


Mayo

Es Carole Baskin

Uno de los mejores momentos de la cuarentena tuvo que ser el quiz que hicimos Danni, Abi y yo mientras disfrazados. Me vestí de la famosa Carole Baskin, cosa que publiqué, pero nunca publiqué una foto de la sesión extensa de maquillaje…

Parece legítimo

Todos recordamos la locura del papel higiénico y el caos cuando la gente empezó a almacenar comida, pero nadie ha hablado de la falta de guantes desechables en mi supermercado local. Intentaron engañarnos con esta sustitución patética, pero a mí no me tenían engañado…

Somos libres

En mayo, por fin nos dejaron pisar la calle, y para celebrar la ocasión el ayuntamiento de Madrid peatonalizó una serie de calles por el centro. Dentro de poco se convirtieron en ríos de gente caminando mientras manteniendo la distancia de seguridad.

El shooting

Poco después, nos dejaron visitar a grupos de amigos, así que Jhosef vino a casa a grabar unos vídeos para su TFG…


Junio

Mi ordenador profesional

Como parte de uno de mis proyectos del trabajo, tuve que preparar un documento en un formato que no funciona con Mac, así que me enviaron un ordenador anciano de Windows para realizar la tarea…

Mensajes ominosos

Tengo que compartir esta nota informativa que encontré en la puerta del Retiro, que la entendí como “ya verás como se te cae un árbol encima”…

La fiesta del coche

Una vez finalizada la cuarentena, en la oficina montamos una “fiesta” respetando la distancia de seguridad, y para ir allá volvimos a hacer la “lanzadera mañanera” que hacíamos en viejos tiempos…


Julio

Explorando Madrid

El mes de julio empezamos a volver a algún tipo de normalidad, así que Jhosef y yo exploramos unos rincones de Madrid que nos gustan. Esta vuelta nos llevó al Templo de Debod, donde aprovechamos de la falta de gente para montar un shooting…

Selfies descartados

También queríamos comer fuera lo más posible por si nos volvían a confinar, y durante estas comidas sacamos unos selfies poco bonitos. No sé que está pasando en este…

Rata de la calle

Jhosef también encontró unos muebles excelentes por las calles en el camino e insistió que le sacase unas fotos, así que supongo que quisiera que las publicase yo aquí…


Agosto

Bolas sorpresas

En agosto tuve la suerte de visitar Murcia y Tenerife, donde vi estas sospechosas bolsas de sorpresas en un mercado pequeño. Pensé que, para que montase una sorpresa de verdad, podría comprarme una y pasar por el control de seguridad del aeropuerto sin abrirla antes…

El mejor modelo

A finales de mi viaje a Tenerife, intenté sacarme unas fotos encima de un cabo al lado de una luz roja, pero creo que el perrito de Cami salió mejor que yo al final…

Un nuevo cortecito

El aire marino también me arruinó algo el pelo, pero consideraba que este nuevo estilo igual me podría quedar bien…

Mi nueva banda de amigos

Después del viaje a Tenerife fui a Murcia, donde pasé una semana con mis tíos. También disfruté de pasar tiempo con sus amigos allí, así que nos saqué este selfie a todos en la piscina…


Septiembre

Hon Hon Hon

Me hizo mucha ilusión volver a ver a mi compañera María después de tantos meses de teletrabajo, pero también me hizo ilusión conocer por fin a su gatito Kiwi…

Noches de spa

Si no podía ir a un spa, tendría que traerme el spa a casa, así que pasé muchas noches durante la cuarentena con mi pelo recogido y mi cara cubierta por una mascarilla de Lush…


Octubre

Excursiones

Jhosef y yo seguíamos saliendo de excursión durante el mes de octubre, cuando decidí que quería ver como pintaba el Retiro después de tanto viento otoñal…

Jalogüín

No soy muy fan de esta fiesta estadounidense, pero claro que aprovecharé de cualquier excusa para comprar contenedores llenos de chuches…


Noviembre

Más María, menos pelo

María ha logrado volver a salir en esta entrada de blog, con este selfie que nos sacamos con su nuevo cabello en la mejor hamburguesería de Madrid, El Toril

Una vuelta otoñal

Una vez llegado bien el otoño y mi nuevo móvil, Jhosef y yo salimos a hacer un shooting en una zona de árboles al lado del río. Sé bien que la foto típica lanzando hojas al aire es muy cliché, pero la incluyo…

Píntame como una de tus chicas francesas

También saqué esta foto a Jhosef, que se había echado al suelo al lado de una de las bicicletas que habíamos alquilado…


Diciembre

Noches de vino

Justo antes de salir a cenar con Sara, los dos pasamos un buen rato en casa compartiendo una botella de vino y hablando, durante el que insistió en sacarme esta foto, en la cual salgo como una señorita…

Las alturas de mi edificio

Vivo en un tercero, así que te puedes imaginar el susto que me llevé al bajar un hombre con un cepillo de pintar por fuera de mi ventana mientras andaba yo tumbado en la cama. Resulta que estaban utilizando cuerdas y poleas para pintar las paredes del edificio…

Copas prenavideñas

Justo antes de volver a Inglaterra, me reuní con unos amigos para tomar unas cañas de última hora. Una noche me tomé bastante y me vi con muchos amigos, entre ellos mi ex-compañera Helena…


Así se concluye este repaso de los momentos graciosos de un año que muchos esperamos que nunca hubiera existido. Ha sido un reto, eso sin duda, pero al repasar las fotos en mi biblioteca me he dado cuenta que ha habido unos cuantos buenos momentos entre los difíciles.

Espero que vuestra Navidad haya sido lo mejor posible – dadas las circunstancias – y a seguir trabajando juntos para asegurar que este nuevo año es el mejor y el más libre de virus que sea posible. Aunque no soy fan de los impares y soy bien consciente que a las pandemias globales no les importa el calendario gregoriano, ¡consigamos que el 2021 sea mejor que el 2020!