Monthly Archives: March 2024

31.03.24 — Diario

Hora de celebrar

Últimamente voy con bastante retraso a la hora de escribir el blog, ya que me encuentro ocupado con la programación de mi nueva web y otros proyectos personales que comentaré cuando ya estén un poco más desarrollados. Por ahora, tengo que ponerme al día por aquí, cosa que arrancamos con otra boda más.

Esta vez le tocó a mi excompañera Teresa celebrar su gran día, una celebración que reunió a compañeros presentes y pasados aquí en Madrid. María y yo nos acercamos a la casa de Julia por la mañana, donde los tres nos pusimos elegantes. Yo me trajeé para la ocasión, con el único drama siendo el momento de terror cuando los gemelos que había comprado no cabían en los ojales de mi camisa. Un poco de labor manual de Javier y Julia los colocó en su sitio, con lo cual nos encontrábamos listos para salir.

La ceremonia tuvo lugar en una iglesia espléndida y se siguió por un viaje en bus hasta El Pardo para tomar los canapés y una copa antes de la comida. Esta acabó con una sorpresa final: Teresa y José repartieron tarjetas de bingo y Teresa cogió el micrófono para leer los números en alto con su mejor voz de profesora.

Te puedes imaginar la sorpresa que tuve al ver que me quedaba un solo número, el 27, y luego que fuera justo el número que cantó Teresa. Me puse en pie gritando «¡bingo!» y luego me asombré al verme presentado con una pata de jamón a modo de premio. Nunca he tenido un jamón entero, pero ahora siento que el proceso de yo españolizarme avanza cada vez más rápido.

La comida fue deliciosa y el baile después fue de muchas risas. Teresa me dijo que había incluido una canción en la lista que me iba a gustar después de haberme escuchado ponerla en la oficina una vez. Yo no sabía cuál podría ser. Pensé que tal vez sería Barbie Girl de Aqua, así que me vi bastante sorprendido al escuchar Tarzan & Jane de Toy-Box. ¡Menudo himno!

El finde siguiente volví a bailar (es decir, saltar un poco) de nuevo. Sara, Rocío y yo habíamos comprado entradas al Teatro Barceló, un antiguo teatro que se ha convertido en un club mítico de la vida nocturna madrileña. Ya que no estamos bebiendo alcohol, Sara había descubierto que ponen una fiesta de las 6pm hasta las 11:30pm en la que solo ponen los mejores temazos de los 90 y los 00. ¡Así me gusta!

Nos lo pasamos pipa en la fiesta, bailando la mezcla ecléctica de canciones españolas, europeas y hasta británicas de nuestra infancia. Yo me puse a cantar el himno de Mónica Naranjo que es Sobreviviré con tanta pasión que no me fijé que ya habían encendido las luces y estaban intentando que desalojáramos la sala…

El día siguiente tenía las piernas reventadas, pero el lunes ya había recuperado y me vi en el norte de Madrid para reunirme con un cliente. La reunión la seguimos con una comida entre compañeros, después de la cual me topé con una oportunidad laboral bastante interesante…

¿Estudio de diseño o estudio de asesinato?

La siguiente semana fue algo ajetreada entre el trabajo, el gimnasio, la natación, el desarrollo técnico de mi web, la escritura y la lectura. Veía que me merecía un finde relajado y parecía que el clima madrileño estaba de acuerdo: se puso frío y empezó a llover. Aproveché para cocinar un poco e hice una tortilla de patatas con chorizo. He de decir que me salió bastante rica.

Por la noche Sara y yo nos reunimos para ir al cine, algo que llevo haciendo cada vez más últimamente después de que mi compañero me volviera a enganchar al mismo. Después acabamos en un restaurante de kaitenzushi, comiéndonos todos los platos de sushi que queríamos y charlando hasta la medianoche.

De España a Japón y de vuelta.

El clima feo siguió durante la semana, pero ya estaba bien metido en mi rutina semanal y casi no me enteré del frío. Mis aventuras culinarias siguieron con la elaboración de un crumble de manzana (típico de Inglaterra) y una crema de verduras. A Pedro le di de probar un poco del crumble y le gustó casi tanto como la mantequilla británica que yo había podido comprar mientras estaba en Murcia. ¡Ahora entiende porque los británicos la comemos tanto!

Las reuniones con clientes siguieron con otra que me llevó a un barrio de Madrid que no suelo explorar, aunque ahora he descubierto que mi gimnasio también tiene un local por allí así que igual acabo subiendo más a menudo.

Lo único que me quedaba por hacer ahora era descansar. Bueno, eso y limpiar mi piso, ya que venían unos invitados especiales. Más sobre eso en la próxima…

01.03.24 — Diario

Murcia para siempre

Me siento un poco raro al escribir esta entrada de blog. El año pasado me despedí de Murica cuando mis tíos vendieron su piso y se mudaron de vuelta a Reino Unido para vivir allí de manera permanente. Es verdad que al final de la entrada hice alusión a la posibilidad de que alquilaran un apartamento en Murcia en algún momento. Justo es lo que hicieron hace un mes, así que una vez más busqué un tren y volví al sur de la peninsula para estar con ellos.

Se estaban alojando en un piso en el mismo complejo de golf pero en una ubicación distinta, cosa que se me hizo raro al llegar allí y luego otra vez por la mañana al intentar buscar el bloque correcto. Mi biorritmo me tuvo de pie temprano el sábado así que aproveché para dar una vuelta, pasar por la tienda y disfrutar del sol matutino.

La zona es bonita y lo luce aún más en el sol de la mañana.

Fue un gusto pasar el primer día de relax. Por la tarde teníamos planes para cenar con un par de amigos de mis tíos. Sobre las 8pm los cinco nos subimos al coche y nos acercamos a un pueblo cercano. Allí entramos en el restaurante, cuyos dueños son un tipo chileno y su mujer madrileña, que había visitado por primera vez hace un par de años. En esa ocasión nos lo pasamos pipa, así que tenía ganas de volver.

Este gato nos observaba mientras salimos a cenar.

La comida del restaurante fue riquísima como la última vez. El menú consistió en una serie aparentemente infinite de platos, entre ellos sopas, marisco, carne y bebidas. Dado que la clientela estaba disfrutando de vino ilimitado, las cosas se acabaron animando un poco y el restaurante entero acabó cantando disfrazados en unas pelucas que nos dejaron los dueños. ¡Fue muy divertido!

El día siguiente fuimos a la costa, donde habíamos reservado una mesa en nuestro bar de tapas de confianza. Hacía un día feo pero bajo ese cielo gris nos topamos con un mercadillo en el paseo marítimo. Allí me puse a hablar con la dueña de uno de los puestos y acabé comprando un regalo de sorpresa para una de mis amigas.

Todas las tapas que pedimos estuvieran bien ricas y yo me quedé súper contento después porque paramos en Aldi para que pudiera comprarme un poco de chocolate a modo de postre. El chocolate nunca falla.

Cuando llegó el lunes me tocó conectarme al trabajo, cosa que hice con más ilusión de lo normal ya que lo hice desde un rincón sombreado de la terraza del complejo. Hacía un día estupendo con mucho sol, así que me pedí un zumo de naranja y me puse a trabajar bajo un parasol. ¡Así sí!

Por la tarde el atardecer empezó a pintar el cielo de colores.

Mis tíos pasaron por el bar justo antes de que yo acabara el trabajo. Así pudimos hablar un ratio y tomaros algo antes de que se pusiera el sol. Al empezar el atardecer pudimos gozar de un espectáculo impresionante. Me encantan los atardeceres, así que me quedé en las orillas del lado un buen rato mientras sacaba fotos. Aquí os dejo una selección de las mejores.

El día siguiente fue el último que iba a pesar en Murcia; mis visitas al sur siempre pasan volando. Tenía el día de vacaciones y se nos había ocurrido un plan, así que cogimos el coche hasta la costa otra vez para comprar algunas cosas y dar un paseo rápido por la playa. Me quedé contento ya que conseguí comprar un producto británico que tanto echaba de menos y a la vez mis tíos se quedaron contentos porque les invité a comer para darles las gracias por recibirme.

Después de un menú delicioso me tocaba visitar otra vez la estación de tren que tanto conozco y esperar a que llegar el primero de los dos trenes que me llevarían de vuelta a la capital. Tuve una hora de espera en Alicante que me dejó con tiempo suficiente como para ver el atardecer allí mientras me tomaba un café. Un gusto.

Acabo esta entrada con una foto de mi tía. Comprobé con ella si estaba conforme con que la subiera y para mi sorpresa me dijo que sí. Es de la noche en el restaurante chileno con una de las pelucas que nos dejaron…