08.02.22 — Diario

Primavera en Murcia

Para intentar adherirme al último de mis propósitos para el año nuevo, que supone viajar más, ahora mismo me encuentro de camino de vuelta de mi primer viaje fuera de la Comunidad de Madrid que he realizado este año del 2022. Como he hecho ya muchas veces en el pasado, he bajado a Murcia a pasar unos días con mis tíos. La última vez que bajé al sur para verlos fue en verano del año pasado, así que ya tocaba volverles a visitar en su casa murciana en el sol.

Bueno, digo que sol, pero eso supondría una manera muy optimista de describir el tiempo que hacía. Van a engañar las fotos que vas a ver en esta entrada de blog: una combinación de las fechas y un poco de mala suerte hizo que había cielos nublados la mayoría del tiempo que pasé allí.

Mi viaje empezó con un camino de mi oficina en el norte del centro madrileño hasta la estación de Atocha en el sur, una ruta que tardé unos 90 minutos en realizar pero que se me hizo eterno gracias a la mochila pesada que llevaba. Después de parar un momento para comer algo al lado de la estación, entré y me subí al tren con destino Cartagena. Al llegar en la región, me recogieron mis tíos y fuimos a su casa para que pudiera hacerme una cena sana antes de irme a dormir.

Caminar mucho, comer comida casera y viajar: iba así cumpliendo tres de mis propósitos para el año nuevo.

El día siguiente decidimos comer en un restaurante chileno que había descubierto mi tío, así que nos cercamos a un pueblo pequeño para buscarlo después de hacer la compra por la mañana. Al principio nos quedamos decepcionados al encontrar una calle sin restaurante ninguno, parecía que solo habían casas. Enseguida me di cuenta que una de ellas era, de hecho, el restaurante, pero luego nos llevamos otra decepción cuando el chef salió a avisarnos que ya no había mesa. Nos habíamos quedado con las ganas de comer chileno, así que reservé una mesa para el día siguiente.

Luego nos acercamos a otro pueblo cercano y a un sitio que nos había recomendado el chef del chileno, pero ese sitio se encontraba cerrado por vacaciones. Al final tuvimos que consultar Google Maps para buscar un restaurante ya que se nos hacía tarde y había hambre.

Eventualmente comimos bastante bien, pillando una serie de platos españoles para compartir, entre ellos unos calamares y gambas al ajillo. Me llevé una sorpresa al llegar la cuenta gracias a unas gambas que había pedido – ¡no me imaginaba que serían tan caras!

Después de comer volvimos a casa a pasar la tarde allí ya que no había buena previsión de tiempo. Hice hummus casero siguiendo la receta de mi compañera Rocío y luego me senté con una copa de vermú para ver la tele y hablar un rato con mis tíos.

El día siguiente volvimos al chileno para ver qué tal la comida. Había consultado con Cami, que también es de Chile, pidiéndole alguna recomendación de qué pedir. Esto al final fue un acto inútil ya que no había carta, el chef iba sacando una serie de platos que habían preparado basado en los productos que encontraba esa misma mañana.

Buena, ¡vaya experiencia fue! El dueño era súper majo, nos invitó a probar mogollón de cosas desde una ensalada cremosa de aguacate y gambas a unas ostras frescas. Nunca había probado ostras antes y creo que por ahora voy a esperar un buen rato antes de volverlas a probar…

Estos gatitos preciosos que estaban en el patio serán más de ostras que yo.

El resto de la comida fue riquísima, total que al final acabamos pasando casi tress horas en el local, comiendo un gran total de siete platos y tomando dos botellas de vino entre los tres. Al final de la comida, el dueño sacó unos juguetes que le habían gustado de pequeño en Chile y pasamos todos un bueno rato intentado colocar la campana de madera encima del palo al que iba atada con una cuerda. El momento cima de la comida tuvo que ser cuando salió el dueño disfrazado en un disfraz que había pillado del almacén de tonterías para fiestas. ¡Fue una pasada!

Mi tía con el dueño cuyo nombre se me escapó – tanto el suyo como el de su persona drag.

Salimos del sitio rodando, tanto que tuve que echarme una siesta extendida de unas tres horas al llegar a casa. Una vez despertó salí a dar una vuelta por la urbanización, durante el cual me detuve un rato en un bar para tomarme una copa y recuperar fuerzas para volver al piso de mis tíos – ¡es una urbanización enorme!

El sol salió por fin el día siguiente así que nos subimos al coche y nos acercamos a la ciudad de Murcia para pasar el día. Tras aparcar en las afueras y andar un buen rato por las orillas del río, llegamos al casco histórico para echar un ojo a la arquitectura antes de comer.

Echamos un rato al sol y sacando fotos cerca de la catedral en el centro. Siempre se me olvida lo bonito que es el centro de Murcia, siempre me encuentro con nuevas cosas para sacarles fotos cada vez que visito. Desde allí nos acercamos al sitio donde mis tíos querían comer, el Mercado de Correos.

El centro de Murcia siempre encanta con sus rincones y callejones escondidos.

El mercado se sitúa dentro de un edificio que antes era una oficina de Correos, pero que ya se ha convertido en un espacio gastronómico moderno. Dentro hay una serie de puestos que ofrecen todo tipo de comida, desde sushi a platos procedentes de la zona murciana.

Al final pedimos una selección de comida murciana y otros platos pequeños para compartir, disfrutándolos mientras el camarero acercaba más a nuestra más. Una vez satisfechos con la comida salada, pagamos la cuenta y nos fuimos a buscar otro sitio para pillar algo de postre.

En otra instancia de yo metiendo mi cabeza por una puerta abierta, me encontré con esta joya.

Tras andar un poco más, al final encontramos una heladería que estaba abierta. Allí pillamos un sándwich de helado, una bomba de azúcar que tomaba la forma de dos galletas con helado casero dentro – ¡divinos!

Luego nos echamos a las calles a andar un poco más por las calles mientras nos acercábamos al coche. Una vez allí, volvimos a su casa, donde volví a echarme la siesta – pero esta vez era solo de media hora.

Ya que era mi última noche en Murcia, decidí que deberíamos ir al bar de la urbanización a tomarnos unas copas, así que nos acercamos a “El Casón” a tomarnos unos gintonics y picar alguna ración. Allí me puse a hablar con uno de los camareros y me recomendó su mercado favorito en Murcia – ¡uno para la próxima vez!

El día siguiente mi tía dejó a mi tío en una reunión de la presidencia de la urbanización y luego ella y yo salimos a comer juntos. Me llevó a un sitio al lado de una nave que tenía unas pintas dudosas, pero allí comimos un menú diario muy rico. Luego me llevó a la estación de tren a la cual había llegado tan solo cuatro días antes para coger el tren de vuelta a Madrid.

Como siempre, me lo pasé muy bien en Murcia, donde al final pudimos hacer bastantes cosas y comer mucha comida rica a pesar del tiempo regular. Tengo que darles las gracias a mis tíos por abrir sus puertas otra vez y por llevarme a los varios sitios mencionados durante mi vista. Como siempre, ¡en breve estaré de vuelta!