28.01.23 — Diario

Una última visita a Murcia

Publiqué la primera entrada de blog (en inglés) sobre una visita a la casa murciana de mis tíos en el año 2015. Pasé unos días allí con mi madre y mi tía y acto seguido cogí un tren hacia el norte para visitar Madrid por primera vez. Ni siquiera fue la primera vez que había visitado la región, esa sucedió en 2019, un año después de que se mudaran mis tíos a vivir allí. Desde entonces, he visitado muchas veces y he creado bastantes recuerdos.

Quince años después han dedicado vender su casa y volver al Reino Unido, una decisión que me obligó a hacer un plan para visitarles una última vez. Organicé esto antes de volver a Inglaterra a pasar la navidad y justo fue la semana que viene que me acerqué a la estación de tren para empezar mi viaje.

Este viaje fue algo caótico: nunca hay paz cuando yo viajo. Llegué a la estación de Atocha y me encontré con una pantalla de salidas que su segunda mitad estaba rota. Por eso me quedé esperando a que saliera mi tren en la otra mitad, pero al final me aburrí y decidí pasar por el control de seguridad. Fue en aquel momento que una guardia de seguridad me escaneó el billete y me informó ¡que había venido en la estación equivocada!

Me estaba maldiciendo mientras corrí consumido por un pánico ciego hacia los trenes de Cercanías para buscar el siguiente que saliera hacia Chamartín. En un momento de suerte, bajé por la primera escalera mecánica y me topé con uno que estaba al punto de salir hacia donde tenía que haber estado. Por milagro llegué a la estación correcta tan solo diez minutos antes de que saliera el tren a Murcia, cosa que me dejó con el tiempo justo como para pasar por seguridad y recobrarme un poco el aliento.

Parece que siempre monto un drama al viajar, pero nunca he llegado a perderme ninguna conexión ni perderme por completo. Un milagro, vamos…

Esta confusión se había generado por el nuevo tren a Murcia que empezó a prestar servicio este año. La ciudad se ha incorporado en la red de trenes de alta velocidad, por la cual mi viaje ahora consistía en dos partes: un AVE a la capital Murciana y luego un tren local a Balsicas, un pueblo cerca del piso de mis tíos.

El transbordo fue la segunda parte en el viaje en torcerse. El tren que tenía que haber cogido a Balsicas se canceló mientras nos quedamos todos esperándolo en el andén. Tras 45 minutos de espera en el frío y sin recibir información ninguna, por fin nos dirigieron a otro andén donde un tren eventualmente apareció.

Entre el estrés del lío en Madrid y luego la hora que pasé en el frío en la estación de Murcia, no me encontraba del todo bien al llegar en Balsicas. Me recogieron mis tíos y fuimos directamente a su apartamento para que pudiera descansar, ¡que bien me hacía falta!

El día siguiente me quedé trabajando desde su casa, contactando con mi equipo y avanzando con tareas varias. Me había pedido el día siguiente de vacaciones para poder asistir a la happy hour del bar de la urbanización, pero enseguida se me hizo claro que tendría que trabajar sí o sí para cerrar unas cosas urgentes y conectarme a una reunión inmovible.

A pesar de este inconveniente, conseguí desconectarme a mi hora y ducharme para pasar la noche con mis tíos y sus amigos. Nos tomamos unas copas, cenamos, charlamos y nos echamos unas buenas risas con todos los otros personajes que se habían apuntado a la noche. Nos tenían sentados en una mesa muy larga: ¡comenté que aquel parecía la última cena!

Agradecí el paseo nocturno a El Casón a pesar del frío.

El siguiente día me conecté a la reunión y al trabajo desde un espacio facilitado para esto que se encuentra justo encima del bar donde nos habíamos tomado las copas la noche anterior. Luego se unieron mis tíos para tomar algo, después del cual bajamos de vuelta a su casa para toparnos con una pareja que estaba interesada en comprar la casa. Mientras esperaba a que echaran un último vistazo a la casa y negociaran temas de papeleo, me quedé sentado al lado de la piscina.

Cuando se fueron, los tres nos metimos dentro de la casa y me puse a preparar una comida compuesta de una serie de montados y varios platos de picoteo. Nos sentamos a comer juntos, pero luego tuve que seguir con el curro hasta poder desconectarme del todo y disfrutar el finde. Esa noche cenamos en un restaurante venezolana en un pueblo cercano, en el cual compartimos una selección de platos y tuve la oportunidad de enseñarles a mis tíos algunos de mis platos favoritos.

El día siguiente me desperté hecho polvo tras una noche de sueño interrumpido y los síntomas de un resfriado que poco a poco iban a pero. Después de desayunar, me volví a meter en la cama para echarme un rato, algo que al final se convirtió en que echara toda la noche echándome una siesta tras otra. ¡Claramente me hacía falta descansar!

Por la tarde ya me encontraba algo mejor, una mejora ayudad por una dosis casi letal de mentol que me preparó mi tía. Con las vías respiratorias bien despejadas, los tres nos acercamos a un pueblo a tan solo cinco minutos en coche de su casa. Allí, me pedí una cena peruana (un pisco sour y un ceviche) mientras ellos optaron por una hamburguesa. ¡Fue un sitio muy encantador!

Cabe destacar que no comimos dentro del contenedor ese. Estaba fuera del restaurant y por lo que sea me pareció curioso.

El siguiente día fue el último que iba a pasar por Murica, así que pasé la mañana vagueando por la casa y haciendo la maleta. Me despedía del piso que ha supuesto un segundo hogar aquí en España durante tanto tiempo. Luego fuimos a comer con unos amigos de mis tíos en un sitio local antes de que cogiera mi tren de vuelta a Madrid.

Nos lo pasamos tan bien que me descansé tanto que se me fue la hora. Durante las prisas al pagar y salir dejé en la mesa mi cacao, pero podía haber dejado algo mucho más imprescindible así que no me voy a regañar. Al final llegué a la estación de tren con tiempo de sobra. Allí abracé a mis tíos y me subí al tren para empezar el viaje de vuelta a la capital – y esta vez todo fue sin incidencia.

Como puedes ver, al final acabó siendo un finde muy tranquilo por tierras murcianas, pero es justo lo que me hacía falta tras unos meses muy ocupados. Se me hizo raro contemplar que sería mi última vez en ese apartamento, ya que me ha supuesto una especie de casa de campo aquí en la peninsula. Sé que volverán mis tíos a la zona, sin embargo, así que es una cuestión de esperar a que alquilen un sitio durante unos meses para poder volver a bajar y molestarles como tanto me gusta…