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18.02.21 — Diario

El día de las tortitas

Cómo quizás sepas ya estoy de vuelta a Madrid y al trabajo, donde hemos arrancado fuerte el año con mucho trabajo. Desde que volví de Inglaterra hace unas tres semanas, no he parado, pero sí que he estado llenando mis ratos libres con mini aventuras.

Arranqué el primer finde con una vuelta por el centro de la cuidad, pasando por las calles que me dieron la bienvenida cuando visité Madrid por primera vez hace unos cuantos años ya. Tras pasar por la Puerta del Sol en el centro, subí a un bar mexicano en Malasaña, donde tomé un par de margaritas y unos platos deliciosos y bien picantes con un par de amigos.

Se me olvidó sacar fotos a los tres o a la comida, pero me gustó mucho esta lámpara.

Acabe el finde con una noche de peli y manta tumbado en mi cama, después de haber traído mi TV a la habitación como un profe aburrido del instituto que deja de dar clases en las semanas antes de las navidades y que pone una película en cambio. Pero fuera de coña, ¡ponerle ruedas al soporte de la televisión ha sido una de las mejores ideas que he tenido!

Entre semana, pasé una noche intentando hacer pan por primera vez en mi vida. No fue ninguna barra de masa madre ni mucho menos, pero después de no haberme apuntado a la moda de hornear pan durante la primera cuarentena, al final encontré una receta de pan turco que me apetecía intentarla. Los bolsillos de pan rellenos de queso feta y espinacas me salieron bastante bien, pero hice demasiados, y no pensé en cómo se deshacerían al ser dejados sin hornear en la nevera… ups.

Dejando de lado aquel desastre de la masa líquida que se montó en mi nevera, el finde siguiente llegó dentro de nada, y con él un plan que me apetecía mucho: una excursión al IKEA con Luis. Ya que se ha mudado a un nuevo piso muy bonito a solo diez minutos andando del mío, los dos nos subimos a su coche y fuimos a buscar unas nuevas bombillas inteligentes. ¡Parece que mi obsesión con llenar mi piso con luces coloridas se está contagiando!

¿A quien no le va a gustar que su casa parezca una atracción de Disney?

Luego llegó otra semana laboral, y con ella el cierre de un proyecto de embalaje muy emocionante que pronto desvelaremos al mundo – ha sido un buen reto ¡pero el resultado final va a valer la pena! Dentro de nada, sin embargo, volvió a llegar otro finde, y con él muchas vueltas por la cuidad en bici.

El primer viaje fue con Jhosef para que recogiera unos cascos que había dejado en su oficina, y después del cual aprovechamos para pasar por el centro y comprarnos unas cositas. Me autoregalé un Chromecast para mi tele y una nueva manta super suave para el sofá. ¡Ahora sí que me identifico como adulto ya que tengo más que una manta para mis momentos de pereza en el sofá!

El día siguiente salí a dar una vuelta yo solo, durante la cual fui bastante lejos. Bajé la asistencia eléctrica de la bici y me subí al centro, tomando una pausa por el Palacio Real para beber algo y empaparme en el ambiente soleado. Luego volví a montarme y subí al norte del centro, encontrándome en una senda ciclable que sigue el camino del río.

Allí fui a mi ritmo, manteniendo un ojo en la batería resistente de la bici ya que sabía que me quedaba por subir una cuesta tocha a la vuelta al centro. Paré unas cuentas veces. durante esta aventura por el río, explorando unos puentecitos de madera e isletas que se encuentran en medio del corriente rápido del Río Manzanares.

Luego llegué al final de la senda, que me dejó en un puente que cruza una de las autopistas principales del norte de Madrid. Sorprendido por esta transición tan repentina, me quedé un momento sacando fotos de la cuidad y la sierra que se veía a lo lejos. De repente alguien me llamó por nombre, y me encontré con Pablo, un fotógrafo que ha trabajado conmigo en algunos proyectos. ¡Que casualidad que nos encontrásemos un domingo por la tarde en un puente sobre la autopista!

Después de esta sorpresa feliz, volví al centro y subí lentamente por la cuesta que me llevó a Moncloa, donde pasé a comprar unos sellos y dejar un paquete con destino a Murcia. Realizado este recado, luego pasé por el centro tranquilamente, llegando a casa justo a tiempo para comprar una barra de pan con 30% de descuento para hacerme una bocata de tortilla.

Con eso ya llegamos a esta semana, que ha sido una semana corta de tan solo tres días laborales, ya que me quedaban un par de días de vacaciones por coger del año pasado. Eso no quiere decir que no he estado ocupado, sin embargo, ya que el martes para nosotros británicos supuso un día muy especial: ¡el día de las tortitas! (Pancake Day en inglés).

Es un día que celebramos cenando tortitas con zumo de limón y azúcar, y que tiene raíz religiosa, un día para agotar los ingredientes como mantequilla y harina que eran prohibidos durante la Cuaresma. Invité a Jhosef a casa para que lo experimentase por primera vez, y pasamos la noche comiendo tortitas acompañados por una copa de pacharán: ¡una fusión anglo-española!

¡Tenía muy buena técnica a la hora de darle la vuelta a la tortita aunque fue su primera vez en hacerlo!

Hoy es el primer día de mi finde de cuatro días, y he quedado en comer con mi amigo Napo y luego salir a comprar una nueva sartén – las tortitas, al parecer, eran la gota que colmó el vaso y acabaron destrozando la capa de teflon de mi pobre sartén actual. También aprovecharé de estos días para currar en el nuevo diseño para mi web y otras cosas emocionantes – ¡más detalles por venir!

03.02.21 — Diario

Un ratito en Inglaterra

Como sabrás si leíste mi última entrada de blog, en la cual revelé mi ubicación actual hacia el final, acabo de realizar un viaje a Inglaterra. El premiso de este viaje no fue muy feliz, ya que fue principalmente para asistir al funeral de mi abuela, pero me alegré poder ir y ¡los días extra pasados con la familia eran un bonus!

El viaje empezó cuando madrugué a las 5am y me puse a preocuparme sobre si el vuelo iba a prestar servicio o no, ya que Madrid todavía se encontraba debajo de montones de nieve y capas de hielo de la Borrasca Filomena. Me recordaba de la última vez que viajé a Inglaterra, cuando también existía la duda de si la nueva cepa iba a interrumpir los vuelos procedentes y con destino al Reino Unido. Me llegó el taxi, sin embargo, y me encontré tropezando cansadamente en el frío fuera del Terminal 4 después de comprobar que el vuelo seguía en marcha.

Andaba cansado, con frío y bastante perdido mientras buscaba una entrada abierta.

Después de hacer un amigo en la forma de un pájaro que había entrado en el terminal, me subí al primer avión. Digo que era el primero porque este viaje supuso la primera vez que tuve que hacer una conexión, que era un transbordo de cinco horas en Londres Heathrow. Esto convirtió el viaje en unas ocho horas, un salta bastante tocho de las dos que suelen ser cuando hay vuelos directos de Madrid a Mánchester.

Pasé el rato en Heathrow buscando todas las tiendas que me pudieran ofrecer el mejor de todos los inventos británicos, algo que se llama un “meal deal”. Es como un menú que suele valer unos £3 que incluye un sándwich frío, una bolsa de patatas y una bebida. Solo tuve dos opciones al final, así que pasé un buen tiempo eligiendo que combinación de patatas, sándwich y bebida más me apetecía. Una vez comprada mi comida, me busqué un rincón tranquilo para sentarme y esperar el segundo vuelo.

El rato en Inglaterra empezó con el funeral que celebró la vida de mi abuela, y que fue triste como te puedes imaginar, pero me gustó por ser una despedida bonita, íntima y perfecta para una gran mujer.

Montamos un servicio que era colorido y alegre como le hubiera gustado.

El finde siguiente llegó una nevada bien bonita, así que mis padres y yo salimos a dar una vuelta por el campo. Saqué bastantes fotos durante este paseo de dos horas, durante el cual nos encontramos un rebaño de ovejas muy inquisitivas que estaban convencidas de que les habíamos traído algo de comer.

Me sentí mal por no llevar nada para darles a mis nuevos amigos.

Como ves, tomé la mayoría de las fotos del viaje durante este paseo nevado. Eso no solo fue porque representó el momento más bonito de la visita a Inglaterra, sino también porque pasé la semana siguiente conectado al trabajo durante unos días atrojados y algo largos. ¡Era todo un lujo, sin embargo, tener las cenas caseras de mi madre cada noche al desconectarme.

Después de desconectarme del trabajo el viernes, tuve que hacer la maleta lo más rápido posible para madrugar el sábado. El viaje de vuelta consistió de dos vuelos, pero con tan solo una hora para realizar la conexión en Londres. Esa hora se cortó a media hora por un retraso en despegar de Mánchester, y acabé teniendo que correr a toda leche por el Terminal 5 de Heathrow para llegar a tiempo a la puerta – ¡al pasar por el control de pasaportes, las pantallas ya ponían que el vuelo se cerraba!

Llegué ayer en Madrid, después de un control de COVID-19 y de inmigración muy riguroso en la frontera. A pesar del propósito triste del viaje, aprecié mucho el tiempo pasado con la familia y estoy contando mis estrellas afortunadas por poder haberlo realizado durante el caos que están causando las nuevas oleadas del virus. ¡Parece que no voy a poder volver a hacerlo durante bastante tiempo! Hasta entonces…