01.03.24 — Diario
Murcia para siempre
Me siento un poco raro al escribir esta entrada de blog. El año pasado me despedí de Murica cuando mis tíos vendieron su piso y se mudaron de vuelta a Reino Unido para vivir allí de manera permanente. Es verdad que al final de la entrada hice alusión a la posibilidad de que alquilaran un apartamento en Murcia en algún momento. Justo es lo que hicieron hace un mes, así que una vez más busqué un tren y volví al sur de la peninsula para estar con ellos.
Se estaban alojando en un piso en el mismo complejo de golf pero en una ubicación distinta, cosa que se me hizo raro al llegar allí y luego otra vez por la mañana al intentar buscar el bloque correcto. Mi biorritmo me tuvo de pie temprano el sábado así que aproveché para dar una vuelta, pasar por la tienda y disfrutar del sol matutino.
Fue un gusto pasar el primer día de relax. Por la tarde teníamos planes para cenar con un par de amigos de mis tíos. Sobre las 8pm los cinco nos subimos al coche y nos acercamos a un pueblo cercano. Allí entramos en el restaurante, cuyos dueños son un tipo chileno y su mujer madrileña, que había visitado por primera vez hace un par de años. En esa ocasión nos lo pasamos pipa, así que tenía ganas de volver.
La comida del restaurante fue riquísima como la última vez. El menú consistió en una serie aparentemente infinite de platos, entre ellos sopas, marisco, carne y bebidas. Dado que la clientela estaba disfrutando de vino ilimitado, las cosas se acabaron animando un poco y el restaurante entero acabó cantando disfrazados en unas pelucas que nos dejaron los dueños. ¡Fue muy divertido!
El día siguiente fuimos a la costa, donde habíamos reservado una mesa en nuestro bar de tapas de confianza. Hacía un día feo pero bajo ese cielo gris nos topamos con un mercadillo en el paseo marítimo. Allí me puse a hablar con la dueña de uno de los puestos y acabé comprando un regalo de sorpresa para una de mis amigas.
Todas las tapas que pedimos estuvieran bien ricas y yo me quedé súper contento después porque paramos en Aldi para que pudiera comprarme un poco de chocolate a modo de postre. El chocolate nunca falla.
Cuando llegó el lunes me tocó conectarme al trabajo, cosa que hice con más ilusión de lo normal ya que lo hice desde un rincón sombreado de la terraza del complejo. Hacía un día estupendo con mucho sol, así que me pedí un zumo de naranja y me puse a trabajar bajo un parasol. ¡Así sí!
Mis tíos pasaron por el bar justo antes de que yo acabara el trabajo. Así pudimos hablar un ratio y tomaros algo antes de que se pusiera el sol. Al empezar el atardecer pudimos gozar de un espectáculo impresionante. Me encantan los atardeceres, así que me quedé en las orillas del lado un buen rato mientras sacaba fotos. Aquí os dejo una selección de las mejores.
El día siguiente fue el último que iba a pesar en Murcia; mis visitas al sur siempre pasan volando. Tenía el día de vacaciones y se nos había ocurrido un plan, así que cogimos el coche hasta la costa otra vez para comprar algunas cosas y dar un paseo rápido por la playa. Me quedé contento ya que conseguí comprar un producto británico que tanto echaba de menos y a la vez mis tíos se quedaron contentos porque les invité a comer para darles las gracias por recibirme.
Después de un menú delicioso me tocaba visitar otra vez la estación de tren que tanto conozco y esperar a que llegar el primero de los dos trenes que me llevarían de vuelta a la capital. Tuve una hora de espera en Alicante que me dejó con tiempo suficiente como para ver el atardecer allí mientras me tomaba un café. Un gusto.
Acabo esta entrada con una foto de mi tía. Comprobé con ella si estaba conforme con que la subiera y para mi sorpresa me dijo que sí. Es de la noche en el restaurante chileno con una de las pelucas que nos dejaron…