16.11.23 — Diario
Kevin en Vermont
Bueno, el título explícito de esta entrada ya ha arruinado la sorpresa, pero vamos allí. Tras aterrizar en Montreal, explorar Vermont y luego pasar tiempo con Megan por Burlington, se unió un invitado especial desde Búfalo a la fiesta: ¡Kevin!
El día que llegó fue un sábado, así que por fin tuve la oportunidad de quedarme en la cama hasta tarde y vaguear toda la mañana. Megan y yo aprovechamos de la tarde cuando fuimos a Walmart (uno de mis sitios preferidos para ir a observar a la gente) y nos comimos un perrito caliente enorme de vacuno que compramos en un puesto al lado del Home Depot. ¡El sueño americano!
Mientras nos atracábamos de comida callejera (me recordó a las pizzas de madrugada en Nueva York y las salchichas en Viena), yo veía acercarse a Burlington el puntito azul de Kevin en mi móvil. El viaje del estado de Nueva York a Vermont no es corto, son unos ocho horas, así que estaba muy feliz de que venía a pasar un tiempo con nosotros.
Andaba con muchas ganas de volverle a ver, ya que la última vez que le vi fue en verano del año pasado cuando vine a visitarles a él y a James en su ciudad, Búfalo. Megan ya había coincidido con Kevin una vez en el 2018, que fue cuando Kevin vino a visitarme en Madrid por primera vez. ¡El mundo es un pañuelo!
Tras reunirnos y echar un buen rato hablando, tocaba ir a cenar. Los tres nos acercamos a una pizzería local en la cual la gente llevaba su propio alcohol. Compartimos una botella de vino y echamos unas cuantas risas mientras comíamos de lujo. ¡Mejor compañía imposible!
El día siguiente salimos a explorar la ciudad de Burlington a pesar del cielo gris. Paramos en la misma tienda agrícola que había visitado unos días antes, pero esta vez íbamos en busca de donuts en vez de tartas. Megan había dicho que eran de los mejores donuts de arce en la faz de tierra. ¡Creo que tiene razón!
Desde allí condujimos hasta el centro de Burlington para que Kevin lo conociera. Después de un rato de compras y de vagar por las calles, acabamos comiendo en Henry’s Diner. Megan y yo habíamos desayunando en este sitio el año pasado y a mí me había encantado. Esta vez no decepcionó: disfrutamos de la misma comida rica y el mismo café asqueroso que tanto extrañaba.
Mientras comíamos el tiempo se volvió feo, como bien se veía que iba a pasar toda la mañana. Volvimos al coche y a casa, ya que no había nada que nos apeteciera hacer bajo el frío y la lluvia que habían llegado así de repente. Hicimos la cena en casa y echamos la tarde noche viendo series. ¡Un gusto!
El día siguiente estábamos otra vez de pie, ya que Megan quería llevarnos a subir otra montaña tras mi visita a Jay Peak unos días antes. Nos condujo al monte Philo bajo un cielo soleado y empezamos a pegarnos una caminata hasta la cima. Me recordó un poco a la vuelta que di por las montañas de Oslo, pero esta vez se disfrutaba de unos colores más vividos y otoñales.
Las vistas panorámicas desde la cima fueron increíbles. A pesar de la neblina y la lluvia en el fondo, podíamos ver hasta bastante lejos, así que echamos un rato sacándonos fotos y haciéndonos los tontos – lo de siempre.
Al volver al pie de la montaña se puso a llover de nuevo, pero suponíamos que pasaría en breve así que fuimos a comer a una granja local. Llegamos y nos enfrentamos con una cola larga y la lluvia que acababa de volver, así que al final pillamos unas patatas fritas de otra tienda y fuimos a casa.
Esa tarde Kevin y yo salimos a hablar los dos y así dejar que Megan descansara un poco de tanto hacer de guía turística y conductora. Caminamos un poco por el centro de Burlington y luego nos plantamos en la terraza de un bar. Ahí echamos unas cuántas risas y nos pusimos al día con cotilleos nuestros mientras con una pinta en la mano y unas patatas fritas en la mesa.
Al despertarnos el día siguiente Kevin tuvo que partir temprano para llegar a una hora decente en Búfalo. Nos despedimos y luego tuve que empezar a hacer la maleta, ya que yo también salía de Vermont el día siguiente. Megan y yo hicimos unos recados y nos pusimos a preparar la cena en casa. Habíamos invitado a todo el mundo para una última quedada antes de que me fuera.
Hice una pasta gratinada y Megan hizo una tarta de manzana. Disfrutamos la cena en la casa de Maureen y Terry, lo cual supuso una despedida fabulosa mientras me encontraba rodeado por muy buena gente. ¡Ya estaré de vuelta en cuanto pueda!
El día siguiente me levanté, acabé de hacer la maleta, comí y esperé a que Megan me llevara al aeropuerto de Burlington. Me vino a recoger después del trabajo y me condujo hasta allí, donde hice tiempo en la terminal pequeña hasta embarcar a mi avión igual de pequeño para acercarme a otro lado de los Estados Unidos…
Como siempre, os contaré más ya en la siguiente…