12.11.23 — Diario

Puestas del sol y piscinas naturales

Tras reunirme con Mallory y Megan en Montreal, volver a ver a todo el mundo en Williston y luego subir Jay Peak con Maureen y Mallory, por fin tocaba que pasara tiempo de calidad con Megan. Como es una vieja amiga y una experta local (esto lo descubrí el año pasado cuando preparó un plan espectacular para nuestro tiempo en Vermont y Nueva York), yo tenía muchas ganas de ver lo que tenía planificado.

Puesto que yo tenía que madrugar todos los días a conectarme al trabajo, un día me eché una siesta después de la cual Megan llegó a casa. Me dijo que cogiera el bañador y una toalla y fuimos juntos a un sitio llamado Bolton Falls. Yo asumía que no sería el Bolton que conozco yo, un pueblo cercano al mío, ya que eso supondría un viaje importante para ir a un sitio bastante feo…

Megan aparcó el coche en un pequeño prado al lado de la carretera y me llevó por un pequeño camino de tierra. Este dio paso a un pequeño lago ubicado al pie de una serie de pequeñas cascadas rodeadas por árboles. Era un lugar muy tranquilo que los vermonteses llaman un «swimming hole» («poza para nadar»), pero con el frío que hacía, yo entendí que solo nos mojaríamos un poco los pies y ya está.

Era un sitio pintoresco pero hacía bastante fresco.

Resultó que Megan tenía planes más aventurados para los dos. Tuvimos que vadear por la parte menos profunda de la piscina, algo que averiguamos con la ayuda de un perro que vadeaba por un trama del agua sin problema ninguno. Una vez llegados la otra orilla, subimos las rocas hasta la cima de las cascadas, un sitio que ofrecía unas vistas preciosas sobre el valle.

Aún no comprendo como puede ser tan bonito Vermont.

Ya en lo alto de las cascadas donde el agua se acumulaba antes de descender hasta la piscina inferior donde habíamos empezado nuestra subida, Megan se animó a tirarse al agua. Se lanzó directamente a la piscina fría después de un poco de motivación mía y de los demás que estaban pasando la tarde en la poza. Al final yo la seguí, aunque yo tardé bastante más en atreverme. ¡Yo estaba tan feliz con solo los pies metidos!

Nos quedamos un rato viendo los otros visitantes tirarse desde una cornisa al agua de otra piscina, esta siendo perfectamente circular gracias a los corrientes feroces del agua. Decidimos que nos apetecía zambullirnos igual que ellos, pero no nos atrevíamos a la caída de 5m así que bajamos a la piscina inferior a ver si había un sitio más seguro.

Una vez encontrado un sitio que nos inspiraba confianza, los dos nos cogimos de la mano y nos lanzamos a la parte más profunda de la piscina. Nos gustó tanto que lo hicimos otra vez y luego una vez más, cosa que supuso entretenimiento para una pareja que acababa de llegar a bañarse también.

Creo que nunca había nadado en un entorno tan bonito.

Cuando llegó la hora de irse tuvimos que llevar nuestras cosas de un lado de la piscina a otro, una tarea que realizamos alzándolas encima de nuestras cabezas. Esto podía haber acabado en desastre pero menos mal que no fue así. Nos secamos y nos cambiamos dentro de y alrededor del coche – un reto importante en un espacio público.

Dede Bolton Falls fuimos a cenar en un pueblo cercano para ponerle lazo al día. Disfrutamos unos panes bao deliciosos y compartimos una hamburguesa, todo acompañado por una copa de vino tinto. Fue la oportunidad perfecta para conversar después de tantos días de yo recorrer casi todo Vermont.

También nos desviamos de camino a casa para pasar por en frente de la casa de unos vecinos de Maureen y Terry. Megan me había asegurado que ya tendrían puestas las decoraciones de Halloween y que siempre se pasan tres pueblos. ¡Tenía razón!

El día siguiente Megan y yo volvimos a pasar la tarde juntos. Ella había comprado unos billetes para que nos subiéramos a The Spirit of Ethan Allan, un barco que vi el año pasado desde el puerto. Nos habíamos apuntado a la expedición para ver el atardecer sobre las Montañas Adirondack desde el Lago Champlain, algo que yo llevaba queriendo hacer desde que me lo comentó Maureen hace doce meses.

Llegamos al barco a última hora, como ya es costumbre. Aparcamos el coche y nos subimos a bordo con tan solo cinco minutos de margen, pero aún así conseguimos un sitio para sentarnos en la popa. Megan fue a por bebidas, yo pedí unos nachos de pollo como picoteo y zarpamos del puerto.

Al ver Burlington desde el agua me di cuenta de lo pequeña que es la ciudad.

Enseguida nos llegó una bandeja enorme de nachos y nos pusimos a picarlos mientras The Spirit of Ethan Allan se acercaba al centro del lago. Pasamos por el faro que marca le entrada al puerto, una serie de veleros y luego un grupo de adolescentes que se estaban tirando de la misma roca que habíamos visto Megan y yo desde nuestros kayaks el año pasado. Era todo muy bonito.

Os presento a Vermont.

Después de casi dos horas de recorrido y unas de las mejores vistas de un atardecer que uno podría esperar ver jamás, el capitán giró el barco y empezamos el camino de vuelta a Burlington. Al llegar a casa, Megan y yo preparamos la cena y luego salimos con Megan II (la compañera de casa de Megan que también se llama Megan) y Mallory. Esta salida duró poco, sin embargo, ya que estábamos todos cansados. Volvimos a casa tempranito a descansar y dormir.

Estas dos tardes que pasé con Megan fueron preciosas. Una vez más me enseñó lo mejor de Vermont, pero más que nada aprecié mucho la oportunidad de pasar el rato juntos, echarnos unas risas y conversar sobre todos los temas que teníamos en mente.

Aún quedaban más días de mi visita a Vermont, pero estábamos al punto de recibir a otra persona muy especial. Os contaré más sobre ese tema en la siguiente entrada de blog…