11.09.22 — Diario

Lago Champlain

Amaneció en un nuevo día en Williston, pero teníamos unos planes interesantes que nos sacarían del barrio y a las orillas del agua en el centro de Burlington. Pero antes de acercarnos hasta allí, me desperté con un chute de energía y decidí que debería salir a correr.

Resulta que esto fue una idea terrible. Llevaba bastante tiempo sin hacer ejercicio así (presagiando una entrada de blog próxima), pero por lo menos conseguí salir un rato antes de volver a casa y tumbarme en la hamaca del jardín. Allí esperaba a que volviera Maureen a casa ya que Megan estaba aún currando en el campamento.

Maureen llegó con un capricho dulce en la forma de unas galletas artesanales que imitan la famosa Oreo. Estaban muy ricas y en nada se convirtieron en un problema ya que siempre había en casa y se volvieron en mi picoteo favorito mientras me quedaba en la casa de los padres de Megan. En fin, una vez comidas las galletas nos echamos un baño en la piscina y esperábamos a que llegara Megan a casa.

Megan se echó una siesta al llegar, después de la cual hicimos la maleta y salimos a hacer lo que habíamos organizado antes: ¡una tarde en kayak! Es un deporte que me gustaba mucho cuando era un Scout y salía por los canales de agua sospechosamente opaca en mi condado nativo de Lancashire, pero esta vez fuimos a remar en la amplitud del Lago Champlain.

El Lago Champlain es una masa de agua que separa el estado de Vermont del de Nueva York, cuyas orillas están rodeadas por una cordillera de montañas que se llaman las Adirondack. Había visto el lago y las montañas cuando habíamos estado comiendo por el puerto, pero esta vez fuimos al club de navegación a vela de la comunidad para pillar un par de kayaks.

El viaje hasta el lago nos llevó por el centro de Burlington y pasamos por unas casas de fraternidad: ¡otra cosa que pensaba que solo existían en las películas americanas! Llegamos, alquilamos nuestro equipamiento y en nada ya nos encontramos encima de las aguas algo inestables del lago.

Fue un gusto estar en el agua y volverme a montar en kayak tras tantos años. Suelo ir muy asegurado de mis capacidades en el kayak, pero en un momento de estupidez y mania por sacar fotos de todo había decidido llevar mi móvil conmigo. Esto me tenía agobiado todo el rato pensando que se me iba a caer en la profundidad oscura del agua, así que empecé mi vuelta por el lago con un tambaleo nervioso.

Los cielos nublados y el agua turbia crearon unas vistas preciosas.

Habíamos salido por la tarde así que el sol ya se encontraba bastante bajo en el cielo, lo cual creó unos espectáculos de luz preciosos al bailar la luz sobre el agua. Nos acercamos al sol y a una playa en la distancia, en donde amarramos los kayaks para descansar un poco porque se me dolía la pierna.

Una vez de vuelta al agua continuamos el viaje, un viaje algo dificultado por o los kayaks o la resaca (nunca sabremos cuál fue) que insistía en llevarnos hacia la izquierda. Eventualmente llegamos al límite de la zona que podíamos explorar, donde paramos a ver a unos tíos lanzarse de una roca al lago. Era un sitio precioso, así que nos quedamos allí un rato hablando mientras el sol entraba por las nubes.

Los rayos de sol y la roca aislada crearon una imagen casi mística.

Luego empezamos a tirar de vuelta al club de deportes acuáticos, que en ese momento ya se encontraba lejos gracias a los dos tramos que ya habíamos remado. Fue un viaje algo difícil gracias a la distancia, el agotamiento y la turbulencia no grata creada por unos barcos que pasaban cerca.

Eventualmente llegamos a tierra firma, donde nos duchamos y nos cambiamos para pasar la tarde en el agua una vez más, pero esta vez de otro rollo. Condujimos la distancia corta por las orillas del lago y aparcamos para entrar en un sitio que se llamaba “Splash”, un restaurante flotante con vistas sobre el lago.

Maureen se unió con nosotros en el puerto, donde pillamos una de las mejores mesas al lado del agua. Un cóctel en la mano, pasamos la tarde hablando y picando mientras veíamos el sol ponerse sobre las Montañas Adirondack. También vimos la vuelta de “The Spirit of Ethan Allen”, un barco que lleva a los turistas a ver el atardecer sobre el agua.

Después de cenar, Maureen se fue para casa y Megan y yo nos acercamos a un bar local donde habíamos quedado en tomar algo con sus amigos. El bar era muy americano, decorado con objetos deportivos y gente que había vuelto de una tarde jugando al beisbol. Nos tomamos solo una copa y luego nos fuimos a casa ya que nos esperaba una agenda llena el día siguiente.

Megan volvió al campamento para la penúltima vez mientras yo desayunaba con Maureen. Luego me llevó Maureen a empezar nuestras aventuras juntos. Había planificado un viaje para los dos que nos llevarían otra vez al Lago Champlain, pero esta vez sobre tierra firma en vez del agua en sí. En el lago hay tres islas principales y nuestro plan era visitarlas a ver las vistas más importantes.

El viaje empezó en el Sand Bar, una barra natural que conecta la tierra firme con las islas. Saqué algunas fotos sobre el lago y nos pusimos a hablar con otra tía que estaba pasando por el lago.

Una vez en las islas, la primera parada fue en una playa pequeña. Desde allí, nos acercamos a un antiguo hotel que contaba con unas vistas preciosas sobre el agua que ahora se había convertido en un espacio de eventos. Después de eso, fuimos a un hotel donde trabajaba Maureen de pequeña y conocimos a la nueva dueña que nos dejo echar un ojo a las instalaciones recientemente renovadas.

Estas butacas se llaman Adirondack Chairs, toman su nombre de las montañas del fondo.

Luego tocaba comer. Para eso, Maureen había quedado en que se apuntara un amigo suyo a comer unos bocadillos con nosotros Los pillamos en una antigua gasolinera que también tenía una tienda bonita y una bocadillería. Me pillé un bocadillo de pavo y todas las guarniciones, entre ellas beicon, queso y pepinillos – ¡los estadounidenses saben montar un buen bocadillo!

Comimos los bocadillos en la terraza del ayuntamiento local y hablé con Michael sobre su experiencia viviendo entre los Estados Unidos, el Reino Unido y España, un trío de países que conozco bastante bien. Mientras hablábamos, una frente fría y nublosa se acercó así que al final tuvimos que volvernos a acercar a la tierra firme.

Al final no nos llovió encima, así que Maureen y yo paramos en una institución local: Seb’s. En esta combinación de tienda, cafetería y heladería compré unos postales para enviárselos a mi familia. Luego nos acercamos al puesto de helados y nos mimamos con unos helados de brownie de chocolate. Estuvieron bien ricos y vinieron con una cereza mona encima. ¡Claro que no podría resistirme a sacarnos una foto a los dos con nuestros caprichos dulces!

En el coche de vuelta a casa, Maureen me enseñó su truco de fiesta de hacer un nudo con el tallo de la cereza en la boca. Lo intenté yo también, pero se me daba fatal a pesar de seguir intentándolo toda la tarde hasta que tocó volver a salir.

Esa tarde fuimos al mismo bar que el día anterior, pero esta vez el ambiente era complemtanete distinto: ¡era el jueves de karaoke! Al resto de los del bar no les veía yo muy animados, así que me apunté con Breen para ser los primeras en cantar. Naturalmente tuvimos que arrancarlo con mi canción de confianza que suelo cantar el los karaoke: Wannabe de las Spice Girls. Luego cantamos muchas canciones, comimos palomitas gratis de la maquina que tenían y nos lo pasamos pipa.

De vuelta a casa, Megan echó unos palitos de mozzarella al horno y le introduje al placer de mojarlos en mermelada. Puede que suene raro, pero es una combinación agridulce que no falla nunca.

El día siguiente fue bastante tranquilo: me eché un buen rato a la piscina, comí y luego salí de compras con Megan para pillar unas cosas para su nueva casa y para nuestros planes para el finde – pero en breve os contaré más sobre eso. Acabamos el día con una cena de comida chine en la casa de Maureen y Terry, que supuso una manera bien regalada de ponerle fin a un día de paz.

Un tour pintoresco de Vermont, desde los casoplones hasta los atardeceres preciosos.

Dejaré esta entrada aquí ya que las actividades del finde después merecen su propia entrada de blog – y también porque estas entradas se están volviendo muy largas y estoy tardando una eternidad en escribirlas. Solo os puedo rogar paciencia mientras intento sacarlas entre mi agenda atareada aquí en Madrid…