27.11.23 — Diario

Dollywood

Mi vuelo desde Burlington fue interesante ya que fue un avión pequeño que nos llevó durante el viaje de una hora y media hasta hacer escala en Washington DC, la capital del país. Salí del avión corriendo y ansioso para efectuar esta conexión, que salía tan solo 40 minutos después del aterrizaje de este primer vuelo, pero nada más bajarme del puente aéreo di la vuelta por una esquina y me topé al instante con la puerta del segundo vuelo. ¡Fue el destino!

Este vuelo me llevó más al sur y hasta Tennessee, donde Danni me recogió del aeropuerto en Knoxville. Desde allí nos condujo una hora hacia el este y hasta Pigeon Forge, la ciudad que nos acogería durante unos días mientras vivíamos un sueño colectivo: ¡íbamos a Dollywood!

Para los que no lo sepáis, Dollywood es un parque temático que tiene como dueña a la mismísima Dolly Parton. Su temática gira alrededor de la música country y el sur estadounidense y el parque en sí se encuentra en medio de las montañas Great Smokey. Danni y yo somos muy fans de tanto las montañas rusas como Dolly Parton, ¡así que este viaje prometía mucho!

No estaríamos «working 9 to 5» durante los próximos días.

Yo había llegado de noche así que lo único que nos quedaba por hacer era irnos a dormir en el hotel que Danni había reservado. El día siguiente desayunamos en la área pequeña de la recepción: ¡vaya experiencia! Observamos mientras los lugareños se llenaban los platos con pan con gravy, gofres con sirope y cereales con leche. Queriendo integrarnos bien, les copiamos el menú. Menuda bomba.

Tras desayunar alrededor de 5.000 calorías cada uno, nos subimos al coche y Danni condujo el tramo corto hasta el parque. Aparcamos el coche, pillamos la tranvía hasta la entrada y nos metimos dentro. ¡Por fin estábamos en Dollywood!

Pasamos un día estupendo de atracciones, picoteo y espectáculos, pero voy a pasar de todo eso por ahora ya que quiero saltar directamente al momento destacado del día: el espectáculo nocturno que fuimos a ver.

Al pillar nuestras entradas a Dollywood habíamos descubierto que el reino del entretenimiento de Dolly incluye unos espectáculos en vivo, entre ellos Stampede (en español, «estampida»). Intrigados por la premisa de un espectáculo de vaqueros, reservamos para verlo el primer día del viaje, lo cual suponía cortar el día en el parque para volver al hotel, echarnos una siesta breve en el hotel y caminar la distancia corta hasta el teatro.

Tardamos 15 minutos en caminar de un sitio a otro, estando los dos a solo 98m el uno del otro y separados por una carretera. Sé la distancia exacta porque la acabo de medir en Google Maps. Gracias a la brillantez de la priorización de los coches encima de todo que se hace en Estados Unidos, tuvimos que caminar por la carretera un rato hasta encontrar un cruce, esperar una eternidad en el semáforo que claramente estaba priorizando a los coches y luego volver a caminar por la otra acera. Al final se nos hizo gracioso todo: el ejemplo ideal del planeamiento urbano terrible que existe en América.

La caminata valió la pena al final porque el espectáculo fue una experiencia total. Llegamos mientras se bajaban grupos enormes de ancianos jubilados de una serie de autobuses y en eso momento supimos que nos iba a gustar el plan. Nos guiaron hasta nuestras butacas alrededor del anfiteatro de arena, nos preguntaron qué queríamos beber durante el espectáculo y luego se bajaron las luces.

El espectáculo fue muy divertida, con momentos cómicos y la participación del público entre escenas peligrosas realizadas a caballo. Luego nos encontramos algo distraídos al llegar la cena en medio del espectáculo: ¡nos sirvieron un pollo asado entero a cada uno! Fue un pollo pequeño, eso sí, pero al final cenamos una cantidad espantosa de comida mientras observábamos la acción suceder.

Creo que el momento más gracioso de la tarde fue justo al final del espectáculo, un momento en el cual todo se volvió muy estadounidense. Mientras sonaba ‘Color Me America‘ de Dolly, el presentador gritó «¡levantaos si estáis muy orgullosos de ser americanos!». En ese momento Danni y yo nos levantamos inmediatamente, gritando y berreando más alto que los estadunidenses verdad que estaban presentes. Donde fueres, haz lo que vieres…

Al irnos saliendo del anfiteatro Danni y yo nos estábamos carcajeando, un ataque de risa que se nos fue a peor al llegar a la tienda de regalos. Probamos todo tipo de productos de vaquero, pero nuestro favorito tuvo que ser este sombrero exaltado por la bandera estadounidense. No sé si se va a apreciar bien en la foto, pero habíamos estado llorando lágrimas reales de risa mientras nos los poníamos.

Salimos del lugar relativamente temprano así que decidimos dar una vuelta a conocer Pigeon Forge un poco mejor. Esta ruta nos llevó por la señal de Dollywood y luego pasamos una series de restaurantes y atracciones decoradas hasta petar con neones. Ente ellas figuraban unas tiendas en las que entramos en busca de un pijama, pero al meternos nos inquietaban los productos que exponían mensajes cuestionables y propaganda ideológica.

Aquí estoy yo junto a la mejor señal que he visto jamás.

Tras dormir bien en el hotel tras un día de pie, estábamos preparados para echar un día entero en el parque. Nos habíamos subido a bastantes atracciones el día anterior pero aún nos quedaban cosas por hacer, así que fuimos a hacer lo que mejor hacemos: crear una estrategia que nos dejara montarnos en las montañas rusas más grandes mientras esquivando las colas más largas.

Esta placa pone que no admiten a las mujeres en esta mina.

Hacía un día estupendo y nuestro plan estaba funcionando a la perfección. Pudimos montarnos en todas las principales montañas rusas antes de que se pusiera el sol. Entre ellas figuraron:

  • Blazing Fury: una vieja y cubierta montaña rusa de madera que tiene alguna que otra sorpresa.
  • Thunderhead: la mejor montaña rusa de madera que he experimentado, quizá llegue a ser la mejor montaña rusa a la que me he subido en la vida.
  • Mystery Mine: una montaña rusa cubierta con una caída más inclinada que una vertical.
  • Big Bear Mountain: una montaña rusa divertida y apta para toda la familia.
  • Lightning Rod: una montaña rusa de madera que es única en que te lanza por una subida enorme y luego te lleva por una serie loca de curvas, subidas y bajadas.
  • Wild Eagle: una montaña rusa en la cual los viajeros están sentados en los lados laterales de la vía en vez de estar encima de ella.

Esta última supuso el ejemplo perfecto de lo que hace que Dollywood sea tan especial. Su ubicación montañosa hace que la mayoría de las montañas rusas empiecen en el valle, se suben por las caras de las montañas y luego desaparecen fuera de la vista para el grueso del viaje. Esta configuración crea unos momentos espantosos mientras al rozar la vía el suelo y también te desorienta y te sorprenda ya que no tienes ni idea de lo que va suceder una vez te montas.

También fue una de las atracciones en las que nos sacaron una foto. Aquí estamos los dos intentando mantener la compostura mientras volamos por la cara de una de las montañas.

Después del atardecer el ambiente mejoró aún más en Dollywood. Junto a la emoción de montarse en una montaña rusa de noche, también se podía disfrutar de las luces. Echamos un rato caminando por el parque para verlo todo y pasamos por todo tipo de esculturas, pasillos iluminados y hasta una discoteca nocturna de terror. Esta caminata nos llevó de vuelta a Thunderhead, la montaña rusa de madera que tanto me había gustado. Acabamos subiéndonoslas tres veces seguidas ya que a esa hora no había cola casi.

El día siguiente volvimos al parque para el tercer y último día. Esta vez teníamos otros objetivos en mente, entre ellos subirnos a una última montaña rusa y buscar el famoso pan de canela que se hornea en el mismo parque. Ya que el sol había salido y hacía algo de calor, echamos un par de vueltas en los troncos. Al llegar de vuelta a la estación no había nadie en la cola así que nos dejaron quedarnos en nuestro tronco y pegarnos otro viaje. ¡Toma!

Tras subirnos a alguna atracción más ya nos apetecía un capricho dulce. Echamos un ojo a los caramelos de una confeccionaría pero al final decidimos que ya era hora de comprarnos un pan de canela. Tuvimos que esperar un rato a que saliera del horno, pero este pan enorme resultó ser una bomba riquísima de canela, azúcar y mantequilla. Hubiéramos guardado la mitad para más tarde, pero la bolsa en la que vino el pan ya estaba tan aceitosa que decidimos acabarlo todo en ese mismo momento.

Ya hinchados de pan, decidimos acercarnos a una atracción que sabíamos que tendría una espera larga para que se nos bajara un poco la comida: Lightning Rod. Esta montaña rosa no es solo única en el mundo por lo cual tiene mucha demanda, también es famosa por ser poco fiable y por estar rota casi más que está operativa.

En ese momento ya hacía bastante calor así que tuvimos suerte al llegar y ver que estaba la atracción operativa, por lo cual pudimos meternos en la cola y disfrutar de la sombra. Sin embargo resultaría que no éramos los únicos en sufrir por la temperatura: el sistema de lanzamiento se sobrecalentó y se rompió justo cuanto íbamos a ser los próximos en subirnos.

Nos encontramos justo detrás de las puertas en la estación y teníamos que decidir entre esperar a que arreglaran la montaña rusa o abortar la misión. Danni y yo no somos de rendirnos y también nos generaba curiosidad ver como arreglarían un fallo así, así que nos sentamos en el suelo de hormigón y observamos mientras el personal de la atracción despachaba coche vacío tras coche vacío.

Eventualmente dieron la luz verde, un momento que celebramos todos con gritos y aplausos. El pobre personal se veía tan cansados como nosotros, pero por lo menos nosotros disfrutamos de la recompensa de poder echarnos un viaje en esta atracción loca. Al pillar una foto a modo de recuerdo de este momento, vimos que la pobre chica en la siguiente fila se lo estaba pasando algo mal…

Nos urgía tanto subirnos a Lightning Rod todas las veces que pudiéramos ya que el 2023 será su último año de operar como está haciéndolo a día de hoy. Ya que el lanzamiento en subida les causa tantos problemas, durante el invierno van a cambiarlo por un elevador de cadena convencional, así que queríamos experimentarlo en su estado actual mientras pudiéramos.

Ya contentos de habernos subido a todas las atracciones, habernos comido todo el picoteo y habernos visto todas las vistas, pedimos a una tía que nos sacara una foto bajo el corpóreo icónico de Dollywood. Antes de salir por última vez del parque, compramos unos regalos en la tienda y luego cogimos el coche para hacer una última aventura antes de irnos de Tennessee.

Cerca de Pigeon Forge hay una gasolinera enorme con un supermercado igual de enorme que se llama Buc-ee’s y que Danni quería visitar. De camino a nuestro destino yo andaba con ganas de picoteo y chicles así que paramos en un supermercado local para coger alguna cosa.

Al entrar en el súper vi algo que para mi es el culmen de la cultura estadounidense: los carros motorizados de compra que utiliza la gente dentro de los supermercados. Nunca había tenido la oportunidad de usar uno, así que me acerqué y me subí a uno.

Estoy al punto de vivir mi sueño americano.

Luego empecé a recorrer el supermercado en mi carro mientras Danni intentaba alargarse de mí, cosa que ahora que lo pienso lo entiendo perfectamente. Llené la cesta con patatas, chocolates y otras guarradas sin tener que levantarme de la silla: la cima de la pereza humana y el consumerismo. Nos echamos unas cuántas risas a pesar de temer por la humanidad…

Aquí va lo que todos queríais: un vídeo de mi nuevo juguete:

Después de pagar y dejar el carro en su sitio, nos acercamos hasta Buc-ee’s. Aparcamos y entramos en otro plano de experiencias americanas: el sitio era una catedral al jarabe de maíz con alta fructuosa y las grasas saturadas. Había una pared entera de máquinas de refresco y puestos con todo tipo de sándwiches de carne y perritos y chucherías y patatas…

Cuando ya se nos pasó el asombro, Danni y yo pillamos un refresco y una cena cero sana. Esta la disfrutamos desde encima de una barbacoa que tenían a la venta en el parking. Fue una manera perfectamente cutre para ponerle lazo a unos días en el sur de los Estados Unidos.

hay nada más americano que una cena de comida industrial en medio de un parking enorme.

El día siguiente solo nos quedaba levantarnos, hacer la maleta y volver juntos al aeropuerto en Knoxville. Allí me despedí de Danni al subirse ella a un vuelo hasta Nueva York para pasar los últimos días de su viaje. Luego yo me subí al primero de dos aviones que me llevarían a cruzar de nuevo el charco.

Durante mi escala en Charlotte, me puse a hablar con una tipa muy charladora que me recomendó unas canciones menos conocidas de Dolly Parton. Me puse a escucharlas durante el segundo vuelo y me gustó una que se llama Mule Skinner Blues. ¿Quien diría que volvería a Madrid escuchando un canto a la tirolesa?

Estoy seguro que después de tantas historias me sobra decir que me lo pasé fenomenal en Pigeon Forge. Fue una experiencia habilitada por y mejorada infinitamente por la presencia de una de mis más viejas amigas. Estáte al loro para ver que planes tenemos juntos para el año que viene y luego para celebrar nuestros 30 años en el 2025…