09.06.22 — Diario

El diecisiete de mayo

Antes de empezar, me gustaría avisar que con esta entrada pongo fin a la racha de entradas breves que llevo – ¡esta va a ser muy larga! Pero creo que vale la pena, ya que acabo de volver de pasar siete días de diversión en Noruega.

Ya que la última vez que visité a Heidi en su ciudad fue hace más de tres años a finales del 2018, ya tocaba que volviera. Iba a viajar a Oslo el verano pasado, pero una doble infección de coronavirus el año pasado puso un fin rápido a mis planes. Ahora que se han tumbado casi todas las restricciones, estoy intentando recuperar los años perdidos de planes deslucidos.

Este viaje surgió cuando me escribió Heidi de la nada para preguntarme que planes tenía para el 17 de mayo y para proponerme algo que no podía decir rechazar. Me dijo que el 17 de mayo (Syttende Mai en noruego) es el día nacional de Noruega ¡y que fuera a celebrar con ella y con Axel!

Una semana después ya había comprado vuelos, el primero de los cuales lo cogí hace un par de semanas. Después de volar sobre el centro de la ciudad, Heidi me recogió en el aeropuerto y me llevó al piso precioso que ha comprado con Axel, que nos estaba esperando con una cerveza fría.

Heidi luego tuvo que volver a salir porque sus compañeros le habían liado para que participara en una posta. Mientras ella subía la cuesta de una de las colinas que rodean el centro de la ciudad, Axel y yo salimos a tomar algo con sus amigos y para que yo comiera algo – ¡llevaba sin comer desde el desayuno!

Después de unas risas con los amigos de Axel, efectuamos una parada rápida para que comprara unas chucherías para satisfacer mis ganas de dulce. Desde allí nos subimos en unos patinetes eléctricos – un modo de transporte que se volvería en algo íntegro del viaje – y fuimos a reunirnos con Heidi para tomar una caña pos-posta.

Este bar se llamaba “angst”, que significa “ansiedad” en Noruego.

Luego volvimos a su casa, en donde empezamos a preparar las celebraciones de esa noche: ¡tocaba ver Eurovisión! Charlotte, una amiga de Heidi, se unió a la fiesta, para la cual Axel preparó una pizza deliciosa (con piña, ¿y qué?). Me lo pasé fenomenal viendo todas las actuaciones: quería que ganara España (no solo por vivir aquí, Chanel lo hizo muy bien), pero al final acabé votando a Rumania – ¡era todo demasiado mono!

La casa de Heidi y Axel es preciosa, más aún durante el atardecer.

Al final ganó Ucrania gracias a una muestra masiva de apoyo público, después de lo cual todos nos fuimos a dormir para tener la energía necesaria para las aventuras del día siguiente – ¡y tantas hubo!

La primera excursión nos sacó de la ciudad y nos llevó a las montañas, ya que había comentado que me gustaría ver un poco de la naturaleza noruega. Axel nos condujo hasta un bosque donde empezó nuestro camino, una vuelta que – muy a mi pesar – nos llevó cuesta arriba durante el primer tramo.

Como bien se puede ver, el paisaje fue precioso, consistiendo en una senda entre un bosque denso de abetos. A pesar de quejarme de la subida durante la primera parte del viaje, en nada llegamos a nuestro destino: un embalse rodeado por colinas y bosques. Pillé una bebida de una cabaña por allí – que resultó saber bastante mal, pero hay que apañarse – y nos sentamos un rato mientras sacaba unas fotos.

Se me hacía que se podría grabar una película independiente en este lugar.

Luego empezamos la vuelta a donde habíamos dejado el coche, una experiencia agradable hacia abajo siguiendo el camino del río al bajar hacia la ciudad. Paramos a comer por el camino en un claro en la ribera que Axel conocía. En un banco de picnic comimos las sobras de pizza de la noche anterior y hablamos un poco de todo.

Al llegar al coche, volvimos a casa para refrescarnos y acercarnos al sitio donde habíamos reservado una mesa para cenar. Habíamos intentado comer en este sitio cuando visité Oslo la primera vez, pero en esa época del año se encontraba cerrado. Tenía ganas de visitar, ya que me lo habían descrito como un restaurante ribereño en una isla pequeña en el medio del fiordo en el que está situado Oslo – ¡de ensueño!

Un autobús nos llevó a la orilla, donde tuvimos que esperar la llegada de un barco pequeño para que nos llevara a la isla. El viaje corto nos dejó en un sitio bonito y tranquilo, desde donde podíamos mirar sobre la ciudad o hacia las aguas del fiordo. Los pocos que estábamos en aquella isla nos encontrábamos acompañados por una familia de patos, un vídeo de la cual pude grabar mientras se metían en el agua tranquila del fiordo.

Nuestra mesa disponía de unas vistas preciosas sobre el agua y hacía un tiempo perfecto – sentía como si hubiéramos escapado del mundo un rato. Arrancamos la cena con una selección de entrantes – yo había pedido la crema de marisco según la recomendación de Heidi y Axel, y estuvo riquísima.

Disfrutaba del entorno perfecto, la comida rica y la compañía inmejorable.

Ya que aún tenía un poco de hambre y dado el sabor rico de la crema de marisco, pedí también una hamburguesa de salmón como plato principal. Donde fueres, haz lo que vieres…

Luego me fui a los baños que estaban situados en una cabaña roja justo fuera del jardín del restaurante, ¡ pero este pequeño viaje se convierto en una aventura! Al salir del baño, descubrí que podía caminar sobre un pequeño cabo que entraba en el agua del fiordo y no podía resistir la tentación de ir explorando.

En esta pequeña península me esperaban bastantes sorpresas: vistas sobre el centro de Oslo, bancos escondidos para sentarse mirando sobre el agua, formaciones de piedras, texturas y hasta una vista sobre una casa edificada sobre una roca aislada en medio del fiordo.

Podía haberme sentado en esta banco a pasar toda la tarde mirando el atardecer.

Pasado un tiempo decidí que probablemente había estado ausente un rato de más, por lo cual volví casi corriendo a la mesa. Heidi y Axel me informaron de que me habían traído la hamburguesa y que se la habían llevado de vuelta – Heidi había pedido que me la mantuvieran caliente mientras estaba haciendo mis tonterías y sacando mis fotos.

Dicha hamburguesa, igual que la crema que la prefijó, estuvo deliciosa. Consistió en un lomo de salmón entero entre pan y acompañado por unas de las patatas más deliciosas que he comido jamás. Me recordaron de un debate que salió cuando estuve en Suecia el año pasado. Unos suecos y unos noruegos que estaban sentados en mi mesa estaban debatiendo qué país tiene las mejores patatas. Lo siento mucho, Suecia, pero creo que tendré que dar yo el premio a los noruegos.

Acabada la cena, el sol se puso y una brisa fresca empezó a soplar, así que los tres volvimos al puerto a esperar el barco. Nos recogió allí y hicimos el pequeño viaje de vuelta a tierra firme, en donde decidimos coger un patinete eléctrico de vuelta al centro.

Mírales las caras contentas y listas para enfrentarse al viento frío de Oslo.

El plan original era coger los patinetes hasta la parada del autobús, pero las vistas que nos rodeaban nos obligaron a seguir en patinete hasta llegar a casa. Este viaje de tarde nos llevó por la granja real, por el puerto y por en frente de la ópera que tanto me había encantado la última vez que visité. Todo esto fue acompañado por la presencia de una luna llena que brillaba enorme en el cielo.

El ambiente mientras se ponía el sol sobre el agua fue sublime.

Tras llegar a la casa de Heidi y Axel, pasamos una noche tranquila ya que los dos tenían que trabajar el día siguiente. No tenía yo esa preocupación gracias al puente de Madrid, así que me quedé en su salón viendo el atardecer y escuchando música mientras ojeaba las fotos que había sacado ese día. Aunque no lo parece, ¡las fotos que ves en esta entrada representan un intento de recortarlas a las menos posible!

El día siguiente me desperté en una casa vacía, ya que Heidi y Axel se habían ido a trabajar. Pasé la mañana preparándome algo de desayuno y haciendo cosas en mi portátil, pero eventualmente decidí acercarme al centro para explorar las calles de Oslo.

Cuando justo estaba llegando al puerto, me escribió Heidi para preguntarme por dónde andaba y si quería subir a su oficina para echarle un ojo ya que salía temprano. Puesto que no tenía nada que hacer si no, me acerqué al edificio enorme y me subió a su planta para que conociera a sus compañeros.

Las oficinas eran enormes, con un patio interior bastante bonito.

Como se puede ver en la foto arriba, luego nos subimos a la azotea del edificio, un sitio que ofreció unas vistas bastante chulas sobre el centro y el edificio del ayuntamiento (el de los ladrillos rojos). Al volver a la planta baja, Heidi fichó su salida de la oficina y los dos nos fuimos a reunirnos con Axel, que también había dejado el trabajo.

Encontramos un par de invernaderos bien coloridos en la calle.

Ya reunidos, los tres pillamos algo de comer en un sitio que nos recomendó Axel. Con un sándwich en la mano, nos acercamos en un parque que contenía los jardines botánicos de Oslo.

Una vez allí, en nada un segurata nos dijo que no podíamos montar un picnic en justo esa zona de césped especifica que habíamos elegido. Quizá fuera a nuestro beneficio al final, ya que este desalojo nos permitió explorar otras zonas del parque y nos llevó a la zona de picnic designada, una cuesta bañada de sol.

Entre los sitios del parque se destacó esta joya, un patio escondido lleno de tulipanes.

Tras disfrutar una cena con vistas sobre la ciudad, nos cogimos un patinete y volvimos a casa para empezar las preparaciones para el dies siguiente – ¡había mucho que hacer! El plan para el 17 de mayo supuso invitar a los amigos de Heidi y Axel a desayunar en casa, y me habían avisado que podría pasar cualquier cosa después de este desayuno….

Con la preparación básica hecha para el brunch del día siguiente, Heidi y yo salimos a dar una vuelta – ella quería coger unas flores silvestres y yo quería llegar a mi objetivo de 10.000 pasos diarios. Caminamos un buen rato por su barrio local, deteniéndonos para coger unas flores blancas de un árbol que estaba sobrado de ellas.

No hay qué me gusta más que una vuelta para luego dormir y descansar bien.

Cuando me desperté el día siguiente ya había llegado el gran evento – ¡era el 17 de mayo! Heidi había madrugado para poner los toques finales a los platos y preparar la mesa, pero aún así encontró un hueco para presentarme con un lazo bonito con los colores nacionales para que no me sintiera sin el vestido apropiado.

Los invitados empezaron a llegar sobre las 10am, así que abrimos unas botellas de champán y se abrió el bufé. Nos sentamos a comer, beber y conocernos, pero luego nos levantaron para concursar en una serie de juegos y retos. Para esto, nos partimos en dos equipos, y cada miembro tenía que enfrentarse con uno del otro equipo para participar en unas tareas cada vez más extrañas y graciosos.

A mí me tocó cantar y bailar (bueno, lo de bailar fue un extra opcional que sumé) con unos cascos puestos con aislamiento de ruido. Mi equipo tenía que adivinar qué canción estaba cantando/bailando, ¡y creo que al final se nos dio bastante bien!

En nada ya era la tarde, pero seguía la fiesta con más música, copas y picoteo. Eventualmente nos tocó salir de la casa y acercarnos al centro, cosa que hicimos cogiendo el bus. En el autobús había un ambiente eléctrico y estaba todo el mundo vestido en el vestimiento tradicional: los hombres en traje y las mujeres en su bunad, un vestido tradicional super bonito.

Aquí debería destacar que Axel no lleva un traje tradicional noruego, sino sevillano. No sé por qué eligió salir así, ¡pero lucía estupendamente bien en su traje de Sevilla que había comprado allí!

Acabamos dando unas vueltas por la ciudad – para empaparnos en el ambiente, sí, pero también porque nos habíamos equivocado de tranvía entre tanta emoción. Un viaje rápido en metro rectificó nuestro despiste y eventualmente encontramos el bar de vinos donde nos estaban esperando los demás.

Todos acabamos robando el sombrero excelente de Axel para hacernos unas fotos.

Nos lo pasamos súper bien sentados en la terraza de este bar. Conocí a aún más de los amigos de Heidi y Axel y me encontré probando un vino naranja. No sé con qué se hace ni por qué sale naranja, pero sabía bien y no era tan caro (bueno, comparado con el resto de cosas en Noruega), así que me quedé contento.

¿A que Heidi luce fabulosa en su bunad?

Al dar paso la tarde a la noche, al final nos despedimos de los que seguían en el bar de vinos y fuimos a buscar algo para cenar antes de irnos a casa. Esta búsqueda nos llevó al puerto, donde conseguimos una mesa en un restaurante italiano bonito. Allí nos pillamos unas pizzas deliciosas y pasamos un buen rato conversando.

Bien satisfechos tras tanto comer y beber, los tres volvimos a casa para pasar lo que quedaba del día recogiendo el salón y picoteando las sobres de la fiesta mañanera. Está claro que el viaje de vuelta supuso volver a coger unos patinetes eléctricos – ¡la manera más barata y divertida de moverse por Oslo!

Me veo obligado a incluir el vídeo de arriba porque me hace tanta gracia. Me hace mucha gracia como el bunad de Heidi combina con el sombrero de Axel para crear una silueta interesante cuando están saliendo del túnel.

Tras recoger el piso, me sorprendió no haber llegado aún a mi objetivo diario de 10.000 pasos andados, especialmente dado el tiempo que habíamos pasado ese día bailando y celebrando por las calles. Para rectificar este disguste, salí a dar un paseo rápido por el barrio y descubrí unos sitios interesantes por el camino.

El día siguiente fue miércoles y tuve que trabajar a partir de entonces hasta el viernes, así que el viaje se transformó en algo más tranquilo. He de decir que las vistas desde mi escritorio sobre la ciudad debajo eran preciosas, así que el tiempo que me quedó pasó volando.

A la hora de comer el jueves, Heidi y yo salimos al supermercado y para dar una vuelta por una zona verde cerca de su casa. Esto era nuestra despedida, ya que ella se iba al aeropuerto esa misma tarde, donde cogió un vuelo con su madre para pasar el finde en Londres. Su madre nos había visitado unos días antes para vernos, y me había dejado un regalo bonito de un paquete de salmón ahumado.

Al salirme del trabajo esa tarde, Axel me llevó a cenar un bocadillo de gambas en un sitio que habíamos intentado ir dos veces anteriormente para que nos dijeran que no podíamos comer nada por razones varias. Al final fue una cena bonita, ¡a pesar de los precios noruegos!

Ya de vuelta a casa, volví a fijarme que aún me quedaban unos pasos para llegar a mi objetivo, así que fui caminando desde la casa de Heidi y Axel hasta el puerto en el centro. Una vez allí, fui de turismo por la zona de la ópera que tanto me había encantado la última vez que fui.

La arquitectura llamativa y como interactúa con el agua siempre me ha fascinado.

Después de hablar con Ellie por teléfono un rato, cogí un patinete y volví a subir al piso, donde pasé la última noche con Axel. Igual que Heidi, también tenía que irse corriendo para cover un vuelo, en este caso a Mallorca para un viaje laboral. ¡Menuda vida tenemos los tres!

Esa misma tarde, el cielo montó un espectáculo de colores durante el atardecer, así que Axel y yo disfrutamos una caña en su balcón hasta que cundiera el frío. En ese momento me despedí de Axel al irse a dormir, ya que el día siguiente iba a despertarme solo en su piso.

El día siguiente lo pasé trabajando solo en su comedor, pero por suerte salgo de la oficina (la oficina virtual en este caso) a las tres los viernes. Una vez cerrado el portátil, bajé a la ciudad para dar una última vuelta y comprarles un regalo a Heidi y Axel por ser anfitriones tan buenos.

Oslo es una ciudad bonita y vibrante, pero a la vez refrescantemente tranquila.

Con los regalos comprados y montados en el piso esperando su vuelta, salí a buscar algo de cena antes de comenzar con los planes de la noche que consistían en bañarme y escuchar música. Heidi recomendó que fuera a una pizzería local, así que me acerqué y disfruté una pizza con burrata antes de volver a casa.

Me lo pasé pipa allí solo esa noche, con un baño caliente rodeado por velas y luego un buen rato que pasé en el sofá editando las mismas fotos que salen en esta entrada de blog. Fue un momento de tranquilidad pura y la manera perfecta de acabar una semana bastante ocupada.

Luego pasé el sábado entero viajando: tuve que cerrar la casa de Heidi y Axel, coger un autobús al centro de la ciudad, pillar un tren hasta el aeropuerto, volver a Madrid y luego buscar un tren a mi barrio local allí. Aún así, encontré un rato para salir a tomar algo con un amigo esa mima noche – ¡un milagro!

Acabo esta entrada de blog dando las gracias sinceras a Heidi y Axel por abrir su puerta para que pudiera pasar no solo el 17 de mayo de fiesta con ellos, pero también el resto de la semana trabajando en su casa preciosa. Solo espero volver pronto y que ellos encuentren un rato para visitare aquí en España cuando puedan.

Ha en fin syttende mai!