14.12.23 — Diario

Visitando a Rhea en Londres

Tras recibir a Ellie y Johann aquí en Madrid, ahora me tocaba a mí ser recibido. Este viaje trató de visitarle a Rhea en Londres, un viaje que tuve que retrasar debido al fiasco que sufrí al romperse mi pasaporte en Tokio. Originalmente iba a viajar a la capital de la patria justo después de este viaje a Japón, pero al final tuve que esperar un par de meses más.

Mi vuelo a Stansted aterrizó sobre las 4:30pm, lo cual significó que ya era de noche al llegar en el Reino Unido. Mientras mi tren avanzaba hasta el centro de Londres, revisé las instrucciones que me había mandado Rhea para llegar a su casa ya que tendría que entrar yo con la llave que me había dejado.

Ella andaba por Leeds, la ciudad en el norte de Inglaterra donde estudiamos juntos. Ahí estaba celebrando el compromiso de nuestra amiga Sophie, así que tuve que acercarme a su piso en Londres acompañado tan solo por una bolsa de patatas fritas de aro de cebolla que compré en Tesco, un supermercado británico. Echo de menos el Tesco.

Hacía frío, era de noche y había mucha gente por la calle, pero por lo menos pude ir al Tesco.

Una vez instalado en la casa de Rhea, me acerqué a otro supermercado para pillar unas cosas para que Rhea luego pudiera hacer la cena al llegar. Como es su estilo, preparó un plato delicioso y lo disfrutamos juntos antes de irnos a dormir.

El día siguiente salimos a desayunar en la panadería preferida de Rhea. No me decepcionó nada su selección de pasteles y panes y café rico. Desde allí bajamos la calle de Portabello Road, un mercado callejero mítico que ofrece todo tipo de antigüedades y productos de segunda mano.

El olor de pan recién salido del horno era irresistible.

A mediodía le dejé a Rhea en una librería para acercarme a la estación de metro. Había quedado mi hermana Ellie, que también andaba por Londres. ¡Como si no la tuviera ya muy vista tras su visita a Madrid apenas unos días antes!

Me bajé del metro en Richmond, donde me recibió mi hermana mientras hablaba por teléfono con mis padres. Me enseñó el centro de este pueblo bonito de Londres, incluido el río donde se me hizo caca encima una gaviota. ¡Encima me manchó el abrigo nuevo!

Tras cotillear unas tiendas y las calles curiosas del casco viejo de Richmond, andábamos con hambre así que nos metimos en un restaurante italiano local en busca de zampar algo rico. El sitio cumplió su función: compartimos unos platos deliciosos mientras nos pusimos al tanto. Fue una manera muy agradable de pasar un domingo por la tarde.

Después de la comida Ellie se tuvo que ir, por lo cual yo volví al barrio de Ladbroke Grove para reunirme de nuevo con Rhea. Luego salimos a pasar la tarde noche juntos en Camden, donde pillamos comida china callejera muy rica y subimos hasta la cima de una colina para intentar ver los fuegos artificiales de la Noche de Guy Fawkes.

Este festivo británico se celebra cada 5 de noviembre con hogueras y fuegos artificiales para conmemorar el atentado al parlamento británico del 1605. Un tal Guy Fawkes intentó tumbar el edificio con pólvora, por lo caul celebramos su fracaso quemando imágenes de él encima de hogueras públicas: cosas de Inglaterra…

Esta foto la saco la tía del puesto de comida que no paraba de llamarle a Rhea «una señora muy guapa».

Nuestra aventura al final fue un fracaso. No encontré bonfire toffee (un dulce típico del festivo), tampoco había bengalas a la venta y tampoco vimos muchos fuegos artificiales. Uno sabe que ha sido un fiasco cuando la multitud acaba gritando y celebrando el fuego artificial más pequeño del fondo. El espíritu británico en toda regla.

El día siguiente fui a trabajar en una oficina compartida y luego volví a la casa de Rhea para pasar una noche con Izzy. Llevo sin verle a Izzy desde que vino a visitarme en Madrid hace un par de años. Los tres quedamos un buen rato hablando con una cena deliciosa preparada por Rhea. Comentamos que la quedada nos recordaba a los años que vivimos juntos durante la universidad.

Rhea me acompañó a la oficina el día siguiente y juntos conseguimos unas entradas para ver un musical esa misma noche. Nos costaron tan solo £25 cada uno, así que salimos con ganas para pasar una tarde viendo The Book of Mormon en el West End.

La función fue graciosísima: se nos caían las lágrimas de la risa durante la duración entera. Fue curioso que acabáramos viendo The Book of Mormon, ya que unos días antes de mi viaje a Londres había visto que había llegado el musical aquí en Madrid también. Me alegro de haberlo visto en mi idioma nativo, sin embargo. Pero eso sí, me da curiosidad ver como se han traducido las bromas al castellano.

El día siguiente lo tenía libre ya que volvía ese día a Madrid. Ya que yo no volaba hasta la tarde, Rhea y yo salimos otra vez a desayunar unos cruasanes y café en la panadería local. Luego Rhea se tuvo que ir así que me despedí de ella y le di las gracias por acogerme tan bien. Desde su barrio me acerqué al mercado de Spitalfields para ver que había por ese barrio de Londres.

El mercado me gustó, pero se me hizo muy concurrido y comercializado.

Mientras andaba en el tren de vuelta al Aeropuerto de Stansted fui hablando con Loredana y David que estaban pasando el día en Madrid antes de volar a América del Sur para pasar un mes de vacaciones. Desafortunadamente ellos iban a despegar justo a la misma hora que yo llegaba, así que no iba a poder verlos por una cuestión de horas. ¡Vaya!

Al llegar en Madrid, no obstante, me sorprendió ver que Loredana aún estaba en línea y enviándome mensajes. Resultó que su vuelo se había retrasado un poco, así que si yo podría desplazarme de la T1 hasta la T4 a tiempo tal vez pudiera saludarles durante cinco minutos antes de que se fueran. Fui corriendo a coger el autobús del aeropuerto, pasé el viaje esperando que el autobusero lo pisara un poco más fuerte y luego me bajé y entré en la T4 volando. Allí casi me choqué con los dos que justo habían acabado de facturar las maletas en el momento que llegué.

Ilusionadísimos de vernos y sin creernos la coincidencia perfecta que se acababa de montar, los tres pasamos diez minutos hablando y abrazándonos en una T4 que ya se encontraba prácticamente vacía. Me despedí de ellos y se fueron de camino a Chile mientras yo me fui de camino al Cercanías para acercarme al barrio. Una vez allí, pasé por mi bar de confianza y me pedí una bocata de lomo y queso para llevar.

Si tuviera que elegir entre el Tesco y el bar de mi barrio, no sé cuál acabaría ganando…