02.08.23 — Diario

Entre vacaciones

Tras aterrizar en Madrid después de un finde maravilloso en Viena, quedaba poco para mis próximas vacaciones. A pesar de este hecho y el calor cada vez más insoportable, acabé haciendo bastantes cositas antes de irme para disfrutar de un viaje importante.

Una tarde salí a dar una vuelta por mi barrio, cosa que siempre me lleva a descubrir novedades. Me topé con unos locales abandonados en una calle que no conocía. Luego pasé media hora buscando una tienda que me vendiera un cuadernillo para luego echar el resto de la tarde por el río bocetando y tomándome una cerveza en una terraza.

Me tumbé en el césped debajo de este árbol para ver el atardecer.

Mi finde de autocuidado siguió con un sábado que pasé por el centro de Madrid. Subí a hacer algo que no suelo hacer a no ser que me vengan a visitar: ¡fui a desayunar churros! Claramente tuve que acercarme a San Ginés para disfrutar de esta tradición madrileña. Allí me senté y pasé un rato tomando mis churros, chocolate y café mientras veía los turistas pasar.

San Ginés es un sitio mítico de la ciudad y debería ir más.

El día siguiente volví al río cerca de mi casa, dónde pasé un rato caminando por la mañana y luego por la tarde, pasando el mediodía por casa debajo del aire acondicionado. El mes de julio siempre me cuesta, ¡creo que nunca me acostumbraré al calor veraniego!

A saber porque habían atado estas llaves a un árbol…

Esa semana también tuve la oportunidad de reencontrarme con un antiguo profesor de español – ¡menudos recuerdos! Estaba por Madrid de visita así que le llevé a tomar unas tapas y cañas como tiene que ser. Fue un gusto volverle a ver después de lo que tienen que ser ya unos diez años como mínimo… ¡madre mía!

La semana siguió con muchos planes: una tarde de cócteles con Sara, un par de llamadas con Cake Club, unas copas con mis colegas de natación al acabar el curso y luego una reunión con Nacho. Fui a verle en su ciudad de Praga a principios de este año, pero esta vez le tocó a él volver a su ciudad natal de Madrid. Juntos pasamos una tarde maravillosa tomando cócteles, cenando pizza y conversando sobre los temas importantes como solemos hacer.

No suelo subir al centro pero es verdad que tiene unas vistas preciosas.

Enseguida llegó el finde y pasé la mayoría del sábado haciendo la maleta antes de que me invitara Luis a acompañarle a la finca de su familia. Hice lo mismo el año pasado antes de irme a Canadá, así que parece que mis viajes a la finca justo antes de irme de viaje se está volviendo en costumbre.

Eso es todo por ahora, ya que mi siguiente entrada de blog nos llevará mucho más lejos de casa que la finca en las afueras de Madrid…