09.04.23 — Diario

Una semana en Worsthorne

Después de un finde en Praga hace unas semanas, la siguiente salida de Madrid me llevó a la casa de mis padres en el Reino Unido para pasar unos días con ellos. Al final esta vuelta a mi pueblo natal, Worsthorne, se extendió para que pudiera asistir al funeral de mi abuelo. Falleció hace unas semanas, así que este viaje también tenía un propósito algo más triste.

Mirando el lado bueno, esto hizo que tuviera la oportunidad de pasar tiempo valioso con mi familia y amigos. Antes de ni acercarme al aeropuerto en Madrid ya había quedado en cenar con unos amigos y en ir a Leeds a pasar un día con otros durante mi estancia en Inglaterra.

Mi viaje empezó, como suele ser, con un tren de mi barrio hasta el aeropuerto, donde el atardecer estaba inundando la Terminal 4 en un esplendor cálido. Desde allí me subí al autobús hasta la menos atractiva Terminal 1, donde acabé dando vueltas al cambiarse por enésima vez la puerta de embarque.

Eventualmente decidieron cual puerta sería y el vuelo a continuación fue una maravilla en su tranquilidad y falta de incidencias. Mi padre me recogió en Mánchester y me llevó a Worsthorne, el pequeño pueblo de unos mil habitantes donde crecí y donde siguen viviendo mis padres.

Ya que trabajaba mi madre el día siguiente, mi padre y yo salimos a pasar un rato juntos. Aparcamos al lado de un canal y caminamos por su vera hasta divagarnos de la senda establecida y atravesar unos prados antes de volver al coche. Fue un camino bonito que supuso la oportunidad de descubrir un trozo del campo que rodea Burnley y que no había visto antes.

El día siguiente le tocó a mi padre trabajar así que era hora de que yo pasara un rato con mi madre. Los dos echamos la mañana descansando por casa y comiendo juntos antes de ir a Crowwood, el gimnasio de mi madre que también dispone de una piscina y instalaciones de spa. Nos echamos al jacuzzi un rato, nadé unos largos y luego tuvimos que irnos a recoger a mi hermana de la estación de tren.

Ahora que también andaba mi hermana por el pueblo, me sacó de casa a dar lo que iba a ser una vuelta rápida por el campo para aprovechar de un momento efímero de sol. Tanto mi hermana como el mismo sol persistía, sin embargo, así que esta vuelta rápida se convirtió en unas dos horas de senderismo por los campos y los bosques de mi pueblo bonito.

Ver los corderos jugar en el sol de la tarde sirvió para animarnos a seguir.

Me había imaginado que el plan sería darnos media vuelta al llegar al primer embalse, pero al final seguíamos adelante y hasta el segundo antes de empezar el descenso de vuelta a casa. Fue una oportunidad preciosa de ponerme al tanto con Ellie y apreciar el paisaje maravilloso. A veces no hay nada como un viaje al sitio donde naciste y creciste.

Acto seguido pasamos una tarde en familia antes del funeral el día siguiente. Como te puedes imaginar, fue un día sombrío y lleno de reflexión pero también de celebración. Mucha de mi familia extendida se reunió por primera vez en años y nos pusimos a intercambio historias y compartir anécdotas en la pequeña fiesta después de la ceremonia principal. Un momento bonito para mí fue cuando me asignaron como portero del ataúd. Supuso mi último acto de agradecimiento a modo de despedida.

Después del funeral, Ellie volvió a Leeds ya que tenía que trabajar el resto de la semana, así que los tres que quedábamos volvimos a Worsthorne. Allí también tuve que trabajar durante lo que quedaba de la semana, cosa que hice desde la habitación de invitados y bien envuelto en una manta eléctrica.

El jueves por la tarde había quedado en cenar con Abi y Danni después de verlas por última vez cuando volví a pasar la navidad en mi pueblo. Quedamos en Ellis’, una hamburguesería en el centro de Burnley. Echamos unas buenas risas y cenamos muy rico. Fue un gusto disfrutar de un poco de alivio cómico tras unos días tristes; esta vez las lagrimas eran de felicidad.

El día siguiente mi hermana volvió a Burnley nuevamente. Llegó mientras yo estaba durmiendo la siesta y me despertó con la noticia que Jemma nos iba recoger en tan solo diez minutos. Tuve que levantarme, mojarme la cara con agua fría y ponerme el gorro corriendo para llegar bien.

En un pub del pueblo, Ellie, Jemma, Lucy y yo nos vimos reunidos por primera vez en por lo menos un par de años. Jemma y Lucy eran nuestras vecinas de joven así que son de las amigas más viejas que tengo. Tuvimos una buena charla y nos pusimos al día con las noticias de cada uno, luego también hicimos planes para que me vinieran a visitar aquí en Madrid y para ir todos a la casa de Jemma un día para ver la película de Pippi Calzaslargas. ¡Esta fue nuestra película favorita de pequeños!

Me encanta esta foto aunque se nota mucho que me sacaron de la cama con prisa.

De vuelta a casa el día siguiente, los dos echamos la casa de tranquis antes de que mi hermana, mi padre y yo nos fuéramos a tomar un café en HAPPA, un santuario para caballos rescatados en el campo cerca de la casa. Desde allí, me dejaron en Hebden Bridge, un pueblo bonito cercano donde pude coger un tren a Leeds para la última parada de mi semana en el Reino Unido.

En Leeds me quedé en la casa de Em y Lincoln, lo cual nos dio la oportunidad de salir a cenar pizza en un restrautne italiano local. La siguiente mañana desayunamos juntos antes de que tuviera que pedirles el gran favor de acercarme al aeropuerto de Mánchester en su coche. Debido a las huelgas en Reino Unido, no había casi trenes.

Todo eso nos lleva al aquí y ahora. Me encuentro sentado en la Terminal 3 del Aeropuerto de Mánchester mientras los pasajeros de embarque prioritario se suben al avión. Con algo de suerte podré revisar en diagonal esta entrada de blog y publicarla antes de subirme…