14.01.24 — Diario
Reyes en Gijón
Como tenté la final de mi última entrad de blog, mi vuelta a casa no me llevó directamente a Madrid sino al norte de España. Mi vuelto aterrizó en Santander, una ciudad pintoresca que visité por primera vez hace un año. Cami se había acercado a pasar allí la tarde con su novio, Hessel, y se había ofrecido a recogerme y llevarme a Gijón para que pudiera celebrar el día de los Reyes Magos con Cami, Hessel, Bogar, Javer y – como regalo navideño – ¡Kevin!
Kevin había viajado desde los Estados Unidos para pasar la Navidad en familia. Le había visto unos meses antes cuando se acercó a Vermont para pasar unos días conmigo y con Megan, pero me hizo mucha ilusión poder pasar tiempo con él en su tierra de Asturias.
Tras mi recogida del aeropuerto, Cami, Hessel y yo fuimos a cenar pizza en Santander antes de coger la carretera y hacer el viaje de dos horas a Gijón. El día siguiente nos levantamos, nos vestimos y salimos a uno de nuestros restaurantes favoritos donde habíamos quedado con Kevin para comer.
Como siempre, nos reímos mucho y comimos como reyes. Pasamos el resto del día enseñándole la ciudad a Hessel, desde las alturas ventosas de Cimadevilla hasta los bares y calles estrechas del casco viejo. Parecía que había visitado con mis padres el día anterior, pero realmente les enseñé Gijón y el resto del principado el verano pasado ya. ¡Como vuela el tiempo!
Después de descansar un rato en el piso de Cami, Hessel y ella se fueron a patinar sobre hielo, algo que Kevin y yo optamos no hacer a favor de echar la tarde comiendo roscón mojado en chocolate. Así mucho mejor que pasar frío y caerse cada dos en tres, vamos.
El día siguiente tuve que trabajar desde casa, pero el día se hizo más leve gracias a la presencia de Luke, el perro de Cami, que se echó el día observándome y acompañándome mientras trabajaba desde el sofá. También me encantó la comida, para la cual preparó Cami un plato chileno, pastel de papas. Me recordó un poco a un plato británico parecido, pero este tuvo mucho más sabor.
Al desconectarme del trabajo hice la maleta y me cogí un taxi a mi siguiente casa, el piso de Javier y Bogar. Dejé mis cosas allí y volví a salir para verme con Kevin, que había vuelto a pasar la tarde por Gijón.
Mi camino al centro de la ciudad me llevó por el paseo marítimo. Bueno, mentira: pensé que podría ir por allí ya que quería ver el mar, pero resultó ser un desvío importante que me dejó en Cimadevilla en vez de el centro donde había quedado. ¡Ups!
No obstante, este camino alargado valió la pena: Kevin llegó un poco tarde y la luz vespertina del invierno creaba unos matices bonitos de rosa y morado en las nubes. Por fin nos encontramos en la plaza bonita en la que se encuentra el Teatro Jovellanos y vimos que habían montado un mercadillo de Navidad. Yo andaba con hambre, así que pillé una caja de pastas frescas y luego una ración de churros recién fritos: el maridaje perfecto de carbohidratos con más carbohidratos.
Tras acabarnos los churros, Kevin y yo fuimos a tomar algo en un callejón lleno de bares y restaurantes. Mientras buscábamos un sitio, vimos que había un bar cuyo especialidad era el vermú y que estaba poniendo bollos preñaos de tapa. No hacía falta buscar más, ese fue nuestro sitio.
En ese sitio acabamos probando el vermú casero y pidiendo unos pinchos de tortilla. Echamos un rato maravilloso disfrutando esta bebida gloriosa y unos pinchos sabrosos con picadillo y cabrales.
Saliendo de allí nos acercamos al mar y encontramos un bar acogedor que disponía de un sofá. Nos echamos justo allí y procedimos a seguir hablando y bebiendo como solo Kevin y yo sabemos hacer. Eventualmente se unieron también Cami y Hessel, pero a esa hora ya estaba yo escondido debajo de mi abrigo: a pesar del tiempo que acababa de pasar en Inglaterra, estaba pasando bastante frío.
Desafortunadamente tenía que trabajar el día siguiente y andaba ya algo cansado después de tantos días de viaje, así que me despedí de todos y volví a casa de Bogar para dormir tempranito.
Trabajé desde su piso bonito el día siguiente, pero al llegar la tarde me empecé a encontrar un poco regular. Una siesta rápida para que se me quitara acabó siendo un siestón tras el cual me levanté con fiebre: se me había pegado la gripe.
Esta fiebre me obligó a pasar del plan de la tarde de ir a la cabalgata. Aún no he ido a ninguna nunca: ¡el año que viene será! Ya por la noche me encontraba un poco mejor, así que Bogar, Javi y yo nos tiramos al sofá y vimos una peli para marcar mi última noche en Gijón.
El día siguiente tuve que ponerme hasta arriba de paracetamol, bebida isotónica y jarabe de tos ya que tenía que coger el tren de vuelta a casa en Madrid. Llevé una mascarilla durante todo el viaje, pero aún así observé que todo el mundo – desde el taxista hasta la revisora de la Renfe – también estaba tosiendo. A cuidarse, ¡que hay mucha gripe por aquí!
Fue un gusto ponerle fin a la época navideña con unos días en Gijón, a pesar de pasar los últimos dos vagueando por casa dándome pena. Me encantó poder ponerme al tanto con todos mis amigos que viven allí y claramente también fue un regalo navideño muy special poder verle a Kevin durante uno de sus pocos viajes a la patria desde los EEUU.
Me gustaría acabar esta entrada dándole las gracias a Cami por venir a recogerme de Santander y también por acogerme en casa. También he de agradecerles a Bogar y Javi, no solo por recibirme en su casa, pero por aguantarme mientras vagueaba por su casa pensando que ¡pobre de mí!