25.11.22 — Diario

Santander

Durante las últimas semanas he estado por casa, pero como siempre ha sido un rato ajetreado. No suelo estar quito mucho tiempo, así que el otro día me encontré despertándome a las 6am para subir a Santander con un par de compañeras mías.

Nuestro viaje a la ciudad cántabra no supuso un ejercicio de ocio, sin embargo – fuimos por temas laborales. El día arrancó con dicho madrugón para reunirnos los tres en la estación de Chamartín-Clara Campoamor. Allí tuvimos que navegar las obras que están haciendo, pero al final logramos encontrar nuestro tren.

Cuatro horas y pico después llegamos a la ciudad y a la sorpresa de un día despejado y soleado. Cómo el norte de España no tiene mucha fama por su buen clima, había fiado ciegamente en Google Tiempo y había dejado mis gafas de sol en casa. ¡Vaya!

Mi primera impresión de Santander fue que es bastante bonito y muy pequeño. Digo pequeño en el sentido muy positivo, me parecía cogedor y accesible comparado con Madrid o Nueva York. Había mucha arquitectura interesante y mucho espacio abierto. También había – por supuesto – el mar, cosa que mejora cualquier sitio.

Tras aguantar el viaje sin comer andábamos con bastante hambre, así que nos metimos en un mercado para picar algo. Pillamos unos pinchos que entraron fenomenal con una bebida fresca. Este desayuno tardío nos revivió bien para el día de exploraciones por Santander.

Desde allí, bajamos de vuelta al paseo marítimo para empezar nuestras investigaciones. Habíamos venido a empaparnos en el contexto y el ambiente de la ciudad, así que pasamos por la oficina de turismo, en donde nos recomendaron una ruta para ver los sitios más emblemáticos de la ciudad.

La primera parada fue el Centro Botín, un centro de arte en las orillas del agua que tiene vistas sobre e incluso se extiende sobre la ría. Echamos un ojo a la arquitectura preciosa de Renzo Piano y acabamos encima del tejado, donde iniciamos una sesión espontánea de ideación y conceptualización para el proyecto que tenemos entre manos.

Cuando empezó a molestar y enfriar el viento nos bajamos del tejado, parando por el camino para hacer las típicas tonterías. El diseño del centro incluye unas plataformas suspendidas sobre el agua, así que Julia y yo simplemente tuvimos que recrear un momento icónico del cine. ¡Que se ponga la música!

Near, far, wherever you are…

De vuelta a la tierra firme, seguimos por el paseo marítimo hasta llegar a Puerto Chico, un puerto pequeño y bien fiel a su nombre. Acabamos pasando por el Palacio de Festivales, un lugar para conciertos que tiene un diseño arquitectónico bastante único. Al final montamos una reunión al aire libre sobre nuestro proyecto mientras sentados un el muro de un muelle con vistas sobre el mar. ¡La mejor sala de reuniones del mundo!

Ya eran casi las 4pm cuando nos movimos de ese sitio y estábamos hambrientos como bien te puedes imaginar. Siguiendo el consejo de la oficina de turismo, cogimos un bus al Barrio Pesquero a comer por allí. Disfrutamos un entrante de sopa de marisco y luego un plato enorme de un pescado local llamado machote. Estuvo todo fresco, riquísimo y a su punto de ajo. ¡Divino!

Hinchados y algo cansados, empezamos la vuelta hacia el centro de la ciudad. Paramos para admirar las vistas marítimas y también para meternos en el Centro Cívico Tabacalera. Este centro cultural contiene el jardín vertical más grande de Europa, así que fuimos a echarle un ojo y también a una exhibición de arte que se había montado en un teatro dentro del espacio.

Una vez de vuelta al centro, efectuamos una última parada para pillar unas galletas para nuestros compañeros. Viendo que nos quedaba media hora, pillamos una bebidas de un bar al lado de la estación. Tras un vermú delicioso, los tres volvimos a la estación de tren de Santander y nos subimos al tren de vuelta a Madrid.

Me gustó la luz de este sucursal del Banco Santander en Santander.

Llegué a mi piso pasada ya la medianoche. Había sido un día muy agotador y largo, pero había valido mucho la pena. ¡Me lo pasé pipa con mis compañeras Julia y Clara! Ando con muchas ganas de volver a Cantabria para explorar más la ciudad y comer más marisco fresco y delicioso…