24.11.22 — Diario

Ha vuelto el frío

Ya estoy de vuelta a Madrid tras mucho viajar por allí y también ha vuelto el frío. El otoño ha empezado y la época de los gorros y los guantes ha llegado de una manera muy repentina como suele ser el caso en Madrid.

Pero bueno, tampoco me preocupo, ya que siempre hay muchos planes por hacer con amigos. El primer plan fue una noche en casa con Sara, durante la cual preparamos una cena de canelones con espinacas y ricotta (mi plato favorito) y nos pusimos contentitos con una copa de vino blanco.

El día siguiente nos volvimos a ver Sara y yo, pero esta vez en un entorno algo distinto. Habíamos reservado una clase en Arte Bar, un lugar donde nos enseñaron a pintar en lienzo mientras disfrutamos de picoteo y una copa de vino.

Nos lo pasamos súper bien durante lo que habíamos llamado “pintar y chumar” (‘chumar’ en asturiano es beber mucho). Nuestro maestro para la tarde fue muy gracioso y nos ayudó a aprender las distintas técnicas necesarias para completar nuestras obras. ¡Estoy bastante orgulloso de cómo me salió!

Me quedé muy contento con el resultado, a pesar de tener que pintar los árboles corriendo.

También fue un placer pasar una noche haciendo algo distinto al plan típico de una quedada con cañas o una cena por el centro de Madrid. Ojo, no es que me queje de esas salidas – ¡son de mis actividades preferidas!

La siguiente semana volví al trabajo, pero mi tiempo libre después de trabajar se encontró – como siempre – petada de otros planes y actividades. Un par de días bajé al Matadero para atender Japan Desu, una serie de eventos, exhibiciones y charlas que exploran el diseño y la innovación de Japón. Estos eventos fueron muy interesantes y me dejaron pensando sobre muchos asuntos.

Este espejo parecía un portal a otro mundo.

Para ponerle lazo a la semana, Bogar, Javier, Hugo y yo quedamos el viernes por la tarde. Cenamos en nuestro bar local favorito y luego fuimos al cine. Allí vimos “No mires a los ojos”, un thriller extraño que trató de un hombre que infiltra la casa de una familia al esconderse dentro de un armario que se está instalando en su dormitorio.

Fue, como digo, una película bastante extraña, pero me gustó igual, especialmente cuando empezó a coger más ritmo y la trama empezó a torcerse. Empezó siendo una historia sencilla y extraña, pero acabó convirtiéndose en otra cosa por completo.

El descubrimiento de la noche tuvo que ser el sitio donde fuimos a ver la película. Fuimos a un cine independiente que queda a tan solo dos manzanas de mi portal y que ofrece todas sus películas en VOSE. A pesar de ser británico, no soy nada fan del doblaje, ¡así que volveré fijo!

El día siguiente, Sara y yo volvimos a quedar por el centro. Pillamos un bus hasta Antón Martín, un mercado mítico de Madrid donde va la gente a tomarse algo y picar. Como hacía frío y llovía esa noche, ¡un rato dentro de un espacio cerrado y calentado fue justo lo que hacía falta!

Después de una cena deliciosa y unas cuantas cañas, cruzamos la calle y nos metimos en un bar de jazz que había visitado una vez antes cuando vinieron mis padres a principios de este año. Me apetecía un poco de música en vivo y un buen cóctel, así que “El despertar” fue justo el sitio perfecto.

Un cóctel dulce con amaretto fue justo lo que me pedía el cuerpo.

El día siguiente pensaba quedarme en casa y descansar un poco, pero no podía ser: Luis me llamó para proponer que fuéramos a comer juntos. Nunca digo que no a una buena comida con amigos, así que le sugerí que probásemos un restaurante local que había visto de camino al evento de Japan Desu unos días antes. Luis lo había ojeado también durante sus vueltas por nuestro barrio, así que quedamos allí para probar algo de comida argentina.

El sitio pequeño y bonito fue un éxito total. Pedimos un entrante de queso fundido y un plato de empanadas, luego para el principal una milanesa enorme de ternera con jamón y varias otras cosas encima. Acabamos la comida con un par de postres, entre ellos unos crepes con dulce de leche. ¡Una verdadera pasada!

Desde allí nos acercamos al Matadero para tomarnos una copa a modo de digestivo. El gintonic nos lo tomamos en una terraza escondida que nunca había visto y que se convirtió en el segundo descubrimiento del día. Me encanta Arganzulea, mi barrio de Madrid. ¡Dudo que me vaya de aquí siempre que esté viviendo por la capital!

Esa tarde por fin saqué un rato para arreglar un poco mi casa, justo a tiempo para hacer una llamada bien esperada. Heidi, Loredana, Megan y yo por fin habíamos puesto una fecha y hora para hacer una videollamada entre los cuatro para ponernos al día tras un buen rato sin poder conectarnos todos.

Pasamos una noche graciosísima charlando, cotilleando y pintando. Digo ‘pintando’ ya que se me ocurrió pintar un retrato de los cuatro mientras hablábamos. Os compartiría las pinturas finales pero son poco favorecedoras. Sobra destacar que ningún aprendizaje de mi rato en el Arte Bar se usó durante su creación. También creo que las tres chicas me matarían si enseñara mis obras maestras por aquí, así que a otra cosa, mariposa…

La semana siguiente continué con más cine. En primer lugar, fui yo solo a ver “Cerdita”, un ‘slasher anti-bullying‘ según la descripción oficial. Al final fue exactamente eso, repleta con escenas muy incomodas de bullying y maltrato que dieron paso a mucho suspenso y violencia sangrienta hacia el final.

Debería haber sabido tras ver el tráiler que no iba a ser una película fácil de ver y por lo tanto debería haber ido acompañado, pero a pesar de ese hecho me pareció una peli fabulosa. Lo recomendaría a cualquiera siempre y cuando que se encuentre en una situación emocional y anímica apta para verla.

El segundo viaje al cinema fue para ver As bestas con un par de mis compañeros. Era mitad ocio, mitad visita de investigación, ya que nos habían mandado a tomar nota de cómo se representa Galicia en la obra.

Fue otro largometraje fenomenal, con mucho suspenso y tristeza durante su historia emocionante. También me pareció súper bonito a nivel visual y me ha dejado con muchas ganas de visitar Galicia a pesar de los eventos deprimentes que ocurren durante la trama. ¡Otra película muy recomendable!

Aparte de mis aventuras cinematográficas, el jueves me trajo una sorpresa. Mi jefe Pablo no pudo viajar a Madrid para dar una ponencia en un evento de Japan Desu, así que mi compañera Blanca y yo le sustituimos para presentar la visión y metodología de Erretres.

Fue un placer ser invitado a presentar y conocer al equipo de DiMad, una colectiva de diseño que organiza este tipo de eventos en la ciudad. Creo que Blanca y yo hicimos justicia a la compañía y espero que los que vinieron a vernos disfrutaran de la charla y que aprendiesen algo de cómo abordamos proyectos de diseño estratégico desde Madrid para el resto del mundo.

También me supo un hito personal. La primera vez que visité el Matadero fue cuando me mudé a Madrid a principios del 2016 y me ha encantado el sitio desde entonces. Por eso el hecho de formar parte de uno de estos eventos supuso un momento de reflexión sobre el viaje que me he pegado desde que llegué a España con veinte años. ¿Quién hubiera dicho que pasaría de ser un becario con mi español de libro a dar una charla en el mismo idioma en un sitio que siempre he admirado?

En fin, corro el riesgo de ponerme demasiado sentimental, así que sigamos…

Al acabar la semana, mis planes para el finde estaban apenas empezando. Cami había bajado a Madrid a pasar unos días por la capital, así que cuando llegó el viernes montamos una pijamada en mi casa. Pedimos una pizza, nos hinchamos de picoteo, nos pusimos una mascarilla facial y nos echamos unas risas viendo una película británica que llevaba años y años sin verla: St. Trinian’s.

El día siguiente nos reunimos con Nacho, un amigo de Cami que se ha mudado a lc ciudad, y comimos en un sitio japonés al norte del centro. Desde allí bajamos al centro para que pudiera comprarme algo de ropa de invierno ya que las prendas del año pasado ya me quedan grandes – ¡otra pequeña victoria personal!

Esa tarde también nos quedamos por casa, pero vinieron también Napo y Sara para pasar la noche juntos. Cenamos canelones (otra vez) y tarta de zanahoria casera hecha por su servidor. Luego nos emborrachamos a vinos y nos echamos unas buenas risas hasta la madrugada. Con la llegada del invierno, el plan perfecto ahora supone una noche en casa con buena compañía ¡y la calefacción a tope!

Por eso el domingo fue un día mucho más tranquilo. Me quedé en casa para acabar una limpieza a fondo de mi cocina que – y espero que se entienda el por qué gracias a la cantidad de planes que he tenido – llevaba un buen tiempo sin hacerla. Después salí a dar una vuelta y disfrutar los últimos rayos de sol, cosa que me llevó a sacar una serie de fotos otoñales bastante bonitas.

Había pensado en pasar la tarde solo en casa, pero al final invité a Álvaro a cenar. Preparé un plato rápido y rico de dorada con verduras, después del cual acabamos los últimos trozos de la tarta de zanahoria.

Y con todo eso dicho, creo que por fin estoy al día con mis entradas de blog. Bueno, eso fue así hasta el día de hoy, pero eso ya es una historia para otro momento…