10.12.22 — Diario

Una semana de teatro

Aludí al tema hace un par de entradas, pero esta semana he estado de viaje. Después del trabajo el viernes pasado quedé un rato con Pedro, hice la mochila y me acerqué al aeropuerto de Madrid para coger mi vuelo habitual a Mánchester.

En breve hablaré del propósito principal de este viaje, pero cabe destacar que el calendario laboral durante esa semana en España fue bastante raro. Gracias al puente de diciembre tenía el martes y el jueves libres. ¡Bastante extraño fue!

Tras confundirme bien y decir a mi madre que llegaría a las 10:30pm y a mi padre que llegaría a las 00:30am, al final aterricé justo entre esas dos horas a las 11:30pm. Fuimos a casa y dormí bien para arrancar con ganas el finde.

Daba gusto estar de vuelta a la habitación verde que diseñé hace años.

El sábado fuimos a Bradford a visitar a mis abuelos. Después volvimos a casa para cenar un plato tradicional británico con ternera asada y una especie de pan que se llama Yorkshire pudding. ¡Los había hecho mi madre a mano y fueron la estrella del plato!

El día siguiente fui al centro de Burnley para comer y ponerme al tanto con Abi y Danni. Fuimos a Ellis’, una hamburguesería estadounidense ubicada en un local que antes era un pub que íbamos mucho a beber cuando éramos estudiantes. Fue una sensación rara estar comiendo de manera civilizada en un sitio que asociaba más bien con noches locas de cocteles antes de ir al club.

No quisiera romper con la costumbre, sin embargo, así que me pedí un cóctel colorido y afrutado mientras esperaba a que llegasen Abi y Danni. Pues sí, esta vez fue al revés, ¡yo llegué puntual y ellas llegaron tarde! Una vez reunidos todos, pedimos unos platos y disfrutamos de unas buenas hamburguesas y patatas fritas.

El próximo día volví al trabajo en remoto desde el calorcito del salón de la casa de mis padres. Una vez finalizado el trabajo sobre las 5pm, me puse ropa algo más elegante que la bata que antes llevaba y vino Amber a recogerme. Fuimos a un pub gastronómico local y nos pusimos al tanto sobre una cena bien agradable.

Amber lucía radiante y festiva antes de que empezara el caos…

Está claro que no puede haber una reunión entre Amber y yo sin que haya un poquillo de drama. Esto empezó cuando pedí un vermú, algo que no sabían los camareros que era. Acabé teniendo que explicarles cómo hacer un martini, que al final no me gustó porque me estaba quejando de las aceitunas. ¡No eran como las del Mercadona!

Enseguida causé mas confusión al pedir que me pusieran aceita de oliva (algo que no se hace en Inglaterra al parecer) y luego pedí que los dos sabores de helado no se tocaran en el plato. Al final me llevaron dos boles para así separar los helados y pareció que había pedido dos postres. ¡Vaya imagen!

Nos echamos un buen rato y dejé una buena propina por todo el caos que había montado. Ya no me acuerdo qué amigo me lo dijo en su momento, pero alguien una vez observó correctamente que nunca pido de la carta, siempre me invento algo. Soy un pesado, qué te voy a decir…

El día siguiente volví a trabajar desde casa, tras lo cual teníamos otro plan. Mis padres y yo preparamos el coche y fuimos a Todmorden, donde visitamos el vivero de Gordon Rigg para comprar un árbol de navidad. También quería ojear las exposiciones navideñas que siempre desarrollan, en específico una sala de luces decorativas que siempre la montan muy guapa. Es algo que me ha encantado hacer desde niño: ¡no es navidad sin una vuelta por Gordon Rigg!

El asunto de elegir un árbol de navidad – cosa que suele convertirse en una tarea eterna ya que a mi madre y a mí nos gusta encontrar el árbol perfecto – duró unos pocos segundos este año. Salimos a la zone donde exponen los árboles y mi padre cogió uno que le había llamado la atención Este movimiento hizo que el árbol de al lado se me cayera encima y hice la broma que en vez de elegir yo el árbol, me había elegido él a mí. Echamos un ojo a este árbol caído, decidimos que realmente era muy bonito y lo reservamos para llevárnoslo a casa luego.

¡Más fácil imposible!

El próximo día madrugué y le acompañé a mi madre de vuelta a Todmorden. Esta vez fuimos a la estación de tren, donde recogimos a mi hermana para pasar el día juntos en familia. Fuera de la época navideña, rara vez podemos vernos los cuatro.

La razón por nuestra reunión fue una algo especial y el por qué había ido a Inglaterra en primer lugar: ¡íbamos a ver el musical del Rey León! Ellie y yo les habíamos regalado las entradas a mis padres la navidad pasada, así que habíamos esperado casi un año entero. Pero el día esperado ya había llegado.

Salimos para Mánchester sobre mediodía. Una vez allí, echamos un ojo al mercadillo de navidad y luego pasamos un rato buscando regalos. Echamos un tiempo explorando Afflecks, una antigua fábrica que ahora se encuentra llena de tiendas independientes.

A veces pienso que Mánchester es feo, pero tiene su punto.

Entre las multiples plantas de antigüedades y cosas raras y maravillosas, acabé perdiendo a mis tres familiares. Cuando ya había visto y comprado todo lo que quería, ya sabía yo en donde los encontraría. Me acerqué a la tercera planta y la cafetería que pone bocadillos míticos llenos de patatas fritas.

Las vistas desde Afflecks lucían bonitas en la luz dorada del sol.

Desde Afflecks, caminamos hasta el Northern Quarter, el barrio independiente y molón de Mánchester que es mi zona favorita de esta gran ciudad. Pagamos una visita a Fred Aldous, una tienda de papelería y cosas de artesanía que lleva años y años en el mismo local y en donde mi padre quería recrear una foto de mi hermana y yo que sacó hace muchos años.

Hubo unos postes cuquis y coloridos en el Northern Quarter.

Eventualmente tuvimos que volver al centro de Mánchester y a un restaurante que se llama San Carlos. Es un sitio italiano que a mi madre le gusta mucho y donde había reservado una mesa a que comiéramos juntos. Para ella fue una cena temprana, pero yo lo veía más como una comida tardía. Da igual, porque comí un entrante rico con gambas y aguacate y luego un plato enorme de pasta fresca casera.

Mi padre y hermana pidieron postre también, pero yo me conformaba con una bolsa de unos discos de chocolate con naranja de una marca británica famosa de chocolate. Me los zampé de camino al teatro, en donde por fin nos sentamos en las butacas y esperamos a que empezara el espectáculo.

Mi madre y mi hermana ya habían visto el musical hace unos años y nos habían avisado de que el la primera canción, “El ciclo de la vida”, iba a suponer una montaña rusa emocional. Aún así no estaba preparado por lo impactante que fue. Realmente marcó el tono para el resto de la obra, que supuso una pasada de baile, canto y títeres.

Al acabar el espectáculo volvimos a casa en el frío cortante de la tarde. Había sido un día maravilloso en Mánchester en familia y valió mucho la faena logística que había sido para que estuviéramos todos juntos. Yo había volado desde España y mi hermana había tenido que hacer una ruta larga y compleja en tren desde la mitad de la nada en el sur de Inglaterra donde se encuentra trabajando en prácticas para su doctorado.

El día siguiente fue festivo también, así que mi madre y yo bajamos a su gimnasio. Había conseguido un pase para que entrara gratis, así que me metí en la piscina y nadé unos largos durante media hora. Es verdad que falté a mis clases en Madrid esta semana, ¡pero aún así por lo menos pude hacer algo!

Desde allí fui a comer con Karen, la directa creativa de Burnley Youth Theatre, el teatro donde empecé a trabajar y di mi primer paso en el mundo del diseño. Fue muy bonito poder ponernos al tanto después de tantos años. Luego la acompañé al teatro para pasar el resto de la tarde.

Por mera suerte, había decidido ir el día de la vista previa del espectáculo de navidad, cosa que significó que muchos ex compañeros habían vuelto para asistir al evento más importante del agenda anual del teatro. Me lo pasé muy bien poniéndome al tanto con todo el mundo y el espectáculo, el Mago de Oz, ¡fue súper gracioso!

Luego llegó el viernes y me tocó volver al trabajo, pero esta vez acabé a las 2pm hora inglesa. En ese momento empezó mi tarde loca. Me hice la maleta, salí de casa y empecé el viaje largo a Leeds. Este viaje empezó con un paseo por el campo que rodea la casa de mis padres hasta una parada de autobús que se encuentra en la mitad de la nada. Fue un viaje ameno a pesar del frío e incluso me topé con unas ovejas amables por el camino.

Eventualmente llegué a la parada de bus y lo cogí hasta Todmorden, donde me pillé un tren hasta Leeds. Una vez en la gran ciudad, me reuní con Danni para cenar e ir al Leeds Playhouse, otro teatro en el que íbamos a ver otro musical. ¡Esta vez fue Charlie y la fábrica de chocolate!

Hacía –3°C cuando llegué a Todmorden y no me gustaba para nada.

Este clásico de Roald Dahl es uno de mis cuentos favoritos, así que me emocionó mucho la oportunidad de verlo en vivo. Sobra decir que no decepcionó para nada, con un reparto fabuloso y unos efectos visuales guays que contaron las historia graciosa aunque algo oscura de Willy Wonka y los cinco niños.

Una vez finalizado el espectáculo, le acompañé a Danni hasta la estación de tren, donde me pillé un taxi hasta la casa de Em y Lincoln. Llegué allí bastante tarde, así que nos tomamos una sola copa de vino antes de rendirnos e irnos a la cama. Fue muy bonito poder ponerme al tanto con ellas tras su boda, aunque solo fueran unas horas cortas.

El próximo día nos despertamos, sacamos a pasear a su perro y luego bajamos al centro de su pueblo para desayunar. El desayuno fue muy bueno. Yo me tomé un chocolate caliente y unos huevos escalfados, pero todo acabó demasiado temprano cuando tuve que despedirme de ellos al ver las noticias que el aeropuerto de Mánchester había cerrado sus dos pistas de despegue debido a una nevada fuerte y repentina.

Estos huevos escalfados con beicon y morcilla estuvieron gloriosos.

Con todo eso dicho ya llegamos al aquí y ahora. Actualmente me encuentro sentado en un avión en Mánchester, esperando con paciencia a que nos quiten el hielo del avión para poder despegar. Me estoy intentando quedar tranquilo, por lo menos no me lo han cancelado entre todo el caos provocado por el clima británico que tanto me gusta…

Seguro que ya estaré de vuelta a Madrid cuando lees esto, pero por ahora te dejo con el sonido bonito de la gente quejándose y el aire acondicionado ruidoso de este avión. Tenía que hablar llevado conmigo los cascos que disponen de cancelación de audio, de verdad…