01.11.22 — Diario

La boda de Em y Lincoln

Tras acoger a mis padres y luego a mi hermana, ahora me tocó a hacer de anfitrión para Rhea, que vino a visitarme tan solo seis meses después de su última visita a Madrid. Llegó el miércoles mientras andaba trabajando desde casa y se acomodó en mi casa antes de un finde intenso de un evento de baila al cual se había apuntado.

Le vino bien tener planes que le ocupara, ya que nuestro plan original de pasar el finde juntos se había ido al garete. Hace unos meses me llamaron Em y Lincoln desde Inglaterra para avisarme de la noticia emocionante de que habían podido concretar una fecha para su boda tras todo el caos causado por la pandemia.

La fecha, el 22 de octubre, coincidió con la visita de Rhea, así que en su momento le había llamado para confirmar si no le importaba que le dejara con una copia de mis llaves para que se entretuviera ella sola durante el finde. Como con cualquier buen amigo, le dio exactamente igual y lo entendió todo, así que el día siguiente me despedí de ella al irme a dormir pronto antes del viaje.

Mi vuelo a Inglaterra salió repugnantemente temprano. Tuve que levantarme a las 4:30am para subirme a un taxi al aeropuerto, donde pasé volando por el control de seguridad y acabé teniendo que entretenerme durante tres horas mientras esperaba que nos pusieran puerta. Conseguí dormir un rato breve en el avión que luego me dejó en el Aeropuerto de Mánchester donde mis padres habían quedado en recogerme.

Desde Mánchester, los tres nos fuimos a Leeds, donde fuimos de compras un rato en la ciudad donde estudié mi carrera. Fue una experiencia rara pero agradable volver a pisar las calles de Leeds, ya que la última vez que fui fue en el 2019 justo antes de que se nos cayera encima la pandemia.

Visité algunos de los sitios que más me gustaban de estudiante, entre ellos la librería Village Books, una tienda de diseñadores llamada Colours May Vary y un antiguo intercambio de granos que se ha convertido en un espacio comercial que acoge a una colección de tiendas independientes.

También tuve que zamparme un almuerzo británico clásico, un sausage roll vegano de una cadena de panaderías que se llama Greggs. Los sausage rolls consisten en una salchicha enrollada con hojaldre. ¡Suena sencillo pero están buenísimos!

Mientras andaba en el ex intercambio de granos, me compré una nueva bolsa que pone “Dirty Leeds” (“Leeds sucio”) y procedí a llenarla con regalos, entre ellos un cuadernillo con una frase local y un diccionario que traduce entre el inglés estándar y mi acento nativo. También busqué un caramelo tradicional para llevármelo de vuelta a España pero no había en ningún lado.

No existe nada que me gusta más que una bolsa tote que haga juego con mi ropa.

Después fuimos a comer en otro sitio que me gusta mucho, Belgrave Music Hall. Solíamos refugiarnos en este sitio de estudiantes para comer pizza barata y sentarnos a currar en nuestros portátiles durante huras y horas. Me gustó mucho ver que no había cambiado nada y que mantiene hasta el día de hoy su ambiente encantador y personal amable.

Pedimos unas hamburguesas y una ración de “session fries” para compartir. Esta ración consiste en una bandeja llena de patatas fritas adornadas con mayonesa picante, chiles, pancetta y queso. Estuvieron muy ricas y lo parecían más aún gracias a la pinta de cerveza cítrica que un tío me recomendó. Al final me saltaban las lágrimas, y no por la emoción ni los chiles – ¡el precio de una pinta en Inglaterra últimamente está totalmente desorbitado!

Esta ración de patatas fritas estuvo tan rica como me acordaba de antes.

Después de comer volvimos a las tiendas, después del cual acabamos en Ibérica, un restaurante español que había visto que se pueden comprar vinos importados de España. Fue una experiencia muy agradable y el camarero me regaló unos picos gratis. ¡Estuvimos tan a gusto que nos sentamos a tomarnos una copa allí!

Luego volvimos al coche, donde añadí el vino a la colección de delicias españolas que había llevado conmigo para Em y Lincoln a modo de un regalo de boda. Mis padres luego me dejaron en la casa de Em y Lincoln, donde me iba a quedar una noche antes de la boda para ahorrarme el precio caro de una noche de hotel.

Allí conocí a las familias y amigos de Em y Lincoln que se habían acercado a tomar algo tranquilamente para celebrar la última noche antes de la ceremonia. Nos tomamos una copa de vino y nos echamos unas risas a pesar del cansancio que me estaba consumiendo tras un día largo de viaje, compras y socializarme.

Al irse todo el mundo, me dejaron con el sofá esponjoso y cómodo ya que las otras dos habitaciones se encontraban ocupadas. Al final me costó bastante acostarme, ¡ya que el perro de Em y Lincoln había decidido que el nórdico era suyo!

Frente a esos ojos de cachorro casi me echo a dormir al suelo.

El día siguiente fue el momento de la boda, así que nos vestimos de guapos y bajamos a Millennium Square y el ayuntamiento donde iba a realizarse la ceremonia. Al llegar los demás invitados, los actos empezaron y sentía la presión ya que me habían encargado con responsabilizarme de dos aspectos de la boda: la música y los anillos.

Hacer de DJ no me costó tanto, pero apenas me habían dicho la noche anterior que sería yo el encargado de dejar los anillos a los novios. Había agarrado la caja que los contenía como si fuera mi primer hijo durante todo el viaje y luego conseguí hacer mi trabajo bien durante la ceremonia. Fue un honor estar involucrado de esta manera en un entorno tan bonito e íntimo.

Tras el intercambio de los anillos nos volvimos a juntar en la escalera del ayuntamiento para echarles los confetis a los novios y sacarnos unas fotos a todos. Se me había saltado una lágrima durante la boda y luego tuve que contenerla de nuevo durante las fotos, pero esta vez fueron lágrimas provocadas por las risas que nos echamos al sacarnos una foto los tres juntos.

Estuvimos bastante distraídos cuando nos sacaron esta foto pero me encanta igual.

Al acabar las fotos nos acercamos a Franco Manca, una pizzería en el centro de Leeds. Me senté al lado de la madre de Lincoln, Ros, y nos echamos unas buenas risas durante la comida. Ros vive en Croacia y entiende bien las costumbres europeas, así que solo fuimos los dos los que se tomaron un digestivo en la forma de un chupito de grapa.

Después de la comida, los invitados nos separamos para descansar antes de volvernos a juntar en la casa de Em y Lincoln para la fiesta. Me fui al hotel que había reservado en las afueras de la ciudad y me acomodé en la habitación. Aproveché bien las instalaciones al echarme una siesta de dos horas en la cama cómoda y luego una ducha de una hora en la bañera.

Mi tarde de mimos y relajación me había dejado con bastante retraso, así que me vestí con prisa y me cogí un taxi a la casa de Em y Lincoln. La fiesta estaba ya en marcha cuando llegué así que salí al jardín a tostar unas nubes y hablar con los invitados que aún no había tenido la oportunidad de conocer bien.

La celebración fue la manera perfecta de ponerle lazo a un día tan bonito. Entre los momentos se destaca mi baile improvisado encima de una silla de oficina a la canción “Chandelier” de Sia. Conocí a mucha nueva gente guay, me tomé unos vinos ricos, comí unos quesos deliciosos y me hubiera quedado toda la noche si no tuviera planes para el día siguiente.

El día siguiente me desperté en la habitación del hotel y me dio los buenos días un Leeds muy nuboso. Mientras en Inglaterra hay que arrancar el día con un buen desayuno británico, cosa que hice al llegar al restaurante del hotel y llenar mi plato con mis elementos favoritos de este desayuno icónico: salchichas, beicon, morcilla y un huevo escalfado en pan tostado.

Después salí del hotel y me senté en una pequeña cafetería que se encontraba al lado. Allí había quedado en verme a otra amiga, Luisa, que por coincidencia y muy buen surte también estaba por Leeds justo esas fechas. No la había visto durante unos tres años, durante los cuales ha cambiado de trabajo, ha conocido a su novio y se ha mudado a Norwich en el sur del país – ¡mucho puede cambiar en tan solo tres años!

Por eso fue una suerte tremenda que pudiéramos vernos y que pudiera yo conocer a su novio, Sol, que también se apuntó a tomarse un café con nosotros.

Nos lo pasamos fenomenal en las horas cortas que estuvimos juntos. Luisa y yo nos pusimos al tanto de muchas cosas y recontamos muchas anécdotas de nuestro tiempo estudiando juntos en Leeds y mis viajes a verla en Alemania. También hablamos de la posibilidad de volver a ir a la fiesta cervecera en Alemania el año que viene… ¡a ver qué pasa!

Demasiado temprano Luisa y Sol se tuvieron que ir y yo tuve que acercarme al centro de Leeds para coger el primero de muchos trenes que me llevarían al aeropuerto en Mánchester. Luisa y Sol me dejaron en la estación de tren y empecé a navegar el estado delicado de la red ferroviaria británica. He de decir que a pesar de las noticias terroríficas de huelgas y retrasos que tuve un viaje bastante agradable. Eso sí, tuve que cambiar de tren tres veces, pero no me quejaba ya que me gustó poder ver un poco del centro de Mánchester así de camino.

Eventualmente llegué al aeropuerto, una experiencia que fue igual que en Madrid y que no tuvo nada que ver con las noticias que salían de los retrasos en el control de seguridad. Mi única queja fue que llegara tan temprano, cosa que me obligó a buscarme la vida durante tres horas en la terminal tres del Aeropuerto de Mánchester, un sitio que no se conoce por la calidad de su oferta.

Mi vuelo me dejó en Madrid a eso de la medianoche, a que hora tuve que luego sufrir un viaje penosamente lento de la terminal 4S a mi piso. Fue un gusto enorme volver a estar en mi propia cama así que dormí como un bebé antes del trabajo del día siguiente.

Me quedó tan solo una noche con Rhea, durante la cual pasamos un rato relajado. Nos quedamos en casa y preparamos una cena casera de gamones con mayonesa casera y verduras asadas. Comimos todo acompañado por una copa de la bebida favorita de Rhea mientras se encuentra en España: el vermú.

El día siguiente me despedí de Rhea cuando se fue de vuelta al Reino Unido y nuestro finde loco de intercambio de países llegó a su fin. Me encantó verla a Rhea, fue un honor jugar un papel tan íntimo en la boda de Em y Lincoln y luego hasta tuve el placer de volver a un piso que Rhea había mantenido caliente y acogedor tras su finde largo de bailar swing.

¡Vaya vida más loca tenemos todos!