25.10.22 — Diario

Toledo con mis padres

Tras volver de la boda de Andrea y Andrei en Asturias, me quedaba una semana de trabajo antes de que comenzara mi próxima aventura: ¡esta vez con la compañía de mis padres! Habían volado desde el Reino Unido para pasar unos días conmigo en Madrid tras mi visita a Inglaterra en verano, ¡y teníamos unos planes interesantes en mente para el viaje!

Llegaron a la estación de Atocha al acabar yo el trabajo, así que me acerqué con prisa para reunirme con ellos en la sala de llegadas. Reunidos, los tres nos acercamos a mi piso y salimos a tomar algo y cenar, para lo cual conseguimos una mesa en una terraza popular en mi barrio local.

Nos lo pasamos muy bien poniéndonos al día y compartiendo unas raciones ricas, pero no nos quedamos hasta muy tarde ya que teníamos un plan intenso para el día siguiente. Este plan se puso en marcha con ganas al llegar nosotros a la estación de tren para coger un viaje a Toledo.

Habían pasado bastantes años desde la última vez que visité la antigua capital. Sería apenas la segunda vez que visitaba la ciudad, así que me aseguré de pedir unos consejos y recomendaciones a mis amigos y compañeros para averiguar los mejores sitios para visitar y comer.

La estación de Toledo luce muy bonita pero no es tan antigua como puede parecer.

Después de llegar a la estación de tren bonita, empezamos la subida en pie hasta la cima de la ciudad. Las vistas al cruzar el puente sobre el río eran bastante espectaculares, pero en nada nos tuvimos que enfrentar con la cuesta arriba hacia el caso histórico. ¡Menos mal que llevábamos abundante agua!

Una vez llegados a la cima, empezamos a explorar las calles medievales de Toledo. En nada ya andábamos un poco cansados y calientes así que optamos parar a tomar algo en una terraza pequeña que una compañera mía había recomendado. Desde allí partimos a explorar un poco más antes de llegar al restaurante que habíamos reservado para comer.

Comimos en una cervecería que también venía recomendada por mi compañera de trabajo. Probamos una selección de platos locales, desde una ensalada al perdiz. Todo fue delicioso y fue servido en un ambiente muy agradable en la antigua bodega. ¡Las cervezas artesanales también estaban bien ricas!

Tras la comida, continuamos con nuestra excursion por las calles inclinadas de la ciudad y al final acabamos en la entrada de la catedral enorme. Mi padre tenía ganas de explorar su interior, así que pillamos unas audioguías y nos metimos en el espacio cavernoso que solo había visto desde fuera la última vez que visité.

Como bien se ve en estas fotos, la catedral es absolutamente espectacular. Es un sitio bonito desde fuera, pero en su interior me quedé atontado al ver la variedad y el detalle de sus maravillas arquitectónicas y esculturales. Esta sensación de intriga y asombro creo que la experimenté por última vez cuando visité la mezquita en Córdoba.

Habíamos entrado queriendo ojear el sitio durante cinco minutos, pero al final acabamos pasando una hora y pico escuchando la guía y traveseando el espacio vasto. Fue una experiencia muy interesante y nutritiva a pesar de la voz de la audioguía que se me hacía un poco melodramática – ¡y eso que lo digo yo!

El espacio fue asombrador en su grandeza y ornamentación.

Después de cansarnos bien en la catedral, devolvimos las audioguías y volvimos a explorar las calles. Nos topamos con una tienda que vendía dulces y mazapanes tradicionales, así que compramos una bolsa de ellos de la monja que estaba trabajando allí, cosa que le hacía mucha gracia a mi madre.

El día se nos estaba pasando volando y andábamos un poco agotados, así que nos plantamos en otra cafetería por el camino para tomarnos una copa de vino y unas tapas mientras mirábamos el mundo pasar. Allí pedí un taxi para que nos llevara a otro sitio que me habían dicho que valdría la pena visitar.

A pesar de ver la catedral increíble, creo que esta foto es la mejor que saqué en Toledo.

Resulta que vale muchísimo el viaje y el precio del taxi. El mirador ofrece vistas panorámicas sobre la ciudad desde una colina que la avecina. Pasamos un buen rato empapándonos en las vistas y el ambiente mientras veíamos cómo el sol de la tarde bañaba los edificios con su luz dorada.

Lo único que nos impulsó a salirnos de allí que el miedo de perdernos el tren de vuelta a Madrid. Bajamos el camino hasta la estación en pie, una elección que nos permitió disfrutar de más vistas pintorescas sobre la ciudad desde el camino por las orillas del río.

La ciudad impresionante se ubica entre un paisaje igual de dramático.

Ya de vuelta a Madrid, nos acostamos temprano para poder disfrutar del domingo. El plan era hacer un picnic bajo el sol veraniego, así que pasé la mayoría de la mañana preparando la comida. Hice una ensaladilla casera con gambas según la receta de mi compañera y también una ensalada y varias otras cositas. Llevamos todo al Parque del Oeste y disfrutamos de nuestro pequeño bufé entre los colores otoñales del arbolado.

Disfrutamos la tarde en el parque antes de regresar a casa para pasar una noche tranquila allí. ¡Había sido un fin de semana ajetreado y las subidas y bajadas de las calles toledanas nos habían dejado cansados! Este descanso siguió hasta el lunes, cuando pasamos nuestra última tarde juntos en un bar local donde ya me conocen por ir tanto.

Me despedí de mis padres la mañana siguiente al dejarlos en un taxi a primerísima hora para que pudieran coger su vuelo de vuelta a Inglaterra. Fue un gusto volverlos a acoger en casa y ahora tenía ganas de seguir haciendo cosas en los días siguiente. No había descanso para mí ya que tenía muchos más planes que disfrutar con el avance de la semana – ¡pero todo eso y más os contaré en la próxima entrada de blog!