20.10.23 — Diario
Redescubriendo Madrid
Hace unos cuantos años que visité Madrid por primera vez en 2015 y luego me mudé aquí de manera permanente a principios del 2019, pero aún me sorprende lo mucho que ofrece la ciudad. Me suele sorprender aún más la cantidad de cosas que no he llegado a hacer aún, así que este verano decidí arreglar este mal y tachar alguna cosa más de mi listado.
Después de una serie de visitas y fiestas, volví a hacer planes con mis amigos de aquí o simplemente conmigo mismo. La programa de eventos veraniegos de Veranos de la Villa estaba en pleno auge, así que me acerqué a unas exhibiciones gratuitas. La primera exponía el trabajo de la fotógrafa riojana Marivi Ibarrola, cuyas fotografías documentan la locura que fueron los años 80 en Madrid. Otra exploraba el arte chicano, reflejando sobre la identidad de los estadounidenses con descendencia mexicana.
Inspirado en una visita al Museo Reina Sofía con Luisa y Sol, también decidí aprovechar de las tardes de entrada gratuita al Museo del Prado. Tras esperar un buen rato en la cola bajo el calor vespertino, me dio tiempo pasar a ver mis obras favoritas antes de volver a salir al exterior y dar una vuelta por la ciudad.
También describí algo que tenía que haber investigado bien hace muchos años: las piscinas municipales. Estos espacios son la leche para pasar una tarde calurosa en Madrid, así que me empecé a pasar las tardes y los findes por ahí, haciendo sudokus entre baños rápidos para refrescarme. ¡Estaba en la gloria!
Sara, Julia y otos amigos se habían quedado en la capital durante el verano (cosa rara con el calor que hace), así que también tuve la oportunidad de visitar unos lugares estupendos con ellos. Entre estas quedadas hubo una noche de picnic mientras veíamos los colores vívidos del atardecer y también una tarde echados por el lago (y la piscina cercana, por supuesto).
Un momento destacado de esta época fue una celebración enorme por el río para darles la bienvenida a las jugadores de la Selección Nacional Femenina tras su victoria sobre Inglaterra en la Copa Mundial. Había visto la partida en casa con Álvaro y había celebrado el triunfo del país que me ha acogido sobre el donde nací, más que nada porque sabía que así habría un buen ambiente por aquí. ¡Y lo había!
Vi la llegada de los jugadoras en la tele y luego las vi pasar por las calles en autobús. Al ver que se acercaban al barrio, bajé en bici a lo que me imaginaba que sería un evento medio pequeño por las orillas del río. ¡Que equivocado estaba!
Parecía que se había acercado media España a la explanada, por lo cual no había dónde dejar mi bici municipal. Al final me dejé llevar por el ambiente festivo y la dejé apoyada contra un árbol, una decisión que me acabó costando 6€ de multa por no devolver la bici a tiempo. Todo valió la pena, ya que la emoción de la masa de gente llegó a su cima con la llegada del autobús al escenario.
Eventualmente me corría prisa devolver la bici, una tarea que me llevó de vuelta hasta el centro de la ciudad en la búsqueda complicada de una estación que tuviera un anclaje libre. Mi ida había sido volver a la fiesta en la explanada, pero tras moverme tanto decidí coger otra bici y volverme a casa. Este fue un viaje ameno; las calles estaban vacías y lucían muy bonitas.
El día siguiente me quedé con más razones por las que celebrar: por fin me llegó el nuevo pasaporte después del fiasco que se montó al romper mi pasaporte anterior en Tokio. Esto significó que estaba preparado para otras dos semanas de viaje, pero os contaré más sobre eso al llegar al tema.
Por ahora, estaba haciendo mi maleta no para viajar al extranjero sino para viajar al norte. Esta vez iba con unos invitados espaciales, pero más sobre eso en mi siguiente entrada de blog…