21.03.20 — Diario
La vida precuarentena
A diferencia de mi última entrada de blog, en la cual hablé de un viaje sobre Europa a Ámsterdam, os escribo desde un país en cuarentena. Con la prohibición de cualquier viaje que no sea de primera necesidad, ahora me encuentro encerrado en mi piso hasta nuevo aviso.
Es una época sobria, y algo del que hablaré en otra entrada más pensativa que escribiré luego, pero por ahora me voy a centrar en lo positivo. Tengo unas noticias divertidas desde antes de la implementación de estas medidas, y también debería reconocer a todos mis compañeros que forman el equipo de Erretres – en unos pocos días, hemos conseguido realizar una transformación digital que ya nos ha permitido a todos trabajar desde casa y ser tan productivo como siempre. ¡Equipazo!
En fin, volvamos a la vida precuarentena que aproveché al máximo sin darme cuenta ¡pero menos mal que lo hice! A diferencia del frío de Ámsterdam, Madrid estaba empezando a calentarse un poco, así que salía bastante a caminar por las calles y empaparme en el ambiente de la ciudad. Una noche, bajé al río para ver la puesta del sol y seguir leyendo mi libro, que lo tenía algo abandonado por haber optado por viajar a la oficina en el coche de una compañera en vez de coger el tren.
En la oficina, me presentaron con una sorpresa muy bonita, un regalo enviado por la U-Tad como gracias por mi participación como ponente en el Prisma Design Fest hace unas semanas, un evento que documenté después en una entrada de blog. ¡Me encanta mi nuevo boli y este libro fabuloso!
El finde siguiente, subí al barrio pijo de Salamanca para verme con Soyoung, una ex compañera de Erretres. Nos reunimos en una cafetería bonita para comer y ponernos al día, hablando de nuestra vida laboral y como es ser una mujer casada después de su boda preciosa el año pasado.
Durante la comida, hablamos de su familia en Corea del Sur y como el coronavirus justo empezaba a propagarse allí, y en ese momento no teníamos ni idea de cómo vendría a cambiar todo aquí en España.
El próximo finde sería, sin saberlo nadie en el momento, el último finde de libertad durante un rato. Por suerte, dos amigos cumplieron años esa semana, así que los días se llenaron con quedadas con muy buena compañía.
Esta serie de travesuras empezó con el espectáculo “La jaula de las locas”, una obra divertidísima protagonizada por drags. Habiendo comprado unos asientos más baratos, Bogar (el cumpleañero), Hugo y yo flipamos al ser informado que podíamos coger unos asientos mejores sin coste extra, así que nos sentamos al lado del escenario y disfrutamos de las horas de escándalo y muchísimas risas.
Unos pocos días después volví a salir por la ciudad, porque Luis cumplió años también, y tenía muchas ganas de volverle a ver después de su salida de Erretres hace un rato. Un grupo nos reunimos en un bar en Lavapiés y nos pusimos a charlar, tomar unas cañas, picar y mearnos de la risa cuando Luis abrió unos regalos (incluido un pie amputado de plástico, a ver si lo veis en la foto abajo).
Ya que las celebraciones habían empezado a las 2pm, fui naif en suponer que íbamos a poder volver a casa para echar la siesta entre la comida y la fiesta luego, pero me había equivocado. Me dijeron que íbamos a una fiesta que se llama Tortilla, llamada así porque te ponen un pincho de tortilla en la barra del club.
Tras un viaje de risas en el taxi, durante el cual los amigos de Luis me hacían preguntas sobre mi experiencia en España, llegamos al club. Me dijeron que en este club te echan a las 11pm – ¡así me gusta! Entramos, se unieron más colegas y compañeros y bailamos hasta las 10pm, cuando me despedí y cogí el metro de vuelta a casa. Ay, ¡si todas las fiestas acabasen de una manera tan civil!
Por haber salido con Luis y compañía aquella noche, no conseguí unirme a la segunda noche de celebraciones del cumpleaños de Bogar, pero le había conseguido un regalazo para compensárselo: una visita a Hammam Al Ándalus, unos baños árabes escondidos en el centro de Madrid.
Naturalmente no tengo ninguna foto de la visita, pero lo pasamos muy bien y fue una oportunidad para desconectarnos, bañarnos y disfrutar un masaje relajante justo en el mismo momento que el pánico sobre el coronavirus estaba llegando en España. Sí tengo fotos, sin embargo, de los churros que nos comimos después de una comida pos-baños – ¡igual fue un error reservar una visita de dos horas a las 2pm sin haber comido antes!
Después de un finde tan bonito, la semana profética empezó. El lunes empezamos como siempre y el viernes el país entero ya estaba en su casa y la cuarentena obligatoria. Como mencioné al empezar esta entrada, luego escribiré otra entrada durante estos días (que quizás se conviertan en semanas) sobre el cambio brutal del teletrabajo y cómo es estar en casa solo.
Pero vamos, no está todo mal – he podido volver a sacar mi juego favorito, Roller Coaster Tycoon 3, y hay otra temporada de Élite en Netflix. También es viernes por la noche y ahora sí que hay una excusa perfecta para quedarme en casa y abrir una botella de vino para una noche de mimarme. ¡No hay mal que por bien no venga!