15.03.20 — Diario
Ámsterdam
Como mencioné al final de mi última entrada de blog, Un sinfín de eventos de diseño, y alineado con el tema de dicha entrada, pasé el finde pasado en los Países Bajos, donde asistí a la conferencia de a los Awwwards, una serie de charlas sobre el diseño digital. Erretres nos financió el viaje, así que mi compañera Zoe y yo volamos de Madrid a Ámsterdam el miércoles por la noche.
Por las semanas locas antes del viaje, no había investigado mucho este país que nunca había visitado, así que llegué sin saber si usan el euro o no, dónde exactamente estaba el hostel ni como íbamos a llegar al centro desde el aeropuerto. Hubo mismo caos también al hacerme la mochila, pasé media hora la noche antes de volar metiendo cosas en la mochila al azar.
Llegamos en Ámsterdam sobre medianoche, y sacamos el Google Maps para que nos guiase al hostal. Subimos a un bus y descubrimos el primer ejemplo de muchos servicios que solo aceptan pago con tarjeta, y eventualmente llegamos al centro.
Al encontrar el hostal, no nos deteníamos en tumbarnos, ya que teníamos que estar en el Teatro DeLaMar a las 8 de la mañana siguiente para registrarnos, coger los pases y encontrar un asiento para la conferencia.
Dicha mañana salió muy bien: conseguí estar despierto, duchado y esperando a Zoe en la puerta del hostal a la hora acordada. Los dos fuimos de camino al teatro, viendo las primeras vistas de la ciudad por día. Google Maps luego nos falló, llevándonos por un callejón a dos cuadras de la entrada de dónde teníamos que estar.
Al llegar al teatro y una vez cogimos un tote lleno de regalos, cogimos nuestros asientos en el auditorio y esperamos que las charlas empezaran…
El primer día consistió en unas presentaciones molonas de unos ponentes muy interesantes, con temas como los trucos de UX y el estado actual de la accesibilidad, e incluso unos trucos de como superar los bloqueos creativos y construir fuertes equipos de diseño. Entre las charlas, Zoe y yo acabamos hablando con un tío de los Países Bajos, y también descubrimos algo muy importante: un supermercado local en el cual comprar algo de desayuno.
Después de las charlas, los dos volvimos al hostal para echar la siesta, porque habíamos quedado en acercarnos a otro evento de networking en el centro después. Fue una introducción extraña a esta nueva ciudad, porque la conferencia era en las afueras de Ámsterdam, y la primera vez que entramos en las calles bisecadas por canales fue durante la noche.
Cogimos una tranvía a dicho evento que tuvo lugar en una azotea de una oficina, un sitio que no encontrábamos gracias a Google Maps que volvió a funcionar mal. Llegamos a la conclusión de que a Google Maps no le gusta Ámsterdam nada, pero no nos importó mucho ya que llegamos antes de que la comida se hubiera acabado.
La noche consistió en unas horas interesantes más, con unas presentaciones sobre herramientas nuevas, una charla sobre el copywriting y la oportunidad de haber con los ponentes del día. Nos pusimos a charlas con el director creativo de Büro, un estudio de diseño de Oporto en Portugal que siempre me ha flipado, y también con los desarrolladores de Framer, una nueva herramienta para el diseño interactivo. También descubrí la maravilla que es Chocomel, una marca de leche de chocolate que empecé a beber al descubrir que la única cerveza que tenían fue Heineken. Puaj.
El segundo día empezó con cielos más claros y hasta unos rayos de sol, pero la ciudad se quedó helada. Cuando no conseguí hacer contacto con Zoe, me fui al evento solo, sacando unas fotos y cogiendo un desayuno en el camino.
Cuando encontré a Zoe, que se había quedado sin internet gracias a la conexión de WiFi inestable en el hostal, disfrutamos el segundo día de charlas y otra ronda de ponentes carismáticos que nos contaron sus experiencias personales y unos trucos para navegar no solo el mundo del diseño digital, sino la industria en general.
Después de la presentación de los premiso Awwwards en sí, los cuales se dan por el mejor sitio web y otras categorías, la conferencia había acabado oficialmente, así que repetimos la rutina del día anterior: volvimos al hostal, echamos la siesta y salimos a otro after. Esta vez fue el after oficial, en el cual nos pusimos a hablar con un tío de Canadá, y luego unas diseñadoras de Bielorrusia y Alemania.
No nos quedamos muy tarde, porque el sábado queríamos explorar la ciudad. Como decía antes, era un poco raro todo: al despertarme el sábado por la mañana, me di cuenta de que había estado en la ciudad durante 48 horas ¡pero aún no había visto nada!
Para cambiar ese hecho, Zoe y yo nos volvimos a reunir y fuimos al centro, donde habíamos quedado con dos amigos suyos que también estaban visitando. Después de encontrar nuestro sitio elegido llenísimo y con una lista de espera de más de 45 minutos, buscamos otro restaurante en el cual comer.
Los amigos de Zoe nos encontraron allí, y nos pusimos a hablar de todo, desde el diseño y la vida en el RU hasta su experiencia como profesores. Los cuatro luego fuimos a explorar la ciudad, vagando por las calles curiosas y pasando por sus casas altas, estrechas y torcidas.
Nos informaron que la apariencia torcida de dichas casas es debida al asentamiento inconsistente de las pilas de madera que forman los cimientos. Adiviné que las grúas instaladas en los techos de cada edificio servían para subir cosas pesadas a las plantas superiores, porque las casas tienen escaleras muy inclinadas así que hubiera sido imposible subir un sofá por los escalones. Esta revelación me vino cuando pasamos por un grupo de amigos que iban subiendo secciones de su nuevo sofá por la fachada de su casa y hacía otro amigo que colgaba de una ventana.
Tras explorar el barrio chino y la estación de trenes en el centro, los cuatro teníamos hambre, así que fuimos a Sotto, una pizzería que el amigo de Zoe había encontrado online. El sitio era un poco lejos, pero valió la pena del viaje, porque disfrutamos de una selección de pizzas finas y muy ricas.
Después de comer, volvimos al centro, y pronto nos encontramos haciendo cola para probar las tortitas tradicionales neerlandesas en otro sitio encontrado por el amigo de Zoe. Pedí una tortita de crumble de manzana, y resulta que era una descripción muy literal: ¡mi tortita llevó una bola de helado y medio crumble de manzana encima!
Este postre inmenso nos dejó a todos con ganas de ir andando para bajarlo, así que salimos en la oscuridad para explorar una zona de la cuidad en la cual no habíamos entrado: el barrio rojo. Con el aroma de marihuana persiguiéndonos y los ventanales famosos, fue una experiencia muy única.
Me preguntaba antes si me iba a asustar esta actitud liberal hacía las drogas y la prostitución, pero la veía muy nueva e interesante. Las calles del barrio eran muy animadas y llenas de gente de todos lados, y entramos en bares y pubs para tomar algo y charlar .
Todo lo bueno se acaba, sin embargo, así que después de la última copa en uno de los bares, Zoe y yo nos despedimos de sus amigos y volvimos al hostal par dormir antes de nuestro vuelo de vuelta a Madrid el domingo por la mañana. El viaje fue mucho menos interesante que el de ida, principalmente porque sabíamos a donde íbamos y no nos acabamos preguntando qué moneda se usa ni si nos iban a cobrar por usar nuestras tarjetas de débito españolas en el extranjero…
Bueno, a pesar de estar muy poco preparado para este viaje a Ámsterdam, me la pasé muy bien en la ciudad. Me gustaría volver durante el verano, no obstante, ya que el frío, viento y lluvia sin parar no presentó a los Países Bajos de la mejor forma. Eso me viene bien, sin embargo, ¡porque ya tengo una excusa para volver! Hasta la próxima, Ámsterdam.