29.05.19 — Diario
La boda de los Bentana-Cho
Hoy os vuelvo a escribir mientras viajo, pero esta vez no me encuentro en un tren de camino a la oficina, ¡sino estoy volando por la costa de África de camino a Tenerife! Voy a pasar un finde largo en la costa con mi amiga Cami, pero antes de contar eso, tengo otras novedades que compartir…
Como mencioné en la entrada anterior, mi compañera Soyoung nos había invitado a asistir a su boda. Respondí inmediatamente para informales a ella y Pablo (el marido) que iba, y al acercarse la fecha, organicé unos detalles finales como una camisa y un apartamento.
Sobre las 10am del viernes el 3 de mayo, fui al parking con mis tíos para ayudarles a recoger el coche y despedirme de ellos al comenzar su viaje hacia el norte. Luego tuve nada más que un par de horas para lavar la ropa, hacer la mochila y salir a ser recogido por Blanca. De alguna manera logré estar a tiempo, y desde Madrid empezamos bajando a Villajoyosa, un pueblo bonito en la costa cerca de Alicante.
Al llegar, cogimos las llaves del apartamento, un piso precioso con balcón y una azotea enorme con vistas sobre el mar. Una vez decidido quién cogería cada habitación, volvimos al coche y fuimos al Mercadona para pillar unas provisiones.
Mientras en el centro del pueblo, aprovechamos de la oportunidad de explorar el casco histórico, una colección de preciosos edificios multicolores en el paseo marítimo. No tan precioso, sin embargo, fue el tiempo – una capa densa de nubes amenazaba con quedarse hasta el día siguiente…
Google informaba que las nubes oscuras iban a dispersarse durante la noche para dejar un día bueno para la boda, pero la densidad de las mismas y el viento frío nos dejaron convencidos que una tormenta iba a proyectar una sombra sobre la ceremonia…
No queriendo preocuparnos demasiado, continuamos nuestro paseo por la play, recogiendo unas conchas mientras Helena nos sacaba unas fotos.
Al cansarnos, subimos al coche y volvimos al apartamento, saliendo al balcón para cenar. La mejor parte de la cena tenía que ser el jamón que Helena había traído y el cual se fabrica por su padre. ¡Riquísimo!
Luego nos fuimos a dormir bastante pronto como si fuéramos adultos sensatos, y el plan era que íbamos a levantarnos pronto para poder prepararnos tranquilamente para la boda.
La mañana empezó bastante tranquilamente. Cuando me levanté, Helena y Blanca ya habían salido para coger unas cosas más para el desayuno. Me desayuné la napolitana que había comprado el día anterior y subí a la azotea para disfrutar las vistas y tomar aire. Me alegró que Google había acertado en su predicción del tiempo, las nubes habían disipado y había salido el sol.
Solo fue cuando las dos habían vuelto, habíamos desayunado, y habíamos empezado a vestirnos que la hora se nos fue de las manos. Helena salió con que no sabía planchar, Blanca pasó un buen rato pintándose las uñas y yo rompí la pata de una mesa al sentarme encima. ¡Vaya banda!
Al final, sin embargo, llegamos al hotel a tiempo, bajando a la playa privada en la cual la ceremonia iba a celebrarse.
La playa era preciosa, la temperatura muy agradable y la música de fondo creaba un buen ambiento mientras hablábamos y esperábamos que nos llamasen para el comienzo de las celebraciones.
La ceremonia luego empezó, pero no quiero compartir demasiado de ella – solo digo que fue muy personal y absolutamente preciosa. La llegada de Soyoung y Pablo hizo que unas lágrimas caieran, y el entorno espléndido fue el ambiente perfecto para escuchar unos discursos divertidos y gritar “¡viva la nueva pareja!”
Tras sacar la foto de arriba con la nueva pareja, tocó convenirnos en una terraza para tomar un aperitivo y unas copas de vino. Luego fuimos a comer una selección riquísima de pescado, marisco y, por supuesto, un trozo de la tarta de boda.
Después de la comida comenzó la música, se abrió la barra ¡y empezó la fiesta! Bailamos una selección de temazos y haste intenté bailar el vals – lo cual no salió bien después de unos gintonics…
Antes de volver al piso, aprovechamos de la ubicación mientras se ponía el sol, sentándonos en una roca para ver la puesta del sol sobre el mar.
Me gustaría darles las gracias a Soyoung y Pablo por invitarnos a celebrar su día junto con ellos. Era todo un honor estar entre los invitados, lo pasamos genial, y su generosidad en invitarnos a una cena y las bebidas después no conocía límites.
Uno de los toques más especiales fue un regalo que dieron a todos los invitados, una pareja de patos. Nos dijeron que es costumbre coreano regalar estos patos durante una boda y ahora están viviendo encima de mi nevera.
¡Vivan los Benta-Cho!