10.04.21 — Diario

Una Semana Santa golosa

Es miércoles por la tarde y desafortunadamente hoy es el último día de una semana de vacaciones que acabo de disfrutar, ya que me cogí tres días más de vacaciones para alargar el puente de Semana Santa. Como mencioné en mi última entrada de blog, había pensado en salir por todos lados, pero al final todo fue más tranquilo que lo esperado – ¡pero de eso hablaré en breve!

Antes de la Semana Santa, tuve un finde que aprovechar antes de la semana laboral de tan solo tres días, y pasé el mismo comiendo y tomando con amigos por distintos sitios por Amadeus. Arrancamos el sábado, cuando Sara y yo salimos de cañas y terraceo por el barrio de las letras. Tras cambiar de bar en bar un rato, los dos cambiamos las cañas por unas copas de vino y cenamos en una mesa por la calle.

El día siguiente, tras esperar que se me pasase algo de resaca, subí a Retiro para tomar unos tequeños y un tinto de verano por allí. 

Al irse Hugo para volver al trabajo, Bogar y yo decidimos aprovechar al máximo el atardecer, así que nos cogimos unas bicis para dar una vuelta por el parque y ver el sol ponerse. Nos detuvimos un momento por el lago antes de volvernos para casa, donde yo me puse a tejer – ¡algo que llevo un buen rato sin hacer! 

El jueves, y después de tan solo tres días de trabajo, me tocó salir para el primer plan de las vacaciones. Bogar y yo habíamos decidido probar uno de los sitios que tengo marcado en mi mapa como “quiero ir”, así que después de tomar unas cervezas con Hugo y Sergei, subimos a un italiano llamado Menomale en el norte de la ciudad.

Disfrutamos una cena bien rica en el restaurante, donde compartimos una ensalada como entrante y luego un par de pastas sabrosas. Al volver a casa en bici (como ya se ha vuelto costumbre), se unió Jhosef, y los tres pasamos la noche tomando y hablado de la vida. Acabamos tan enrollados que se nos olvidó completamente el toque de queda, así que tuve que convertirme en anfitrión, y los dos se quedaron en mi casa.

El día siguiente, Jhosef y yo nos volvimos a ver ya que habíamos quedado en comer con Sara y su novio Eric en un restaurante asturiano que llevan un rato recomendándonoslo. Dado que los dos son de Asturias, tuve muchas ganas de comer en el sitio del que hablan tanto – Sidrería La Cuenca – ¡y no decepcionó nada! Disfrutamos unos platos riquísimos y raciones bien generosas, todo acompañado por sidra, crema de orujo y una ronda de gin tonics.

Sobra decirlo, pero salimos del local bastante hinchados y contentos, así que volvimos asl piso de Sara y Eric para echarnos la siesta antes de tomarnos unas cervezas tranquilamente. Esta combinación de alcohol y comida – de calamares al mítico cachopo – me dejó con nostalgias de mi primera vez en Asturias, y nos dejó a todos bastante cansados como se puede ver en la foto de abajo…

La sidra y las raciones enormes nos dejaron con bastante sueño en el metro…

Durante el finde, Jhosef vino a casa para hacer una tarde de coworking, durante la cual aproveché para seguir currando en el diseño de mi nueva web y para inventar unas nuevos aparatos electrónicos. Los dos luego nos volvimos a ver con Bogar el domingo para echarnos al sol en el parque, y luego para ir de compras para pillar unas cosas que me apetecían. Una vez pillada una mascarilla facial y una botella de una bebida británica que me gusta tanto, decidimos cenar por allí, y para eso fuimos a Goiko – ¡bien rico como siempre!

La combinación de tequeños y hamburguesas era una gran cena dominguera.

Volví a casa bastante emocionado aquel domingo por la tarde ya que tenía un planazo para el lunes: ¡ya había comprado y descargado mi entrada al Parque de Atracciones! Pues te puedes imaginar la decepción al recibir yo un SMS de la Comunidad de Madrid a las 9am para informarme que mi barrio se encuentra encerrado hasta nuevo aviso.

Además de contactar el parque para cancelar mi visita, tuve que también cancelar mentalmente todos los otros planes que había imaginado para mis tres días de vacaciones. No quería quedarme triste por esta mala noticia, así que pasé un día trabajando en mi web y limpiando el piso, y por la tarde salí a ver la nueva frontera entre la nueva zona restringida en la que me encuentro y el resto de la ciudad.

Hubo algo de alivio, sin embargo, al descubrir que los bares y otros sitios dentro del barrio pueden permanecer abiertos, así que he pasado los dos últimos días pasando por las terrazas que aún puedo visitar, llamado a amigos para realizar “copas virtuales” ya que la mayoría de ellos viven fuera del borde. A pesar de ser una cuarentena algo extraña, este nuevo encierre híper-local es mucho más fácil de asumir que el primero que sufrimos hace un año y pico.

Con eso llegamos a esta misma tarde, en la cual estoy viendo una película, disfrutando un gin tonic y preparando para la vuelta al trabajo y a la realidad mañana. No me quejo, sin embargo, ya que solo me quedan dos días de curro antes de otro finde. He hecho un pacto conmigo mismo que, a pesar de encontrarme encerrado dentro de mi barrio, ¡voy a disfrutarlo a tope!