17.05.20 — Diario
No tengo veinte años
Hace poco más de una semana cumplí años, y por una razón que desconozco me desperté con una canción que escuchaba hace años metida en la cabeza. En esta canción francesa, “J’ai pas vingt ans”, Alizée canta “j’ai pas vingt ans… on est vieux à vingt ans – moi j’ai le temps!”, lo cual más o menos significa “No tengo veinte años, a los veinte ya somos viejos – ¡yo tengo tiempo!”
Creo que me acordaba de esto porque este año, al cumplir 25 años, me supone un hito importante. De repente me di cuenta de que ya estoy más cerca a mis treinta años que a mis veinte – justo como canta Alizée: ¡no tengo veinte años!
Como te puedes imaginar, las celebraciones eran bastante ligeras debido a la cuarentena. Sin embargo, disfruté el placer de abrir unas cartas que me habían enviado de muchas partes del mundo, y una caja llena de chocolates y comida británica eu me mandó mi madre desde Inglaterra. Después de unos minutos de indulgencia, me conecté al trabajo, pero poco después me interrumpió el telefonillo durante una reunión. Llegó un repartidor a mi puerta, y me dejó una caja enviada por unos compañeros que contenía una carta bonita, una tarta de tres chocolates, unas velas (que ponen 24 en vez de 25, pero la culpa la tengo yo por no responder a un mensaje preguntándome cuantos cumplía) ¡y una botella de cava para celebrar la ocasión!
Esta bonita sorpresa llegó apenas unos días antes de una fecha clave que toda España ha esperado tanto: el primer día que nos dejaron salir a pasear. El día antes era festivo, así que aproveché para hacerme una mascarilla casera hecha de una funda de almohada que me sobrada.
El día de vacaciones fue bastante productivo, pero en realidad todos andábamos esperando el día siguiente, el 2 de mayo, el cual fue nuestra primera oportunidad de salir fuera sin ir al supermercado. El gobierno aquí ha establecido franjas horarias para mayores de edad, padres con sus hijos y luego el resto de la población. Ya que pertenezco al último grupo, puedo salir desde las 6am hasta las 10am y desde las 8pm hasta las 11pm, pero naturalmente acabé durmiendo durante toda la franja mañanera del primer día de libertad.
Esto hizo que tuviera que entretenerme durante todo el día, lo cual realicé limpiando el piso entero y perfeccionando mi tortilla de patatas (después de mi último intento). Creo que por fin lo he clavado, con el centro de la tortilla poco hecha sin llegar a ser un chorro de huevo crudo.
Esa misma tarde, sin embargo, estuve listo para salir a las 8 en punto. Con un límite horario de una hora y una distancia máxima de 1km, sabía exactamente adónde quería ir: al río.
Sí que sabía, no obstante, que no se podía entrar en las zonas verdes por las orillas del Río Manzanares, ya que se clasifican como un parque público, los cuales siguen cerrados. Eso no me preocupaba, ya que sabía que la zona por el Matadero (un centro cultural) y el puente que cruza el parque y el río serían lugares perfectos desde cuales ver la puesta del sol.
Una vez crucé el puente, sabía que estaba llegando a la frontera del límite de distancia, así que me di la vuelta. En la vuelta a casa vi unas vistas tan preciosas como un par de conejitos jugando con sus humanos, el cielo de rosa pastel sobre un mercado en obras y una luna llena que miraba sobre las fuentes iluminadas de mi barrio.
Para celebrar este paseo bonito por las calles que llevo tanto tiempo sin verlas, al llegar a casa decidí que tocaba aprovechar de unos productos que he había comprado de Lush. Encendí unas velas, configuré bien la iluminación en casa, puse una lista de música relajante y me puse una mascarilla facial de otro tipo (en este caso era de hierbabuena), transformando mi piso en un balneario para mimarme durante unas horas.
Con la mejora del tiempo y las calles vacías de coches, nunca ha habido mejor momento para explorar la ciudad. Después de ver muchas familias y grupos de amigos montados en bici por las calles, sabía que tenía que aprovechar de la oportunidad y por fin intentar comprender cómo funciona el sistema de carreteras y rotundas que tanto me confunde aquí en España.
Nunca he sido muy fan de las bicicletas, pero después de ver las calles llenas de gente paseando, corriendo y pasando en bici y el cambio desde el estruendo del tráfico a las conversaciones, la música y hasta una familia que cantaba karaoke desde su balcón, me vi convertido en un defensor estoico de la peatonalización de cuanto más de la ciudad que se pueda.
Con tantos momentos tan bonitos fuera de la casa, también he intentado mantenerme contento mientras estoy encerrado en casa, y eso lo hago con mi único amor verdadero: la comida. Menos los pedidos ocasionales de comida a domicilio, ya me toca a mí preparar unos de mis platos favoritos que antes comía fuera, así que el otro día me puse a preparar un bol de ramen, ¡y tengo que decir que me salió bastante bien!
Justo ayer pensé que molaría salir y explorar cuanto más de la ciudad que se pudiera durante la noche, así que subí a la frontera norteña de mi límite de 1km: Atocha. La estación ferroviaria estuvo muy tranquilo, ya que todos los viajes que no seas esenciales se han cancelado, pero se veía muy bonita con unas nuevas luces que la iluminaban contra el cielo negro.
Para concluir esta entrada de blog, creo que todos nos merecemos echar unas risas, así que os compartiré unas fotos del último numero del concurso semanal que realizo con mis amigas Abi y Danni. Decidimos conectarnos todos en disfraces caseros, tanto para el reto creativo como para las risas. Los tres hemos visto Tiger King en Netflix (bueno, ¿qué más se puede hacer estas fechas?), así que Danni y yo decidimos hacerlo en drag: Danni se disfrazaba de Joe Exotic y yo de Carole Baskin.
Por los que no hayáis visto la serie, Joe Exotic y Carole Baskin son archienemigos que tienen sus propios zoos de grandes felinos, y mi reto fue transformarme en la famosa Carole. Pues nada, a ver, terminemos con esto ya: aquí va una foto de ella versus lo que logré yo…
Tal vez no sea el mejor disfraz de la historia, pero la peluca de tiras de saco de basura, unos pendientes de pompones caseros, flores hechas de post-its y embalaje de chucherías – todo junto con mi primer intento de maquillarme – ¡creo que lo hice bastante bien dada la situación en la que nos encontramos!
Puede que hayas notado antes que no mencioné de qué Abi se disfrazaba, y eso es porque lo mantenía un secreto hasta conectarse al concurso: ¡ni Danni ni yo sabíamos de que se iba a disfrazar hasta arrancar la videollamada! Como veis abajo, no decepcionó en su elección: ¡se disfrazó de un tigre y completó perfectamente el trío!
Y así concluimos la última edición de las entradas de blog escritas bajo la cuarentena: me sorprende la cantidad de contenido que tengo para compartir a pesar de sentir que paso toda mi vida en el piso – una sensación que es, seamos justos, más o menos verdad. Para despedirme, vuelvo a la canción de Alizée que mencioné al principio de la entrada, y una frase que canta en la versión en inglés de la canción, y la cual la veo muy apta dado mi cumpleaños y la situación actual de la cuarentena: