27.08.21 — Diario

Cami y Kevin en Madrid

Retomo las cosas donde las dejé en mi ultima entrada de blog, cuando Kevin, Cami y yo empezamos el viaje a Madrid tras nuestra gran reunión en Oviedo. Después de nuestra gran aventura bajando el Sella y comiendo todo lo que ofrece Asturias, me preocupaba la idea que Cami y Kevin no se la pasaran tan bien en Madrid, pero al final hicimos bastantes cosas…

Tras otro vuelo absurdamente corto de Oviedo a la capital, los tres nos subimos a lo que supuestamente era un tren directo a mi barrio para luego bajar a tomar algo en mi bar local preferido. Como ya he revelado en ese momento de presagio obvio, directo el tren no acabé siendo, tuvimos que hacer dos transbordos para llegar a mi piso.

Una vez en casa, los tres dejamos nuestro equipaje, nos duchamos y bajamos al Bar El Ferrocarril para tomar algo y cenar los mejores huevos rotos de Madrid. Una vez bien satisfechos, sugerí que cogiéramos unos churros recién fritos a modo de postre, así que nos fuimos yendo hacia la churrería.

Se manifestó un catástrofe, sin embargo, porque la churrería en cuestión se encontraba cerrada. Como alternativa, me acordé que había una heladería italiana a quince minutos que llevaba yo un buen rato queriendo visitarla, así que bajamos a probar el gelato que había visto yo que generaba colas.

Pasamos un buen rato por el río disfrutando nuestros helados antes de subir de vuelta a mi casa para descansar para el primer día de aventuras. Por supuesto, había creado un plan de lo que íbamos a hacer, y lo primero fue madrugar algo para estar en Ojalá y pillar una mesa para desayunar.

En este lugar mítico de desayunos de Malasaña, los tres disfrutamos mucho de un desayuno delicioso, completo con todo tipo de alimentos, infusiones, cafés y zumos para sostenernos en el calor veraniego madrileño. Es un sitio al cual he estado llevando gente desde la primera vez que viví en Madrid hace muchos años, ¡nunca decepciona!

Montamos un pequeño shooting en el sótano (la playa) de Ojalá.

Para bajar la comida, luego salimos a dar una vuelta por las calles bonitas de Malasaña, pero dentro de poco nos encontramos dentro de otro bar. Simplemente tenía que llevar a Kevin a comer un pincho de tortilla y tomar un vermú de grifo en la mítica Bodega de la Ardosa.

La tortilla y el vermú se apreciaron mucho en el interior castizo.

De allí fuimos tirando hacia Chueca, el barrio gay de Madrid, donde pillamos una mesa en la plaza central para disfrutar de un cóctel – aunque el mío tenía que ser sin alcohol gracias al maldito antibiótico. No pudimos quedarnos allí mucho, sin embargo, ¡ya que tenía otras cosas planificadas para antes de comer!

Tras pagar la cuenta, los tres luego caminamos por el centro de la ciudad, pasado por los sitios turísticos típicos como La Puerta del Sol, Plaza Mayor, La Almudena y el Palacio Real. Esta caminata bajo el sol del mediodía nos dejaba con ganas de una bebida y algo de comer, y había reservado en el sitio perfecto…

La terraza playera del Café del Rey, donde he pasado muchos jueves por la tarde cuando teníamos oficina en la calle Cadarso, fue el sitio que había elegido para comer. Aprovechamos del menú del día y tomamos algunas copas más antes de pasar al siguiente destino, el lago, donde había pensado que podíamos echar la siesta a la sombra.

Conseguí descansar media hora allí, pero me desperté con dolor de cabeza y la garganta seca gracias al calor opresivo del verano madrileño. Decidimos que solo había una manera de solucionar esto, y nos acercamos a una terraza al lado del lago para tomar una cerveza más antes de volver a casa a echar la siesta en condiciones.

Una vez recuperada algo de energía, nos volvimos a subir al metro y fuimos a uno de los mejores sitios – a mi juicio – a ver el atardecer: el templo de Debod. Llegamos justo a tiempo para ver los últimos momentos de la puesta del sol – el cielo montó un espectáculo magnifico de rayos de luz.

Cuando ya se hizo de noche y nos apetecía otra copa, nos sentamos en el césped para tomar una cerveza y el aperitivo que habíamos llevado. Avisé a Sara de que estábamos por allí, y se acercó para reunirse con Kevin por primera vez en tres años.

El plan original había sido bajar a Lavapiés a tomar algo más antes de volver a casa andando, pero perdimos por completo la noción del tiempo y el espacio, así que decimos tomar algo en un bar cerca del templo. Nos acogió en su bar un tipo super majo, que nos dejó tomar unas copas en su terraza mientras pedíamos comida de otro restaurante al otro lado de la calle.

Una vez llegada la hora de volvernos a casa, los cuatro cogimos el metro de vuelta al barrio, donde tuve la idea de montar una noche de spa y mimos para descansar tras un día bastante frenético de explorar la ciudad. Saqué las mascarillas faciales, exfoliantes corporales y todo tipo de crema y poción, y Kevin, Cami y yo nos sentamos a ponérnoslos mientras escuchábamos música relajante.

El día siguiente volvimos al rumbo, subiendo a Uniqlo (donde compro yo toda mi ropa, tengo un gusto sencillo) porque Cami y Kevin quería echar un ojo. Luego bajamos a Retiro en pie, parando a sacarnos unas fotos en la Puerta de Alcalá.

Las flores resplandecían casi tanto como Cami en el sol de verano.

En el parque nos cogimos una bici para la siguiente aventura del día, una que nos llevó por los sitios más emblemáticos de Retiro. Con sus rincones tan bonitos y sus paseos y bulevares numerosos, queda evidente el por qué lo acaban de nombrar como patrimonio de la humanidad.

Esta aún tiene que ser una de mis vistas favoritas en todo Madrid.

Visto todo lo que había que ver, luego bajamos por la calle montados en bici, corriendo hacia el río debajo para tomar algo en el Matadero a modo de un aperitivo antes de comer.

Después de eso comimos en un sitio italiano local, donde disfrutamos un menú de ensaladas, pastas y un poste delicioso de profiteroles. La comida nos dejó hinchados y cansados, así que Cami y yo volvimos al piso a echarnos la siesta mientras Kevin pasó a hacerse una PCR para su viaje de vuelta a los EEUU unos días después.

Tras descansar un rato en casa, en breve nos encontramos de nuevo montados en una bici y de camino al segundo lugar recién nombrado como patrimonio de la humanidad: el paseo de Prado. Esta zona es más difícil de definir, ya que supone el nombre de una calle, pero el reconocimiento de la UNESCO toma en cuenta los sitios fabulosos que se encuentran por el camino, desde la arquitectura asombrosa hasta la serie de fuentes míticos y el Museo del Prado.

Pasamos por el paseo entero, dando la vuelta en Cibeles, otra de las vistas más bonitas de Madrid. Luego dejamos las bicis para andar por el Barrio de las Letras, donde encontramos una terraza y nos sentamos para celebrar la última noche de Kevin y Cami en Madrid.

Las calles del Barrio de las Letras se encontraban bañadas en la luz del atardecer.

Acabadas las bebidas, los tres luego volvimos a casa, donde pedimos comida china y vimos un par de capítulos de Derry Girls antes de acostarnos relativamente temprano – Kevin y Cami tuvieron que madrugar el día siguiente para pillar sus vuelos: Kevin a Asturias para disfrutar sus últimos días en España y Cami de vuelta a casa en Tenerife.

La despedida emocional el día siguiente se hizo más fácil gracias al estado en el que nos encontrábamos los tres – ¡andábamos demasiado cansados como para entender lo que pasaba! Me despedí de Kevin y Cami con un abrazo grande, prometiendo que estaría pronto en Tenerife y los EEUU para visitarles en cuanto pueda.

Como mencioné en la última entrada de blog, fue una pasada estar reunido con Kevin y Cami de nuevo. Espero y deseo que el mundo se empiece a volver a la normalidad cuanto antes para que no haya que esperar tres años más para la siguiente reunión y serie de travesuras…