16.08.20 — Diario
El irlandés: un nuevo viaje
Entre mis entradas de blog típicas que cuentan mis viajes y aventuras cotidianas, a veces subo otras historias y observaciones. Estas entradas pueden incluir una exploración el proceso de diseño de mi nueva web o incluso unos cuentos tontos de experiencias que he vivido. Esta entrada habla de algo mucho menos visual, pero algo que espero que os sea interesante: un nuevo viaje en aprender un idioma.
Mi relación con idiomas que no sean el inglés (a pesar de mi fuerte acento nativo que cuesta entenderse, pero eso es otro cuento para otro momento) empezó hace mucho, cuando empecé a aprender algo de vocabulario francés a los 10 años antes de entrar en la secundaria. Esto fue como una especia de iniciativa que había implementado mi escuela, en la que una profesora externa nos visitaba una vez a la semana para enseñarnos unas palabras como ananas (piña), chat (gato), and garçon (chico).
Quizás hayas notado por mi tono apático que no me convencían estas clases, y no recuerdo que me acordase ninguna palabra ni frase al pasar de la primaria a la secundaria y las clases bisemanales de francés que tuve que aguantar: y digo “aguantar” por dos razones principales:
En primer lugar, realmente no creo que la manera en la que nos introdujeron al aprendizaje de idiomas fuera la mejor, con sus pruebas semanales de vocabulario y los casetes de una francesa monótona que repetía una serie de frases inútiles que ni nos obligaron a repetirlas.
En segundo lugar, y me tendréis que perdonar los francófonos, pero es que no me interesaba ni Francia ni el idioma francés. Hoy en día ya le tiene aprecio al idioma y sus facetas, pero mi manera de pensar a mis once años fue así: si nos van a obligar a aprender un idioma, y si mi familia y yo siempre vamos de vacaciones a España, ¿por qué no podemos aprender español? Por lo menos sería de alguna utilidad*.
* Fueron muchos años después que descubrí que el idioma principal de Mallorca, donde solíamos ir, es el catalán/mallorquín. Ups.
Durante un rato hasta me apunté a unas clases extracurriculares para aprender algo de alemán los jueves por la tarde, pero dentro de nada ya las dejé. La pronunciación me parecía dificilísima, la estructura una pesadilla y los tres géneros gramáticos un coñazo como una catedral. No estuve nada celoso de la mitad de mi escuela que tuvo que aprender alemán en vez de francés.
Una vez llegada la hora de hacer mis GCSEs (que son como el ESO), y después de estafar a mi profesora de francés durante muchas de las pruebas de vocabulario (mi amiga aprendía las palabras 1 a 10 y yo las 11 a 20, y luego nos copiábamos), por fin revelaron que iban a empezar a ofrecer el español como una asignatura siempre que hubiese una cantidad suficiente de estudiantes interesados. Supongo que la mayoría de la gente pensaba igual que yo, y que después de ser presionados a seguir estudiando un idioma, que decidieron que por lo menos fuera un idioma útil a la hora de pedir copas durante sus vacaciones.
Y así empezó mi experiencia de aprender el español. Después de dos años de aprender frases hechas y construir oraciones súper básicas en la secundario vinieron dos años de colegio en los que aprendimos la estructura y la fonología del idioma. Empecé a utilizar este conocimiento en 2016 al empezar trabajando en prácticas en Erretres, que consistió de seis meses de ser constantemente corregido todos los días, cosa que al final mejoró mucho mi fluidez y confianza. Desde graduarme y volver a España, he avanzado mi conocimiento más aún, hasta el día de hoy en el que ya creo que hablo el idioma con bastante fluidez. Por supuesto que se me nota el acento y el error puntual, pero ya no me cuesta entender de hacerme entender.
Durante estos años de vivir entre España e Inglaterra, también he pasado un par de veces por la cuidad preciosa de Lisboa. También fui de vacaciones un par de veces a un pueblo que se llama Lagos en el sur de Portugal con mi familia, pero fue en Lisboa y Madrid donde conocí a mucha gente de Brasil, y así empezó otra aventura en aprender un idioma: el portugués.
El portugués es parecido a idiomas como el español, rumano, italiano y francés (entre muchos otros más) en que forma parte de las lenguas romance, derivadas del latín vulgar, el idioma que se habló en el imperio romano. Por eso, estos idiomas comparten muchos elementos comunes y mucho vocabulario parecido, y naturalmente el español y el portugués son muy parecidos por la proximidad geográfica de los dos países. Con la ayuda de Duolingo y consejos de mis amigos lusofónos, aprendí rápidamente un nivel suficiente como para conversar, construyendo frases sobre una base de español y aplicando unas reglas generales y el vocabulario más importante (se dice que los dos idiomas comparten un 90% de su vocabulario, así que solo me toco aprender el otro 10%).
Todo esto me lleva a mi última aventura en el aprendizaje de idiomas, con un idioma que muchos no saben que existe: el irlandés.
Bueno, si yo pensaba que el alemán era una pesadilla con sus géneros y estructuras y orden léxico raro, es facilísimo comparado con el irlandés. Esta lengua anciana tiene la forma más extraña de expresar los conceptos más básicos (“tengo una bebida” se dice como “hay una bebida hacia mí”), su falta total de las palabras “sí” y “no” y su manera complejísima de escribir las palabras que incluso me da miedo (“beochaoineadh” suena “bei-o-kin-yu”). Luego hay las “mutaciones” que pueden afectar tanto el principio como el final de las palabras, y cambian completamente su pronunciación y significado. A veces las palabras se mutan solo para que suene mejor, (“pláta” se convierte en “bpláta”, que suena “blatə”), a veces cambian la relación entre una palabra y otro (se llaman “casos” pero es otro tema muy complejo que no voy a explorar ahora mismo) y a veces se mutan para conjugar los verbos (pero eso también pasa mucho en español así que eso lo aguanto).
Acabo de llevar un párrafo entero quejándome del idioma, así que puede que os estéis preguntando el por qué estoy dedicando mis ratos libres a aprenderlo.
Para empezar, hay la razón más básica, que es que me gusta un proyecto personal en el que mojarme en mi ocio. No creo que exista nada en este mundo que sea tan complejo ni interesante e como un idioma entero (incluyo los lenguajes de programación) y sé que siempre habrá más que aprender y mejorar con el paso de tiempo. También, como bien he explicado, ¡la complejidad del irlandés supone un reto bastante grande!
Luego existe la razón más personal, que son mis raíces irlandesas. Mi abuela nació y creció en un pueblo muy pequeño en Irlanda donde se enseña el irlandés en las escuelas, y ella me enseño unas frases cuando era pequeño. Siempre me ha interesado saber más del sitio, y creo que una de las mejores maneras de descubrir una cultura es a través de su idioma.
Por eso aquí estoy arrancando mi viaje en aprender la lengua irlandesa, utilizando Duolingo todos los días para empezar a construir una base. En mis ratos libres también estoy investigando las cosas que no entiendo, explorando las estructuras complejas y la gramática extraña, y también a veces me pongo a escuchar las noticias o algo de música en irlandés. Esto va a ser un viaje bastante largo y bien sé que no voy a estar ni cerca de dominar el idioma durante mucho tiempo, probablemente hasta estar en Irlanda e inmerso en él, pero creo que es un reto que vale la pena. Ya me tiene preguntando sobre como son las distintas maneras en las que funcionan los idiomas, y como es que existen tantas maneras de expresarnos – el irlandés es de los idiomas vivos más antiguos ¡y se nota mucho!
Mientras sigo en mi viaje, estoy esperando lanzar mi nueva web con la opción de leer todo en irlandés cuando ya la tenga más o menos diseñada (mi web actual solo está s disponible en español, inglés y portugués), pero hasta entonces os dejo con una canción irlandesa super bonita que he encontrado.
Slán!