08.07.22 — Diario
Una semana en Inglaterra
Ahora que va subiendo el calor en Madrid y ya que tenía que asistir a un par de eventos, hace poco me encontré en un vuelo con destino al Reino Unido para pasar una semana con mi familia y mis amigos. Tuve que trabajar en remoto desde allí entre semana, ¡pero aún así logramos hacer bastantes cosas durante los findes y por las tardes!
Tras ser recogido por mis padres en el aeropuerto, el viaje empezó sin que ni siquiera pudiera pasar por casa a dejar mis cosas. Del aeropuerto fuimos directamente a un centro comercial donde tenía que comprar unas cositas – unas buenas gafas de sol para enfrentarme con el verano español, unas botas para viajar en otoño y algo de ropa para la boda de una amiga.
Con la compra hecha, volvimos a la casa de mis padres en el pueblo, que lucía bonito con banderas celebrando las celebraciones del aniversario del reinado de Isabel II. Las fiestas habían acabado al llegar yo al pueblo, pero las banderas seguían y el sol de tarde me inspiró a sacar unas fotos por allí. Se me hizo curioso ver todo en esta luz, ya que típicamente viajo a Inglaterra en navidades.
Al llegar por fin a casa, deshice la maltreat y probé las nuevas botas antes de ponerme unas que eran más viejas y estaban más embarradas para dar una vuelta por el campo. Este camino nos llevó por los prados y un par de pueblos pequeños bonitos que quedan cerca de donde viven mis padres.
No me quedé hasta tarde, ya que el día siguiente tuve que madrugar un poco para unirme a los planes que tenía con dos amigas – ¡íbamos a Alton Towers! Para celebrar el cumpleaños de Danni, había decidido llevar a Abi y a mí a este parque de atracciones que me tenía obsesionado de joven pero que llevo bastantes años sin visitarlo.
Llegamos bajo un cielo nubloso y algo amenazador, pero no nos perturbaba nada: andábamos con muchas ganas de subirnos a todas las atracciones que pudiéramos. Tras sacarnos unas fotos en Towers Street, la plaza de entrada al parque, nos acercamos a la primera de muchas pero muchas atracciones ese día.
Gracias al hecho de que era domingo y dado el cielo gris que amenazaba con llover todo el día, no había casi nadie en el parque. Esto nos venía de lujo, así podíamos subirnos a una montaña rusa tras otra, haciendo casi nada de cola para embarcar a cada una. Todo esto en un parque de atracciones conocido por sus tiempo de espera exagerados – ¡fue genial!
Tras mi primera experiencia en Wicker Man, una montaña rusa de madera que se ve en la foto de arriba, decidimos pillarnos un abono que nos dejó descargar cada foto que se nos sacara en las atracciones. Como digo, casi no había que esperar nada para subirnos a cada una, así que aprovechamos para subirnos las veces que hicieran falta para conseguir la foto perfecta…
El día seguía pero nuestro ritmo también: hasta pudimos subirnos tres veces a una de mis montañas rusas favoritas, Nemesis, que pensábamos que iba a estar cerrada así que nos alegró muchísimo descubrir que andaba en marcha. La atracción más aterradora tiene que haber sido los barriles giratorios, que me tenían gritando durante el todo el ciclo y me dejaron bastante mareado. Una atracción para los peques – ¡ni de coña!
Nos lo pasamos muy bien en Alton Towers, de verdad creo que llevo un buen tiempo sin reírme tanto en un solo día. Acabamos el día en el McDonalds, en donde cenamos antes de que Danni me dejara en casa, mojado y cansado pero con una sonrisa tonta en el rostro.
El día siguiente volví al trabajo, aunque fuera el teletrabajo desde el dormitorio de mi infancia. Al descontarme del curro, salí a dar una vuelta con mis padres y mi hermana, que se había unido al plan desde Sheffield. Estuvimos un buen tiempo caminando, pasamos por dos embalses mientras el sol se ponía detrás de las colinas.
El día siguiente lo pasamos en familia. Fuimos al condado de Yorkshire para enterrar las cenizas de mi abuela. Esto fue la razón principal por la que fui a Inglaterra y sirvió como una despedida bonita tras su muerte el año pasado.
Después del servicio en el cementerio, mis padres, mis tíos, mi hermana y yo nos acercamos a York, en donde habíamos reservado una mesa para comer en Betty’s, un salón de té famoso. Pasamos la tarde tomando té, sándwiches y pastas, y luego echamos el resto de la tarde de compras por las calles preciosas del centro de la ciudad.
Luego pasé el resto de la semana trabajando desde casa, con las tardes dedicas a hablar con mis padres, andando por me pueblo y cenando con amigos en un restaurante en Burnley que nunca había visitado.
El viernes me fui a Leeds, donde por fin me reuní con Emily y pude conocer a su perro, Lando. La pareja de Emily, Lincoln, no estaba en Leeds ese finde, pero su madre sí, así que los cuatro (Lando incluido) pasamos la tarde hablando en casa. El sábado salimos a dar una vuelta por un bosque, aprovechando la naturaleza que está a tan solo diez minutos de la casa de Emily y Lincoln.
Desde allí, Emily me llevó al aeropuerto en Mánchester. Me habían dicho de llegar con mucho tiempo para que el caos en el control de seguridad no hiciera que perdiera el vuelo. Al final pasé por el control en literalmente cinco minutos, así que tuve que hacer mucho tiempo en la sala de salidas, por lo cual me puse a escribir esta misma entrada de blog desde allí.
Bueno, con esto ya os he contado todo sobre mi semana en la patria. Al final conseguí hacer bastantes cosas sin tener que cogerme ningún día de vacaciones, así que he de dar las gracias a Erretres por su flexibilidad a la hora de teletrabajar. Personalmente prefiero trabajar desde la oficina, pero tener la opción de trabajar desde donde mejor te convenga es el futuro.
A ver hasta donde me lleva el teletrabajo…