09.10.22 — Diario

Toronto

Como mencioné en mi entrada de blog acerca de los días que pasé en Búfalo, Kevin y yo también pasamos un día de excursión en Toronto. Este viaje nos sacó de Búfalo y de los Estados Unidos para Canadá, pero primero tuvimos que hacer una parada en la frontera entre los dos países.

He de admitir que tras tantas semanas en los EEUU y un rato bastante ajetreado en Nueva York, se me había olvidado por completo que Kevin y James viven cerca de una maravilla natural icónica: las Cataratas de Niagara. Tenía muchas ganas de ver las caídas famosas, así que aparcamos en el lado canadiense del Río Niagara y nos dirigimos hacia la columna inmensa de rocío.

Suena muy cliché, pero la verdad es que me emocioné incluso antes de ver las caídas en su totalidad. Tan solo estar cerca del agua y ver la inmensa cantidad que caía libremente desde lo alto de las cataratas me dejó muy impresionado. Luego tuve que reprimir una lágrima al ver la panorámica de las caídas en toda su gloria.

Las fotos que he incluido – igual que cualquier vídeo que he visto de las cataratas en el pasado – no hacen justicia al lugar. Nunca me había imaginado el tamaño monumental de todo. Fue realmente imponente.

Otro aspecto que no se aprecia en fotos es como te rocía la espuma generada por las cataratas: ¡nos empapamos! Hacía un día soleado y caluroso así que el frescor era bienvenida, menos mal.

También molaba mirar por el río hasta el lado estadounidense.

Tras una visita a la tienda de regalos y los servicios, nos volvimos a subir al coche y nos acercamos al centro de la ciudad. Kevin y yo montamos un buen karaoke por el camino, cantando unos clásicos españoles a toda voz por las carreteras canadienses.

Al llegar en la ciudad, Kevin traspasó por completo una acera en el coche a modo de atajo para entrar en el parking. ¡Incluyo esta anécdota porque fue un momento graciosísimo!

Nos pillamos unos abonos de transporte público y fuimos al barrio gay de Toronto, donde tomamos una copa e hicimos alguna que otra compra. Todo el rato fingíamos ser señoras españolas que sobrestimaban su nivel de inglés. ¡Qué gracia nos hacíamos!

Kevin luego hizo un plan de otras cosas que deberíamos hacer y ver en la ciudad. Pasamos por la plaza principal de Toronto, el antiguo ayuntamiento, un mercado famoso y luego el distrito de destilerías.

Las calles torontonianas son bonitas y enmarcan la silueta icónica de la ciudad.

Este distrito de destilerías fue justo eso, un barrio entero compuesto por antiguas cervecerías y destilerías que se habían convertido en una zona moderna de restauración. Encontramos un bar que tenía una mesa libre en su terraza y nos sentamos a tomar una pinta para ponerle lazo a nuestro día en Toronto.

El distrito de destilerías me gustó mucho, fue la guinda del pastel que fue Toronto.

Al pasar el día a ser la noche, volvimos al coche y empezamos nuestro viaje de vuelta a los EEUU y Búfalo. Kevin quería llevarme a cenar en un sitio cuyo nombre era un secreto, pero el tráfico al salir de torno nos detuvo un buen rato así que tuvimos que recorrer a una cena de pollo frito en Jim’s Stakeout. Esto supuso un presagio de la noche siguiente, ¡en la cual acabaríamos los dos en el mismo sitio en la madrugada y en un estado algo cuestionable!

Tras confundir las fechas y decir al agente de inmigración que había llegado a los Estados Unidos el día 24 de agosto – una fecha que aún no había pasado – por milagro me dejó entrar. ¡Creo que ni se dio cuenta de mi error monumental!

Me pasé un día estupendo en Toronto y en las Cataratas de Niagara (cuyo nombre llevo escribiendo mal toda la vida, ups). Kevin fue un guía turístico fabuloso y la mejor compañía posible para una excursión en una nueva ciudad.

Después de este viajecito volvimos a Búfalo, así que si llegaste en esta entrada desde aquella, ¡te toca volver!