08.09.19 — Diario
Tormentas veraniegas
Desde volver de Valencia, he estado con la rutina diaria de trabajo, casa y terraceo. Dicha rutina se ha interrumpido unas veces, sin embargo, ¡tanto por yo como por el clima otoñal que me ha afectado todos los planes!
Hace un par de semanas, Bogar y yo fuimos al cine porque nos interesaba ver la nueva versión de uno de los clásicos de Disney: El Rey León. Debo admitir que me gustó bastante la película, a pesar de no ser nada novela: es básicamente la misma película pero con “acción real” (spoiler obvio: es todo CGI). Lo destacado para mi era la interpretación de Timbón por Billy Eichner – ese personaje solo hizo que valiese la pena ver la película.
Interesantemente, el cine pequeño en el cual vimos la película fue de los edificios bonitos que vi la primera vez que visité Madrid. Me acuerdo de imaginarme cómo sería el interior, y ahora que lo he visto, ¡debo decir que no parece nada a lo que me imaginaba! Además de ser mucho más grande de lo que se espera, el interior es muy moderno, ¡y por suerte dispone de aire acondicionado!
Otra tarde me fui a ponerme al día con un amigo que no había visto durante bastante, lo cual supuso unas copas en una terraza. Después fui de compras en el Mercadona, y vi una puesta del sol bonita mientras volvía a casa con un pollo entero en la mochila.
Dicho pollo no se mencionó por nada, sin embargo: ¡ha sido uno de los mayores dramas de la semana! Había visto que comprar el pollo entero renta más que comprar bandejas de piezas, y mi amigo Leo (un cocinero) me dio trucos de como asarlo bien, así que me llevé uno a casa y así empezó el desastre.
No sé cómo logré dejar carne, huesos y caldo por todos lados, pero mi piso parecía un campo de batalla después de tan solo cinco minutos de intentar cortarlo. El resultado ha valido la pena, sin embargo, porque ya tengo una montaña de pollo delicioso guardado en la nevera. El problema ahora será comerlo todo antes del viernes…
Tiene que comerse todo antes del viernes porque voy directamente del trabajo a Murcia, en donde estaré reunido con mis padres durante unas vacaciones breves de cuatro días. Os cuento más sobre eso luego, sin embargo, porque me queda una semana en la oficina con jornada no intensiva por trabajar. Por lo menos, el horror del cambio de horario se hizo más agradable por una bonita salida del sol que vi mientras esperaba mi tren por la mañana…
Que no te engañe el clima, sin embargo, porque recientemente no ha hecho el mejor tiempo. La semana pasada he tenido que aguantar la tristeza de un concierto cancelado de Rodrigo Cuevas, un viaje a IKEA también abandonado, y una visita a une exhibición de la cual salí para que me dase la bienvenida una tormenta.
Aún así me disfruté mucho en dicha exhibición, la cual trató de un asunto bastante raro: era una colección de biblias. Quienes me conozcáis sabréis que la religión me interesa cero, pero lo interesante fue que eran de la colección de un hombre que llevó años intentando conseguir una copia de la Biblia en todos los idiomas escritos del mundo.
Ya que aprecio mucho los idiomas, la comunicación visual y los sistemas de escritura, me fascinó ver una variedad tan grande de idiomas y alfabetos en un solo sitio. Desde el alfabeto latino que usamos nosotros hasta el alfabeto Dzongkha de Bután, pasé un bueno rato inspeccionando cada sistema y exposición.
Incluso había unas biblias que me llamaron la atención por otras razones. La exposición final mostraba unas biblias ilustradas de dibujos japoneses, Biblias de Braille, la Biblia interpretada en lengua de signos y incluso una Biblia ilustrada con pantallazos de Minecraft. Otra era escrito en coreano pero tenía la portada en blanco, lo cual hizo que fuera bastante obvio saber de donde había venido: Corea del Norte.
Así más o menos he contado lo que ha pasado estas semanas aquí en Madrid, lo cual acabará con una tarde de tacos con mi amigo Bogar y mi tren a Murcia mañana. Una vez de vuelta a Madrid, volveré con más noticias, pero hasta entonces voy a intentar desconectar y relajarme durante unos días.