05.06.21 — Diario
Muchos mimos
Al final de mi última entrada, especulé si podría ser capaz de viajar un poco este verano, ahora que España está quitando las restricciones después de que el gobierno central desactivara el estado de alarma hace un par de semanas. Bueno, podría parecer que mis oraciones han sido escuchadas, ya que cuando empiezo a escribir este blog, estoy sentado en el escritorio de una encantadora habitación de un hotel en Bilbao donde las nubes grises finalmente han partido y parece como que vamos disfrutar de un día radiante.
Sin embargo, las historias sobre mi actual viaje hacia el norte de España tendrán que esperar hasta la siguiente entrada del blog, ya que nos tenemos que poner al día – o debería decir más bien que yo me tengo que poner al día, puesto que llevo el blog algo abandonado durante estas últimas semanas…
Retomamos el hilo una semana después de las quedadas con mis amigos por mi cumpleaños, y otra semana de trabajo la cual estuvo marcada por encantadoras tardes con mis amigos. Una tarde me encontré con Sara y Jhosef en una agradable terraza cerca de mi casa, donde pudimos complacernos con una generosa selección de tapas antes de ordenar dos enormes raciones para compartir: una de calamares y otra huevos rotos con jamón.
Otra tarde en la misma semana supuso otra celebración de cumpleaños, y en esta vez con Hugo. En esta ocasión, los cuatro nos dirigimos a un restaurante italiano del cual sabia que Hugo era fan y nos deleitamos con deliciosos platillos, incluyendo un postre que vino recomendado por una compañera, todo esto entre muchas risas en compañía además de un grato vino blanco.
Hinchado de pasta y bien contento gracias al vino, me monté en una bici para volver a casa, y pasé por algunos de los sitios que había visitado la primera vez que visité Madrid en el 2015. Pasé por el Instituto Cervantes, el Banco de España, Cibeles y la estación de Atocha. Al llegar en casa, puse las luces de un color morado relajante y me tumbé con un libro para descansar.
Menciono el libro porque últimamente he vuelto a leer mucho – de hecho, he acabado tres libros en los últimos quince días. Sin querer que esta entrada de blog se volviera en una reseña del libro (odiaba con todas mis fuerzas tener que escribirlas en la primaria), detallaré muy encima la experiencia ya que creo que son tres obras interesantes:
El primer libro fue una novela que recibí gracias a un intercambio de libros anónimo que hice en Instagram. Lo compartí así sin más, dudando que saliera algo, ¡pero al final me enviaron dos libros! El primero fue este, Los renglones torcidos de dios de Torcuato Luna de Tena. Como bien se nota, es una novela española y representó la primera vez que leí libro entero en mi segundo idioma. No supuso una lectura fácil, tanto por la necesidad constante de consultar terminología desconocida o lenguaje florido como por el tema de que se trataba: la vida dentro de un hospital psiquiátrico antiguo. El título supone una ventana al contenido del relato, para el cual Luca de Tena fingió una enfermedad mental para poder ingresar en un hospital psiquiátrico para así vivir la experiencia de manera infiltrada y de primera mano. Esta experiencia se nota por la capacidad del autor de construir y mantener el suspense dramático hasta la última página. Una obra literaria bien recomendable.
El segundo libro fue una biografía. No suelen gustarme mucho los libros biográficos, pero hice una excepción en este caso tras ver un documental corto en YouTube que contaba la vida de una mujer extraordinaria. The Trauma Cleaner: One Woman’s Extraordinary Life in the Business of Death, Decay, and Disaster (La limpiadora del trauma: la vida extraordinaria de una mujer en el negocio de la muerte, la descomposición y el desastre) de Sarah Krasnostein cuenta la vida turbulenta y a veces muy triste de Sandra Pankhurst. El libro explora – de una manera que a veces carece de detalles específicos gracias a la amnesia de Pankurst que se supone que se ha provocado por el trauma que sufría – su infancia como un niño adaptado y maltratado, su transición a una mujer y luego su rol como fundadora de una empresa dedicada a la limpieza de trauma. Para los que no sabéis – como yo antes de coger este libro – este tipo de limpieza trata de limpiar sitios donde ha ocurrido algún tipo de trauma, como el lugar donde alguien se ha matado, se ha suicidado o incluso las casas de acumuladores compulsivos. Aunque este libro volvió a tratar de un asunto que no es fácil de leer, era algo refrescante aprender sobre algo que la sociedad suele ignorar y también ver la compasión – que nace seguramente de una empatía por parte de Sandra dadas sus experiencias traumáticas personales – con la que Pankhurst trata cada caso.
En último lugar tenemos el tercer libro y nos encontramos enfrentándonos nuevamente con un tema que es igual de singular pero algo más alegre: la gramática y la puntuación. Escrito por una ex-revisora de The New Yorker, Between You & Me: Confessions of a Comma Queen (Entre tú y yo: las confesiones de una reina de las comas) de Mary Norris fue una exploración jovial pero profunda en el uso del lenguaje y la puntuación con la que salpicamos nuestras frases en una manera que – como diría Norris – suele ser bastante descuidada. Me sedujo la parte de su título que habla de “la reina de las comas”, ya que mis amigos me suelen llamar para que les corrija sus ensayos porque bien saben que soy un tiquismiquis insufrible con el uso de las comas (en español aún no tengo el tema dominado, tened paciencia). Norris no decepcionó nada, profundizando mucho en los mecanismos del idioma inglés (aunque en inglés americano, del cual no soy muy fan) con un tono desenfadado pero muy informativo.
Ahora ando leyendo otro libro, pero por ahora concluyó esta sección de club literario por no querer aburrir a quienes no estéis interesados. Si te ha interesado esta sección, déjamelo saber. Quizá se pueda desarrollar más como una parte de mi blog.
Bueno, volvamos a más noticias de Madrid. Tan solo un día después de las celebraciones del cumpleaños de Hugo, me encontré bajando en bici al piso de Luis con una botella de vermú en la bolsa. Sentados en su terraza privada, Luis, dos de sus amigas y yo nos pusimos a contar anécdotas mientras picábamos jamón y cecina. Acabó la noche con un baile a unos éxitos de los 80, ya que tuvimos que bajar la comida y el alcohol que había estado fluyendo durante toda la noche.
48 horas más tarde y me volví a ver con Luis, esta vez para coger el metro al norte de la cuidad y a Sunday Service, un evento organizada por mi compañera Blanca para lanzar su línea de joyas personalizadas hechas a mano. La inauguración de Tony Blanco tomó lugar en un estudio fotográfico, donde disfrutamos pizza y cervezas mientras nos poníamos al día con viejos y nuevos amigos. También existía la oportunidad de que nos hicieran un retrato o un tatuaje – pero por ahora pasé.
Tras el Sunday Service, María se apuntó a unas cervezas más y una comida ligera con Luis y yo en el centro. Tras la llegada de un par más de amigos de Luis, María se tuvo que ir y los que quedábamos bajamos a Chueca para seguir nuestra tarde de terraceo con unos gintonics.
Esta tarde de copas habría sido buen plan si no fuera – como algunos habréis deducido del nombre “Sunday Service” – un domingo por la tarde. La quedada me dejó con algo de dolor de cabeza el lunes por la mañana, pero se me había pasado ya por la tarde, así que quedé con Jhosef para sacarle del barrio para montarnos en bici y subir al norte de la ciudad.
Cogiendo dos BiciMad, los dos subimos por el tramo oeste del Río Manzanares. Esto nos llevó a un sitio que había descubierto yo hace unos meses, y allí paramos un rato antes de seguir hasta llegar en un puente que cruza la autopista principal que sale por el norte de la ciudad. Allí nos detuvimos un rato, empapándonos en las vistas de la ciudad y el atardecer que brillaba sobre la sierra en el oeste.
Al volver a casa me entraron unas ganas inesperadas de hacerme un chocolate caliente al estilo británico. Fijándome en como se hacen en una cadena de cafeterías británica, me puse a crear una taza de chocolate con cacao, leche, azúcar, nata montada y un toque de canela en polvo. Entre el chocolate, la iluminación ambiente que he configurado en mi casa y una mascarilla facial, disfruté de una buena noche de mimos.
El finde pasado seguí con el tema de los mimos cuando Bogar y yo volvimos a Hammam. La última vez que visitamos los baños árabes fue justo antes del inicio de la pandemia, así que apetecía mucho volver a meternos en los baños termales, sudar en el baño turco y que nos quitasen todos los agobios mediante un masaje relajante. Una vez revividos, bajamos en bici a nuestro barrio y nos sentamos a cenar en nuestro bar favorito. ¡No hay mejor manera de acabar un finde!
Con esto dicho llegamos a la semana pasada, que se fue volando gracias a unos días atareados en la oficina y el saber que me esperaban cuatro días de viaje a Bilbao con Jhosef. Como dije al inicio de esta entrada, aquí sigo en el hotel mientras escribo esto, aunque seguramente no me pongo a editar y subir las fotos hasta estar ya de vuelta en Madrid.
Por ahora, voy a disfrutar los dos días que me quedan aquí en esta ciudad preciosa, pero bien sabes que estaré de vuelta por aquí lo antes posible para compartir fotos y historias de mis vacaciones por aquí. ¡Hasta entonces!