26.08.22 — Diario

Montreal

Hola, ¡estoy de vuelta!

Ha sido más que un mes desde la ultima vez que publiqué, pero tengo una razón válida: ¡he cruzado el charco a pasar cuatro semanas de vacaciones por las Américas! Esta aventura me llevó por Canadá y los EEUU haciendo tantas cosas que voy a tener que dividir el viaje en doce entradas de blog o así.

Pero basta ya con la introducción: toca prepararse, porque aquí va la primera de esa docena de entradas…


El viaje empezó al despedirme de mis dos plantas, rezando que el dispositivo de riego automático funcionara y que las sostuviera viva durante un mes entero. Me acerqué a la estación de tren con mi maleta y mochila y me subí al tren con destino al aeropuerto. Fue allí que acontecieron los primeros dos dramas del viaje.

El primer lugar, un tío en la cola de facturación me preguntó cuánto llevaba residiendo en España. Entré en pánico, pensando que era por algún tema de la residencia, ¡pero resulta que solo quería felicitarme por el nivel de español!

Sufrí el segundo susto cuando me preguntaron qué tipo de pilas llevaban los dispositivos que tenía en mi maleta y no lo sabía. Este despiste luego me tenía quitando y reponiendo la mitad de mi maleta en frente del mostrador para buscar los dispositivos en cuestión.

Luego el resto del viaje fue sin problema, con la sorpresa bonita de la inclusión de una comida que hasta incluyó una copita de vino tinto. ¡Llevo tantos años volando con Ryanair que ya me sorprende que la más mínima cosa se te dé sin coste adicional! El vino mejoró bastante el viaje y en nada me encontré en Canadá para mi primera visita al país.

Fue mi primera vez en Canadá y la primera vez que había visitado a Megan tras tantos años de decir que iría.

Las cosas empezaron algo regular al negar a funcionar los formularios de inmigración que había preparado para entrar en Canadá. Después de eso, mi maleta tardó la vida en aparecer en la cinta de recogida, pero sí que es verdad que la vi el mismo momento que salió gracias a su color de azul claro. Salí pitando para buscar a mi guía para la primera fase de mi aventura americana: ¡Megan!

La última vez que vi a Megan fue cuando me vino a visitar en el 2019 junto con Loredana y Heidi. Los cuatro nos conocimos en Madrid pero siempre había dicho que iba a visitar a las tres: visité a Heidi en los años 2018 y 2022 y luego a Loredana justo el año pasado. Megan es del estado de Vermont en EEUU, así que este viaje siempre iba a ser más complicado, ¡pero ya tocó que nos reuniéramos!

Megan me recibió en llegados con un globo que ponía “felicidades” en francés (resulta que no había globos que pusieran “bienvenido”.) Los dos fuimos emocionados a buscar su coche y acercarnos al centro de la ciudad. Encontramos nuestro hotel, dejamos las maletas en la habitación y nos preparamos para pasar la tarde en la ciudad.

Pasado poco tiempo nos topamos con un festival de comedia organizado por Just For Laughs, una serie canadiense que veía de pequeño. ¡Jamás me imaginaba que me volvería a encontrar con ellos! Nos echamos unas risas mientras los comidos pasaban por la calle y buscábamos un sitio para tomar algo. Una vez sentados, el desfile continuó y probamos unas cervezas artesanales locales.

Decidimos que ya que estuvimos en Canadá que queríamos probar un plato de poutine, así que pedimos una ración. El camarero nos informó que la cocina estaba cerrada gracias a un error en el sistema de la alarma de incendio que había causado que la cocina se inundara con espuma. Le preguntamos por el mejor sitio cercano para cenarlo, y nos mandó a otro bar en el otro lado de la calle para que probáramos su oferta de las patatas fritas con queso y jugo de carne.

Después de nuestra cena muy canadiense volvimos al bar anterior, donde nos tomamos media pinta y charlamos un rato con el camarero antes de volver al hotel para acostarnos algo temprano. ¡Andaba bastante cansado después del viaje!

Al final dormí fatal gracias al desfase horario, pero el hecho de madrugar (aunque no quisiera) hizo que Megan y yo pudiéramos salir a hacer algo antes de desayunar. Queríamos subirnos a la cima de parque para ver las vistas sobre la ciudad, pero el viaje allí fue en vano porque estaba cortada la carretera. Los dos chicos que estaban vigilando la barricada nos surgieron que subiéramos andando, una sugerencia que nos hizo reír a los dos en unísono.

Por lo menos pudimos ver unas casas y zonas bonitas por el camino.

Volvimos al hotel para aprovechar del desayuno libre, después del cual nos subimos al coche de nuevo para bajar al Puerto Viejo, una de las zonas más antiguas de la ciudad. Dimos una vuelta por allí mientras empezaron a aparecer las nubes, tomando un café y un cruasán de chocolate en un sitio que descubrió Megan.

En esa misma cafetería pillamos un pan que llevaba aceitunas enteras dentro de la masa y decidimos que lo podríamos comer en el coche más tarde. Sacamos unas fotos de la zona, bajamos al agua y luego volvimos al coche y al hotel para hacer la maleta e irnos de Montreal.

Que mi gorro no os engañe, hacía un calor importante.

Una vez de vuelta al coche, empezamos el viaje de Montreal para salir de Canadá: era hora de cruzar la frontera y entrar en los EEUU. Nos despedimos de una cuidad que nos había acogido por menos que 24 horas y nos dirigimos al sur y a un control fronterizo pequeño. El control estaba en una carretera pequeña y solo consistía en una cabaña pequeña y un cono en el asfalto pero me tenían allí un buen rato mientras me preguntaron bastantes cosas y recopilaron mis datos.

Estuve muy aliviado cuando me dejaron pasar y me reuní con Megan, ¡ahora en los Estados Unidos! El resto del viaje nos llevó por una colección de pueblos pequeños y rurales en los cuales el tricolor rojo y blanco de Canadá se vio sustituido por la bandera estrellada estadounidense.

Bueno, eso sería todo por ahora. Estáte al loro para leer mi siguiente entrada, ¡en la cual contaré historias del siguiente destino de mi aventura americana!