13.10.22 — Diario
La vuelta a España
Tras un viaje de un mes entero por los Estados Unidos y Canadá, por fin volví a Europa con mucha energía. Después de hacer tanta cosa por las Américas, tenía ganas de hacer todo tipo de planes y mantener el rumbo vacacional en mi ciudad de Madrid.
Lo primero era ponerme a tanto con todos mis amigos que llevaba un mes sin verlos, así que quedé unas cuantas tardes para tomar algo por la ciudad. ¡Si había echado de menos algo fue el concepto de las cañas!
Otra tarde fui al Real Jardín Botánico con Sara. Llevaba diciendo que tenía que visitar este sitio desde la primera vez que visité Madrid pero no lo había hecho, así que quedamos allí ya que la entrada era gratis ese día.
Ojeamos bien las plantas y las exhibiciones, pero era una época algo regular para visitar. Las floraciones del verano ya habían pasado y aún no habían cambiado las plantas veraniegas con las de invierno. Sí que me gustó una exhibición fotográfica que tenían montada en uno de los edificios, así que anoté el nombre de unos fotógrafos que me habían molado.
Al salir del jardín, pasamos por las afueras del Museo del Prado que lo avecina y subimos al Barrio de las Letras para tomar algo y ponernos al tanto. Como siempre nos echamos un buen rato hablado de todo el cotilleo y nuestras aventuras en verano.
Otra tarde de esa misma semana me reuní con Hugo, Sergejs y unos amigos más para cenar fuera y celebrar el cumpleaños de Hugo. Fuimos a un restaurante en el norte que era una parrillada americana – algo que se me hizo irónico ya que había aterrizado de los Estados Unidos unos pocos días antes.
Nos lo pasamos pipa en el sitio, donde un amigo de Hugo conocía a una de las camareras por haber trabajado juntos en el pasado. Compartimos unos platos ricos de carne y unas cuantas copas, ¡durante las cuales nos regalaron unos postres a modo de regalo al cumpleañero!
Para seguir celebrando, quedamos en hacer un picnic ese finde. A pesar de los postres ricos del restaurante, yo pensaba que no sería un cumpleños sin tarta, así que hice un pastel tradicional británico para que lo probáramos todos en el río. También me corría prisa hornear una tarta ya que se me iba a caducar la harina especial que me compré en un supermercado británico en Murcia – ¡es una faena encontrarla aquí en España!
En otro ejemplo de yo hacer algo que tenía que haber hecho hace ya tiempo, me compré un casco para usarlo mientras me subo en bici por la ciudad. Lo empecé a usar en mis vueltas a casa en bici, pero también eché unas tardes aprovechando el tiempo más tolerable para andar por la ciudad. Una de esos caminos me llevó al Campo del Moro, otro sitio icónico de Madrid que tampoco había visitado jamás.
El siguiente finde volví a salir con Sara, pero esta vez nos acompañaron su novio y unos amigos que estaban de visita desde Asturias. Quedamos por el centro para tomar algo pero al final acabamos cenando en un restaurante en el norte de la ciudad, en donde cené un salmón delicioso y unas copas.
Mi próxima aventura me llevó a Arganda del Rey, un pueblo en las afueras de Madrid. Luis es de allí y su familia sigue viviendo allí, así que cogí el coche con Carmen para reunirme con él y unos amigos más. Cenamos por Arganda y luego nos acercamos al evento principal: ¡las fiestas!
Llevaba desde julio sin ir a unas fiestas de pueblo, así que ya era hora de que volviera. Nos metimos dentro de la feria, donde pillamos unas cubatas y nos acercamos a la pista de baile para esperara a que saliera el amigo de Luis que iba a pinchar.
Nos pasamos una noche fenomenal en las fiestas, bailando y riéndonos hasta cansarnos y luego zampando unos bocadillos enormes de chorizo y morcilla. Como yo era la única persona del centro de Madrid en el grupo, acompañé a Luis a casa donde me dejó una habitación libre para que durmiera allí.
La mañana siguiente me desperté con algo de dolor de cabeza, pero la chica venezolana que cuida a los padres de Luis puso solución a esto con unos tequeños caseros recién fritos. Luis y yo echamos un buen rato en su jardín pintoresco comiéndonos estas delicias mientras nos tomamos un Colacao para aliviar un poco la resaca.
Después salimos al centro de Arganda del Rey, donde las calles estaban eléctricas gracias a las fiestas y las preparaciones para el encierro. Bueno, a mí me encantan muchas facetas de la cultura española, pero la tauromaquia no figura entre ellas. Aún así, es verdad que me fascinaba ver como existe una infraestructura permanente para poder montar las vallas y muros.
Mi finde en Arganda llegó a su fin con un helado y un viaje caluroso en coche con Luis de vuelta al centro de Madrid. Me dejó en el portal de mi casa y pasé lo que quedaba del día vagueando por allí y dándome pena gracias a la resaca que no se me quitaba.
Esto no supuso el fin de mis aventuras de verano en España, pero tendré que dejar la próxima historia para otra entrada de blog. ¡Hay mucho que contar tras escribir trece entradas acerca de mi viaje por las Américas!