22.11.21 — Diario

Danni pasa por casa

Como mencioné, la visita de mi hermana no fue la última de mi racha de recibir a gente. Hace dos semanas dio la bienvenida a una de mis amigos más viejos, Danni, a las calles frías de la gran ciudad.

Las aventuras empezaron el viernes después del trabajo, al subir a El Toril con unos compañeros para celebrar el cumpleaños de una de ellos. Allí nos pedimos unas de las deliciosas hamburguesas y Danni llegó para unirse a la diversión y comer con nosotros.

La comida terminó con una sorpresa bonita gracias al novio de Inés, quien le sorprendió con un postre casero acompañado por una interpretación espontánea de “Cumpleaños feliz”. Bajamos un trozo de tarta con un chupito de crema de orujo, después del cual cogimos un taxi de vuelta a mi piso para que Danni pudiera deshacer la maleta.

Antes de salir a tomar algo por la noche, Danni me dio el pequeño regalo que llevaba consigo: ¡polos de la noche de fogata! El día que llegó, el cinco de noviembre, es “Bonfire Night” en el RU y la tradición dicta que se tiene que comer estos polos de azúcar y melaza mientras se monta la hoguera y los fuegos artificiales. Ya que vivo en un piso en Madrid, tuve que hacer un apaño, así que monté una pequeña hoguera en una sartén vieja…

Claro que mi hoguera interior alimentada por papel y ginebra era muy segura.

Al extinguir bien la hoguera, subimos a un sitio que llevo un rato queriendo visitar pero que había decidido esperar asta que llegara Danni ya que era muy de su estilo: la azotea del Hotel Hard Rock. Tras reservar una mesa, llegamos para que nos dijeran que la azotea había sido cerrada por la lluvia y el viento fuerte, cosa que no nos sorprendió ya que habíamos aguantado ese tiempo horrible durante todo el viaje al hotel.

La noche se salvó cuando nos dieron la opción de tomarnos un cóctel bonito en el restaurante del hotel o unas copas en el bar del vestíbulo. Al final optamos a tomar una cerveza en el ambiente agradable del vestíbulo, escuchando la música de una banda que estaba tocando allí.

Arrancamos el día siguiente con un momento de cultura en la forma de una exhibición de la Fundación Telefónica llamada Color. El conocimiento de lo invisible. Esta contuvo una selección de instalaciones que visualizaban el funcionamiento oculto del color y la luz, así que me gustó bastante.

Después de la exhibición, bajamos a dar una vuelta por el centro, acabando por Lavapiés para tomar una pizza deliciosa en la misma pizzería que fui con mis padres y mi hermana. Como postre buscamos un sitio de yogur helado, que comimos antes de bajar a Mercadona para coger algo de comida para el resto de las vacaciones.

El pan casero y el entrante de berenjena, queso y tomate nunca fallan.

Esa tarde nos trajo a Lavapiés, en donde nos vimos con Luis y sus amigos para tomar algo. Echamos unas buenas risas y nos tomamos unos gintonics bien fuertes antes de acabar en el Vurger King (una versión vegetariana de Burger King que acaba de abrirse). Allí intentamos evitar una resaca el día siguiente con una hamburguesa enorme y un batido de Oreo.

Evitar esta resaca era importante, ya que el día siguiente habíamos pillado entradas para ir al Parque Warner, un lugar que llevo años queriendo visitar. El día empezó con un viaje rápido a la Estación Sur de autobuses, en donde recogimos las entradas y nos subimos al bus al parque.

Tras hacer cola un rato entramos en el parque, en donde nos pusimos a subirnos a las atracciones más importantes. ¡Los dos somos bastante frikis de las montañas rusas y los parques de atracciones!

Una de nuestras atracciones favoritas fue “Superman: atracción de hierro”, una montaña rusa sin suelo de B&M.

Una vez disfrutadas las atracciones más grandes, fuimos a subirnos a “Correcaminos Bip Bip”, un nombre que nos hacía gracia por su traducción directa del inglés. Según iba avanzando el día, el cielo iba cambiando y llegó el frío, así que decidimos ir a ver el espectáculo llamado “Loca Academia de Policía”.

El espectáculo incluyó una serie de escenas peligrosas con motos y coches entre chistes malas – ¡nos encantó! Al salir del estadio ya era de noche y hacía bastante frío, así que decidimos subirnos para una ultima vuelta por una montaña rusa que nos había gustado. Después de eso nos encontramos con un desfile nocturno, durante el cual nos pusimos a bailar un poco mientras iban pasando las carrozas.

Ya que nos quedaba media hora para la llegada del bus de vuelta a la ciudad, cogimos un chocolate caliente con sabores navideños antes de salir al aparcamiento para esperar el bus. Al llegar a casa, pillamos un kebab para descansar durante la noche tras un día tan ocupado.

El día siguiente ya supuso el último día entero que iba a pasar Danni en Madrid, así que salimos a desayunar en un bar local antes de bajar al río a montarnos en bici un rato. Desde allí, subimos al centro y dimos una vuelta por Retiro en bici, después del cual fuimos a un restaurante catalán por una comida de tapas variadas.

Una tirolina y una vuelta en bici en un mismo día… vaya cantidad de ejercicio.

Después de comer, tomamos un gofre y fuimos de compras por Chueca, tras el cual nos montamos una bici y dimos una vuelta para ver unos sitios turísticos. Esto nos llevó a unos jardines de la Real Basílica de San Francisco el Grande, en donde vimos el atardecer antes de volver a casa para echarnos en la cama.

El día siguiente salimos a desayunar churros y chocolate en San Ginés, la churrería más emblemática de Madrid y un sitio que Danni tenía ganas de volver a visitar. Llevaba sin ir desde el principio de la pandemia, así que me gustó mucho poder volver y disfrutar de unos churros y porras deliciosas.

Desde allí tuvimos luego que acercarnos a la estación de Príncipe Pío y coger un tren al aeropuerto, en donde me despedí de Danni tras unos días fabulosos con ella en Madrid. Fue una pasada volver a verla después de casi un año entero y me quedé con las ganas de volverla a ver cuándo estoy en Inglaterra durante las navidades – ¡y ya va quedando poco!